Translate

jueves, 23 de mayo de 2013

Cap. 13


El lunes comienza duro. Alex ya me está esperando donde suelo aparcar. Me abre la puerta y se ofrece a ayudarme a salir con la mejor de sus sonrisas.

    Bonjour, mon ange. (Buenos días, mi ángel)

    Bonjour. Hablamos en la puerta trasera ¿vale?

    Bueno…Pero antes dame un b…

    Allí —cierro la puerta y se dirige al punto de encuentro.

Lo miro andar, tan tranquilo en apariencia y tan ansioso por dentro. Me pregunto cómo lo hará. Indica algo a sus amigos y me camuflo entre la multitud para ir también.

Al llegar está apoyado en la valla de metal; me ve y se dirige a mí:

    ¿Podrías decirme a… —no le da tiempo a terminar, porque ya le he callado con un beso.

Me responde y rodea mi cintura instintivamente, al igual que yo me apoyo en sus hombros.

    Me gustaría decir que no vuelvas a interrumpirme cuando hablo, pero si es así, estaría mintiendo —sonríe y vuelve a inclinarse para seguir. Me aparto.

    Espera, quiero hablar contigo.

    Si me vienes con algo del estilo “no podemos estar juntos” te juro que haría lo imposible por remediarlo —esta declaración repentina me pilla de improviso—. Espero que lo sepas —puedo oír a Anne decirme «Sigue a tu corazón».

    Me encanta oír eso dicho por ti —confieso.

    ¿Acaso hay otro?

    ¿Tú qué crees?

    Pues estoy empezando a dudarlo porque no quedas ningún fin de semana. En las vacaciones desapareces y luego me sueltas que estás en Colorado y que no quieres que quien quiera que sea te vea hablando con otro —no puedo evitar reírme.

    ¿Te sigues acordando de eso?

    No es que sea muy agradable imaginarte en brazos de otro.

    Que sepas que en este tiempo yo te he visto con otras y no me enfado.

    ¿Cómo lo consigues? Yo es sólo pensarlo y me pongo…

    Bueno, ya vale. Has conseguido que me desvíe del tema. Lo que quería decirte es que prefiero que no se sepa lo que pasó.

    Yo no tengo problemas en decir que eres mi novia. ¿Tú sí?

    No, yo tampoco. A lo que me refería es a que necesito un poco de tiempo para asimilarlo respecto a otros. Además, así me besarás con más ganas —me pongo de puntillas y esta vez es él el que se aparta.

    ¿Cuánto es un poco?

    Lo que necesite. Mientras podemos seguir tú y yo, pero a escondidas.

    No sé si podré tenerte tan cerca sin poder…

    Lo has hecho antes.

    Ya, pero no estaba seguro de que yo te gustaba.

    Sigamos con nuestro juego y haremos que surja.

    No te entiendo.

    Pues que cada día nos acerquemos más hasta que por fin nos besemos. Desde ahí sería todo normal —le sonrío. Mira al horizonte, pensativo. Me encanta esa cara de concentración. Intenta hacerse el duro, pero no puede.

    Está bien. Pero será mejor que lo hagamos rápido o de lo contrario te besaré directamente. Aunque esté en medio de clase, me da igual.

    Eso sería un escándalo —me río.

    Y la profesora Chastain nos enviaría al aula de castigo…—se para de repente— solos…—piensa—. Decidido, te beso en medio de clase de economía.

Ambos nos reímos y entramos a clase. Nos sentamos al fondo en la mesa más apartada. Durante la hora mantiene la mano en mi muslo mientras yo trato que no suba más de ahí. Al cabo de un tiempo desiste y acaba rodeándome la cintura.

    Creo que deberías tomar apuntes.

    Estoy demasiado ocupado abrazándote. De todas formas no puedo concentrarme. ¿Tú sí?

    Tampoco —sonrío—, pero alguien tendrá que hacerlo.

    Tengo un remedio para que te concentres —se acerca aún más.

    ¿De clase? —oculto una risilla.

    Anatomía —está a milímetros.

    ¿Anatomía?

    Nivel práctico —se lanza a besarme, pero me aparto riéndome aún más—. Eso no es justo.

    Por supuesto que no. Pero es el trato. Después “estudiamos” lo que quieras.

    ¿Lo que quiera?

    Te voy a dar una oportunidad: si te pasas, se acabó. ¿Entendido?

    ¡Los del fondo! —nos reprime el profesor— ¿Algo que decir?

    No profesor —intervengo.

    Bien, pues los dos a la calle. Si no sabéis parar, esto es lo que os espera — suspiramos y nos vamos rápido.

    Toda la clase nos ha visto.

    Da igual. Yo siempre estoy intentando meterte mano ¿no?

    Pero yo nunca te dejo.

    Así vamos allanando el terreno —me agarra y vuelve a intentar besarme. De nuevo me aparto.

    Espera, aún tengo que decirte algo.

    Me das miedo.

    No hemos hablado eso de que yo sea tu novia.

    ¿Hace falta? Porque, digo yo, después de esto…

    Después de esto eres un lío. Nada serio ni formal.

    Es decir, me mato a contentarte, hago por ti lo que no he llegado a hacer por ninguna otra, no te presiono… ¿y me vienes con esto?

    ¿Me has preguntado acaso si quiero serlo?

    ¿Tengo que hacerlo?

    Sería lo propio —suspira.

    Está bien. ¿Quieres salir conmigo?

    ¿Adónde?

    Alice, no estoy para bromas —me río.

    Pues hace un momento estabas dispuesto a todo.

    Porque hace un momento creía que era más que un rollo.

    No te enfades —le agarro de la delgada cintura.

    Sí me enfado. Estoy en mi derecho. Yo me he abierto y tú me vienes con esto.

    Mira, yo nunca he tenido novio. Esto es nuevo para mí. Sólo te pido que sepas esperarme y que me enseñes cómo es esto —no apartamos la mirada de los ojos del otro.

    Prefiero aprender juntos. Y te juro que me voy a esforzar por esperarte; porque quiero que tu primera vez sea especial. Si soy el indicado, claro…

    Por supuesto que lo eres —acepto un beso: lento y tierno. Perfecto.

Es lo más sincero que he dicho en mucho tiempo.

Por el día estamos más cariñosos de lo que me gustaría expresar, pero sencillamente no podemos evitarlo a pesar de intentarlo.

 

 

La semana pasa dura, al igual que otras, pero por diferentes motivos. Aunque Alex me supone un gran apoyo, todos estos días los he pasado con Lily. Llegaba al hospital y no sólo tenía que hacer los deberes y estudiar (lo que se hacía completamente imposible), sino también hablar con el nuevo psicólogo, buscar trabajo, jugar con ella, ayudarla  con sus estudios y, por supuesto, comentar con Tom los avances. Esto también a veces me resulta interesante, porque investigo con él, pero apenas puedo conducir de vuelta a casa de lo agotada que me encuentro y las horas de sueño escasean; igual que el dinero. Tengo que pagar en dos semanas la primera mensualidad y aún sigo sin trabajo. Para colmo tampoco he recibido respuesta del mensajero respecto a la carta hacia PJ.

Alex tampoco tarda en darse cuenta, pero el viernes a penúltima hora, en el descanso, no aguanto más.

Me coge de la mano y no me importa, me apoya contra las taquillas y se pega a mí; y tampoco me importa.

    Ahora mismo me vas a decir qué te pasa —me exige.

    Es cansancio, ya te lo he dicho mil veces.

    Pues no te creo, algo más te sucede que no me quieres contar. ¿No confías en mí?

    No es eso…—me apoyo contra él.

    ¿Entonces?

    Ando algo atareada. Quizá más de lo normal, pero de momento puedo con ello.

    No, no puedes. Mírate. Estás destrozada. No duermes, en clase tampoco te enteras… Ni siquiera reaccionas cuando te beso o te abrazo con gente delante.

    Tan sólo tengo que coger el ritmo.

    ¿Cómo te puedo ayudar?

    No puedes. Es cosa mía.

    Nuestra. Recuerda que estamos juntos, te guste o no —me abraza con fuerza y no lo puedo evitar. Me da igual que las lágrimas empiecen a caer y le mojen la camisa. A él tampoco le importa.

    Estoy agotada, llevo toda la semana sin dormir, la cabeza me va a estallar y tengo que conseguir trabajo para pagar el recibo, pero llevo una semana y no encuentro nada.

    ¿Necesitas dinero? ¿Tu padre no te lo da?

    No…lo tengo que conseguir por mi cuenta, pero no sé cómo —me separo un poco de él. Lo suficiente para mirarnos a los ojos.

    ¿Cuánto?

    Tengo que conseguirlo yo, te lo he dicho.

    ¿Cuánto? —insiste.

    500 dólares.

    Ya los tienes. ¿Efectivo o cheque?

    No los voy a aceptar. Los necesito cada mes y ni siquiera sabes para qué son.

    Me da igual. Lo que me importa es que los necesitas y yo los tengo; los de cada mes también.

    ¿Y si son para algo malo?

    He dicho que me da igual. Te daría mil veces más, hasta quedarme en la ruina si hiciera falta, con tal de que fueses feliz.

    Gracias, pero no los quiero. Tengo que conseguirlos con un trabajo.

    ¿Por qué?

    Es lo que he acordado con mi padre.

    No tiene por qué enterarse.

    Pero yo sí lo sabré. Soy honesta y no me gusta hacer trampas.

    Bueno. Pero si cambias de opinión, ya sabes.

    Lo sé, y te lo agradezco, pero no lo voy a hacer.

    Te advierto, como sigas así por más tiempo, yo mismo te seguiré y averiguaré lo que estás haciendo para ayudarte. No quiero verte más así de mal.

Entramos a clase de la mano, oyendo los rumores que están empezando a formarse. Me parecen patéticos, hablan sin saber. Aunque tampoco es que mi aspecto ayude demasiado en contrarrestar los más venenosos, como por ejemplo, el que dice que hasta que no he conseguido acostarme con él no he aceptado que me coja de la mano en público. También los hay más livianos, pero no mejores; oigo uno que dice que le estoy lavando el cerebro para que me acepte, pues seguro que ya he estado con media Francia y Carolina del Norte y por eso me he mudado aquí: para probar chicos nuevos.

En clase no paro de oír cosas de estas y cada una me taladra de una manera diferente, pero en el mismo lugar. Alex me aprieta la mano y deja que me apoye en su pecho. Me relajo escuchando a su corazón y cerrando los ojos. Intenta convencerme de que no haga caso al resto, que sólo estamos él y yo y que nada más importa. Pero por mucho que se esfuerza no lo consigue y me escabullo de clase tan rápido como puedo nada mas sonar el timbre. En la entrada consigo acordarme de mi pequeño trozo de cielo, como le llamo en mi mente desde que se declarara unos días atrás. No me he despedido de él y seguro que querrá verme antes de otro largo fin de semana sin vernos. La gente ya empieza a salir, acompañada de sus miradas ponzoñosas, faltaría más. Pero él aparece como una exhalación de aire nuevo entre la multitud. Los aparta a empujones y no espera a decirme nada. Al momento de llegar a mi altura enreda la mano en mi pelo y me besa diciéndole al mundo que está orgulloso de estar conmigo. Yo le respondo sin problemas agarrándome a su brazo, tenso por estar sujetando la mochila y a su espalda ancha y musculada. Me rodea la cintura y arqueo la espalada para juntarme más a él. Le damos la espalda al mundo y en el tiempo que pasa reivindicamos a todos que nos dan igual sus habladurías o lo que piensen sobre nosotros. No existen problemas de dinero, ni de trabajo, ni de una familia desestructurada por culpa de mi padre, ni siquiera existe el pasado que me persigue continuamente. Pero todo lo bueno se acaba, y no siempre de la mejor manera: un torrente de imágenes que no deberían haber salido me golpea con fuerza, haciendo que me aparte bruscamente para mi desagrado. Intento mirarle a los ojos de nuevo, pero todo lo que veo es a PJ en vez de la realidad. Doloroso y aplastante, sin duda. Me siento horrible, él se está entregando, me ofrece todo el dinero que me hace falta y yo se lo agradezco confundiendo su cara después de besarme con la del que fue mi mejor amigo y el que también me ha hecho más daño. Por mucho que represente a mi pasado no puedo dejarlo encerrado ahí; siempre consigue la manera de salir e influir en mi vida de manera devastadora.

Definitivamente tengo que acabar con esto de una vez por todas, pero al parecer escribir esa carta, sincera aunque falsa a la vez, no funciona. Lo mejor será esperar a que cambie por sí solo, si no lo consigo, lo afrontaré en persona, por mucho que cueste.

    ¿Bien?

    S…sí —consigo balbucear—. Tengo que irme, ya hablamos.

Remato con otro pequeño beso y subo al coche sin mirar atrás —tengo miedo de volver a ver a quien no debo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario