Translate

viernes, 31 de mayo de 2013

Cap. 16


Cada día Alex me espera en la cafetería para poder pasar tiempo conmigo. Cuando no hay clientes me siento con él en la barra y hablamos o simplemente me abraza. No sabe lo que en realidad ocurre, no puede siquiera imaginarse cuán agobiada estoy por mi hermanita con leucemia, la misma que le ha pasado el monstruo de su padre, pero que a él no le afecta; irónico ¿no?

Anne y Frank me han prohibido volver a la cárcel y Alex me entretiene, por lo que estoy pasando las noches con Lily, haciendo deberes y viendo cómo el tratamiento la debilita poco a poco, sin yo poder hacer nada por cesar el sufrimiento y el dolor que éste la causa. Cada noche de estas dos semanas es peor, apenas duerme, sólo se queja y llora en silencio agarrada de mi mano, apretándomela cada vez un poco más con tal de no decirme cuánto la duele, a pesar de que sabe que puedo leer cada gesto que intenta reprimir. Es adorable, intenta no hacerme daño a mí, siendo ella quien de verdad está pasando por todo esto. Ha madurado de golpe. Nadie se creería que en medio mes cumplirá seis tiernos años. Hay varios nombres que se le pueden atribuir a su situación como injusticia o barbaridad, pero pasar un cumpleaños así sólo se puede definir con una: horrible.

Tom me ha conseguido información y siempre que le veo hablamos de cómo nos está afectando. Los resultados de mis pruebas son variables y hemos decidido no darles importancia; tendremos en cuenta las siguientes que me haga. La cita con el psicólogo tampoco fue bien, pues me diagnosticó que necesitaba tomar vitaminas —con lo que Tom estaba totalmente de acuerdo—, más descanso y una confusión extrema respecto a mi personalidad. Esto último me hizo mucha gracia, a lo que le contesté riéndome « ¿Con cuál de las dos?». Creo que no ayudó, pero fue divertido.

El mensajero con la carta de PJ volvió por fin y quemé sin abrir la carta que le había dado para que me la entregase. Corté el fino hilo que nos unía y no voy a reconstruirlo.

Respecto a la misión, Alex ha decidido presentarme a su padre. Lo discutí y optamos por no llevar micros o me pondría en peligro. Si lo veo necesario, pondré el móvil a grabar con mucho cuidado. La semana que viene le veré por primera vez, pero Alex no puede esperar tanto para que yo le diga por qué me encuentro tan mal y explota en el recreo. Me lleva a una zona apartada, donde me siento en el césped y me apoyo en un árbol cerrando los ojos. El sonido de su voz me relaja y no le presto atención.

    ¡Alice! Te estoy hablando.

    ¿Qué? Ah, sí. Perdona, estaba…—no termino la frase.

    No, no estabas. Dime, ¿qué te está pasando?

    No duermo bien.

    Te dije que lo del trabajo no te sentaría bien. Mírate, apenas puedes sostenerte.

    Déjame —digo con pereza y acurrucándome en el árbol.

    No te voy a dejar. ¿Crees que no voy a hacer nada viendo a mi novia así? Si necesitas dinero yo te lo daré, no hay problema, pero dime por qué no duermes, por qué estás ausente, por qué no siento que estás conmigo cuando te hablo —se desahoga gritando—. Creo que me estás engañando, porque no encuentro otra cosa más lógica que esa— le respondo igual que me ha hablado él.

    ¿Quieres respuestas? Pues te las voy a dar —me pongo en pie y me dirijo al coche.

    ¿Adónde vas?

    Sube.

    ¿Me lo dirás?

    Te lo voy a enseñar.

Me hace caso y continuamos en silencio hasta que le llevo al hospital. Una vez allí, saludo a alguna enfermera mientras que él me pregunta por qué las conozco. Demasiadas preguntas y una sola respuesta. Me encuentro a Tom a mitad de camino y me para.

    ¿Qué haces aquí? Tendrías que estar en el instituto. Ya haces suficiente quedándote por las noches.

    ¿Quedándote? Alice, no entiendo nada.

    Este es Alex, vengo a que la vea.

    ¿Estás segura?

    Cree que le estoy poniendo los cuernos, así que…

    Os llevaré a la habitación.

Durante el trayecto sigue preguntando quién está ingresado, qué le pasa, quién es Tom…pero sigo ignorándole hasta que llegamos.

    Lo siento, pero tengo que irme —se disculpa Tom—. ¿Puedes encargarte sola?

    De sobra —sonrío, me aprieta el brazo como muestra de apoyo y se va.

    Dame un motivo por el que no tenga que partirle la cara.

    Es un amigo que me está ayudando a llevar esto —digo tajante.

    Ya…un amigo…

    ¿Quieres dejar tus estúpidos celos parte y centrarte? —le grito y veo el deseo junto a la confusión en sus ojos— Ahora vas a estar siempre detrás de mí y no vas a hablar si yo no te lo permito ¿entendido? —asiente.

Entramos en la habitación y Lily mira vagamente. Cuando ve que soy yo, sonríe con esfuerzo e intenta alzar los brazos, pero me apresuro a abrazarla para que no se esfuerce. Ayer tuvo una sesión de quimioterapia y está más débil que de costumbre.

    Hola, cariño. ¿Qué tal te encuentras hoy?

    Ahora mejor —me mira y la beso la frente—. ¿Quién es ese?

    Es un amigo. Para mí es muy importante, así que necesito que le conozcas ¿te importa?

