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viernes, 5 de junio de 2015

Relato corto: Segundo Capítulo

A Day In The Life
Una llamada. Eso es todo lo que se necesita en una comisaría para volvernos a todos locos. Una persona desaparecida hace moverse a colectivos ciudadanos, organizaciones gubernamentales, solidarias, o incluso internacionales; sin embargo, un asesinato es completamente distinto. Cuando alguien muere lo máximo que obtiene, y esto en caso de haber sido alguien importante o muy conocido en vida, es una noticia en un periódico puntual, con vagos detalles de lo sucedido, casi los mismos que obtendría un policía nada más ver el cadáver en la escena del crimen. Quizá algún acto funerario multitudinario, con prensa informando de quién asiste e invitados compaginando atraer la atención de los medios hacia su tristeza por lo sucedido con consolar a los familiares de la víctima. Aunque esto no es importante, sólo es el día a día que debemos vivir los policías, lidiando con las injusticias incluso después de la muerte.
Como decía al principio, una llamada puede cambiar muchas cosas, pero para nosotros, por frío y quizá cruel que suene, nos indica la vuelta a la rutina. Otra víctima, otro caso que cerrar, otra familia a la que consolar y a la que deber explicaciones que a veces ni siquiera tenemos después de años. El mayor regalo que puedes hacerle a uno de nosotros es un caso sencillo, que se cierre en un par de semanas y que haya sido un accidente, nada demasiado serio y que la condena no supere los dos años. Pero nunca es así. Los casos cada día se complican más, los asesinos se vuelven más inteligentes, los ladrones más habilidosos y los torpes más cuidadosos, excepto los de la policía, esos siguen igual que siempre, lo que unido al material anticuado no ayuda precisamente.
Sin embargo, este no parece ser demasiado difícil. Todas las instrucciones que recibimos son una dirección y una —muy— escueta descripción de la víctima: una prostituta encontrada en un callejón, algo bastante común por desgracia. El detective al mando es un experimentado policía, tiene el mayor índice de casos resueltos de la policía, por lo que es de los mejores de la ciudad, pero ni su nombre ni dónde sucede lo que estoy contando tiene importancia, hay muchas ciudades en el mundo y muchas más personas, así que será mejor que sea el resto quien se lo imagine a su antojo. El detective, como iba diciendo, incluso ha recibido medallas al honor por su eficiente trabajo, mientras que el resto de la comisaría se moría de envidia cuando se las entregaban, por mucho que quisieran pretender que no era así. Rápidamente subimos al coche y entonces pienso en qué se le pasará por la cabeza, siendo un hombre tan respetado y envidiado, con una maravillosa familia esperándole en casa y viendo tantos horrores al día. A pesar de todo, es una persona que infunde seguridad y confianza con solo mirarle, su gesto siempre serio resulta incluso paternal, actuando como tal con bastantes aspirantes a policías, alentándoles a continuar hasta conseguir lo que se proponían, incluyendo a un servidor. Claro, yo tampoco me he presentado, pero resulta que todo lo que estoy omitiendo son detalles sin importancia, en un caso de asesinato lo importante son los detalles respecto al caso, no a los que lo investigan, así que optaré por que el lector decida cómo soy; no me parece mal que tenga el control en algún momento, dado que es el elemento más importante pero nunca se le valora.
En el escenario del crimen, encontramos una víctima mutilada, ofreciendo la peor visión que he experimentado en mucho tiempo. El Detective anda a su alrededor, preguntando al forense sobre los detalles más macabros sin pasar desapercibida la rosa blanca sobre el pecho ensangrentado de la mujer. Tiene toda la pinta de ser un asesino fetiche, o al menos deja una marca, un sello de identidad, lo que nunca es bueno, pues suele significar que habrá más.
La víctima tiene mutilados ambos pechos, las uñas arrancadas de cuajo y la cara corroída con algo que podría ser ácido, por lo que será difícil identificarla. A pesar de ello, el Detective no desiste y se empeña en mirar minuciosamente cada rincón en busca de cualquier prueba, aunque es uno de los escenarios más limpios que haya visto, quitando la suciedad obvia de ser un callejón. Tras ordenar que los científicos y especialistas recojan y procesen las pruebas —nunca ha sido un hombre al que le guste mancharse, sino más bien de leerse los informes hechos con gran detalle y comenzar a investigar a partir de ahí—, vuelve de nuevo a comisaría con la sensación de que no es más que el principio.

I read the news today; About a lucky man who made the grade; And though the news was rather sad.

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