Una vez fuera
Frank sale enfurecido del coche, lo entiendo, pero podría sospechar si insisto.
He dicho que lo haría a mi manera.
—
¡Alice! —para mi sorpresa el grito viene de atrás y no
de delante. Me giro respirando hondo y con los ojos cerrados. Cuando los abro
está delante de mí.
—
¿No sabes aceptar un no?
—
Tuyo no —miro atrás. Se han metido en el coche—. No soy
como piensas, me importan más cosas aparte de tener a alguien en la cama.
—
Por fin lo has aceptado.
—
He dicho aparte. ¿Podrías dejar de lado un momento el
orgullo, sólo un momento, y poder conversar tranquilamente sin que me ataques? Tan
solo quiero hablar, tener a alguien que no me juzgue.
—
¿Quién iba a juzgarte? Todos te adoran.
—
No todos —está incómodo y mira alrededor—. Dime,
¿podrías?
—
Quizá otro día —sonrío con tristeza y me agarra por las
caderas—. Tengo que irme —acaricio su mejilla, pero no deja subirme al coche
—Alex…
—
No me dejes. Quédate conmigo.
—
Te veo el lunes.
—
Dame tu teléfono al menos —arranco el coche y me voy al
hospital. Sé que es tarde, pero necesito verla.
Está dormida,
así que la beso, la escribo en una nota que la quiero y me voy a casa.
Otra semana
más sin vernos. Se me hará eterna.
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