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martes, 9 de junio de 2015

Relato corto: Cuarto capítulo

Revolution
Una prueba. Es todo lo que se necesita para dar la vuelta al caso. Con hoy se cumplen cuatro meses, y tras ocho víctimas —aparecidas con exactamente el mismo modus operandi— asesinadas regularmente cada dos semanas, varias burlas del autor de los hechos hacia la policía y serias e inquietantes amenazas dirigidas expresamente al Detective principal y en especial a su familia, creemos que tenemos una prueba sólida. En ninguna de las víctimas había el mínimo rastro de huellas, restos biológicos o cualquier otra cosa que pudiera identificar al asesino. El día a día se hace más complicado, la frustración reina en toda la comisaría, pero sobre todo en el Detective. A partir del segundo mes, ha estado recibiendo correos electrónicos, imposibles de rastrear, para variar, con fotografías de vigilancia de su esposa e hija y advertencias para que dejara de investigar o acabaría con ellas. Por supuesto, tienen escolta las veinticuatro horas del día, pero ni siquiera eso resulta suficiente para calmar al policía, el cual continúa asustado y bastante preocupado. Es increíble como continúa trabajando más duro que nunca para atrapar al responsable, nada consigue aplacar su ira.
La única prueba que parece válida no estamos seguros que lo sea ante un juez, pues la conseguimos en la casa de uno de los principales sospechosos de manera, digamos, no del todo regular. Mi opinión es que no se aceptaría en un juicio, pero al menos sirve para encaminarnos y dejar de dar palos de ciego, pues a parte de ser prostitutas, las víctimas no tenían otra relación que las conectara. El sospechoso principal era un chulo  de poca monta de la zona, era quien mejor móvil podría tener y no podía confirmar algunas coartadas, así que fuimos a por él, pero rápidamente se descartó como presunto asesino, pues era demasiado simple como para cometer ese tipo de crimen, tan limpio como macabro. Aunque suene repugnante, se necesita una gran maestría para no dejar pruebas en absoluto a excepción de la que hemos encontrado. Una prueba casi sólida en cuatro meses, es normal que la ciudad esté asustada, yo también, y no les culpamos de que el miedo haya crecido considerablemente, de que la confianza en la autoridad haya caído en picado; pero, como casi todo, eso es sólo una parte de la población: los pobres, los que salen de casa cuando no ha amanecido y vuelven una vez que el sol se ha puesto de trabajar para llevar un miserable sueldo a su casa; los que se ganan la vida en las calles ya no tenían confianza en nosotros, pero desde luego que ahora mucha menos. Los delincuentes han aprovechado esto y hay más hurtos menores, más robos sin importancia como carteras o teléfonos móviles.
La mesa del Detective siempre está llena de papeles, es de la vieja escuela, no le gustan los ordenadores, pero eso no le impide estar al día de cada detalle nuevo. Sólo hubo un día que no estuvo pendiente de lo que ocurría en comisaría y su hija mayor fue encontrada en una cuneta con signos de agresión sexual, no se lo ha perdonado y nunca lo hará, y por ello dedica el máximo tiempo posible e incluso más a limpiar las calles, a eliminar todo lo peligroso que pueda encontrarse o suponer una amenaza, razón de más para continuar en el oficio.
La misteriosa prueba es un jersey de hombre que el propietario de la casa donde lo encontramos niega rotundamente que lo haya visto antes, y aunque le creemos, debemos acusarle para poder procesarlo. Está manchado con la sangre de una de las víctimas y tiene rastros de ácido, pero ninguna prueba biológica a parte de la subjetiva de la talla y quizá así el tamaño del culpable, pues según las agresiones el tamaño daría igual, con tener un mínimo de fuerza para arrancar las uñas y una sierra radial basta para entrar en el perfil. Hemos barajado varios móviles, pero ninguno es siquiera aceptable, pues al no haber nada que relacione a las víctimas, el único que podría ser una posibilidad llevaría un rechazo hacia esa clase social, si se le puede llamar así, pero en ese caso habría otro tipo de ensañamiento, serían asesinatos distintos según los psicólogos. Estos también dicen que por el modus operandi debe ser un hombre aislado de la sociedad, con un sitio acorde para realizar sus rituales y con un amplio conocimiento de la ciudad para esquivar las cámaras de tráfico y poder dejar los cuerpos sin ser visto, al igual que para no dejar ningún tipo de rastro debe conocer cómo eliminarlo o ni siquiera dejarlo. Los policías nos enfrentamos a un quebradero de cabeza, especialmente el Detective, el cual siente que se le agota el tiempo. Nadie quiere que mueran más mujeres, y mucho menos que alguna de ellas sea la hija o esposa del Detective al mando. De nuevo, tenía razón. No era más que el principio, todavía queda mucho camino por recorrer y está decidido a acabar con el culpable de todo aquello.

We all want to change the world; But when you talk about destruction; Don't Kknow you can't count me out.

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