    ¿Cómo se llama?

    Alex. ¿Quieres conocerle? —dice que sí con la cabeza y hago una seña para que él se acerque. Lily no suelta mi mano.

    Ten cuidado con lo que dices —le advierto.

    Hola, peque. Alice me ha hablado mucho de ti, pero en persona eres mucho más guapa —se sonríen.

    Pues a mi no me ha hablado de ti —él me dirige una mirada y me encojo de hombros.

    Yo soy Alex, su…

    Amigo —añado rápidamente—. Mi mejor amigo.

    Yo pensaba que era Tom. Como habláis tanto y estáis siempre juntos…

    No, amor. Tom es tu médico y hablamos de cómo te vas a poner buena, eso es todo —Alex me pide permiso para hablar con la mirada y se lo concedo.

    Conmigo también habla mucho y te aseguro que pasa más tiempo conmigo que con él. Pero tú nos ganas a los dos juntos —se arrodilla al lado de la cama—. Siempre está hablando de lo mucho que te quiere y en cuanto tiene un rato libre viene a verte.

    ¿Por eso estás aquí?

    Claro, cariño. De todas formas también voy a venir esta noche.

    Así te pondrás buena mucho más rápido. Entre ella y yo te vamos a tener entre algodones, ya verás. Como una princesa —vuelven a sonreírse.

Me fata el aire, las lágrimas me taponan los pulmones en vez de los ojos, así que salgo casi corriendo de la habitación al pasillo para eliminar la sensación de estar ahogándome. Me apoyo en la pared al lado de la puerta, lo suficiente para que no me vean llorar ninguno de los dos. A la salida me ha parecido oír a Alex llamándome, pero como no sale, descarto la opción.

Cuando consigo calmarme Tom pasa por el pasillo y se detiene en frente mía.

    ¿Te encuentras bien?

    Sí, solo necesitaba algo de aire —alzo la cabeza y me limpio el maquillaje que se ha esparcido por la cara con las lágrimas.

    ¿Te acuerdas que me dijiste que no estabas segura de si le querías? —señala con la cabeza a la ventana que enseña la habitación.

    ¿Por qué lo dices?

    Porque yo sí estoy seguro —hace una pequeña pausa antes de volver a hablar—. ¿Le cae bien a Lily?

    Han congeniado muy rápido, parece como si se conocieran desde hace tiempo.

    Y te has acordado de lo que la pasa y cómo él puede ser un apoyo importante ¿no?

    ¿Cómo haces para leerme la mente? —intento sonreírle.

    Tengo práctica. No te preocupes, ella es fuerte y lo superará. Muchos niños lo consiguen.

    Pero otros muchos se quedan en el intento. ¿Has visto cómo está? No puede ni con su cuerpo. La cuesta respirar y no puede hablar —me desespero y vuelvo a llorar al recordar el terrible porcentaje de niños que mueren por esta terrible enfermedad.

    No llores más —intenta consolarme—. Mañana estará mejor, ya lo verás.

    Y volverán a darla quimioterapia y empeorará. Ya soy mayor para entenderlo, el problema es que a veces se me viene todo encima.

    Pues eso ya no va a pasar más —nos interrumpe Alex, que me dedica una gran sonrisa y un abrazo—. Siento todo lo que te dije, no te merezco —vuelve a abrazarme.

    No digas tonterías. Gracias por todo, en serio. No sabes lo que significa para mí.

    Gracias a ti por presentármela. Por cierto…no me has dicho su nombre. Ni que tenías una hermana —remarca.

    Lily —sonrío y me besa. Tom se ha marchado—. Y técnicamente no es mi hermana. La conocí hace unos meses y no he podido evitar quererla. Desde entonces me he hecho responsable.

    Te ayudaré con los gastos, te lo juro. Yo pagaré el tratamiento.

    ¿Sabes qué la pasa?

    No me hace falta, se va…

    Leucemia —le corto—. Y el cabrón de su padre se la transmitió.

    ¿Eso puede hacerse?

    Va en los genes. A él no le afecta pero a ella…

    ¿Es mal padre?

    Luego te cuento, ahora hay que volver —le cojo de la mano y entramos en la habitación de nuevo—. Cariño, tenemos que irnos. Te prometo que más tarde vuelvo ¿vale?

    Vale. ¿Vas a venir con Alex?

    Si tú quieres que yo venga, así lo haré —la contesta él poniéndome la mano libre sobre el hombro.

    Al.

    Dime —me hace un gesto para que me acerque.

    Le gustas —me susurra al oído.

    ¿Y tú cómo lo sabes? ¿Te lo ha dicho?

    Se le nota —sonrío a ambos y me separo cuando se acerca Alex después de que se lo indique. Le susurra algo al oído y consigo captar lo que él responde.

    ¿Seguro? —ella asiente con la cabeza y vuelve a susurrar— Yo lo intento. Luego te cuento qué ha pasado.

    ¿Qué os traéis entre manos? —interfiero.

    Cosas nuestras —me responde Lily.

    ¿Cómo que cosas vuestras bichejo? —me suelto y la hago cosquillas hasta que la da un ataque de tos—. Lo siento —la besamos en la frente y nos vamos.

Andamos cogidos de la mano por los alrededores del hospital y nos sentamos en un banco cercano a una pequeña laguna artificial no muy lejos de la actividad frenética que se nota en el hospital. En esos lugares se mezclan demasiadas emociones y este lugar da rienda suelta a soltarlas con el resto de gente que hay por la zona.

