La
noche del viernes me veo obligada a asistir a la fiesta que ha montado en un
exclusivo club del centro. Anne me ha dicho que puede ser un buen momento para
reconciliarnos y sacar información. Sé que ella me comprende, pero a veces
antepone el trabajo y eso me asusta, no por mí ni mucho menos, sino porque estoy
empezando a hacer lo mismo con Lily. Llevo toda la semana sin verla y apenas me
he dado cuenta, entre el instituto, estudiar cada vez más informes y elaborar
los míos propios me quedo sin tiempo. Y eso sin mencionar los entrenamientos y
dolores repentinos que me acompañan como un amigo fiel bastantes horas.
—
No la cagues, recuerda que es importante. Estos
juguetes son caros.
—
Lo sé Frank; me lo has dicho unas quince veces.
—
Recuerda informarnos de cada paso que des.
—
Sí mamá.
—
Ten cuidado —asiento y salgo del coche. La pistola del
muslo me molesta, pero ando en mi vestido por encima de la rodilla, negro y
ajustado con normalidad.
—
Buenas noches —saludo al portero. Un verdadero gorila.
—
¿Qué haces tú aquí?
—
Soy Alice Du’Fromagge. Vengo a la fiesta.
—
Ah, perdón señorita. No la reconocí.
—
No se preocupe, soy nueva. ¿Llego muy tarde?
—
Un poco, ha habido un chico que no paraba de preguntar
por usted —hago una mueca de asco.
—
Gracias, pero prefiero no encontrármelo —sonrío.
—
Disfrute de la noche.
—
Que se le haga corta —vuelvo a sonreír. Seguro que aquí
ni siquiera le saludan.
—
No te entretengas —me riñe Frank.
—
Lo siento, pero debo ser educada.
—
Pero no relacionarte con los que son inferiores.
—
Sí señor.
Entro en el
club sin reparar en el guardarropa. Una gran pista de baile con la barra a la
izquierda y una rampa a la derecha que da acceso a un balcón con mesas. Al
fondo de esto hay sillones con pequeñas mesas apartados del resto y con una
cortina. También hay un estrecho pasillo con puertas, de las cuales hay una
abierta. No hay que ser muy inteligente para figurarse su intención.
Me voy al
balcón y lo veo rodeado de chicas, por supuesto, peleándose por acercarse a él.
Sólo una tiene el “honor” de que él la toque, con su mano en el vientre y la
otra con un Martini que aprecio desde aquí.
—
Tengo contacto visual.
—
Bien, acércate.
—
No puedo, está rodeado.
—
Por lo menos te verá. Acércate —insiste Frank.
—
Lo haré a mi manera. Un momento —levanta la vista—, me
ha visto. Viene hacia mí.
—
Manos a la obra. Buena suerte —intenta ayudarme Anne.
—
Gracias pero creo que…
—
¿Hablando sola?
—
¿Podrías dejarme un poquito en paz? Al menos deja que
me tome la primera copa —me voy a la barra y me siento. Pido un vodka.
—
Lo siento. Me pasé.
—
Dime algo que no sepa —Moore también pide un vodka.
—
Es muy fuerte —lo admira y se lo bebe de un trago a la
vez que yo.
—
¿Qué quieres?
—
Que me perdones, principalmente. No debí hacer eso.
—
Alice, ¿de qué está hablando? —oigo el zumbido del
pinganillo.
—
¿El qué? ¿Portarte como un caballero y luego
convertirte en un auténtico cerdo? — se ríe.
—
Sí, creo que eso. ¿Te hice daño? Fui yo el de la nariz.
—
Mike me ha dicho lo mismo. Y no, he sufrido cosas
peores, créeme.
—
¿Tú? Que te rompan una uña no es grave.
—
Ja-ja. Mira que gracioso. ¿Y tú?
—
He visto cosas horribles.
—
Que te rechacen no cuenta.
—
Nadie me ha rechazado, bueno excepto…
—
Yo.
—
Exacto.
—
¿Qué tipo de cosas?
—
No creo que deba decirlas —pide otras dos copas.
—
¿Te piensas que soy una niña?
—
No del todo. Hay algo en ti que me empuja a protegerte,
pero luego te miro bien y quiero cogerte y…
—
Entendido —lo corto—. Un consejo, si tratas a las
mujeres como el otro día te quedarás solo.
—
Soy guapo. No me pasará.
—
Oh claro que sí. ¿Acaso cuando te cansas de alguien no
la dejas? Por muy guapa que sea —piensa en ello.
—
¿Cómo lo sabes?
—
Se te nota —bebo un poco. Cálido y fuerte. Raspa al
pasar por la garganta.
—
Vaya, así no soy tan misterioso como creía…
—
La verdad es que eres fácil de calar.
—
¿Y tú? ¿Cómo te hiciste lo del hombro? —cambia de tema
tras bebernos lo que quedaba en el vaso y pagar al camarero para que deje la
botella. No pone ninguna pega por dar alcohol a menores de edad.
—
No tengo nada en el hombro.
—
Sí. Esto —se acerca con cuidado y me baja el tirante
del vestido. El vodka hace aparición permitiéndole hacer eso. Nos quedamos
mirando fijamente. Anne rompe la magia ¿por qué?
—
¿Alice, estás bien? ¿Por qué os habéis callado? —cierro
los ojos y me aparto.
—
No…no es nada. Fue hace mucho tiempo y…
—
Estás mintiendo. Sé que es reciente, se nota —me alzo
el tirante, incómoda— ¿Qué pasó?
—
Te propongo un trato; tú me cuentas eso tan horrible
que has visto, yo te cuento lo mío.
«Bien hecho. Sigue
así— resuena la voz de Frank en mi cabeza».
—
No. De ninguna manera.
—
Tú lo has dicho —me levanto y me detiene sujetándome
con delicadeza la mano.
—
Espera, quédate —me pide—. Apenas ha empezado.
—
Ahora quien miente eres tú. Todos los reservados están
cerrados excepto uno con sillones. Hay dos en la pista a punto del coma etílico
y otros seis borrachos, de los cuales la mitad son chicas. Mirándolo así quizá
sí comience para ti.
—
Por favor —me ruega—, para mi ha empezado cuando te he
visto. Y queda un reservado.
—
Vaya. ¿Por qué lo estropeas todo? Te hubiese quedado
bien con lo primero.
—
Sólo para hablar. No me refería a eso.
—
Seguro —me suelto y me voy, pero me retiene de nuevo
por la cintura.
—
Por favor —repite—. Acepto el trato; te lo contaré.
—
Lo siento, pero no lo quería de esta manera —me suelto
definitivamente y me quito el pinganillo mientras salgo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario