No sé si debo contarle la verdad a mi viejo
amigo, pero es el único buen recuerdo que me queda de aquí, y quizá pueda
echarme una mano con lo que quiero hacer. Cuando termino, Hood está esperándome
en la salida, con Beth a su lado mirando el suelo.
¾
Pensaba que te habías ido.
¾
No voy a dejarte, no al menos sin hablar contigo
antes.
¾
Qué tierno —interrumpe la chica.
¾
Cállate, Beth —la regaña.
¾
No te preocupes. ¿Le has dicho algo?
¾
Lo justo —hay cosas que ambos preferimos que no
sepa; él se adelanta.
¾
Eres Baby ¿verdad? La que venció en la pelea
contra B&S.
¾
Me llevé una puñalada de recuerdo, así que no
gané precisamente.
¾
¿Por qué te fuiste?
¾
¿Has oído algo en especial?
¾
Reformatorio, pero no lo creo. Robb nunca quiere
hablar de ti —Hood nos guía hasta un coche aparcado en la acera.
¾
Es tu historia, Baby, no creo ser el apropiado
para contarla. ¿Te importa que te llame así? —reacciona a mi expresión.
Se me hace extraño, la verdad, oír mi antiguo apodo dicho de
esa manera tan cariñosa, no obstante, no es algo que me incomode, pues sé que
no lo hace a posta y que es una manera de recordar un tiempo en el que las
cosas eran fáciles.
¾
No, es sólo que nadie me ha llamado así desde
hace años; es raro.
¾
Mejor, porque es lo que me sale —se ríe—. Vamos,
sube. Vamos a casa.
Me abre la puerta del coche y me invita a entrar. Dudo unos
segundos si hacerlo o no, pero consigue convencerme rápido. Con un empujón
amistoso estoy en el asiento delantero, a su lado. Me mira de vez en cuando de
reojo hasta que se atreve a hablar.
¾
¿Sabes algo de PJ? —susurra.
¾
No desde hace meses. ¿Has hablado con él?
¾
El martes, creo. Le llamo todas las semanas,
pero lleva un tiempo bastante raro. No coge el teléfono, y cuando lo hace
responde con evasivas.
¾
¿Conoce a Beth?
¾
Sí, pero no se llevan bien. Así que ha dejado de
venir. Supongo que no tiene dinero para costeárselo, tampoco.
¾
Te aseguro que eso no es —me recuesto en el
asiento—. Le doy dinero cada mes para que viva bien, con su sueldo no le da
para nada. Hasta donde yo sé, claro.
¾
Lo echo de menos. ¿Crees que volverá?
¾
Seguro. Me extraña que no esté aquí ya, de
hecho.
¾
¿Lo pasa mal allí?
¾
No lo sé. Llevo tiempo fuera de Los
Ángeles—intento parecer indiferente—. ¿Y tú? ¿Qué ha sido de tu vida?
¾
He conseguido un buen curro en un hotel del
centro, coordino a los botones.
¾
Por algo se empieza ¿no?
¾
Sí, bueno, no me puedo quejar demasiado —el
coche para frente a una casa de la zona residencial, igual a la que viven mis
padres; de hecho, es la misma calle.
¾
Bonita casa.
¾
Sí.
Nos mantenemos en silencio cruzando el patio delantero. Hay
tantas cosas de las que hablar y tan poco tiempo que nos sentimos algo
abrumados, al menos yo. Me pregunto cómo será la casa de Hood, aunque supongo
que desordenada. Sin embargo, al entrar, huele a limpio y todo está
perfectamente colocado. Una mujer rubia sale de lo que parece el salón a
saludar. Cuando veo su cara, mis músculos actúan por sí mismos, sin razonar
absolutamente nada la agarran del cuello y la estampan contra la pared. Hacen
falta dos personas para conseguir separarme. Emma. No puedo creer que siga
estando con Hood después de lo que me hizo, le advertí de ello pero no me hizo
caso. Parece realmente aterrorizada, pero se merece muchísimo más en
comparación.
Algo así no se olvida con facilidad, y ella parece
perfectamente feliz jugando a las casitas. Seguro que no se acuerda ni por qué
la he atacado.
¾
¿Pero qué te pasa? —me grita Hood.
¾
¡Me traicionó! ¡Me vendiste! —me dirijo a ella—
¡Por tu culpa casi nos matan!
¾
Explícate —Hood me tiene abrazada para no volver
a atacarla; ella sólo se acaricia el cuello; sé demasiado bien cómo se siente,
aún está muy reciente.
¾
Te lo dije en la cárcel; y aun así sigues con
ella. Me esperaba algo más de lealtad por tu parte, Hood.
¾
Lo siento —masculló la mujer.
¾
Eso no me sirve. ¿Sabes qué ocurre cuando
recibes un tiro en el hígado? —digo lentamente y mi amigo me suelta, aunque no
se aleja por si acaso— Si no recibes atención médica en quince minutos, adiós.
¾
¿Te dispararon? —dice Beth.
¾
Por su culpa —señalo a Emma con la cabeza, no sé
si puedo mirarla sin herirla—. Me delató.