Me pasa el brazo por los hombros y me recuesto en su pecho.

    ¿Te quedas a dormir aquí?

    Normalmente sí. Cuando me dejas después del trabajo vengo aquí, comento las novedades y estoy con ella.

    Podemos hacer turnos si quieres. Así no estás tan cansada porque, ¿cuánto tiempo llevas sin dormir bien?

    Dos semanas —digo con un bostezo y cerrando los ojos.

    Pues esta semana me quedo yo para que duermas algo.

    Es mi hermana, voy a quedarme de todos modos.

    Entonces me quedaré contigo.

    Es duro. Hoy estaba débil, pero no la dolía. Intenta soportar una noche de esas. Te vuelves loco —me acaricia el brazo con la yema de los dedos.

    ¿Grita?

    No, eso es lo peor. Por no hacerme daño a mí se lo aguanta todo y llora o me aprieta la mano. A veces incluso ambas cosas.

    ¿Y no tiene familia para que te ayude?

    No…—respondo sin ganas.

    Venga, dime algo más. Antes has insultado a su padre y creo que te has quedado ahí por si te oía alguien.

    No hay nada que decir.

    Algo habrá —insiste.

    Están muertos. ¿Contento? —a esto le sucede un vago resumen de lo que ocurrió y la situación en la que se encuentra ahora su padre.

    Con lo que dijiste antes te has quedado corta. ¿Cómo puede hacer eso?

    Hay gente que no tiene corazón. Mi opinión es que está loco.

    Y tanto… ¿lo has visto alguna vez?

    Sí —vuelvo a recostarme, el sueño está pudiendo conmigo y siento cómo se acerca lentamente.

    ¿Cómo? Está en la cárcel.

    Le hice una visita. Le saqué el tema de Lily y se preocupó, pero al instante me dijo que siempre le había fascinado el fuego y me provocó para que le pegase.

    ¿Por qué haría eso?

«Porque soy poli»

    Ni idea. Te he dicho que estaba loco —es en ese instante en el que me rindo y dejo que el cansancio tome posesión de mí en forma de un profundo sueño.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Cap. 15


    Vengo a ver a Earl Sullivan.

    ¿Es mayor de edad? —el guardia de la puerta me mira con recelo.

    No, pero…

    Entonces no puede. Vuelve con tu madre y con una autorización. Ese preso se encuentra en aislamiento.

    ¿Le parece ésta suficiente autorización? —le enseño la placa.

    A mí no me la pegas niña —me la quita de la mano—. Sé que es falsa y te estoy haciendo un favor no deteniéndote ahora mismo. Falsificar una es delito. Por ahora te la requisaré.

    Comprueba si es real, no me importa siempre y cuando seas rápido.

    No creo que merezca la pena. No puedes ser agente de… —se calla en cuanto saco la reglamentaria de su funda y le apunto.

    Compruébalo y déjame entrar. Soy tu superior.

    ¡Baja el arma! —me grita otro guardia apuntándome también.

    Hazlo —insisto al guardia que estoy apuntando mientras ignoro al resto de guardias que se acercan a mí apuntándome también.

Por fin se acerca lentamente y lo mira en un ordenador. La cara de asombro es indescriptible. Supongo que la mía de satisfacción también. Ordena al resto de guardias que bajen sus armas y me deja pasar después de dejar en una taquilla ambas pistolas, la navaja escondida, por suerte me permiten llevar la placa y lo que necesito para tomar las muestras. Me hacen esperar en una sala antes de reunirme con él. Me piden disculpas por su compañero y las acepto con amabilidad, pero no con menos nerviosismo a pesar de la calma que expreso y dejo ver. Al fin me dejan entrar y lo veo:

Vestido con el típico mono naranja de preso; esposado por el tobillo a la pata de la mesa; aparentemente alto; delgado y sin pelo en la parte frontal de la cabeza, dejando así una especie de corona rodeándole la nuca y parte de la cabeza. Parece tranquilo cuando me ve entrar sin mostrar la placa aún. Tan sólo dejo el equipo de recogida en la mesa y me siento en la mesa sin prestarle atención. Por su aspecto parece imposible que haya hecho la barbaridad por la que se encuentra aquí. He hablado con Tom y dice que lo mejor sería una muestra de sangra, pero que con el simple ADN se conforma.

    Mira, llevo una semana horrible, así que lo mejor será que te portes bien ¿vale?

    Eres una niña.

    Y con muy mal genio. Abre la boca y dame una muestra de saliva —le ofrezco el bastoncillo.

    ¿Para qué?

    Cállate y obedece. Venga, no tengo mucha paciencia —me estoy controlando mejor de lo que esperaba.

    No pienso aceptar órdenes de una cría —me recuesto en la silla y respiro hondo.

    Puedo hacerlo por la fuerza si prefieres.

    Voy a llamar a los guardias.

    Hazlo, no van a venir. Prefieren que te mate a golpes, cobarde.

    ¿Tú? ¿A mí? Permíteme reírme —suelta una amarga carcajada y le respondo con una sonrisa.

    ¿Quieres probarlo? Por mí no hay problema. En realidad no sabes las ganas que tengo de golpearte hasta hartarme, pero como soy buena chica y Lily no sabe nada de esto, no lo haré de momento.

    ¿Lily? ¿De qué conoces tú a mi hija?

    ¿Ahora es tu hija? Pues no lo era cuando intentaste matarla junto a sus hermanos y a su madre —mi voz está llena de rencor y rabia contenida.

