Translate

domingo, 31 de enero de 2016

Capítulo 3

No oigo nada más y me quedo dormida, a pesar de haber tenido la mañana libre, no he dejado de trabajar, y entre unas cosas y otras ha sido casi peor. El sueño era más profundo de lo que esperaba y despierto pasada la hora de cenar; al incorporarme veo una nota en la mesa pequeña entre la televisión y el sofá, y no hay rastro de Patrick, debió de haberse ido en cuanto me dormí, sin embargo, hago caso de la nota y después de darme una ducha y cambiarme de ropa a pesar de lo tarde que es. Supongo que no tendrá nada importante que hacer o no la hubiera dejado.
Ya en la puerta, me doy cuenta de lo estúpida que es la idea, así que antes de llamar, me doy la vuelta y vuelvo al coche para poner camino a la oficina, aprovechando que estaré tranquila y no puedo dormir. No me vendrá mal compensar el tiempo perdido y adelantar un poco en el caso; estamos  a punto de pillar a un asesino en serie que ya se ha llevado cuatro personas por delante, sin embargo, hay algo que se me escapa; mi equipo —resulta raro decirlo, ya que soy la más joven de todos, apenas una cría, como ellos me defienden cuando me meto en algún lío— insiste en que no me preocupe, pero me resulta imposible. Conozco esa forma de actuar y no es precisamente sencilla de llevar a cabo. Las pruebas que hemos encontrado son demasiado evidentes y el principal sospechoso, que resulta ser un informante de fiar, no sería capaz de hacer daño a una mosca, así que mucho menos a cinco personas; la posibilidad que haya sido él es muy remota: el trabajo es de un profesional y han dejado aposta los cuerpos para que los encontremos, no mucha gente es capaz de dejar cadáveres con un tiro limpio a quemarropa en la cabeza abandonados en un parque, a la vista de todos.
Meto la llave en el contacto y paro al oírle hablar.
    ¿Ya ha cenado, agente? —sonrío para mí; puede ser encantador cuando quiere— No le hará tal feo a un civil ¿verdad?
    Si cocinas tú, posiblemente —se acerca de un sorprendente buen humor.
    Tranquila, he pedido comida china y he tapado las goteras.
    ¿A qué se debe el honor?
    Quería enseñarte algo.
Me ofrece la mano para ayudarme a salir del coche y le acompaño dentro de la casa, la cual no tiene muy buen aspecto, pero al menos mejor que antes. Está limpia de trastos y el fregadero libre, para variar. Parece que ha aprovechado el tiempo.
Pat me guía de la mano por un pasillo lleno de dibujos, a cual más espectacular, hasta una habitación con, si me dejase llevar, cientos de cuadros. Unos detrás de otros; algunos colgados; otros amontonados por los rincones o incluso impiden el paso a ciertas zonas de la estancia. Todos forman un perfecto hueco, que hace de pasillo, hasta un estante con pinturas de todo tipo y un caballete con un cuadro a medias. Me fijo en cada uno, pensando en qué se le pasaría por la cabeza en el momento en que decidió pintarlo y modificarlo, como se ve en la mayoría. Hay de todo: atardeceres, paisajes de los que estoy segura nunca ha visto, el sol saliendo por el puente de San Francisco, Nueva York con escenas de la banda, retratos de personas mucho más al natural que cualquier fotografía podría haber captado, yo…Yo. Por primera vez presto atención del que está sin terminar en el caballete, acercándome para observarlo mejor y él me sigue, interesado por mi curiosidad y reprimiendo una leve sonrisa. Está orgulloso de su trabajo, y aunque no estoy del todo contenta por reconocerlo, yo también.
    ¿Son todos tuyos?
    Sí. Aunque no sirvan para nada, pero no sé, paso el tiempo —se encoge de hombros.
    ¿Qué dices? Son preciosos —no aparto la mirada del inacabado.
    Quería que los vieses antes de deshacerme de ellos.
    ¿Deshacerte? —me giro y sus ojos se centran en los míos.
    En unos días hacen seis años desde que te vi aquí —dice como si fuera obvio.
    ¿Y?
    Cada año, el mismo día, los quemo —lo dice con tanta indiferencia…
    ¿Estás loco?
    Sí —se ríe—. Sólo es un entretenimiento, no entiendo por qué debo conservarlos. Igualmente, nadie va a comprarlos, no interesan
    Ni se te ocurra quemar más, ¿entendido? Conseguiré que te los compren. Yo misma me llevaré algunos.
    Gracias, pero no están en venta. No los hice para eso.
    ¿Y sí para quemarlos?
    Para liberar la cabeza, pero no me sirven para nada más. Eres la primera que los ve, no están hechos para el público, ya sabes.
    No lo entiendo. Creas esta maravilla y tras tanto esfuerzo, lo reduces a cenizas. Podías ser rico y lo rechazas. Sinceramente, eres idiota.
    Si los vendo, empezaré a preocuparme de que a la gente le gusten y al final al que no le gustarán será a mí, porque no sería lo que realmente pienso o siento, sino lo que quiero que otros paguen. Sería un vendido y si hay algo que he aprendido, es que lo primero de todo es tu felicidad —espero que se refiera a la de sí mismo.
    Nunca lo había visto de esa manera —me cruzo de brazos, pensando lo que quiere decir—. ¿Quieres decir que los grandes pintores eran una farsa?
    Sí. Quizá no al principio, pero al final…
    Patrick, lo único que puedo decirte es que por favor no los quemes. Al menos deja que me quede con alguno, aunque sea de recuerdo. El que tú prefieras.
    ¿Eso te haría feliz?
    Mucho —reconozco—. Aunque si no quieres, nada, son tuyos —echo un vistazo rápido al caballete.
No sé el qué, pero hay algo de ese cuadro que me ha conseguido hipnotizar. Quizá la base oscura, el contraste de las siluetas al fondo, o que hay zonas que aún siguen húmedas y otras más gruesas que otras, como si tuvieran más capas tras corregirlas una y otra vez.
    Está bien —suspira, sin dejar de mirarme— ¿Te gusta? —señala al cuadro y salgo de mi ensimismamiento.
    ¿Quién es?
    Un momento.
