Cada día Alex me espera en la
cafetería para poder pasar tiempo conmigo. Cuando no hay clientes me siento con
él en la barra y hablamos o simplemente me abraza. No sabe lo que en realidad
ocurre, no puede siquiera imaginarse cuán agobiada estoy por mi hermanita con
leucemia, la misma que le ha pasado el monstruo de su padre, pero que a él no
le afecta; irónico ¿no?
Anne y Frank me han prohibido
volver a la cárcel y Alex me entretiene, por lo que estoy pasando las noches
con Lily, haciendo deberes y viendo cómo el tratamiento la debilita poco a
poco, sin yo poder hacer nada por cesar el sufrimiento y el dolor que éste la
causa. Cada noche de estas dos semanas es peor, apenas duerme, sólo se queja y
llora en silencio agarrada de mi mano, apretándomela cada vez un poco más con
tal de no decirme cuánto la duele, a pesar de que sabe que puedo leer cada gesto
que intenta reprimir. Es adorable, intenta no hacerme daño a mí, siendo ella
quien de verdad está pasando por todo esto. Ha madurado de golpe. Nadie se
creería que en medio mes cumplirá seis tiernos años. Hay varios nombres que se
le pueden atribuir a su situación como injusticia o barbaridad, pero pasar un
cumpleaños así sólo se puede definir con una: horrible.
Tom me ha conseguido
información y siempre que le veo hablamos de cómo nos está afectando. Los
resultados de mis pruebas son variables y hemos decidido no darles importancia;
tendremos en cuenta las siguientes que me haga. La cita con el psicólogo
tampoco fue bien, pues me diagnosticó que necesitaba tomar vitaminas —con lo
que Tom estaba totalmente de acuerdo—, más descanso y una confusión extrema respecto
a mi personalidad. Esto último me hizo mucha gracia, a lo que le contesté
riéndome « ¿Con cuál de las dos?». Creo que no ayudó, pero fue divertido.
El mensajero con la carta de PJ
volvió por fin y quemé sin abrir la carta que le había dado para que me la
entregase. Corté el fino hilo que nos unía y no voy a reconstruirlo.
Respecto a la misión, Alex ha
decidido presentarme a su padre. Lo discutí y optamos por no llevar micros o me
pondría en peligro. Si lo veo necesario, pondré el móvil a grabar con mucho
cuidado. La semana que viene le veré por primera vez, pero Alex no puede
esperar tanto para que yo le diga por qué me encuentro tan mal y explota en el
recreo. Me lleva a una zona apartada, donde me siento en el césped y me apoyo
en un árbol cerrando los ojos. El sonido de su voz me relaja y no le presto
atención.
—
¡Alice! Te estoy hablando.
—
¿Qué? Ah, sí. Perdona, estaba…—no termino la frase.
—
No, no estabas. Dime, ¿qué te está pasando?
—
No duermo bien.
—
Te dije que lo del trabajo no te sentaría bien. Mírate,
apenas puedes sostenerte.
—
Déjame —digo con pereza y acurrucándome en el árbol.
—
No te voy a dejar. ¿Crees que no voy a hacer nada
viendo a mi novia así? Si necesitas dinero yo te lo daré, no hay problema, pero
dime por qué no duermes, por qué estás ausente, por qué no siento que estás
conmigo cuando te hablo —se desahoga gritando—. Creo que me estás engañando,
porque no encuentro otra cosa más lógica que esa— le respondo igual que me ha
hablado él.
—
¿Quieres respuestas? Pues te las voy a dar —me pongo en
pie y me dirijo al coche.
—
¿Adónde vas?
—
Sube.
—
¿Me lo dirás?
—
Te lo voy a enseñar.
Me hace caso y continuamos en
silencio hasta que le llevo al hospital. Una vez allí, saludo a alguna
enfermera mientras que él me pregunta por qué las conozco. Demasiadas preguntas
y una sola respuesta. Me encuentro a Tom a mitad de camino y me para.
—
¿Qué haces aquí? Tendrías que estar en el instituto. Ya
haces suficiente quedándote por las noches.
—
¿Quedándote? Alice, no entiendo nada.
—
Este es Alex, vengo a que la vea.
—
¿Estás segura?
—
Cree que le estoy poniendo los cuernos, así que…
—
Os llevaré a la habitación.
Durante el trayecto sigue
preguntando quién está ingresado, qué le pasa, quién es Tom…pero sigo
ignorándole hasta que llegamos.
—
Lo siento, pero tengo que irme —se disculpa Tom—.
