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martes, 9 de junio de 2015

Relato corto: Capítulo Final

In My Life
Una nota. Es todo lo que se necesita para cambiar la vida de muchas personas. La investigación está estancada, ninguna prueba y más víctimas; los delitos menores siguen creciendo y cada día quedamos más en ridículo, pero aunque pongamos todo nuestro empeño en los casos que tenemos, nada se arregla.
Estamos en comisaría, tan perdidos como el primer día o incluso más cuando el ascensor se abre, trayendo un mensajero consigo. Este, a su vez, tan sólo un papel que debe entregar al Detective principal. Con el ajetreo, nadie se percata de él excepto yo, pero espero a que se acerque para advertir de su presencia. El Detective le mira con recelo antes de coger el papel que le entrega, y nada más leerlo, le coge del cuello y le estampa contra una pared, gritándole que quién le había ordenado traerla, pero él, asustado, tan sólo responde que era un encargo de su agencia y que no sabe nada, pero aun así le pone bajo custodia antes de que nadie pueda preguntar qué ocurre.
Nadie se atreve a coger la nota que ha alterado así al Detective, por lo que esperan a que él les indique qué hacer. Relee la nota una y otra vez antes de gritar que se preparen todos los policías de los que la comisaría dispone para salir cuanto antes, sin embargo, se niegan a movilizarse sin motivos. El Detective se ve obligado a leer la nota en voz alta, pero resulta ser una sencilla dirección, no muy lejos de allí. Pero la particularidad que ha hecho ponerse al Detective en guardia no es eso, sino la firma: diez gotas de sangre, una por cada víctima. Por ello, enseña en alto el papel, provocando que la comisaría estalle en acción tras unos segundos en los que todos toman aire, concienciándose de lo que acaban de ver.
Los coches se llenan de policías armados hasta los dientes, dispuestos a acabar con aquel asesino atroz. No van a pensárselo dos veces si a alguno de ellos se le pone a tiro, podrían alegar que estaba armado y nadie lo negaría. Ha creado mucho odio entre la policía, especialmente por las amenazas al Detective, y eso solo se puede solucionar de una manera. De hecho, lo está buscando, pues ¿por qué si no iba a indicar su paradero? Lo que el resto no sabe es que la nota no tenía una simple dirección, era y es un doble desafío: el llevarlo hasta la comisaría y la dichosa nota al completo, incluyendo el ''Ven a buscarme'' escrito a mano en una esquina.
El coche del Detective va en cabeza, a una velocidad bastante peligrosa, pero el resto le siguen al mismo ritmo por la ciudad, arriesgándose a tener un accidente o a provocarlo, pero el asesino es incluso más importante que eso. Uno puede recuperarse de un golpe con el coche, pero no de un asesino en serie acechando en la calle.
Sólo frenamos cuando lo hace el primer coche, pero para nuestra sorpresa no es una casa como esperábamos, sino un almacén abandonado en un viejo polígono industrial. Resulta el lugar perfecto para cometer sus crímenes, no sé cómo lo hemos podido pasar por alto. Al entrar, todos tienen que taparse  la boca con la manga de la camisa, pues el polvo que levantan al andar apenas les permite respirar; se hace aún más visible bajo la luz blanca de las linternas, impidiendo aún más la visión. Todos los policías se ponen aún más nerviosos, todo aquello podría ser una trampa, seguramente lo es, pero están tan decididos a acabar con él que no razonan más allá de lo que podrían hacer. Comienzan a llenar la estancia a pleno grito de '' ¡Policía!'', apuntando a todos lados a la vez, buscando sin cesar, con los dedos en los gatillos, un objetivo al que disparar.
Los pasos resuenan por la sala como bolas de hierro cayendo sobre cristal, creando eco y aumentando el temor en los supuestamente valientes policías, pues son ellos mismos los causantes de ese temor.
Tras unos apoteósicos minutos, lo único que consiguen descubrir es una mesa exactamente en la mitad del almacén, ya que a excepción de eso se encuentra absolutamente vacío, ni siquiera existen escaleras o plataformas de la segunda planta. Los policías comienzan a agruparse de nuevo con el Detective, una vez que la zona está asegurada. Este se acerca a la mesa lentamente, bajo la mirada del resto impaciente que ansía conocer sus pensamientos; aunque temen su reacción casi tanto como temían la posible emboscada del asesino. Entonces, muy poco a poco, comienza a girarse con una amplia sonrisa en los labios. Abre los brazos una vez que todos pueden verle de frente y con una seca carcajada, habla:
¾     Sólo un asesino es necesario para limpiar una ciudad —murmuro—. Aquí me tenéis —digo antes de llevarme la pistola a la sien y apretar el gatillo.