Me aparta suavemente para salir y aparece de inmediato con un espejo pequeño en la mano. Me lo ofrece y veo nuestro reflejo, más juntos de lo que deberíamos. Cuando le miro a los ojos, más oscuros de lo que jamás los he visto, como un pozo que me arrastra con él, de verdad siento que me ahogo, me falta la respiración y me saca una sonrisa. Echaba de menos este Patrick, me recuerda al antiguo PJ, apasionado por lo que hacía, movido por algo más allá de lo comprensible, por una pasión tan peculiar como especial. Le envidio, de verdad, yo nunca he sentido nada así, pero me gusta verlo en el resto. No obstante, él está ensimismado en la pintura y no se da cuenta de que le miro. Creo que es mejor, así no le doy falsas esperanzas por una tontería.
    ¿Soy…
    En teoría. Pensé que sería difícil sin algo en lo que fijarse, sin embargo, en cuanto me puse la primera vez, saliste con una facilidad increíble. Digamos que eres difícil de olvidar —sonríe con amargura.
    El mérito es del pintor —miro al suelo e intento salir, se ha vuelto algo incómodo, de nuevo.
    Perdona, soy un idiota. No debería…
    Tienes razón, no deberías. Vamos a cenar, ¿vale?
Asiente para darme la razón y salimos de allí, no sin ciertas maniobras para no dañar ningún cuadro. No volvemos a hablar hasta entrada la noche, cuando ya hemos recogido y limpiado todo. Ambos estábamos incómodos, porque antes estaba completamente segura de no sentir nada por él excepto una accidentada amistad. Antes. Y él sabe que no debería hacer cosas así, ni decir que lo que más le importa es mi felicidad, pues si fuese cierto, no lo haría y aprendería a controlarse. La cuestión es que aún conserva esperanzas, esa peligrosa esperanza de tener alguna posibilidad de vuelva a quererle y estar juntos. En realidad no le quiero, es sólo…añoranza, cariño. Espero.
Me ofrece salir a dar un paseo y acepto, así aprovecharé para coger el coche y dejarle dinero para no volver a vernos en un tiempo. La última vez estuvimos seis meses sin saber el uno del otro y así seguiríamos de no ser por mi estupidez y obsesión por ayudarle una y otra vez, con lo fácil que era dejarle el dinero en la puerta o mandárselo por correo. Le prefería cuando me trataba mal, al menos era más fácil cuando me quedaba a solas; sin cargos de conciencia. Pero no es tan sencillo como parece, aún tiene que terminar el cuadro y traérmelo a casa, así que prefiero mantener el silencio para meterme en mi cabeza, tranquila y a salvo de cualquier otra declaración de amor que se le ocurra, pero él no piensa igual y decide romper el silencio.
    ¿Te acuerdas de cuando paseamos por aquel barrio a media noche? Yo insistía en protegerte y tú hacías lo mismo. Incluso me diste ese chaleco.
    Sí —por supuesto que me acuerdo, pero eso no significa que quiera hacerlo.
    Entonces no tenía ni idea de lo que pasaba. Sólo pensaba en lo mucho que te…
    Fue hace mucho, Pat, y no necesitaba ayuda —no dejo que continúe.
    Lo sé. ¿Llevas…? Ya sabes...
    Sí, voy armada —no sé por qué no es capaz de decirlo él mismo.
    ¿Dónde? Quiero decir…no se te nota.
    En eso consiste. Dejémoslo en que no puedo llevar pantalones cortos —amago una sonrisa, dando por zanjada la conversación.
Seguimos andando, pero esta vez no me apetece pensar en nada, prefiero mantenerme lo más tranquila posible y sólo centrarme en nuestros pasos, resonando en el asfalto, y en el peso de mi pie derecho, con el pequeño revólver enganchado.
    ¿Por qué lo hiciste? —vuelve a la carga después de un rato— No puedo pensar en otra cosa, aparte que… bueno, ya sabes lo que siento, no te diré más.
    No pienso responder, Patrick —mi tono es tan frío como el hielo.
    Juro que no lo preguntaré más, que te dejaré en paz si me lo dices —debo tomármelo de forma natural. Al fin y al cabo es parte de mi vida, por irónico que suene que haya intentado quitármela.
    Me sentía sola. Estaba sola —aclaro.
    No es verdad. Tus padres…
    Mis padres ya no me conocían. El grupo tampoco.
    Yo estaba a tu lado.
    ¿Cuándo? Nada más despertar desapareciste.
    Cuando estabas en el hospital no me separé de ti.
    Te necesitaba consciente, no dormida.
    Necesitaba pensar —se defiende.
    Pues haber pensado a mi lado.
    ¿Me estás echando la culpa?
    No. Fue por muchas cosas, no sólo por ti. Puede que complicaras las cosas, eso sí, pero no fue sólo eso.
    ¿Te puedo ayudar?
    Creo que es algo tarde, pero gracias igualmente.
Me acompaña hasta su casa de nuevo para coger un par de cuadros antes de irme, creo que preguntando a las personas adecuadas podría vender un par, o si convenzo a David podría incluso colgarlos por casa, desde luego que quedarían bien, pues talento no le faltan. El paseo ha ayudado a cansarme de nuevo, y supongo que ayuda que lo que he dormido en el día ha sido sólo en pequeñas siestas, pues anoche estuve con David hasta tarde y después no pude dormir, tenía demasiadas cosas en la cabeza para descansar.
Normalmente no necesito dormir mucho, pero tengo un límite, así que para mantenerme despierta prepara algo de café, y mientras se hace nos sentamos en el sofá, recostándome en él sin querer. Me acaricia el estómago con suavidad y los párpados empiezan a cerrarse por sí solos, tanto pensar en anoche no hace más que darme más sueño y tampoco tengo ganas de decirle que se quite. A pesar de ello, me muevo para apartarme, no me siento cómoda con otro hombre tocándome, pero él me sujeta y no deja que me aparte.
¾    Extraño tu pelo rubio…tan brillante… —murmura.
    A mí me gusta así; creo que no me queda mal.
    A ti te sienta bien todo, Baby. Es que, cuando te miro, sigues siendo rubia, no castaña, y entonces me doy cuenta de lo desesperado que estoy por tenerte entre mis brazos y pasar una noche contigo. No me malinterpretes, sólo estar así ya me da fuerzas para todo, así que imagina una noche.