    Siempre me ha gustado el fuego… —comenta, haciéndome saltar del asiento como un resorte y amenazarlo con el puño.

    Pégame, te meterás en problemas poli —dirige su mirada a la placa que llevo colgada de la cintura—. Tan joven y ya desperdiciada, qué pena.

    Abre la boca o te la abro yo —le acerco el bastoncillo y de nuevo se niega a hacerlo—. Muy bien, tú te lo has buscado.

Llevo la silla hasta la esquina donde está la cámara y la apago. Rápidamente bloqueo la puerta con la misma silla y me acerco de nuevo al monstruo. Cojo la placa y la saco de la funda, selecciono un borde y lo froto contra la pared de ladrillo.

    ¿Qué haces?

    Te doy otra oportunidad. Dame una muestra y no tendré que sacarla yo. Te informo que estoy deseando hacerlo —observo el borde afilado.

    No pienso darte nada.

    Como quieras —me pongo detrás de él e intenta golpearme—. Ten cuidado, eso añadiría más tiempo aquí. Agresión a un menor y a un policía: todo a la vez

Insiste retorciéndose y le agarro del cuello con el antebrazo. Ignoro los golpes de la puerta y le corto la circulación lo suficiente para dejarlo inconsciente en unos segundos. Voy hasta la puerta y digo al exterior que saldré en unos minutos.

Le hago un corte en el dedo y derramo su sangre en una pequeña probeta mientras se lo aprieto para que fluya más rápido. La sangre para de salir y repito la operación con otros dedos hasta que queda llena por la mitad. Los gritos del otro lado de la puerta aumentan y termino con una muestra de saliva. Escondo la sangre en la parte trasera del pantalón y salgo tranquilamente.

    ¿Qué ha pasado? ¿Qué tienes ahí?

    Una muestra de saliva. Se quedó dormido. No debe dormir bien aquí —cojo las cosas de la taquilla seguida por el que parece el jefe.

    Sé lo que has hecho. Limpio, rápido y discreto; pero te puedes meter en graves problemas.

    Y yo no sé de qué me habla —me dirijo a la salida y no me sigue. Una vez fuera hablo al que lleva el registro—. Que metan a este con el resto de presos, y procura que sepan por qué está aquí —le paso un fajo de billetes y enseño la placa. Es más útil de lo que esperaba—. Es una orden, ¿entendido?

    Sí, agente.

    No hace falta que te cuadres, no soy del ejército —sonrío con suficiencia y vuelvo mucho más tranquila a por Frank.

Desde el coche llamo a Tom, espero que esté en el hospital.

    ¿Tom? Soy Alice. ¿Estás con Lily?

    Acaba de bajar para terminar las pruebas de hoy. ¿Me necesitabas?

    Ayer la vi unos moratones y no sé cómo se los ha podido hacer.

    Siento decirte que yo también me he dado cuenta. Y…eso es un síntoma —trago una bocanada de aire antes de volver a hablar.

    He conseguido lo que necesitabas del padre: una muestra de sangre y de saliva. Voy a hacer una llamada a ver si también tengo lo de la madre.

    ¿Cómo lo has conseguido?

    Le he hecho una visita.

    No me lo puedo creer…

    En un rato te llamo y te llevo las cosas —cuelgo sin esperar a que se despida y vuelvo a llamar a Frank.

    Alice, ¿puedes pasar por la comisaría?

    ¿Lo tienes?

    Quieren dártelo en persona.

    En una hora estoy allí.

Vuelvo a colgar y acelero mucho más de lo recomendado. Cojo unos cuantos atajos y sorprendentemente llego sin problemas, incluso en menos del tiempo establecido. Guardo con cuidado todo en el coche, incluso las armas y la placa. En la entrada no sé cómo identificarme.

    Soy Alice —opto por lo más sencillo.

    Alice ¿qué más?

    Du…Sanders —corrijo.

    ¿Du Sanders?

    Sin el Du, perdón. Vengo a buscar a Frank, del FBI. ¿Puedes decirle que estoy aquí?

    Aquí no hay nadie del FBI —me responde secamente.

Justo a tiempo aparece por el fondo y grito su nombre. Me mira y viene a paso rápido hasta mí.

    Viene conmigo, déjala pasar.

    Sí señor.

    ¿No te has traído la placa?

    No estaba en casa y no la cogí para ir al hospital.

    ¿Sabes algo?

    La están haciendo pruebas, pero lo más posible es que den positivo.

    Lo siento…

    No lo sientas, ahora hay que centrarse en cómo curarla. Y esto me ayudaría muchísimo.

    ¡Frank! ¿Es ésta?

    Un poco de respeto. Alice, estos son Rob, Smith y Tyler —me saluda cada uno de ellos.

    ¿Para qué querías las muestras? —pregunta Tyler.

    La niña que sobrevivió tiene leucemia y es posible que sea genético.

    ¿La conoces? —interviene Smith.

    Soy su her…—Frank me da un toque en el brazo para que rectifique— tutora. Me encargo de ella. Podrían hacer una cura a partir del ADN, por eso os lo pido.

    También necesitarías del padre ¿no?

    Ya me he encargado de ello —Frank me mira con asombro y me dirijo a él—. Luego te explico.

    ¿Cuántos años tienes?

    En junio hago los diecisiete.

    Increíble. Felicidades, Frank; has conseguido domar a un potro salvaje —sonríen ante la ocurrencia de Rob.

    ¿Me lo daréis?

    Toma —me entregan una carpeta—. Es todo lo que hay.

    Muchas gracias.

Me despido educadamente de todos y voy al hospital. Le entrego todo a Tom y comienzan con las averiguaciones. Aún tengo que esperar otros dos días para los resultados y Lily está agotada y no he podido verla.

El resto del fin de semana lo paso durmiendo todo lo que puedo para empezar a trabajar el lunes. Alex tiene razón, el horario es casi abusivo: de tres de la tarde hasta once de la noche. Por lo menos tengo los fines de semana libres, aunque si quiero salir algún día más pronto tengo que compensar las horas con otros días (incluidos fines de semana).

lunes, 27 de mayo de 2013

Cap. 14


Por la tarde recibo una llamada suya y dudo en cogerla. Estoy con Tom, hablando sobre nada en particular, pero aun así me parece inadecuado responder al teléfono.

    Adelante, cógelo. No te preocupes por mí.

    ¿Seguro? —asiente y lo cojo. Me levanto y ando por la salita reservada a los médicos de la que nos hemos adueñado— ¿Diga?

    Bonsoir, mon ange. Te tengo una noticia.

    Bonsoir à toi, petits deux. ¿Buena o mala?

    Depende de cómo te la quieras tomar.

    Venga suéltala. Si lo estás deseando —le oigo reírse.

    Antes de nada quiero decirte que me encanta cómo me has llamado.

    No me hagas la pelota y dilo. Pero que sepas que si sigues diciéndome que soy tu ángel me vas a acostumbrar a ello —añado.

    Es precisamente lo que pretendo. Que lo sepas, porque es verdad.

    Anda, dime la noticia y dejémonos de cursilerías.

    Como mandes —respira hondo—. Te he conseguido trabajo —anuncia.

    ¿En serio? ¿De qué?

    Podría ser uno mucho mejor pero como me dijiste que querías que yo no interfiriese… 

    La verdad es que lo prefiero.

    ¿Te acuerdas de la cafetería cerca de tu casa? ¿Donde fuimos antes de nuestro primer beso?

    Cómo no. ¿Soy camarera?

    Técnicamente sí. Pero si prefieres de ayudante de cocina o gerente o…

    Así es perfecto, muchísimas gracias.

    Pues a mí no me gusta. No es propio de alguien de tu clase. Alguien podría decirte algo y entonces sí que intervendría. Pero para nada bueno, te lo aseguro.

    Repito que para mí es perfecto —digo con una sonrisa en los labios—. ¿Te han dicho cuánto me pagan?

    A media jornada sólo pueden pagarte 600$.

    ¿Cuándo empiezo?

    Escúchame, vas a estar muchas horas por ese sueldo miserable. Yo puedo conseguirte otro mucho más sencillo y mejor pagado.

    Escúchame tú. Por algún sitio tendré que empezar, así que esto me viene bien. Además, está cerca de mi casa.

    Pero el horario es horrible, incluso abusivo —añade indignado.

    Para eso estás tú. Para animarme a la salida.

    No te voy a convencer ¿verdad?

    Por ahora no. Dime, ¿cuándo firmo?

    Cuando te pases por allí. No puedes quedar este fin de semana tampoco, ¿me equivoco?

    Perdóname, pero sabes la respuesta.

    Ya…si puedes me avisas.

    Serás el primero en enterarte.

    Espero que a la larga no sólo en eso —insinúa.

    No empieces.

    Vale. Un beso.

    Au revoir —le lanzo un beso y cuelgo.

    Parece alguien especial —comenta Tom.

    No tienes ni idea de cuánto.

    Me lo puedo imaginar. Todo se reduce en dos palabras.

    ¿Soy mujer? —nos reímos.

    Aunque parezca mentira, no. Ahora que lo pienso también podría valer…Pero me refería a amor adolescente. No hay cosa más dolorosa y placentera a la vez. Estás en una nube hasta que te cortan las alas de golpe y te das de bruces contra el suelo.

    Algo me dice que lo tuyo no salió bien.

    Para nada. Dejó una herida que aún sigue sangrando de vez en cuando.

    ¿Qué pasó?

    Se mudó de estado. Concretamente al otro lado del país. Me crié en el sur, con ella. Pero un buen día, se fue; dejándome solo.

    Tendría que ser difícil.

    Mucho. Cogía el teléfono y no me atrevía a llamar por si había encontrado a otro y era feliz sin mí. Imaginarlo ya me hacía daño.

    ¿Erais novios?

    No formalmente, pero sí había complicidad y creo que nos queríamos. Yo aún lo hago, pero de forma distinta. El primer amor nunca se olvida.

    Ella lo debió pasar mal también.

    Quizá. No he vuelto a saber de ella. El último día nos besamos y desapareció. Ni una llamada, ni una carta…nada.

    ¿Y eso fue hace…?

    Quince largos años. La mitad de mi vida, exactamente.

    ¿Estás enfadado con ella?

    No. Al principio recuerdo que intenté ir a buscarla, pero gracias a Dios mis amigos me pararon. Después de un tiempo vine aquí en un proyecto solidario y me quedé. A veces me pregunto qué hubiese pasado si no lo hubieran hecho.

    No vale la pena preguntarse cosas así. Créeme, sólo sirven para impedir que la olvides —no puedo remediar encontrar tantas similitudes entre su historia y la mía.

    Siento decirte que aún eres pequeña para experimentarlo. Y espero que nunca te pase.

    Tarde…—murmuro.

    ¿Qué decías?

    Que me siento identificada con ella. Con tu chica, me refiero. »Había…hay…alguien. Un chico, se podría decir que eres tú, con el que llevaba mucho tiempo e incluso creo que llegué a enamorarme. Me encantaba estar con él, me comprendía y me sentía muy a gusto, pero un día, por una razón o por otra, tuve que irme muy lejos y me obligaron a olvidarle. Me están obligando, quiero decir. Pero es imposible, a pesar de que ahora hay otro realmente maravilloso que debería hacerlo mucho más fácil. Pero en realidad es todo lo contrario, cuando estoy con él siento algo parecido a lo de antes, pero no es lo mismo; ya sea a bien o a mal. Todo esto hace que me dé cuenta de que no merezco a ninguno de los dos.

    ¿Te despediste del primero?

    También se parece a lo tuyo. Teníamos una relación especial, pero al irme durante un tiempo él empezó a salir con otra. Me puse celosa y le hice daño para que supiera lo que se sentía. Quería venganza, una  venganza estúpida, sí, pero me enfadé muchísimo, me dejé llevar y ya puedes imaginar lo que pasó.

    Saliste con otro. Y ahora no sabes si es mejor el remedio o la enfermedad.

    No exactamente. Besé al que él más odiaba delante suya, le dije que ya había estado con alguien, sabes a lo que me refiero, y me fui. Después pasó más tiempo; volví, discutimos y me besó. Probablemente no lo vuelva a ver en mi vida, pero sigue anclado y no tiene intención de soltarse —sonrío con amargura.

    Lo que me interesa es si te despediste.

    Le he mandado una carta sin remitente.

    Muy inteligente… ¿Y el otro?

    ¿Con el que he hablado o con el que me besé?

    Ambos —sonríe amablemente.

    Del que me besé no he sabido nada ni me importa; se quedó en un beso para dar celos a quien de verdad quier…quería —corrijo rápidamente—. Y con el que hablaba lo conocí después de discutir muy fuerte con el otro, así que me pilló indefensa, supongo.

    ¿Fue rápido? Lo de que te empezase a gustar, digo.

    Creo que sí. Pero le besé unas semanas después de que el otro lo hiciera también.

    Ahora entiendo por qué estás hecha un lío —deja salir una breve carcajada.

    Pues yo no le veo la gracia.

    Y no la tiene. ¿Quieres un consejo?

    No me vendría mal.

    Olvida.

    Preferiría que me dijeras cómo.

    Cuando lo averigüe te lo diré. Pero de momento prueba lo de un clavo saca otro clavo.

    Lo intento. Pero llevo así algún tiempo y no funciona.

    Sigue intentándolo. Dale tiempo al tiempo.

    ¿Y que todo cambie? Yo también he escuchado la canción —consigo reírme y él me imita.

Nos quedamos en silencio un tiempo que aprovecho para cerrar levemente los ojos y disfrutar de la calma que me proporciona el no oír nada a mi alrededor.

    Ven, quiero enseñarte algo.

    Voy —me ayuda a levantarme y me guía hasta su consulta sin añadir nada más.

Es relativamente grande, con las paredes blancas, una camilla al fondo a la izquierda y en frente de ella, una encimera de granito negro con un fregadero y utensilios médicos. A la derecha de la puerta está un escritorio con un ordenador, una impresora y varios papeles. En la pared de detrás tiene bastantes dibujos de niños, de los que identifico rápidamente uno de Lily. Me quedo mirando cada uno de los dibujos.

    Son preciosos pero… ¿para esto me querías?

    No, siéntate por favor —me ofrece la silla y él toma asiento detrás del escritorio—. Tengo que decirte varias cosas; y ninguna es agradable.

    ¿Le pasa algo a Lily? —me alarmo.

    Esa es una, pero también tú me preocupas. Verás, estás agotada, lo raro es que no te hayas desmayado en todo este tiempo por el cansancio; normalmente la gente no soporta tanto.

    Pues no te preocupes por eso, se soluciona con un día de sueño, ya está.

    ¿Lo vas a tener? Lo dudo. Ahora que vas a tener trabajo…

    Tengo.

    Ahora que tienes trabajo —rectifica— no vas a poder ver tanto a Lily y, sospecho, que nada más salir vas a venir aquí, incluso harás noche con tal de estar junto a ella.

    Es mi hermana, debo hacerlo. Quiero hacerlo.

    No lo es, no te…

    Sí lo es. Yo conseguí que hablara, yo la abrí al mundo. He estado con ella siempre y no pienso abandonarla ahora, pase lo que pase —casi grito y me pongo de pie de un salto.

    ¿Ves? Eso es por la falta de sueño. Cambios de humor repentinos. Calculo que como máximo te quedan unas tres horas antes de que caigas rendida.

    No es por eso. Me estás negando lo que no se puede dudar. Ella no tiene más familia que yo. A su madre y a sus hermanos los mató su padre, al igual que a ella. Y más le vale no salir de la cárcel o yo misma me encargaré de él.

    Eso no está en tu mano, Alice.

    Ya veremos… Tengo más cosas de lo que crees.

    Y no lo dudo. Es como si tuvieses dos personalidades, pero prefiero no meterme en eso —que se haya dado cuenta tan rápido me sienta como una bofetada y se levanta hasta cogerme por los hombros—. Me gustaría hacerte un reconocimiento médico para asegurarme de que realmente te encuentras bien. Aunque ya veo que ahora no es el momento.

