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miércoles, 1 de mayo de 2013

Prólogo


Nunca olvidaría el tiempo que pasó junto a ella. Sabía que era más joven que él —había empezado el colegio dos años más tarde de lo normal por el trabajo de su padre— y aun así creía que no volvería a sentir tan fuerte. Se equivocaba.

Ella, con tan sólo quince años, le enseñó el mundo y le dio una razón por la que vivir. A pesar de llevar toda la vida en el mismo colegio, no terminaba de encajar. Era un chico retraído, solitario y poco sociable. Algunos le temían por culpa de su progenitor y otros le envidiaban, pues podía tener la chica que quisiera con su actitud misteriosa, para él natural, y su físico —alto, moreno de piel, pelo negro y una marcada sonrisa que empezó  aparecer cuando se conocieron. Todo esto rematado por unos grandes ojos cristalinos—; de todas formas, sólo una consiguió que se abriera al resto de la gente y que descubriera que los finales felices podían existir realmente. En esto se equivocaba: como descubrió un tiempo después, las verdaderas historias nunca tienen un final. Siempre quedará algo que, aunque pienses que se ha acabado, hará que revivas todos esos recuerdos y la historia seguirá sin que puedas evitarlo.

Ella era extrovertida y divertida. Él aprendió a ser igual y a contentarla hasta que se convirtió en amor, más sincero de lo creíble, incluso. É intentó evitarlo, la agarró con fuerza para que siguiese siendo suya, no obstante fue precisamente eso lo que los separó. Se implicó en el negocio de su novio; se dejó llevar por los lujos y el poder; y cuando quiso salir, fue demasiado tarde. Él, sin saber por qué, se quedó solo de una día para otro. Ella, sin entender nada, desapareció de repente.

La buscó durante días, meses; pero al final, su padre le hizo entender que todo en la vida viene y va, que lo mejor es utilizar a las personas el tiempo necesario para obtener lo que quieres de ellas y no implicarse, pues el amor está sobrevalorado: proporciona unas semanas de felicidad a cambio de una eternidad de sufrimiento.

 

Pero, ¿qué sería de una historia sin amor? Yo te lo diré: nada. Y por primera vez, aquel hombre vería que estaría equivocado. Por mucho que lo negase a los que preguntaran, él sabría la verdad: su hijo volvería a enamorarse —y esta vez, sentiría algo tan mágico, que sería capaz de desobedecerle e implicarse de todas las formas posibles—. Lo sabría en cuanto viese su expresión al salir de esa tienda y lo confirmó cuando la creyese a ella antes que a él. Lo sentiría por la chica, pues ellos no pueden permitirse tener puntos débiles; debería ser eliminada en el momento justo.

    

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