There are places I remember; All my life, though some have changed; Some forever not for better; Some have gone and some remain

Relato corto: Cuarto capítulo

Revolution
Una prueba. Es todo lo que se necesita para dar la vuelta al caso. Con hoy se cumplen cuatro meses, y tras ocho víctimas —aparecidas con exactamente el mismo modus operandi— asesinadas regularmente cada dos semanas, varias burlas del autor de los hechos hacia la policía y serias e inquietantes amenazas dirigidas expresamente al Detective principal y en especial a su familia, creemos que tenemos una prueba sólida. En ninguna de las víctimas había el mínimo rastro de huellas, restos biológicos o cualquier otra cosa que pudiera identificar al asesino. El día a día se hace más complicado, la frustración reina en toda la comisaría, pero sobre todo en el Detective. A partir del segundo mes, ha estado recibiendo correos electrónicos, imposibles de rastrear, para variar, con fotografías de vigilancia de su esposa e hija y advertencias para que dejara de investigar o acabaría con ellas. Por supuesto, tienen escolta las veinticuatro horas del día, pero ni siquiera eso resulta suficiente para calmar al policía, el cual continúa asustado y bastante preocupado. Es increíble como continúa trabajando más duro que nunca para atrapar al responsable, nada consigue aplacar su ira.
La única prueba que parece válida no estamos seguros que lo sea ante un juez, pues la conseguimos en la casa de uno de los principales sospechosos de manera, digamos, no del todo regular. Mi opinión es que no se aceptaría en un juicio, pero al menos sirve para encaminarnos y dejar de dar palos de ciego, pues a parte de ser prostitutas, las víctimas no tenían otra relación que las conectara. El sospechoso principal era un chulo  de poca monta de la zona, era quien mejor móvil podría tener y no podía confirmar algunas coartadas, así que fuimos a por él, pero rápidamente se descartó como presunto asesino, pues era demasiado simple como para cometer ese tipo de crimen, tan limpio como macabro. Aunque suene repugnante, se necesita una gran maestría para no dejar pruebas en absoluto a excepción de la que hemos encontrado. Una prueba casi sólida en cuatro meses, es normal que la ciudad esté asustada, yo también, y no les culpamos de que el miedo haya crecido considerablemente, de que la confianza en la autoridad haya caído en picado; pero, como casi todo, eso es sólo una parte de la población: los pobres, los que salen de casa cuando no ha amanecido y vuelven una vez que el sol se ha puesto de trabajar para llevar un miserable sueldo a su casa; los que se ganan la vida en las calles ya no tenían confianza en nosotros, pero desde luego que ahora mucha menos. Los delincuentes han aprovechado esto y hay más hurtos menores, más robos sin importancia como carteras o teléfonos móviles.
La mesa del Detective siempre está llena de papeles, es de la vieja escuela, no le gustan los ordenadores, pero eso no le impide estar al día de cada detalle nuevo. Sólo hubo un día que no estuvo pendiente de lo que ocurría en comisaría y su hija mayor fue encontrada en una cuneta con signos de agresión sexual, no se lo ha perdonado y nunca lo hará, y por ello dedica el máximo tiempo posible e incluso más a limpiar las calles, a eliminar todo lo peligroso que pueda encontrarse o suponer una amenaza, razón de más para continuar en el oficio.
La misteriosa prueba es un jersey de hombre que el propietario de la casa donde lo encontramos niega rotundamente que lo haya visto antes, y aunque le creemos, debemos acusarle para poder procesarlo. Está manchado con la sangre de una de las víctimas y tiene rastros de ácido, pero ninguna prueba biológica a parte de la subjetiva de la talla y quizá así el tamaño del culpable, pues según las agresiones el tamaño daría igual, con tener un mínimo de fuerza para arrancar las uñas y una sierra radial basta para entrar en el perfil. Hemos barajado varios móviles, pero ninguno es siquiera aceptable, pues al no haber nada que relacione a las víctimas, el único que podría ser una posibilidad llevaría un rechazo hacia esa clase social, si se le puede llamar así, pero en ese caso habría otro tipo de ensañamiento, serían asesinatos distintos según los psicólogos. Estos también dicen que por el modus operandi debe ser un hombre aislado de la sociedad, con un sitio acorde para realizar sus rituales y con un amplio conocimiento de la ciudad para esquivar las cámaras de tráfico y poder dejar los cuerpos sin ser visto, al igual que para no dejar ningún tipo de rastro debe conocer cómo eliminarlo o ni siquiera dejarlo. Los policías nos enfrentamos a un quebradero de cabeza, especialmente el Detective, el cual siente que se le agota el tiempo. Nadie quiere que mueran más mujeres, y mucho menos que alguna de ellas sea la hija o esposa del Detective al mando. De nuevo, tenía razón. No era más que el principio, todavía queda mucho camino por recorrer y está decidido a acabar con el culpable de todo aquello.