    Hazlo, como has dicho antes cuando empiece a trabajar seguiré viniendo y estaré aún peor.

    No creo que eso sea sano.

    Me da igual, mientras que Lily…

    Ella sabe que no te encuentras bien. Sí, por supuesto que quiere verte, pero en plenas facultades, no así.

    Me lo pensaré —al fin cedo. Estoy demasiado cansada para seguir discutiendo por ahora. Respiro hondo—. ¿Qué necesitas hacer?

    Técnicamente, un análisis, una revisión del sistema nervioso y el estado de tu físico, ya sabes, peso, altura, proporción de músculo y densidad de los huesos…

    Parece mucho.

    No lo es. En apenas quince minutos lo tenemos todo si te encuentras bien.

    Pero no lo estoy.

    Por ello quería que fuese otro día.

    Déjalo, hazlo ahora y me lo quito de encima.

    Que conste que lo hago porque te aprecio. Y porque soy estúpido en gran medida —le sonrío—. Empecemos, quédate en ropa interior.

    ¿Tan rápido? Si apenas nos conocemos, yo pensaba que no eras de ésos…—me río.

    No bromees, Alice.

    Perdón. El sueño —me excuso y hago lo que me pide.

Empieza a tomarme medidas y en realidad es bastante extraño, aunque él no parece sentirse incómodo. Es su trabajo al fin y al cabo. Me tumbo en la camilla y después de palparme el estómago y el vientre comienzan las preguntas.

    Sé que tiene que ser incómodo, pero es mi trabajo.

    Lo sé. No pienso tomarte nada en cuenta.

    Bueno, no me refería a eso, en realidad debo hacerte algunas preguntas personales.

    Adelante. No tengo nada que ocultar —otra vez mintiendo a gente que se interesa por mi bien.

    ¿Has tenido relaciones? Ya sabes, si has…

    Lo he pillado —le corto—. No, quiero decir, que aún soy…

    No sigas. No hace falta —comienza a murmurar—. Vale, ¿tienes planeado dejar de serlo en un periodo corto de tiempo? —ahora sí que está claramente incómodo.

    ¿De cuánto tiempo estamos hablando?

    No lo especifica el informe, pero supongo que en un mes o algo por el estilo.

    Si hablamos de planes, no. Pero tampoco te niego que surja —aparta la carpeta y me mira con toda la sinceridad posible.

    No te lo tomes tan a la ligera. Debe ser algo especial con la persona indicada, recuérdalo. No soy quién para darte consejos pero creo que este te servirá: ten mucho cuidado al respecto.

    Gracias, pero usaremos protección, si a eso te referías.

    No era sólo eso, y lo sabes —un silencio cargado de tensión le sucede hasta que vuelve a tomar la palabra —. ¿Cómo te hiciste lo del hombro?

    No me acuerdo, fue de pequeña y…

    No me mientas, Alice. Soy médico y puedo darme cuenta de que es reciente. Puedo estudiarlo y sacar una conclusión o me lo puedes explicar tú. Decide.

    Fue hace unos seis o siete meses —comienzo cabizbaja y con un deje sombrío en mi voz.

    ¿Qué pasó?

    Me…me clavé algo.

    Di la verdad.

    Me clavaron algo.

    ¿Algo que pueda serme útil? —insiste. No va a parar hasta que me lo saque.

    Una navaja, creo que me atravesó. No estoy segura.

    ¿Perdiste mucha sangre? —se fija en el hombro.

    No lo sé. Me dormí y desperté en casa al día siguiente.

    Querrás decir que te desmayaste —me encojo de hombros—. ¿Cuánto tiempo pasó?

    No sabría decirte…unos diez o quince minutos.

    ¿Sólo? —se sorprende.

    ¿Es poco? Porque a mí me pareció una eternidad.

    Normalmente, por una herida así, el mínimo es una media hora. Dime, ¿qué estabas haciendo? —tomo aire mientras me toca la cicatriz con cautela.

    Era una pelea. Me distraje y… bueno, ya te lo imaginas. Al darme cuenta reduje al tipo y todo se volvió borroso, ya no podía sostenerme ni apenas oír. Supongo que después me llevaron a algún sitio a que me curaran.

    Me cuesta creerlo. ¿La hija de un empresario metida en una pelea con navajas?

    Como has dicho tengo dos personalidades —bromeo.

    Eso lo explicaría en parte pero… ¿hacía frío?

    Bastante. Aunque iba en manga corta, la cazadora me hace más lenta.

    Entonces no te preocupes. El corazón latía muy deprisa por el frío y la situación. ¿Te duele regularmente?

    Si me…—aprieto los dientes— haces eso sí.

    No debería. Tan sólo he aplicado presión. Creo que lo estás forzando, tienes que dejarlo descansar.

    Si dispusiera del tiempo necesario lo haría. Hasta entonces…

    Puede ser algo muy serio.

    Cuando ocurra, vendré directamente a ti para que me digas “te lo dije”. ¿Vale?

    Eres terriblemente cabezota.

    Gracias, lo aprendí desde pequeña —me río.

    Anda vístete y ven a mirar esto.

Las bromas han dado lugar a las dudas y de nuevo la tensión. No sé lo que quiere enseñarme, pero no es nada bueno. Me ofrece los papeles que estaban sobre la mesa  después de sentarme y sacarme sangre.

    Lo he revisado cientos de veces desde que me llegó y lo he mandado rehacer otras tantas pero… —paso las hojas sin comprender a lo que se refiere.