    Sí, bueno, quizá me quite el tinte durante un tiempo —sólo he conseguido entender bien la primera frase antes de dormirme.

sábado, 23 de enero de 2016

Capítulo 2

Le despido en el aeropuerto con el resto de sus compañeros y promete llamarme todos los días. Me ha sorprendido que yo fuera la única que ha ido, quizá las parejas del resto estén ya acostumbradas a eso, pero para mí es algo nuevo, y la verdad, espero que jamás vuelva a pasar, no en estas condiciones al menos. Igualmente, él ha estado algo raro, supongo que nervioso por lo que pueda pasar.
Aprovecho que tengo la mañana libre para pasarme a verle; hace mucho que no lo hago y aunque parezca una locura tengo ganas de saber cómo está, a fin de cuentas sigue siendo mi amigo y tengo intención de ayudarle, por mucho que él pretenda lo contrario. Como todavía es algo pronto para que haya llegado a casa, termino lo que dejé anoche a medias para hacer tiempo, y cuando me subo al coche ya casi son las doce de la tarde. Más le vale estar, porque si no me voy a enfadar de verdad.
El timbre sigue sin funcionar, así que toco la puerta varias veces con el mismo resultado que si no hubiera hecho nada.
    Ábreme; sé que estás dentro. El motor del coche aún sigue caliente —no hay respuesta—. Mira, que te den.
Bajo las escaleras destartaladas de la casa medio en ruinas. Es muy parecida a las de nuestro antiguo barrio: dos plantas, blanca, tejado negro, un porche sencillo… Por mi parte, he conseguido una cerca de la playa: tres habitaciones mas un estudio, terraza con vistas al mar, dos baños… Los Ángeles es una buena ciudad y la cercanía a la tumba de Lily desde luego que influye, supera a lo que podría pasarme por el pasado y supongo que a estas alturas ya nadie se fijaría en mí. Conocer a David en el desfile —los militares hicieron un desfile para el presidente y mi jefe actual nos presentó. A pesar de todo lo que ha hecho por mí, debo dar la razón a quien me dijo que nunca volvería a sentir tan fuerte como el primer amor, por muy erróneo que fuese— ayudó a que todo volviese a tener sentido en mi vida, a relajarme un poco.
Cuando llego al coche, una discusión me distrae. Acto seguido, una mujer entra en otro coche farfullando varias palabras malsonantes y el hombre le sigue desde la puerta con la mirada, estoy segura de que ha salido de ahí a pesar de que no lo haya visto. La verdad es que tiene todas las papeletas. Espera a que se ponga en marcha para gritarme:
    ¿Contenta? Ya me he quedado sin polvo de media tarde.
    ¿Era tu novia? —me acerco.
    ¿A ti qué te importa? ¿Podrías dejarme en paz de una vez y no volver?
    Claro que podría. El problema es que no te voy a dejar a tu suerte —me pongo en frente de él.
    No lo parecía cuando te suicidaste.
    ¿No tienes otra cosa que echarme en cara? Porque esto acaba aburriendo, de verdad —respondo cansada—. Estoy segura de que puedes encontrar algo más.
    ¿A qué has venido? —cambia el peso de la pierna, incómodo. Llevo manga corta y no es capaz de mirarme el brazo.
    Vendo enciclopedias, no te jode. ¿A qué voy a venir? —me mira a los ojos en un intento de desafío, pero no tengo ganas de eso— ¿Necesitas algo?
    Que te vayas.
    ¿Algo que no me hayas dicho ya? En serio, pareces un disco rayado.
    Nada.
    Qué pena que no me fíe de ti —entro por mi cuenta y me agarra de la muñeca para detenerme.
Al darse cuenta de qué está tocando me suelta bruscamente. Reprimo una mirada de desprecio para no caldear más el ambiente y paso a la casa, que está hecha un desastre igual que él, con ropa tirada por los sofás antiguos y el fregadero lleno de platos sucios, por no hablar de la basura con comida rápida. No sé cómo conserva la forma comiendo tan mal, porque sé que tampoco es lo suficiente constante como para ir a un gimnasio. ¿Dónde ha quedado ese chico que al menos intentaba ser sano —quitando el alcohol y la marihuana, claro—? Aunque la verdad es que tampoco he pasado más allá del salón, puede que tenga pesas o algo parecido, porque aunque no están ni de lejos tan desarrollados como los de David, esos bíceps ni abdominales son sólo por genética.
    Es una cicatriz, por Dios —me suelto—. Tengo otras y precisamente tú has visto cómo me las hacía. ¿Cuándo vas a aceptarlo?
    Cuando no me duela recordar que estuve a punto de verte morir. Varias veces.
    Pues supéralo, Patrick. Han pasado seis años. Incluso David lo ha hecho.
    Él no te ha visto como yo.
    Eso desde luego, en dos años de relación ha tenido tiempo para disfrutar de las vistas ''al natural'' bastantes veces, y está claro que tú no puedes decir lo mismo. Hablando de natural, ¿por qué no te pones una camiseta?
    Veo que sigues con él —parece reprochármelo con una mirada dolida.
Estoy cansada de que siempre saque el mismo tema. Comprendo que llegara a odiarme, pero ya es demasiado, si yo he conseguido perdonarme a mí misma por todo lo que hice, es momento que el resto lo haga y lo asuma. Ya me he mordido la lengua suficiente tiempo para no hacerle daño y él no se reprime de ninguna manera, quizá lo que necesite es mano dura, dejarle las cosas claras de una vez por todas.
    ¿Algo que decir?
    Al…
    Ah, ¿ahora soy Al? ¿Ya no soy la niñata plasta que te arruina los ligues?
    Es un abuelo, Alice —insiste sin hacer caso del comentario.
    Son cinco años. Y si no recuerdo mal tú me sacas dos.
    No es lo mismo.
    ¿Por qué? ¿Porque es un hombre maduro, con un trabajo estable y vistas de futuro y tú un simple cajero de supermercado alias artista fracasado? —se queda impactado.
    Eso duele —dice con un hilo de voz.
    La verdad siempre duele. Tengo curiosidad por saber qué mentira le cuentas a todas con las que estás por las noches cuando te ven el tatuaje con mi nombre, es más, con mi letra.
    Están demasiado ocupadas dándome lo que tú nunca serías capaz.
«Au, eso sí que duele». No sé por qué le suelto una bofetada. Podría achacarlo a que no debería hablarme de ese modo, y mucho menos cuando vengo a ayudarle, pero se supone que no debería haberme hecho daño eso, yo soy feliz con David y no le necesito para que me amargue. Ni siquiera como amigo, ya lo está dejando claro. No es capaz de comportarse como un adulto, y yo no pienso soportarle más.
Su mano le cubre una parte del rostro que comienza a enrojecerse. Poco a poco vuelvo a la realidad y aguanto todo lo que quiero decirle, no creo que sea la mejor idea ahora mismo. Sin embargo, me limito a unas simples palabras, que aunque van en contra de lo que acabo de pensar que no podemos continuar con esto, consiguen escaparse sin pensarlas:
    Si necesitas algo tienes mi teléfono y mi dirección.