¿Puedes encargarte sola?
—
De sobra —sonrío, me aprieta el brazo como muestra de
apoyo y se va.
—
Dame un motivo por el que no tenga que partirle la
cara.
—
Es un amigo que me está ayudando a llevar esto —digo
tajante.
—
Ya…un amigo…
—
¿Quieres dejar tus estúpidos celos parte y centrarte?
—le grito y veo el deseo junto a la confusión en sus ojos— Ahora vas a estar
siempre detrás de mí y no vas a hablar si yo no te lo permito ¿entendido?
—asiente.
Entramos en la habitación y
Lily mira vagamente. Cuando ve que soy yo, sonríe con esfuerzo e intenta alzar
los brazos, pero me apresuro a abrazarla para que no se esfuerce. Ayer tuvo una
sesión de quimioterapia y está más débil que de costumbre.
—
Hola, cariño. ¿Qué tal te encuentras hoy?
—
Ahora mejor —me mira y la beso la frente—. ¿Quién es
ese?
—
Es un amigo. Para mí es muy importante, así que
necesito que le conozcas ¿te importa?
—
¿Cómo se llama?
—
Alex. ¿Quieres conocerle? —dice que sí con la cabeza y
hago una seña para que él se acerque. Lily no suelta mi mano.
—
Ten cuidado con lo que dices —le advierto.
—
Hola, peque. Alice me ha hablado mucho de ti, pero en
persona eres mucho más guapa —se sonríen.
—
Pues a mi no me ha hablado de ti —él me dirige una
mirada y me encojo de hombros.
—
Yo soy Alex, su…
—
Amigo —añado rápidamente—. Mi mejor amigo.
—
Yo pensaba que era Tom. Como habláis tanto y estáis
siempre juntos…
—
No, amor. Tom es tu médico y hablamos de cómo te vas a
poner buena, eso es todo —Alex me pide permiso para hablar con la mirada y se
lo concedo.
—
Conmigo también habla mucho y te aseguro que pasa más
tiempo conmigo que con él. Pero tú nos ganas a los dos juntos —se arrodilla al
lado de la cama—. Siempre está hablando de lo mucho que te quiere y en cuanto
tiene un rato libre viene a verte.
—
¿Por eso estás aquí?
—
Claro, cariño. De todas formas también voy a venir esta
noche.
—
Así te pondrás buena mucho más rápido. Entre ella y yo
te vamos a tener entre algodones, ya verás. Como una princesa —vuelven a
sonreírse.
Me fata el aire, las lágrimas
me taponan los pulmones en vez de los ojos, así que salgo casi corriendo de la
habitación al pasillo para eliminar la sensación de estar ahogándome. Me apoyo
en la pared al lado de la puerta, lo suficiente para que no me vean llorar
ninguno de los dos. A la salida me ha parecido oír a Alex llamándome, pero como
no sale, descarto la opción.
Cuando consigo calmarme Tom
pasa por el pasillo y se detiene en frente mía.
—
¿Te encuentras bien?
—
Sí, solo necesitaba algo de aire —alzo la cabeza y me
limpio el maquillaje que se ha esparcido por la cara con las lágrimas.
—
¿Te acuerdas que me dijiste que no estabas segura de si
le querías? —señala con la cabeza a la ventana que enseña la habitación.
—
¿Por qué lo dices?
—
Porque yo sí estoy seguro —hace una pequeña pausa antes
de volver a hablar—. ¿Le cae bien a Lily?
—
Han congeniado muy rápido, parece como si se conocieran
desde hace tiempo.
—
Y te has acordado de lo que la pasa y cómo él puede ser
un apoyo importante ¿no?
—
¿Cómo haces para leerme la mente? —intento sonreírle.
—
Tengo práctica. No te preocupes, ella es fuerte y lo
superará. Muchos niños lo consiguen.
—
Pero otros muchos se quedan en el intento. ¿Has visto
cómo está? No puede ni con su cuerpo. La cuesta respirar y no puede hablar —me
desespero y vuelvo a llorar al recordar el terrible porcentaje de niños que mueren
por esta terrible enfermedad.
—
No llores más —intenta consolarme—. Mañana estará
mejor, ya lo verás.
—
Y volverán a darla quimioterapia y empeorará. Ya soy
mayor para entenderlo, el problema es que a veces se me viene todo encima.
—
Pues eso ya no va a pasar más —nos interrumpe Alex, que
me dedica una gran sonrisa y un abrazo—. Siento todo lo que te dije, no te
merezco —vuelve a abrazarme.
—
No digas tonterías. Gracias por todo, en serio. No
sabes lo que significa para mí.
—
Gracias a ti por presentármela. Por cierto…no me has
dicho su nombre. Ni que tenías una hermana —remarca.
—
Lily —sonrío y me besa. Tom se ha marchado—. Y
técnicamente no es mi hermana. La conocí hace unos meses y no he podido evitar
quererla. Desde entonces me he hecho responsable.
—
Te ayudaré con los gastos, te lo juro. Yo pagaré el
tratamiento.
—
¿Sabes qué la pasa?
—
No me hace falta, se va…
—
Leucemia —le corto—. Y el cabrón de su padre se la
transmitió.
—
¿Eso puede hacerse?
—
Va en los genes. A él no le afecta pero a ella…
—
¿Es mal padre?
—
Luego te cuento, ahora hay que volver —le cojo de la
mano y entramos en la habitación de nuevo—. Cariño, tenemos que irnos. Te
prometo que más tarde vuelvo ¿vale?
—
Vale. ¿Vas a venir con Alex?
—
Si tú quieres que yo venga, así lo haré —la contesta él
poniéndome la mano libre sobre el hombro.
—
Al.
—
Dime —me hace un gesto para que me acerque.
—
Le gustas —me susurra al oído.
—
¿Y tú cómo lo sabes? ¿Te lo ha dicho?
—
Se le nota —sonrío a ambos y me separo cuando se acerca
Alex después de que se lo indique. Le susurra algo al oído y consigo captar lo
que él responde.
—
¿Seguro? —ella asiente con la cabeza y vuelve a
susurrar— Yo lo intento. Luego te cuento qué ha pasado.
—
¿Qué os traéis entre manos? —interfiero.
—
Cosas nuestras —me responde Lily.
—
¿Cómo que cosas vuestras bichejo? —me suelto y la hago
cosquillas hasta que la da un ataque de tos—. Lo siento —la besamos en la
frente y nos vamos.
Andamos cogidos de la mano por
los alrededores del hospital y nos sentamos en un banco cercano a una pequeña
laguna artificial no muy lejos de la actividad frenética que se nota en el
hospital. En esos lugares se mezclan demasiadas emociones y este lugar da
rienda suelta a soltarlas con el resto de gente que hay por la zona.
Me pasa el brazo por los
hombros y me recuesto en su pecho.
—
¿Te quedas a dormir aquí?
—
Normalmente sí. Cuando me dejas después del trabajo
vengo aquí, comento las novedades y estoy con ella.
—
Podemos hacer turnos si quieres. Así no estás tan
cansada porque, ¿cuánto tiempo llevas sin dormir bien?
—
Dos semanas —digo con un bostezo y cerrando los ojos.
—
Pues esta semana me quedo yo para que duermas algo.
—
Es mi hermana, voy a quedarme de todos modos.
—
Entonces me quedaré contigo.
—
Es duro. Hoy estaba débil, pero no la dolía. Intenta
soportar una noche de esas. Te vuelves loco —me acaricia el brazo con la yema
de los dedos.
—
¿Grita?
—
No, eso es lo peor. Por no hacerme daño a mí se lo
aguanta todo y llora o me aprieta la mano. A veces incluso ambas cosas.
—
¿Y no tiene familia para que te ayude?
—
No…—respondo sin ganas.
—
Venga, dime algo más. Antes has insultado a su padre y
creo que te has quedado ahí por si te oía alguien.
—
No hay nada que decir.
—
Algo habrá —insiste.
—
Están muertos. ¿Contento? —a esto le sucede un vago
resumen de lo que ocurrió y la situación en la que se encuentra ahora su padre.
—
Con lo que dijiste antes te has quedado corta. ¿Cómo
puede hacer eso?
—
Hay gente que no tiene corazón. Mi opinión es que está
loco.
—
Y tanto… ¿lo has visto alguna vez?
—
Sí —vuelvo a recostarme, el sueño está pudiendo conmigo
y siento cómo se acerca lentamente.
—
¿Cómo? Está en la cárcel.
—
Le hice una visita. Le saqué el tema de Lily y se
preocupó, pero al instante me dijo que siempre le había fascinado el fuego y me
provocó para que le pegase.
—
¿Por qué haría eso?
«Porque soy poli»
—
Ni idea. Te he dicho que estaba loco —es en ese
instante en el que me rindo y dejo que el cansancio tome posesión de mí en
forma de un profundo sueño.