We all want to change the world; But when you talk about destruction; Don't Kknow you can't count me out.

viernes, 5 de junio de 2015

Relato corto: Tercer capítulo

Strawberry Fields Forever
Una mujer. Es todo lo que se necesita para arruinar meses de trabajo, para hacer que todo lo que he hecho caiga como si nada. Por suerte se me ocurrió al poco la idea de las amenazas al Detective, y lo que empezó como una maniobra de distracción ha acabo siendo bastante divertido, no sé por qué no se me ha podido ocurrir antes. Ahora están enfadados conmigo y no se centran en su trabajo, les será mucho más difícil cogerme; antes tendrán que centrarse, organizar la cantidad de refuerzos que les han enviado desde otras ciudades y si tienen suerte lo conseguirán, pero solo en ese caso. Debo decir que una afición está convirtiéndose en lo único que le está dando sentido a mi vida, en el trabajo no parece que haga nada productivo, nada por proteger a la gente, y en casa las cosas llevan sin ir bien bastante tiempo; sin embargo, de esta manera siento que estoy cumpliendo mi misión, estoy limpiando las calles, protejo a los niños de ver lo que no deberían, prevengo que las familias se separen, y todo con un simple gesto como matar.
   Aunque la verdad es que no es tan simple, si lo hiciera como si no me importara, no serviría de nada, el resto de gente no se concienciaría de lo que está ocurriendo y continuarían como si nada; por el contrario, de esta manera infundo temor y respeto. La prostitución ha bajado más de un veinte por ciento en la ciudad, y aunque llevo bastantes víctimas —o mártires por la causa, ellas no tenían la culpa de ser lo que era, muchas son partes de mafias y sé que he sido yo quien las ha liberado de ese yugo; estoy orgulloso de eso—, todas y cada una han merecido la pena. Es muy complicado conseguir eliminarlo completamente, mueve mucho dinero y hay personas con altos cargos políticos o de la ley que no les interesaría que sucediera, pero aun así voy a seguir intentándolo.
   Me he puesto una fecha límite. Si de aquí a un año y unos meses, es decir, cuando hagan los dos años desde el primer asesinato no lo he reducido a menos de un diez por ciento, haré algo mucho más grande para acabar con todos de golpe; todavía tengo que pensar el qué, pues tengo fe en que no tendré que llegar a ese extremo.
   Para entonces, pasaré a otro colectivo que también tendría que decidir, pues si ahora diría los camellos que se esconden en callejones y se topan con críos y les asustan, o incluso les ofrecen droga, quizá en el tiempo que pase entremedias las tornas pueden cambiar y la corrupción aumente aún más, y los policías corruptos son de la peor calaña que podría existir. Cuando tenga más experiencia en esquivarlos, cuando pueda conocerles mejor, iré a por ellos, pero por el momento prefiero mantenerme cuanto más alejado mejor. Es muy peligroso, y si quiero continuar, no sólo debo hacer eso, sino que también continuar con las amenazas al Detective encargado de mi caso para mantenerlos a raya. Quizá deba llegar un poco más lejos, incluso, sólo para asegurarme de mantener todo bajo control.
   Me siento bien, he ganado confianza a medida que las chicas se iban sucediendo, cada vez me parece más fácil hacer todo el trabajo, incluso limpiarlo todo, y conseguir que se vengan conmigo se ha vuelto un reto. Ya no confían en nadie, como es de esperar, y he acabado cronometrándome con las últimas tres. Mi récord son diez minutos. Unas lágrimas falsas de vez en cuando, una historia triste, unas risas de autocomplacencia y ya son mías. Es curioso cómo una técnica tan sencilla puede ser tan eficaz, aún sigo sorprendido de ello.
   Pero sin duda lo más divertido no es matar, por supuesto que lo disfruto en ocasiones, pero no hay nada comparado con despistar a la policía, con jugar con ellos. Me encargo de no dejar pruebas, para ello limpio siempre tan minuciosamente los cuerpos, pero reconozco que lo mejor que puedo hacer es obligarles a dar pasos en falso, si no recuerdo mal se encuentran enzarzados en la última que les dejé, la cual me costó bastante conseguir, pero juro por mi familia que jamás me he divertido más, sobretodo viéndoles tirarse de los pelos, quebrándose la cabeza para tratar de enlazarlo todo.
   Pero no soy un insensible, he visitado las tumbas de las víctimas, he ido a sus funerales —las que lo han tenido, porque alguna era extranjera y no tenía a nadie— para ver el daño que he podido causar, aunque sean colaterales, siguen siendo daños de todas formas. Y me enorgullece decir que, como mucho, sumando a todos los que fueron, no llegan a la veintena, y comparándolo con la cantidad que he podido salvar de su depravación, es un número ridículo.
   La que se encuentra en el suelo a mi lado no será la última, al menos de momento, quizá me tome un descanso bien merecido. 

Living is easy with eyes closed; Misunderstanding all you see

Relato corto: Segundo Capítulo

A Day In The Life
Una llamada. Eso es todo lo que se necesita en una comisaría para volvernos a todos locos. Una persona desaparecida hace moverse a colectivos ciudadanos, organizaciones gubernamentales, solidarias, o incluso internacionales; sin embargo, un asesinato es completamente distinto. Cuando alguien muere lo máximo que obtiene, y esto en caso de haber sido alguien importante o muy conocido en vida, es una noticia en un periódico puntual, con vagos detalles de lo sucedido, casi los mismos que obtendría un policía nada más ver el cadáver en la escena del crimen. Quizá algún acto funerario multitudinario, con prensa informando de quién asiste e invitados compaginando atraer la atención de los medios hacia su tristeza por lo sucedido con consolar a los familiares de la víctima. Aunque esto no es importante, sólo es el día a día que debemos vivir los policías, lidiando con las injusticias incluso después de la muerte.
Como decía al principio, una llamada puede cambiar muchas cosas, pero para nosotros, por frío y quizá cruel que suene, nos indica la vuelta a la rutina. Otra víctima, otro caso que cerrar, otra familia a la que consolar y a la que deber explicaciones que a veces ni siquiera tenemos después de años. El mayor regalo que puedes hacerle a uno de nosotros es un caso sencillo, que se cierre en un par de semanas y que haya sido un accidente, nada demasiado serio y que la condena no supere los dos años. Pero nunca es así. Los casos cada día se complican más, los asesinos se vuelven más inteligentes, los ladrones más habilidosos y los torpes más cuidadosos, excepto los de la policía, esos siguen igual que siempre, lo que unido al material anticuado no ayuda precisamente.
Sin embargo, este no parece ser demasiado difícil. Todas las instrucciones que recibimos son una dirección y una —muy— escueta descripción de la víctima: una prostituta encontrada en un callejón, algo bastante común por desgracia. El detective al mando es un experimentado policía, tiene el mayor índice de casos resueltos de la policía, por lo que es de los mejores de la ciudad, pero ni su nombre ni dónde sucede lo que estoy contando tiene importancia, hay muchas ciudades en el mundo y muchas más personas, así que será mejor que sea el resto quien se lo imagine a su antojo. El detective, como iba diciendo, incluso ha recibido medallas al honor por su eficiente trabajo, mientras que el resto de la comisaría se moría de envidia cuando se las entregaban, por mucho que quisieran pretender que no era así. Rápidamente subimos al coche y entonces pienso en qué se le pasará por la cabeza, siendo