El lunes comienza duro. Alex
ya me está esperando donde suelo aparcar. Me abre la puerta y se ofrece a
ayudarme a salir con la mejor de sus sonrisas.
—
Bonjour, mon
ange. (Buenos días, mi ángel)
—
Bonjour. Hablamos
en la puerta trasera ¿vale?
—
Bueno…Pero antes dame un b…
—
Allí —cierro la puerta y se dirige al punto de
encuentro.
Lo miro andar, tan tranquilo en
apariencia y tan ansioso por dentro. Me pregunto cómo lo hará. Indica algo a
sus amigos y me camuflo entre la multitud para ir también.
Al llegar está apoyado en la
valla de metal; me ve y se dirige a mí:
—
¿Podrías decirme a… —no le da tiempo a terminar, porque
ya le he callado con un beso.
Me responde y rodea mi cintura
instintivamente, al igual que yo me apoyo en sus hombros.
—
Me gustaría decir que no vuelvas a interrumpirme cuando
hablo, pero si es así, estaría mintiendo —sonríe y vuelve a inclinarse para
seguir. Me aparto.
—
Espera, quiero hablar contigo.
—
Si me vienes con algo del estilo “no podemos estar
juntos” te juro que haría lo imposible por remediarlo —esta declaración
repentina me pilla de improviso—. Espero que lo sepas —puedo oír a Anne decirme
«Sigue a tu corazón».
—
Me encanta oír eso dicho por ti —confieso.
—
¿Acaso hay otro?
—
¿Tú qué crees?
—
Pues estoy empezando a dudarlo porque no quedas ningún
fin de semana. En las vacaciones desapareces y luego me sueltas que estás en
Colorado y que no quieres que quien quiera que sea te vea hablando con otro —no
puedo evitar reírme.
—
¿Te sigues acordando de eso?
—
No es que sea muy agradable imaginarte en brazos de
otro.
—
Que sepas que en este tiempo yo te he visto con otras y
no me enfado.
—
¿Cómo lo consigues? Yo es sólo pensarlo y me pongo…
—
Bueno, ya vale. Has conseguido que me desvíe del tema.
Lo que quería decirte es que prefiero que no se sepa lo que pasó.
—
Yo no tengo problemas en decir que eres mi novia. ¿Tú
sí?
—
No, yo tampoco. A lo que me refería es a que necesito
un poco de tiempo para asimilarlo respecto a otros. Además, así me besarás con
más ganas —me pongo de puntillas y esta vez es él el que se aparta.
—
¿Cuánto es un poco?
—
Lo que necesite. Mientras podemos seguir tú y yo, pero
a escondidas.
—
No sé si podré tenerte tan cerca sin poder…
—
Lo has hecho antes.
—
Ya, pero no estaba seguro de que yo te gustaba.
—
Sigamos con nuestro juego y haremos que surja.
—
No te entiendo.
—
Pues que cada día nos acerquemos más hasta que por fin
nos besemos. Desde ahí sería todo normal —le sonrío. Mira al horizonte,
pensativo. Me encanta esa cara de concentración. Intenta hacerse el duro, pero
no puede.
—
Está bien. Pero será mejor que lo hagamos rápido o de
lo contrario te besaré directamente. Aunque esté en medio de clase, me da
igual.
—
Eso sería un escándalo —me río.
—
Y la profesora Chastain nos enviaría al aula de
castigo…—se para de repente— solos…—piensa—. Decidido, te beso en medio de
clase de economía.
Ambos nos reímos y entramos a
clase. Nos sentamos al fondo en la mesa más apartada. Durante la hora mantiene
la mano en mi muslo mientras yo trato que no suba más de ahí. Al cabo de un
tiempo desiste y acaba rodeándome la cintura.
—
Creo que deberías tomar apuntes.
—
Estoy demasiado ocupado abrazándote. De todas formas no
puedo concentrarme. ¿Tú sí?
—
Tampoco —sonrío—, pero alguien tendrá que hacerlo.
—
Tengo un remedio para que te concentres —se acerca aún
más.
—
¿De clase? —oculto una risilla.
—
Anatomía —está a milímetros.
—
¿Anatomía?
—
Nivel práctico —se lanza a besarme, pero me aparto
riéndome aún más—. Eso no es justo.
—
Por supuesto que no. Pero es el trato. Después
“estudiamos” lo que quieras.
—
¿Lo que quiera?
—
Te voy a dar una oportunidad: si te pasas, se acabó.
¿Entendido?