De vuelta en el trabajo, se hace cuesta arriba: conseguimos un par de sospechosos, no obstante, aún no tenemos las pruebas necesarias para presentar cargos formalmente, sólo nos basamos en conjeturas —lógicas y racionales, pero conjeturas al fin y al cabo—. Reconozco que tengo uno de los mejores equipos, así que no tengo que mandarles qué hacer, la mayoría de las veces ya saben cuál es su tarea y que, cuando estamos atascados en situaciones así, es que el caso sólo puede mejorar.
David me llama para avisarme de que ya ha llegado y que acaban de empezar la primera reunión en la que no hacen más que hablar de posibles estrategias de ataque, tanto aéreo como terrestre o naval. Ahora están en un descanso y los dos minutos que hemos podido hablar no han hecho sino preocuparme más y distraerme del caso. Espero que todo acabe pronto y volver a mi pequeña normalidad, el domingo estará de vuelta y en una semana, con suerte, tendremos bajo custodia al culpable. Sólo unos pocos días más.
Mi jefe me llama a última hora de la mañana para hablar en su despacho y tomo aire antes de entrar, intentando encontrar cualquier excusa para el bajo rendimiento de hoy.
    Vamos a conseguir las pruebas, sólo dénos un poco más de… —es el saludo que le doy.
    En ningún momento he dudado de ti, Sanders.
    ¿Entonces?
    Es un tema más bien personal. Siento la indiscreción, pero mi mujer no para de preguntarme y, ya sabes…
    Jefe, al grano —le corto.
    Cuida tu insolencia, niña —abro la boca para replicar—. Y ya sé que podrías ser mi superior y bla bla bla. Te preguntaba por David; he oído algo sobre Washington, pero no han especificado nada.
    Se ha ido a una reunión de jefazos o algo así. Vuelve el domingo.
    Entonces no será para tanto como me temía. ¿Qué tal estáis? —me ofrece asiento.
    Bien… —digo con prudencia.
    ¿Hay planes de…ya sabes…formalizar?
    No, no —contrarresto el ataque de tos repentino—. Todavía no he hecho siquiera los veinticuatro, señor. ¿No cree que debería esperar un poco?
    Bueno, él no es un niño y a las mujeres de los soldados les queda una buena pensión.
    Prefiero no pensar tan a largo plazo —y mucho menos con lo que me ha comentado hace un rato.
    Lo decía porque sería el siguiente paso. Incluso vivís juntos en una bonita casa proporcionada por esta agencia ¿no es verdad?
    Me la he ganado con esfuerzo —replico, por no decir con sangre, porque ya lo creo que si he derramado en este trabajo—. Ahora debo seguir con…
    Tranquila, Alice. Que tus subordinados hagan el resto. Tienes el día libre para que empieces a prepararle algo a mi ahijado.
    No me parece justo. George tiene hijos, Will una mujer esperándolo, Murray…
    Tú eres su jefa, recuérdalo. Y yo el tuyo, así que vete a casa a relajarte un rato. Ya hablaremos para vernos cuando David vuelva.
Odio que me traten de una manera diferente al resto por cualquier motivo. No creo que les guste verme salir antes por ser familia del comandante de la comisaría y a mí tampoco, aunque saben que soy quien más horas extra hago sin que nadie siquiera lo mencione y quien más turnos cambia por ayudarles. A pesar de eso, con el caso así no creo que sea el mejor día para escaquearme, y mucho menos después de no aparecer por la mañana, así que obedezco a medias. En casa sigo trabajando por teléfono con el resto hasta que llaman al timbre. En cuanto veo a Patrick en el umbral, me cruzo de brazos, mirándole de arriba abajo. Al menos ahora está vestido en condiciones.
    ¿Cuánto necesitas? —voy a por la cartera en la que reservo una parte de mi sueldo para él.
    No quiero dinero —grita desde la puerta—. ¿Puedo pasar?
    No lo sé, dímelo tú. ¿No decías que lo único que querías era perderme de vista?
    No sabía lo que decía.
    Pues ya eres mayorcito para pensar antes de hablar —aguanta mi mirada un instante y baja la cabeza—. Entra.
Cierra la puerta tras él y recojo la mesa del comedor, metiendo los papeles en sus carpetas. Mañana tendré que llevarlos a la oficina de nuevo y algo me dice que después de hablar con él no estaré de humor para hacer nada precisamente calmado. Cuando levanto la cabeza, veo está parado frente a una foto de David y yo.
