Revolution
Una prueba. Es todo lo
que se necesita para dar la vuelta al caso. Con hoy se cumplen cuatro meses, y
tras ocho víctimas —aparecidas con exactamente el mismo modus operandi—
asesinadas regularmente cada dos semanas, varias burlas del autor de los hechos
hacia la policía y serias e inquietantes amenazas dirigidas expresamente al
Detective principal y en especial a su familia, creemos que tenemos una prueba
sólida. En ninguna de las víctimas había el mínimo rastro de huellas, restos
biológicos o cualquier otra cosa que pudiera identificar al asesino. El día a
día se hace más complicado, la frustración reina en toda la comisaría, pero
sobre todo en el Detective. A partir del segundo mes, ha estado recibiendo
correos electrónicos, imposibles de rastrear, para variar, con fotografías de
vigilancia de su esposa e hija y advertencias para que dejara de investigar o
acabaría con ellas. Por supuesto, tienen escolta las veinticuatro horas del
día, pero ni siquiera eso resulta suficiente para calmar al policía, el cual
continúa asustado y bastante preocupado. Es increíble como continúa trabajando
más duro que nunca para atrapar al responsable, nada consigue aplacar su ira.
La única prueba que
parece válida no estamos seguros que lo sea ante un juez, pues la conseguimos
en la casa de uno de los principales sospechosos de manera, digamos, no del
todo regular. Mi opinión es que no se aceptaría en un juicio, pero al menos
sirve para encaminarnos y dejar de dar palos de ciego, pues a parte de ser
prostitutas, las víctimas no tenían otra relación que las conectara. El
sospechoso principal era un chulo de
poca monta de la zona, era quien mejor móvil podría tener y no podía confirmar
algunas coartadas, así que fuimos a por él, pero rápidamente se descartó como
presunto asesino, pues era demasiado simple como para cometer ese tipo de
crimen, tan limpio como macabro. Aunque suene repugnante, se necesita una gran
maestría para no dejar pruebas en absoluto a excepción de la que hemos
encontrado. Una prueba casi sólida en cuatro meses, es normal que la ciudad
esté asustada, yo también, y no les culpamos de que el miedo haya crecido
considerablemente, de que la confianza en la autoridad haya caído en picado;
pero, como casi todo, eso es sólo una parte de la población: los pobres, los
que salen de casa cuando no ha amanecido y vuelven una vez que el sol se ha
puesto de trabajar para llevar un miserable sueldo a su casa; los que se ganan
la vida en las calles ya no tenían confianza en nosotros, pero desde luego que
ahora mucha menos. Los delincuentes han aprovechado esto y hay más hurtos
menores, más robos sin importancia como carteras o teléfonos móviles.
La mesa del Detective
siempre está llena de papeles, es de la vieja escuela, no le gustan los
ordenadores, pero eso no le impide estar al día de cada detalle nuevo. Sólo
hubo un día que no estuvo pendiente de lo que ocurría en comisaría y su hija
mayor fue encontrada en una cuneta con signos de agresión sexual, no se lo ha
perdonado y nunca lo hará, y por ello dedica el máximo tiempo posible e incluso
más a limpiar las calles, a eliminar todo lo peligroso que pueda encontrarse o
suponer una amenaza, razón de más para continuar en el oficio.
La misteriosa prueba es
un jersey de hombre que el propietario de la casa donde lo encontramos niega
rotundamente que lo haya visto antes, y aunque le creemos, debemos acusarle
para poder procesarlo. Está manchado con la sangre de una de las víctimas y
tiene rastros de ácido, pero ninguna prueba biológica a parte de la subjetiva
de la talla y quizá así el tamaño del culpable, pues según las agresiones el
tamaño daría igual, con tener un mínimo de fuerza para arrancar las uñas y una
sierra radial basta para entrar en el perfil. Hemos barajado varios móviles,
pero ninguno es siquiera aceptable, pues al no haber nada que relacione a las
víctimas, el único que podría ser una posibilidad llevaría un rechazo hacia esa
clase social, si se le puede llamar así, pero en ese caso habría otro tipo de
ensañamiento, serían asesinatos distintos según los psicólogos. Estos también
dicen que por el modus operandi debe ser un hombre aislado de la sociedad, con
un sitio acorde para realizar sus rituales y con un amplio conocimiento de la
ciudad para esquivar las cámaras de tráfico y poder dejar los cuerpos sin ser
visto, al igual que para no dejar ningún tipo de rastro debe conocer cómo
eliminarlo o ni siquiera dejarlo. Los policías nos enfrentamos a un quebradero
de cabeza, especialmente el Detective, el cual siente que se le agota el
tiempo. Nadie quiere que mueran más mujeres, y mucho menos que alguna de ellas
sea la hija o esposa del Detective al mando. De nuevo, tenía razón. No era más
que el principio, todavía queda mucho camino por recorrer y está decidido a
acabar con el culpable de todo aquello.
We all want to change the world;
But when you talk about destruction; Don't Kknow you can't count me out.
No hay comentarios:
Publicar un comentario