—
¡Los del fondo! —nos reprime el profesor— ¿Algo que
decir?
—
No profesor —intervengo.
—
Bien, pues los dos a la calle. Si no sabéis parar, esto
es lo que os espera — suspiramos y nos vamos rápido.
—
Toda la clase nos ha visto.
—
Da igual. Yo siempre estoy intentando meterte mano ¿no?
—
Pero yo nunca te dejo.
—
Así vamos allanando el terreno —me agarra y vuelve a
intentar besarme. De nuevo me aparto.
—
Espera, aún tengo que decirte algo.
—
Me das miedo.
—
No hemos hablado eso de que yo sea tu novia.
—
¿Hace falta? Porque, digo yo, después de esto…
—
Después de esto eres un lío. Nada serio ni formal.
—
Es decir, me mato a contentarte, hago por ti lo que no
he llegado a hacer por ninguna otra, no te presiono… ¿y me vienes con esto?
—
¿Me has preguntado acaso si quiero serlo?
—
¿Tengo que hacerlo?
—
Sería lo propio —suspira.
—
Está bien. ¿Quieres salir conmigo?
—
¿Adónde?
—
Alice, no estoy para bromas —me río.
—
Pues hace un momento estabas dispuesto a todo.
—
Porque hace un momento creía que era más que un rollo.
—
No te enfades —le agarro de la delgada cintura.
—
Sí me enfado. Estoy en mi derecho. Yo me he abierto y
tú me vienes con esto.
—
Mira, yo nunca he tenido novio. Esto es nuevo para mí.
Sólo te pido que sepas esperarme y que me enseñes cómo es esto —no apartamos la
mirada de los ojos del otro.
—
Prefiero aprender juntos. Y te juro que me voy a
esforzar por esperarte; porque quiero que tu primera vez sea especial. Si soy
el indicado, claro…
—
Por supuesto que lo eres —acepto un beso: lento y
tierno. Perfecto.
Es lo más sincero que he dicho
en mucho tiempo.
Por el día estamos más
cariñosos de lo que me gustaría expresar, pero sencillamente no podemos
evitarlo a pesar de intentarlo.
La semana pasa dura, al igual
que otras, pero por diferentes motivos. Aunque Alex me supone un gran apoyo,
todos estos días los he pasado con Lily. Llegaba al hospital y no sólo tenía
que hacer los deberes y estudiar (lo que se hacía completamente imposible),
sino también hablar con el nuevo psicólogo, buscar trabajo, jugar con ella,
ayudarla con sus estudios y, por
supuesto, comentar con Tom los avances. Esto también a veces me resulta
interesante, porque investigo con él, pero apenas puedo conducir de vuelta a
casa de lo agotada que me encuentro y las horas de sueño escasean; igual que el
dinero. Tengo que pagar en dos semanas la primera mensualidad y aún sigo sin
trabajo. Para colmo tampoco he recibido respuesta del mensajero respecto a la
carta hacia PJ.
Alex tampoco tarda en darse
cuenta, pero el viernes a penúltima hora, en el descanso, no aguanto más.
Me coge de la mano y no me
importa, me apoya contra las taquillas y se pega a mí; y tampoco me importa.
—
Ahora mismo me vas a decir qué te pasa —me exige.
—
Es cansancio, ya te lo he dicho mil veces.
—
Pues no te creo, algo más te sucede que no me quieres
contar. ¿No confías en mí?
—
No es eso…—me apoyo contra él.
—
¿Entonces?
—
Ando algo atareada. Quizá más de lo normal, pero de
momento puedo con ello.
—
No, no puedes. Mírate. Estás destrozada. No duermes, en
clase tampoco te enteras… Ni siquiera reaccionas cuando te beso o te abrazo con
gente delante.
—
Tan sólo tengo que coger el ritmo.
—
¿Cómo te puedo ayudar?
—
No puedes. Es cosa mía.
—
Nuestra. Recuerda que estamos juntos, te guste o no —me
abraza con fuerza y no lo puedo evitar. Me da igual que las lágrimas empiecen a
caer y le mojen la camisa. A él tampoco le importa.
—
Estoy agotada, llevo toda la semana sin dormir, la
cabeza me va a estallar y tengo que conseguir trabajo para pagar el recibo,
pero llevo una semana y no encuentro nada.
—
¿Necesitas dinero? ¿Tu padre no te lo da?
—
No…lo tengo que conseguir por mi cuenta, pero no sé
cómo —me separo un poco de él. Lo suficiente para mirarnos a los ojos.
—
¿Cuánto?
—
Tengo que conseguirlo yo, te lo he dicho.
—
¿Cuánto? —insiste.
—
500 dólares.
—
Ya los tienes. ¿Efectivo o cheque?
—
No los voy a aceptar. Los necesito cada mes y ni
siquiera sabes para qué son.
—
Me da igual. Lo que me importa es que los necesitas y
yo los tengo; los de cada mes también.
—
¿Y si son para algo malo?
—
He dicho que me da igual. Te daría mil veces más, hasta
quedarme en la ruina si hiciera falta, con tal de que fueses feliz.
—
Gracias, pero no los quiero. Tengo que conseguirlos con
un trabajo.
—
¿Por qué?
—
Es lo que he acordado con mi padre.
—
No tiene por qué enterarse.
—
Pero yo sí lo sabré. Soy honesta y no me gusta hacer
trampas.
—
Bueno. Pero si cambias de opinión, ya sabes.
—
Lo sé, y te lo agradezco, pero no lo voy a hacer.
—
Te advierto, como sigas así por más tiempo, yo mismo te
seguiré y averiguaré lo que estás haciendo para ayudarte. No quiero verte más
así de mal.
Entramos a clase de la mano,
oyendo los rumores que están empezando a formarse. Me parecen patéticos, hablan
sin saber. Aunque tampoco es que mi aspecto ayude demasiado en contrarrestar
los más venenosos, como por ejemplo, el que dice que hasta que no he conseguido
acostarme con él no he aceptado que me coja de la mano en público. También los
hay más livianos, pero no mejores; oigo uno que dice que le estoy lavando el
cerebro para que me acepte, pues seguro que ya he estado con media Francia y
Carolina del Norte y por eso me he mudado aquí: para probar chicos nuevos.
En clase no paro de oír cosas
de estas y cada una me taladra de una manera diferente, pero en el mismo lugar.
Alex me aprieta la mano y deja que me apoye en su pecho. Me relajo escuchando a
su corazón y cerrando los ojos. Intenta convencerme de que no haga caso al
resto, que sólo estamos él y yo y que nada más importa. Pero por mucho que se
esfuerza no lo consigue y me escabullo de clase tan rápido como puedo nada mas
sonar el timbre. En la entrada consigo acordarme de mi pequeño trozo de cielo,
como le llamo en mi mente desde que se declarara unos días atrás. No me he
despedido de él y seguro que querrá verme antes de otro largo fin de semana sin
vernos. La gente ya empieza a salir, acompañada de sus miradas ponzoñosas,
faltaría más. Pero él aparece como una exhalación de aire nuevo entre la
multitud. Los aparta a empujones y no espera a decirme nada. Al momento de
llegar a mi altura enreda la mano en mi pelo y me besa diciéndole al mundo que
está orgulloso de estar conmigo. Yo le respondo sin problemas agarrándome a su
brazo, tenso por estar sujetando la mochila y a su espalda ancha y musculada.
Me rodea la cintura y arqueo la espalada para juntarme más a él. Le damos la
espalda al mundo y en el tiempo que pasa reivindicamos a todos que nos dan
igual sus habladurías o lo que piensen sobre nosotros. No existen problemas de
dinero, ni de trabajo, ni de una familia desestructurada por culpa de mi padre,
ni siquiera existe el pasado que me persigue continuamente. Pero todo lo bueno
se acaba, y no siempre de la mejor manera: un torrente de imágenes que no
deberían haber salido me golpea con fuerza, haciendo que me aparte bruscamente
para mi desagrado. Intento mirarle a los ojos de nuevo, pero todo lo que veo es
a PJ en vez de la realidad. Doloroso y aplastante, sin duda. Me siento
horrible, él se está entregando, me ofrece todo el dinero que me hace falta y
yo se lo agradezco confundiendo su cara después de besarme con la del que fue
mi mejor amigo y el que también me ha hecho más daño. Por mucho que represente
a mi pasado no puedo dejarlo encerrado ahí; siempre consigue la manera de salir
e influir en mi vida de manera devastadora.
Definitivamente tengo que
acabar con esto de una vez por todas, pero al parecer escribir esa carta,
sincera aunque falsa a la vez, no funciona. Lo mejor será esperar a que cambie
por sí solo, si no lo consigo, lo afrontaré en persona, por mucho que cueste.
—
¿Bien?
—
S…sí —consigo balbucear—. Tengo que irme, ya hablamos.
Remato con otro pequeño beso y
subo al coche sin mirar atrás —tengo miedo de volver a ver a quien no debo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario