— ¿Cómo
que te vas? ¿Cuánto tiempo? —ninguno se lo puede creer, pero es Beat quien toma
la palabra. Es un chico pequeño y al que todos protegen. Un día le dieron una
paliza a traición y desde entonces no ha vuelto a ser el mismo.
— Seis
meses. Después haré el curso siguiente allí.
— Pero
es muy lejos. Y ¿a un internado? No fue para tanto —pobre Jess.
— Ya
van varias veces. Y mi tío vive en Los Ángeles también, así que me echará un vistazo.
— ¿Qué
haremos sin nuestra pequeña? —añade dramáticamente Hood, intentando de poner
algo de humor— ¿A quién sacaremos ahora de peleas?
— Tranquilo
Hood, siempre nos quedarás tú—arranco una pequeña sonrisa al grupo. Le veo
fumando e intento quitarle el cigarro.
— No.
Sabes que no debes.
— Venga,
solo un poquito.
— Ya
me has oído.
— Échame
el humo aunque sea.
— ¿Eso
no tendrías que decírselo a tu novio?
— Cuando
lo tenga, lo haré, pero hasta entonces…
— ¿Cómo
que no tienes? Pero si aquí estoy yo— Bells, metro setenta y pico de puro
músculo y ni un solo gramo de cerebro, me coge del cuello y me besa. No me
gusta, pero tampoco me disgusta, así que lo dejo hasta que se separa
bruscamente de mí. No sé cuanto hemos estado de esa manera, pero PJ está
enfadado, aunque lo quiera ocultar.
— ¡Vale
ya! Os acabarán viendo—nos dirige una mirada que nada tiene que envidiar a un
buen cuchillo—Vámonos.
Todos entran de nuevo y paso las horas muertas en el Skate
Park, donde puedo estar tranquila. Algunos nos temen, así que nadie me molesta.
Cuando es la hora, voy a la cueva, donde ya hay gente fumando con pipa de agua.
No me dejan tabaco, pero no han dicho nada de esto y, además, me relaja y ayuda
a pasar el mono.
Llegan con bromas y ni siquiera se fijan en mí excepto Hood,
que se sienta a mi lado y sigue, igual que yo, a PJ hasta su “habitación”.
— ¿Por
qué está enfadado conmigo? No he hecho nada malo
— No
creo que enfadado, solo…decepcionado.
— ¿Por?
— ¡Baby!
—Nos interrumpe Bells— Aunque diga PJ que eres sagrada, no me importaría
ganarme una paliza por repetir lo de antes—me guiña un ojo y un escalofrío me
recorre toda la espalda. Nunca había pensado en nadie de aquí de esa manera,
bueno, quitando a…
— Eso
—Hood, sencillo y directo.
— ¿A
qué se refería con eso?
— Exactamente,
no tengo ni idea. Quién sabe lo que le ronda a ese por la cabeza.
— Pero
sí por dónde van los tiros.
— Bueno,
supongo. En parte, nos sentimos responsables de ti. Ya sabes, por ser la
pequeña y eso.
— Soy
la mejor con la navaja —no debo ser cortante, pero es lo que me sale.
— Y
liándola también —se le escapa una ligera sonrisa.
— Si
me dejaseis sola, conseguiría salir sin ayuda.
— Pero
nunca lo estarás —me mira fijamente. Y se recuesta sobre el sofá de nuevo.
— Sabes
que, técnicamente, era mi primer…
— Sí.
— ¿Habrá
sido eso? Ya sabes, el por qué se ha enfadado tanto; quizá, él quisiera ser el
primero. —La posibilidad hace que se me revuelva el estómago, pero no como
antes, es incluso agradable.
— Es
lo más posible. Pero, nosotros ya hemos pasado por todo esto, y queremos que
para ti sea especial.
— Ha
sido una broma. No cuenta ¿verdad?
— Eso
es decisión tuya. —espero lo suficiente para que las voces de mi interior se
callen un poco y me dejen pensar.
— ¿Crees
que querrá hablar conmigo?
— Sólo
hay una forma de descubrirlo—me señala las escaleras con los ojos y me decido.
Aunque no quiera hablar, por lo menos va a escucharme;
apenas me queda tiempo para volver a
casa.
Abro la puerta muy despacio y me siento a su lado, en la
pared de enfrente al dibujo del lobo.
— ¿Estás
bien? Llevas todo el día sin hablarme—no me responde— Mira, si es por lo de
Bells, sabes que ha sido una broma, yo nunca… Sería extraño, e incómodo ¿no
crees? —Sigue mirando fijamente la pared. Falta algo al dibujo, pero ninguno
sabe el qué.
— Es
tu vida— ¿Es mi vida? ¿Se empeña en protegerme y ahora me viene con estas?
Espero a calmarme antes de hablar de nuevo.
— Os
voy a echar de menos. Llamaré siempre que me dejen, me gustaría que cogieses el
teléfono cuando lo haga. Ayudaría. —Me empeño en mirarle a los ojos, pero sigue
inexpresivo— Tengo que irme ya. Lo siento. Si quieres decirme algo —intento que
me hable—, lo que sea…ahora es el momento.
— Nada.
—aprieto el puño y salgo de la habitación tras asentir.
Me voy directamente a buscar el amparo de mis padres, aunque
el recibimiento es igual. Hago las maletas y me preparo para mi nueva vida.