    ¿Qué querías? —se sobresalta y repito la pregunta al girarse— ¿A qué has venido, Patrick?
    Antes me he pasado.
    Yo diría más bien los últimos años.
    Tú tampoco has sido un ángel —me pongo tensa de repente. No soporto oír esa palabra.
    No vuelvas a decir esa palabra en mi presencia, ¿entendido? —asiente confuso— Nunca dije que lo fuera. He cometido muchos más errores que tú.
    No lo parece; teniendo en cuenta esta casa… —mira alrededor.
    Sólo he sabido seguir adelante.
    Y supongo que tener contactos también ayuda.
    ¿Qué quieres decir? —espero que no sea lo que pienso.
    Que tu marinerito tampoco es pobre. Seguro que cobra un buen sueldo.
    ¿Insinúas que estoy con él por dinero?
    ¿Por qué si no ibas a estar con alguien tan mayor, que no está en casa y que es completamente distinto a ti?
    Porque le quiero.
    No te lo crees ni tú. ¿Aún no te ha pedido que te cases con él? Estoy seguro de que está ansioso por tener hijos, así que yo tendría cuidado a ver si pincha los…
    Tantos años y no has cambiado ni un ápice. No te sientan bien los celos, Pat.
    No estoy celoso.
    Y por eso nos atacas a David y a mí sin motivo ¿verdad?
    No me gusta para ti —se queda a unos centímetros de mi cara con un paso—. Te conozco.
    No se engañe señor Thorne —le provoco acercándome más—. Ya no soy la niña que se dejaba guiar por sus impulsos.
    ¿Y qué pasaría si continuases siéndolo? —nuestros labios se rozan.
    ¿Ahora? —asiente y respiro su aliento— Estarías fuera de mi casa con otra bofetada de regalo —mi voz dulce hace que pierda la cabeza.
    ¡No puedes hacer eso! —se aparta bruscamente— ¡No puedes decirme todas esas cosas y luego besarme!
    ¿Acaso te he besado?
    Estabas a punto.
    No tenía intención de besarte.
    Entonces, ¿por qué lo has hecho?
    Para enseñarte que no puedes tener todo lo que desees.
Es cierto, no he sentido nada especial cuando lo he hecho, es posible que algo parecido al nerviosismo, pero estoy segura que ha sido porque estaba esperando a que él se lanzara, y no sé cómo se lo explicaría luego a David, si en verdad fui yo quien lo provocó. Como si supiera lo que está pasando, mi teléfono suena y la foto de mi novio resalta pidiendo que lo coja. Patrick me mira y después al teléfono que, sin darme cuenta, ya lo tengo en la mano. Respondo sosteniendo la mirada en los ojos de mi invitado, no pienso perder la oportunidad de hablar con él sólo porque Pat esté enfadado conmigo, porque tenga una rabieta de niño.
    Hola.
    Hola, amor. ¿Sigues en el trabajo? ¿Puedes hablar?
    Vete —digo sin voz a Patrick—. Sí, claro. ¿Qué tal el día?
    No pienso irme —sostiene firme, ignorando al que está al teléfono.
    ¿Con quien estás? —también parece más serio de lo normal.
    Con Murray. Estábamos repasando unas cosas. Te llamo en cinco minutos ¿vale?
    Por mí no te cortes —Patrick continúa metiéndome en problemas.
    Cinco minutos. Ni uno más —repone; no le ha gustado nada oír que hay otro hombre conmigo.
Cuelgo sin responderle, la verdad es que no podía responder nada apropiado a eso. Puede que se hubiera contentado con un «vale», pero me parece tan estúpido que no merecía la pena decirlo. Ahora sólo sé que estoy en un lío con David, no le guste que esté con otros, y mucho menos estando él tan lejos.
    ¿Por qué le mientes?
    Porque no quiero que escuches nuestra conversación. Ahora vete o te echo yo.
    Hazlo. No pienso irme hasta conseguir lo que quiero.
    No voy a hacer nada contigo.
    No te creas tan importante. Sólo quiero que me respondas a unas preguntas.
    Estoy harta de ti, Pat —suspiro y me dejo caer en el sofá—. ¿Sabes qué te digo? Haz lo que quieras. Por mí como si acampas en el jardín, pero déjame en paz un rato. Coge el dinero que necesites y deja que espere a mi novio tranquila, por favor —me tumbo y me tapo la cara con una mano.
    ¿Estás bien? —se preocupa por mí.
    Cansada —mi día se resume en esa simple palabra—. Dime, ¿qué vas a hacer?
    Por ahora, lo que me pidas.
    Que alguien me despierte. No es posible que Patrick Jay Thorne haga caso a algo más que no sea su ego o a sus instintos de hombre —añado con mi característico tono de sarcasmo.
    La gente cambia —se limita a contestar.

    Sinceramente, dudo que tú lo hagas alguna vez; y ya empieza a ser tarde.

viernes, 15 de enero de 2016

NADIE: Capítulo 1

Capítulo 1
Deposito con cuidado las flores en su tumba y la comienzo a limpiar escrupulosamente, como cada año desde que murió. Llevo todo el día trabajando y el cansancio puede conmigo antes de terminar. Poco a poco siento cómo se me van cerrando los párpados, no sirve de nada tocarme la cara con las manos frías para despejarme, el sueño acaba venciendo una vez más.
Me despierto de un sobresalto y lo veo en cuclillas en frente de mí, con su sonrisa permanente, los ojos verdes brillando como el día que lo conocí y el pelo castaño claro repeinado hacia atrás. Lleva la chaqueta azul marino, al igual que la corbata, y pantalón y camisa blancos: el uniforme de la marina.
    ¿Qué haces aquí?
    Nada, me aburría y dije «eh, ¿por qué no me voy a echar una siesta al cementerio? Parece divertido».
    Vale, vale —se ríe de mi sarcasmo y me levanta cogiéndome de la cintura.
Me ayuda a limpiarme la tierra y me saluda con un beso, como acostumbra a hacer desde que empezamos a salir hace casi dos años. Reconozco que al principio fue algo en contra de mi voluntad, pero ahora que me he acostumbrado no está tan mal. Le miro de arriba abajo, normalmente no lleva el uniforme de gala, sino el de camuflaje azul. Supongo que habrá tenido algún tipo de reunión, cosas de jefazos, supongo; menos mal que no confían en mí como para darme responsabilidades así. Un equipo es suficiente.
    Qué guapo.
    Me encanta cuando me mientes así. Tú también estás preciosa, como siempre — incluso hoy me arranca una sonrisa.
    ¿Un mal día? —parece tan cansado como yo.
    Un poco. ¿Tú qué tal lo llevas?
    Mejor que antes.
    Tampoco es muy difícil.
Me sonríe y se lleva la cicatriz con forma de siete a los labios. Los siento cálidos antes de abrazarle. No sabe cuánto le agradezco que esté aquí y que no haga preguntas sobre el pasado. Lo único que sabe es que entré muy joven al FBI y que he rechazado bastantes ascensos durante estos seis años. Ha hecho que acepte todas las marcas que tengo en el cuerpo —hombro izquierdo; hígado; antebrazo y muñeca izquierdos por un intento fallido de suicidio; y otras tantas que no quiero mencionar—, tarea difícil, sin duda.
Sin hablar más nos despedimos de Lily y volvemos a casa. Antes la despedida solía incluir largos minutos mirando la piedra con su nombre, reproches a mí misma, odio contra todo el que le causó cualquier tipo de daño —incluida yo— e incluso alguna que otra lágrima, pero se ha ido reduciendo hasta bastar con una simple mirada cariñosa y un 'te quiero' en forma de murmullo. Igualmente, las visitas han pasado de ser diarias a casi mensuales, ya que hay veces que me es imposible venir y no lo estoy llevando tan mal. Aunque todavía me paso de vez en cuando a comentar cualquier cosa que creo que le hubiera gustado, aunque sea una locura porque sé que no me puede escuchar, pero es un alivio saber que no será olvidada, no se merecía eso.
David pide la cena, ya que estoy demasiado cansada como para cocinar, mientras me ducho dejando el agua correr durante más tiempo del necesario, he de reconocer que a pesar de intentar normalizarlo, el día a día de un investigador de homicidios no es fácil ni mucho menos agradable. Preparo más papeleo para mañana temprano, por suerte o desgracia no todo son cuerpos e interrogatorios, necesito documentarme de vez en cuando, y como jefa de equipo, redactar más informes de los que me gustaría: casi de cada paso que damos. Prefiero enfrentarme a un almacén lleno de tipos con armas a redactar un informe más. Nadie me avisó de esto.
Después de encargarme yo de recoger, él me abraza por la espalda mientras sigo organizando las pruebas del caso que me acaban de asignar. No me dejan sacarlas de la oficina, por eso anoto cada detalle que me llama la atención y hago fotografías, pero lo hago de manera tan desordenada que si no dedico un rato a ponerlo bien me es imposible concentrarme. Y con David abrazándome, mucho menos.
    ¿Ahora mejor?
    Deja que termine esto, anda.
    No —refunfuña. Si quisiera levantarme de la silla, lo haría como si fuese una pluma, puede que a veces abuse de su fuerza, pero no está del todo mal.
    No seas crío, David. Tengo que terminar —intento deshacerme de él.
    ¿Y no piensas descansar? —me recrimina.
    Ya lo he hecho.
    Comer y el cementerio no cuenta —zanja la discusión cogiéndome; aunque tampoco me importa del todo.
    Eso no es justo —me deja en el sofá y se sienta a mi lado.
    Me da igual. Eres mi novia y te quiero conmigo. Suficientes desgracias veo al día para que cuando llegue sigas trabajando. Sé que te gusta, pero yo también.
Aunque sea militar, lleva una unidad especializada en asuntos de marines: investigación de desapariciones, agresiones, asesinatos... Supongo que por eso nos entendemos bien, vemos tantos horrores al día que es difícil ser inmune y tener a alguien que comprenda eso ayuda a sobrellevarlo. Aunque debo reconocer que, a estas alturas, hay pocas cosas que me produzcan una reacción realmente...memorable. Sin embargo, no deja de ser una especie de jefe de la zona, así que tiene reuniones a menudo con sus iguales o superiores del Estado, que yo recuerde nunca ha habido nada tan serio como para que se reúnan los del país. A fin de cuentas, no deja de ser un soldado.
    Cinco minutos —acepto.
    Veinte —intenta negociar.
    Cinco —insisto.
    Diez.
    Hecho —le sonrío y le beso suavemente.
    Estabas deseando hacerlo —me agarra con fuerza.
    Creído.
Olvido los papeles —puedo terminar mañana en la oficina— y dejo que todas las preocupaciones posibles vuelen lejos de mí, lo que no es demasiado difícil con él intentando quitarme la ropa y tumbándome en el sofá bajo él. Siento sus músculos tensos a mi alrededor y su apetito comienza a crecer rápidamente, no obstante, hoy no hemos hablado de casi nada y cuando acabemos estaremos tan agotados que no querremos hacer nada sino dormir. Y no quiero que sea así.
    ¿Qué has hecho hoy? —intento apartarle.
    Prefiero mantener el trabajo fuera. No quiero estropear esto —responde aceleradamente, besándome el pecho.
    No has estado en la base, ¿verdad? Por eso llevabas el uniforme.
    Han convocado una reunión con los responsables de la zona —se da por vencido y se sienta, aún con la mano en mi muslo.
    ¿Y de qué habéis hablado?
    Pasado mañana me voy a Washington —dice serio.
    ¿Cómo? —me giro para mirarle a los ojos.
    Los altos cargos de cada estado vamos a otra estúpida reunión y...
    ¿Alto cargo? David, eres capitán, no... —deben de estar muy desesperados para depender de gente con su nivel de mando.
    Estoy el primero en la lista —me separo, confusa.
    ¿Qué lista? ¿De qué hablas?
    Olvídalo; sabía que no tenía que decirte nada.
    ¿Te hubieras ido sin más?
    Es una semana, tampoco es para tanto.
    Me da igual. Respóndeme.
    Tiene los nombres de los que estamos en activo.
    Pero hay cientos de marines delante de ti, no lo entiendo.
    No que estén en condiciones para el frente: traumas, adicciones, delitos, edad...
    No estamos en guerra; al menos no vosotros. Oriente Medio no os incumbe, sois marines.
    Si necesitan refuerzos, sí. De todas formas no creo que sea sobre eso —añade justo después de ver mi cara asustada.
Otra vez no, por favor. Cuando consigo estabilidad siempre pasa algo. Y si hay algo que me dé pesadillas, son las ideas de una verdadera guerra, inocentes muriendo por todas partes, buenas personas dando sus vidas por estupideces, rencores entre las personas a pie de calle y aún más crímenes... No puede ser verdad, me niego.
    No quiero que te vayas —me acurruco a su lado, de alguna manera ese miedo junto a él me hace necesitar protección.
    ¿Quién te ha dicho nada? No pienso moverme de tu lado, ¿me oyes? Te quiero.
    Yo también —le beso y se queda mirándome—. ¿Pasa algo?
    No, tan sólo…
    ¿Qué?
    Nada, déjalo —me sonríe—. Vamos a la cama —le miro de reojo—. A dormir, mente sucia. A no ser que…
Buenas noches.

domingo, 10 de enero de 2016

NADIE: Prólogo

Prólogo
Debía aceptar que ya no era un niño. Un topo había traicionado a su padre y lo había encerrado de por vida en una cárcel, sin tener la oportunidad de verle de nuevo.  Lo que realmente le confundió fue que no se presentaron cargos de ningún tipo contra él, pudiendo haberlos, pues él estaba al tanto de todos sus negocios. ¿Por qué no terminar con toda la organización de golpe? Los altos cargos están en la cárcel y los que hacían el trabajo sucio corren su misma suerte o están muertos.
Había vuelto a pasar, la chica que amaba lo había abandonado, y esta vez de la manera más cruel posible: no sólo le había dejado después de su primera y única noche juntos, también había pretendido que traicionase a su propio padre, el único que había demostrado quererle sinceramente toda su vida. La forma en la que ella se fue le llenó de furia; su padre le había explicado y le había hecho ver la verdad: ella sólo le quería para poder entrar en el negocio y empezar a organizar otro en su Francia natal; de algún modo se había enterado de quién era hijo y eso le había perjudicado las dos veces que se había enamorado. Cuando se enteró de que había muerto, sabía que debía sentir alivio, pues sería una traba menos para que el imperio Moore controlase el negocio de las drogas a nivel mundial, pero no podía evitar estar profundamente dolido. Aún la amaba y lo seguiría haciendo hasta mucho tiempo después. Mas, tras recibir esa llamada en la que oyó de nuevo su propia voz, de la chica por la que había llorado semanas y por la que había sufrido más que nunca, diciéndole que tenía que traicionar a su padre o si no moriría, le llenó de confusión. No obstante, sabía que mentía, pues su padre sería incapaz de arrebatarle de esa manera a lo que le proporcionaba su entera felicidad.
A decir verdad, si todo aquello que dijo fuese verdad, hubieran vuelto a hablar; y no ha recibido noticias de ella —ni las recibirá de forma voluntaria—.
No hacía falta hablar con su mentor para saber perfectamente qué hacer: levantaría el imperio que tanto trabajo costó a su padre de nuevo, con sus propias manos si fuera necesario; y encontraría al traidor, le haría sufrir como nunca se había visto. Empezaría por su familia y, cuando se sintiese solo y acorralado, terminaría con él de la peor manera que se le pudiera ocurrir.
Adoptó la peor enseñanza que pudiera dejarle su padre: no tener sentimientos. Usaba a las personas cada día como un pañuelo de papel, una vez sucio, a la basura; y si había la posibilidad de que se fuera de la lengua, sus guardaespaldas se encargaban de todo. Después de que ella le dejase, optó por cerrar las puertas definitivamente a su corazón y juró por su padre que no pasaría lo mismo que la otra vez que intentó sellarlas.

De nuevo, se equivocaba.

NADIE

Hola!!
Al fin os traigo la segunda parte de Sin Nombre!! Sé que he tardado mucho, pero necesitaba que estuviera perfecto antes de arriesgarme a compartirlo, y poco a poco lo estoy consiguiendo.
Igual que la anterior, subiré un capítulo por semana, de momento serán los viernes, y si recibo comentarios o voy más rápido en la revisión podré subir dos a la semana.

Os dejo la sinopsis y a continuación el prólogo. Espero que os guste y estoy abierta a comentarios, como siempre, por aquí, Twitter (@Lizzy_Finley) o Wattpad https://www.wattpad.com/story/12818992-sin-nombre-sinopsis


Esta vez la decisión es completamente suya.
¿Hacer la vista gorda y dejar que el resto solucionen sus problemas, o encargarse ella misma, arriesgando su vida, de nuevo?
Igual que hace seis años, dejará a parte su casi reconstruida vida para por el deber.
En la justicia no se dejan cabos sueltos; y ella lo hizo. Quizá amor, quizá piedad, quizá estupidez.
Alice Sanders volverá a meterse en su papel de niña rica para acabar lo que dejó a medias.
Alice Du’Fromagge revivirá en un mundo en el que la están buscando sin saber el por qué; sólo que varias mujeres parecidas a ella han sido asesinadas de una manera demasiado familiar para ella.
Un imperio más poderoso y con ojos en cada rincón buscará a la chica que engañó a su gran jefe y le volvió loco: un nuevo Moore, aún más peligroso, ha vuelto a la carga, y esta vez con sed de venganza.
Lidiar con el presente no es fácil, pero imagina hacerlo también con dos distintos pasados e intentar tener, al menos, algún futuro.

Esta vez no se dejará tirar tan rápido. Ahora tiene algo que la ata a su verdadera vida y luchará por ello con uñas y dientes…hasta que le vuelva a ver.