    Son los análisis de Lily… Explícamelos porque no entiendo nada.

    Mira, como pone aquí, todo está en orden, pero hay algo que no está como debería.

    Linfocitos…—leo con cautela.

    Eso es. Son un tipo de glóbulos blancos, los que se encargan de las infecciones —dejo que me explique, aunque ya sé lo que son y me temo lo peor—. Normalmente, los pacientes que presentan este tipo de resultados padecen…

    No. No puede ser. Me niego en rotundo. Ella no puede tener leucemia.

    Lo siento, pero eso no se decide. Va en los genes. Estaba predestinada a tenerla, tarde o temprano sucedería.

    ¡He dicho que no! —de repente me siento pequeña y no puedo con todo. El mundo se me desploma.

    Alice…—me acuna en sus brazos.

De nuevo vuelvo a tener cinco años, igual que ella, y mi padre me abraza después de haberme caído de la bici aprendiendo a montar. Recuerdo cómo me aparté de él e ignoré el dolor para seguir adelante, para continuar yo sola, porque debía hacerlo por mi cuenta. No aprendería de otra manera.

Siempre he sido muy independiente, pero llevo soportando el dolor demasiado tiempo.

    ¿Estás…estás seguro? —consigo decir cuando me calmo y he dejado que las lágrimas broten con calma de mis ojos.

    Completamente, no. Pero suele ser un 98%.

    ¿Se puede salvar?

    Por supuesto, es fuerte y lo hemos pillado a tiempo. De todas formas debemos hacer más pruebas.

    ¿Cuánto sería el tratamiento?

    No te preocupes por eso. No dejaremos de luchar, ¿entendido? —me seca la mejilla.

    Hay que hacer más pruebas. Tenemos que empezar cuanto antes.

    Puedo arreglar algunas para mañana, aunque ayudaría…déjalo, es imposible.

    No hay que descartar nada. Dime, ¿qué ayudaría? —me siento un poco más útil.

    Es muy probable que sea genético. Una muestra de ADN de sus padres proporcionaría mucha más información.

    Délo por hecho —me levanto y, casi fuera, me pregunta:

    ¿Cómo lo vas a hacer? Es prácticamente imposible.

    Ten un poco de fe. Tú eres el médico ¿no?

Cuando me paso a verla, ya está dormida. La escribo una nota diciéndola que ante cualquier cosa la quiero y al taparla, la veo una magulladura en el brazo. Me acerco y me quedo mirándola. Busco a Tom durante un rato, pero me dicen que ha tenido una urgencia, pero de todos modos se encuentra de guardia esta noche, así que se encargará de revisar a Lily en cuanto pueda. Conduzco a casa con más cuidado que nunca y entro directamente en mi habitación.

    ¿Qué tal la pequeña? ¿Se acostumbra bien?

    Sí, sí claro —respondo distraídamente sin prestarle atención.

    ¿Qué haces? —se acerca hasta ponerse detrás de mí— No deberías mirar eso —trata de cerrar el ordenador, pero lo aparto para que no pueda.

    ¿Por qué? Tan sólo revisaba.

    Tú no haces nada porque sí. Y menos miras el historial del padre de Lily. Te he pillado, admítelo. Ahora dime la verdad —tomo un largo trago de aire.

    Han…han descubierto algo en los análisis que podría ser leucemia. Los factores genéticos influyen, así que…

    Su madre está muerta.

    Lo sé, gracias por recordármelo —le respondo de forma desagradable.

    Creo que la policía tiene las muestras por las que la identificaron.

    ¿Me las podrías conseguir? Vas todos los días a la comisaría.

    Es información valiosa, Alice. No es tan fácil.

    Pero estás por encima de ellos. Podrías exigírselo, el FBI es su superior ¿no?

    Incluso tú podrías hacerlo. Eres un agente, oficialmente.

    ¿En serio? —se me ilumina la mirada.

    Sí. No te tomarían en serio, pero podrías intentarlo.

    Tengo la placa que me disteis al final del entrenamiento —recuerdo.

    No cambiaría nada.

    Por favor, tienes que ayudarme. Si las pruebas dan positivo…

    Está bien, lo pediré—cede con un suspiro.

    Muchas gracias, papá —me dedica una sonrisa cansada.

    Y respecto lo del padre yo también me encargo. No te veo en condiciones.

    Estoy bien, no me hará nada.

    Lo que me preocupa es lo que tú podrías hacerle a él.

Se va y anoto la dirección de la cárcel. Está a unas horas de viaje, pero me da igual. Me meto en la cama y disfruto de las horas de sueño que me han sido arrebatadas durante toda la semana.

Me sorprendo al no despertarme Frank para ir a entrenar. Anne me sirve el desayuno y me explica que me han dado el fin de semana libre para descansar. Sin embargo, desayuno lo más rápido que puedo y me preparo con cuidado para que no se percate Anne. Cojo mi querido revólver, la placa con la identificación y una vez abajo, tras mentir a Anne sobre dónde estaría todo el día, la pistola reglamentaria que siempre escondo en la taquilla del portero, el señor Calhoun.

Me encamino lo más rápido que los límites de velocidad me permiten, pues se me ha hecho tarde con los preparativos para recoger las muestras. En tres horas sin parar de conducir, llego, satisfecha y haciéndome a la idea que voy a estar cara a cara con el monstruo que intentó asesinar a una pequeña niña indefensa y consiguió hacerlo con otros dos y una mujer; siendo sus propios hijos y mujer.