un hombre tan respetado y envidiado, con una maravillosa familia esperándole en casa y viendo tantos horrores al día. A pesar de todo, es una persona que infunde seguridad y confianza con solo mirarle, su gesto siempre serio resulta incluso paternal, actuando como tal con bastantes aspirantes a policías, alentándoles a continuar hasta conseguir lo que se proponían, incluyendo a un servidor. Claro, yo tampoco me he presentado, pero resulta que todo lo que estoy omitiendo son detalles sin importancia, en un caso de asesinato lo importante son los detalles respecto al caso, no a los que lo investigan, así que optaré por que el lector decida cómo soy; no me parece mal que tenga el control en algún momento, dado que es el elemento más importante pero nunca se le valora.
En el escenario del crimen, encontramos una víctima mutilada, ofreciendo la peor visión que he experimentado en mucho tiempo. El Detective anda a su alrededor, preguntando al forense sobre los detalles más macabros sin pasar desapercibida la rosa blanca sobre el pecho ensangrentado de la mujer. Tiene toda la pinta de ser un asesino fetiche, o al menos deja una marca, un sello de identidad, lo que nunca es bueno, pues suele significar que habrá más.
La víctima tiene mutilados ambos pechos, las uñas arrancadas de cuajo y la cara corroída con algo que podría ser ácido, por lo que será difícil identificarla. A pesar de ello, el Detective no desiste y se empeña en mirar minuciosamente cada rincón en busca de cualquier prueba, aunque es uno de los escenarios más limpios que haya visto, quitando la suciedad obvia de ser un callejón. Tras ordenar que los científicos y especialistas recojan y procesen las pruebas —nunca ha sido un hombre al que le guste mancharse, sino más bien de leerse los informes hechos con gran detalle y comenzar a investigar a partir de ahí—, vuelve de nuevo a comisaría con la sensación de que no es más que el principio.

I read the news today; About a lucky man who made the grade; And though the news was rather sad.

miércoles, 3 de junio de 2015

Relato Corto: Primer capítulo.

Esto es un relato corto que escribí hace poco para un concurso que resultó que no ganó nadie porque ''ninguno era lo suficientemente bueno''. Sí, por si no se nota todavía sigo dolida desde hace dos meses. Anyway, está dividido en cinco partes diferentes pero conectadas entre sí; es algo difícil de explicar, pero ya veréis. Espero que os guste y a cualquier cosa, mi twitter es @Lizzy_Finley o poned lo que queráis en los comentarios, tanto si os gusta como si os parece basura. Iré subiendo uno al día y en cuanto termine cualquiera de las historias que tengo entre manos las pondré aquí.  Gracias por leer.

