A Day
In The Life
Una llamada. Eso es
todo lo que se necesita en una comisaría para volvernos a todos locos. Una
persona desaparecida hace moverse a colectivos ciudadanos, organizaciones
gubernamentales, solidarias, o incluso internacionales; sin embargo, un
asesinato es completamente distinto. Cuando alguien muere lo máximo que
obtiene, y esto en caso de haber sido alguien importante o muy conocido en
vida, es una noticia en un periódico puntual, con vagos detalles de lo sucedido,
casi los mismos que obtendría un policía nada más ver el cadáver en la escena
del crimen. Quizá algún acto funerario multitudinario, con prensa informando de
quién asiste e invitados compaginando atraer la atención de los medios hacia su
tristeza por lo sucedido con consolar a los familiares de la víctima. Aunque
esto no es importante, sólo es el día a día que debemos vivir los policías,
lidiando con las injusticias incluso después de la muerte.
Como decía al
principio, una llamada puede cambiar muchas cosas, pero para nosotros, por frío
y quizá cruel que suene, nos indica la vuelta a la rutina. Otra víctima, otro
caso que cerrar, otra familia a la que consolar y a la que deber explicaciones
que a veces ni siquiera tenemos después de años. El mayor regalo que puedes
hacerle a uno de nosotros es un caso sencillo, que se cierre en un par de
semanas y que haya sido un accidente, nada demasiado serio y que la condena no
supere los dos años. Pero nunca es así. Los casos cada día se complican más,
los asesinos se vuelven más inteligentes, los ladrones más habilidosos y los
torpes más cuidadosos, excepto los de la policía, esos siguen igual que
siempre, lo que unido al material anticuado no ayuda precisamente.
Sin embargo, este no
parece ser demasiado difícil. Todas las instrucciones que recibimos son una
dirección y una —muy— escueta descripción de la víctima: una prostituta
encontrada en un callejón, algo bastante común por desgracia. El detective al
mando es un experimentado policía, tiene el mayor índice de casos resueltos de
la policía, por lo que es de los mejores de la ciudad, pero ni su nombre ni
dónde sucede lo que estoy contando tiene importancia, hay muchas ciudades en el
mundo y muchas más personas, así que será mejor que sea el resto quien se lo imagine
a su antojo. El detective, como iba diciendo, incluso ha recibido medallas al
honor por su eficiente trabajo, mientras que el resto de la comisaría se moría
de envidia cuando se las entregaban, por mucho que quisieran pretender que no
era así. Rápidamente subimos al coche y entonces pienso en qué se le pasará por
la cabeza, siendo un hombre tan respetado y envidiado, con una maravillosa
familia esperándole en casa y viendo tantos horrores al día. A pesar de todo,
es una persona que infunde seguridad y confianza con solo mirarle, su gesto
siempre serio resulta incluso paternal, actuando como tal con bastantes
aspirantes a policías, alentándoles a continuar hasta conseguir lo que se
proponían, incluyendo a un servidor. Claro, yo tampoco me he presentado, pero
resulta que todo lo que estoy omitiendo son detalles sin importancia, en un
caso de asesinato lo importante son los detalles respecto al caso, no a los que
lo investigan, así que optaré por que el lector decida cómo soy; no me parece
mal que tenga el control en algún momento, dado que es el elemento más
importante pero nunca se le valora.
En el escenario del
crimen, encontramos una víctima mutilada, ofreciendo la peor visión que he
experimentado en mucho tiempo. El Detective anda a su alrededor, preguntando al
forense sobre los detalles más macabros sin pasar desapercibida la rosa blanca
sobre el pecho ensangrentado de la mujer. Tiene toda la pinta de ser un asesino
fetiche, o al menos deja una marca, un sello de identidad, lo que nunca es
bueno, pues suele significar que habrá más.
La víctima tiene
mutilados ambos pechos, las uñas arrancadas de cuajo y la cara corroída con
algo que podría ser ácido, por lo que será difícil identificarla. A pesar de
ello, el Detective no desiste y se empeña en mirar minuciosamente cada rincón
en busca de cualquier prueba, aunque es uno de los escenarios más limpios que
haya visto, quitando la suciedad obvia de ser un callejón. Tras ordenar que los
científicos y especialistas recojan y procesen las pruebas —nunca ha sido un
hombre al que le guste mancharse, sino más bien de leerse los informes hechos
con gran detalle y comenzar a investigar a partir de ahí—, vuelve de nuevo a
comisaría con la sensación de que no es más que el principio.
I read the news today; About a lucky
man who made the grade; And though the news was rather sad.
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