Come together
Una persona. Es todo lo que se necesita para poner una nación del revés. Seguro que lo primero que se piensa es en algún político, deportista famoso, cantante o demás profesiones polémicas, pero a lo que yo me refiero es mucho más complicado y sencillo a la vez. Cuando el ser humano se ve amenazado, por lejos que se encuentre la fuente de su preocupación, no puede evitar expresar sus sentimientos, siempre hay algo que le delata, y solo hay un tipo de persona que puede lograr eso, que nos dejemos llevar por nuestros más profundos instintos animales, que olvidemos toda la humanidad de la que tan orgullosos nos sentimos por, quizá, sed de venganza o cualquier acto violento. Esa persona da igual a lo que se dedique, pues le guste o no siempre está pensando en lo que de verdad le gusta, y al igual que el resto no se para a pensar si está bien o no, simplemente lo hace porque le hace sentirse bien. Suena como una justificación, sé que lo que hago está mal, pero es lo único que consigue sacarme de la rutina del trabajo, familia y el mundo en general.
   Últimamente he tenido que aumentar mi...afición, han sido tiempos duros y no he podido dejarlo a un lado como antes, ya no es tan fácil ocultar. Todo esto se ha convertido en algo parecido a una obsesión, por mucho que me desagrade, y me es incapaz parar de hacerlo. Pero sé que no toda la culpa es mía, si los acontecimientos no hubieran sucedido así, yo no hubiera continuado con esto, quizá lo habría hecho un par de veces, pero no más de lo necesario. Un par de veces al año no estaría mal, y juro por lo que más quiero que lo he intentado, pero es muy difícil resistir a la llamada de...lo que sea que eso me hace sentir. No estoy seguro de que sea bueno, pero tampoco es malo. Lo hago para proteger a la mayor gente posible, es por el bien de todos. Simplemente a veces alguien tiene que hacerlo, debe ser el cabeza de turco en asuntos así, pues de o que estoy completamente seguro es que mucha gente piensa igual que yo, mas no lo dirán por miedo a lo que el resto pueda decir de ellos. Vivimos en un mundo de hipócritas, y temo decir que yo no soy uno de ellos, al menos ahora, una vez que he encontrado la manera de expresar todo lo que siento, de hacer un favor a la ciudad. No estoy pidiendo reconocimiento, no lo necesito, pero hago esto con un fin: mejorar la vida de todos.             Será mejor que comience a limpiar todo, no puedo dejarlo así hasta mañana. No sé si podré venir, y si no se elimina todo rastro de inmediato, dejará verdadera huella, y entonces sí que sería el fin. Aunque ahora que lo pienso he tenido bastante suerte encontrando este sitio, sin gente cerca y bastante tranquilo para que nadie pueda interrumpirnos. Me parece buena idea que comente cómo empecé, pero no voy a ahondar en el tema porque no lo veo necesario, y así será algo más fácil comprenderme. La primera fue un accidente, a decir verdad, no pretendía hacerla daño, pero descubrí una extraña sensación que iba más allá del arrepentimiento o del placer, algo tan extraño que todavía ni siquiera yo comprendo, después de más de un año. Primero he de decir que a las primeras sólo las retenía durante un tiempo, un par de días o tres, lo suficiente para poder sentir que estaban bajo mi control, y después las liberaba; nunca las he hecho nada malo que no hubieran hecho ellas ya por su cuenta. Nunca dijeron nada porque sabían lo que les esperaría, y pasar unos días lejos de todo, aislado, puede ser incluso reconfortante; estar lejos del bullicio de la ciudad es tan bueno para ellas como para mí, pero no resultó tan fácil. Fue mi culpa, lo reconozco, había comenzado a ignorarlas, ya no significaban lo mismo para mí, no me sentía igual al mirarlas, al verlas aterrorizadas, incluso. Todo lo que quería era darles una lección, que lo que estaban haciendo no estaba bien, pero continuaron con sus crímenes, y yo tuve que hacer lo mismo. Tras lo que ocurrió —una de ellas se rebeló contra mí y no tuve más remedio que matarla, si no se lo habría dicho a todo el mundo y me habrían tildado de ser el malo, cuando no es así—, se me ocurrió que al igual que ellas no paraban de hacer aquello, yo debía responderlas de una manera más contundente. Espero que aprendan así, no ha sido fácil ocultarlo tanto tiempo, viajando de ciudad en ciudad para limpiar las calles de depravación, pero aunque no lo he conseguido en todas, en esta, la mía, pienso esforzarme al máximo. No me importa lo difícil que sea, voy a alcanzar mi meta.
   Mi afición ya he mencionado que es especial, y aunque supongo que ya lo figurarás por lo que he escrito días antes, no veo de más decirlo abiertamente; reconocerlo es el primer paso, o eso es lo que dicen.
   Yo mato.
He say I know you, you know me; One thing I can tell you is...Come together