¾
Yo...yo no sabía que te ocurriría nada malo,
ellos me dijeron que...
¾
Venga ya, Emma, ¿en serio creíste a una panda de
mafiosos? Da gracias a que no te mataran también.
¾
¿También? —dice ella.
¾
¿Mafiosos? —Hood nos mira, extrañado y
confundido.
¾
Ya te he dicho que lo intentaron conmigo —ignoro
a mi amigo—. Y con PJ. Y lo consiguió con una cría de seis años que no tenía
nada que ver. Son gente peligrosa, y en cuanto obtienen lo que quieren, se
deshacen de los medios.
¾
Espera, ¿qué tiene que ver mi hermano en esto?
¾
Es...una larga historia que no puedo contar,
pero la cuestión es que por su culpa casi morimos ambos.
¾
Alice, ¿qué te ha pasado? —el chico baja la voz.
Estoy segura que no lo dice sólo por mi ataque de ira y las
siguientes revelaciones que no debería haber hecho, que juré no decir nunca;
sino porque por primera vez se fija de verdad en mí. Brazos fuertes, manos
ligeramente magulladas, puntos de papel en el crecimiento del pelo, heridas en
las muñecas, moratones en el cuello...Reconozco que no es mi mejor aspecto.
Como si alguien se hubiera dado cuenta de lo mucho que
necesitaba que me echaran una mano, el teléfono suena en mi bolsillo. Nos
miramos entre nosotros antes de llevar la mano allí y descolgar sin mirar quién
es. Cualquier salida es mejor que contestar a la cantidad de preguntas en el
aire y ya formuladas que me avasallan.
¾
Al, ¿ya has llegado?
¾
Alex —murmuro mientras salgo por la puerta
seguida de Hood y Beth; intento alejarme, pero ellos no se separan de mí—. Sí,
siento no haberte llamado, me he entretenido con algo.
¾
No puedes hacer eso, necesito saber cómo estás.
Es peligroso.
¾
Estoy bien, te lo aseguro. Sabes que puedo
defenderme.
¾
Llámame cada hora. A la mínima señal de que algo
va mal, te vas.
¾
Lo entiendo, pero necesito algo de espacio, y lo
más probable es que se me olvide llamar.
¾
¿Más aún? Estás a más de mil millas de
distancia.
¾
Algo de calma, quiero decir. No pueden saber
para quién trabajo, quién soy.
¾
Alice, parece que no entiendes todavía que
quiero estar a tu lado cada minuto del día, quiero poder besarte sin
preocuparme por nada más. Quiero protegerte —no sé cómo se me forma una sonrisa
estúpida; quizá sea demasiado para mí, pero por el momento puedo manejarlo—.
¿No me dices nada?
¾
Que eres igual de cursi que cuando te conocí —me
río—. No te preocupes, sé cuidar de mí misma. Cuando sepa algo te aviso.
¾
Al —su reclamo hace que vuelva a acercarme el
teléfono antes de colgar—, no pienso perderte ¿me oyes? Sólo es el comienzo de
nuestra vida juntos.
Con un último suspiro, vuelvo a poner el móvil en su sitio.
Esas palabras consiguen algo que nadie más en el mundo podría. He de reconocer
que me siento algo estúpida, se supone que una mujer adulta no debería dejarse
llevar así, que un agente de la CIA puede controlar sus sentimientos y
separarlos de lo profesional, pero reconozco que Alexander es mi debilidad.
Otro fallo más a la larga lista.
Miro alrededor, a mis acompañantes, que no dudan en devolverme
la mirada, exigiendo explicaciones que no puedo ni debo darles.
¾
PJ me dijo que estabas saliendo con alguien, con
un militar o algo así. No sabía que también trabajaras para él —Hood rompe el
silencio.
¾
Marine —le corrijo—. No, eso se acabó. Era un poco...violento.
¾
¿Te hizo algo? —me toca la brecha de la cabeza.
¾
Lo importante es que está solucionado, ¿vale?
¾
Ven aquí —Hood se acerca y me abraza, esta vez
con ternura; parece como si no le importara lo que ha pasado hace un rato. Está
claro que Beth no está cómoda—. Por mucho tiempo que pase, sigues siendo la
misma chica que se puso a llorar en una escalera porque vio al chico que quería
con otra —sonrío tímidamente—. Estás enamorada, Baby, y no es de quien
sospechaba.
¾
Ni de quien debo.
¾
¿Alguna vez te ha importado? —se ríe— Sólo
espero que sea un buen tío, o se las tendrá que ver conmigo.
¾
¿Fuisteis algo? Porque no es normal tanto abrazo
y tanto cariño —interrumpe Beth.
¾
Es mi mejor amigo —digo como si no necesitara
más explicación, pero está claro que Beth sí—.Tu hermano y yo tuvimos algo.
Fugaz y estúpido, pero Hood me echó una mano con todo, así que le debo unas
cuantas.
¾
En el hospital se puso a gritarte que te quería
y que todo fue su culpa y no sé qué cosas más —susurra Hood; involuntariamente
me sujeto la muñeca izquierda con la otra mano.
¾
Siempre ha sido muy impulsivo —pongo la voz más
fría que puedo.
¾
Todos lo éramos, y más en esa situación.
¾
¿Qué pasó? —interviene Beth y le enseño la
cicatriz de la muñeca con indiferencia, centrada en lo que me diga mi amigo;
por suerte ella se ha callado.
¾
Por cierto, lo del hígado...
¾
No puedo beber como antes, pero estoy bien
—intento sonreír—; bastaron unos días en coma inducido.
Vuelve a escrutarme con la
mirada, deteniéndose en cada herida que tengo a la vista. Tarda casi un minuto
entero, será mejor que no vea las cicatrices, porque se tiraría horas. Y por
supuesto tampoco voy siquiera a insinuárselo, ya tiene demasiada información.
¾
Necesito vuestra ayuda —rompo el silencio, Beth
estaba igual que él.
¾
¿Con qué? —parece volver a la realidad.
¾
¿The Wolves sigue con los trapicheos de siempre?
¾
¿De qué? ¿Quieres pillar algo? —dice la cría.
¾
Quizá. ¿Qué tenéis?
¾
Baby, no. Ni se te ocurra. La solución no son
las drogas.
¾
Confía en mí, Hood. Contesta, tranquila.
¾
María, Molly para los niños ricos, coca y
chocolate, lo que más —el hombre, aunque para mí sea el chaval de siempre, nos
guía dentro de la casa. Oigo coches acercarse por la calle.
¾
No vayas por ahí —me advierte él.
¾
Sólo quiero hablar con el camello. Necesito
información.
¾
¿Estás metida en esa mierda, Alice? —creo que
nunca ha usado mi nombre para algo que no fuese extremadamente importante. Beth
intuye por dónde van mis intenciones y no pregunta, algo bueno tendrá que sepa
para quién trabajo.
¾
Sé dónde está todos los días, podemos ir más
tarde.
¾
No vais a hacerme caso, ¿verdad? Dios, sois
iguales.
El moreno resopla y se aleja de
nosotras. Supongo que no quiere saber en qué ando metida, mis cicatrices han
sido demasiado para él, así que imaginar que está en peligro también la hermana
de su amigo no lo mejora que se diga. Se queda mirando por la ventana mientras
nosotras hablamos, prefiero pasar por alto el último comentario.
¾
Perfecto —parece que voy a tener que ponerme al
trabajo antes de lo que esperaba—. ¿Vosotros sois el intermediario?
¾
Algo así, nos saltamos a los camellos y
recibimos la mercancía directamente en el puerto, pero a veces necesitamos más
y hablamos con este tipo.
¾
Has ido tú varias veces, ¿verdad? —dice él sin
apartar la vista del exterior.
¾
Siempre acompañada —se defiende.
¾
Del gilipollas de tu novio, supongo —esta vez se
gira.
¾
No te metas con él, no será el mejor pero...
¾
Alice, coge a Beth y llévatela a la habitación
del fondo. Cerrad hasta que yo vaya.
¾
¿Qué pasa?
¾
No lo sé. Vamos.
Nos empuja al fondo de la casa
sin darnos más explicaciones, prácticamente tengo que sacárselas a la fuerza
cuando le sigo a un escondite donde tiene una vieja pistola. La carga con manos
temblorosas y se la quito sin dificultad por mucho que intente impedirlo. Me ha
dicho que unos hombres trajeados se acercan a su casa, y de los tres que son,
al menos dos van armados, así que no pienso dejarle hacer cualquier estupidez.
Para eso ya estoy yo.
¾
¿Qué haces? —me reprocha.
¾
¿Y tú? ¿Acaso sabes usarla?
¾
Apuntar y apretar, no tiene misterio —intenta
arrebatármela.
¾
¿Qué tal si quitas el seguro primero, inútil? Ve
con Emma, yo me encargo.
¾
Estás en minoría, no voy a dejarte.
¾
Pues no estorbes —casi gruño, sé que no va a
ceder; ya no me acordaba de cuánto odiaba eso—. Abre la puerta cuando te diga.
Se esconde detrás de la puerta,
pendiente de mi señal; al menos ahora sabe obedecer. Pego el oído a la puerta, escuchando los
pasos acercarse. No pueden ser pandilleros, no irían con traje, y la única
posibilidad que queda es que sea gente de Miami, pero me aseguré de que nadie
me siguiera. Lo único que está en mi mente es que no es nada bueno, y que, de
nuevo, me estoy jugando en cuello en el mismo sitio de siempre. ¿No quería
recordar el pasado? Pues me ha dado de lleno.
Cuento al ritmo de los hombres
que se acercan hasta tres con los dedos para que Hood me vea. Uno, cargo la
pistola; dos, reviso mi postura; tres, apunto al exterior. Los hombres se paran
en seco, y dos de ellos sacan otra pistola cada uno, apuntándome directamente a
la cabeza. El tercero, el que está entre medias de ellos dos, me mira a los
ojos a través del patio y su profundo azul hace que baje el arma, tanto de
sorpresa como incredulidad.
¾
¿Qué haces aquí? —salgo e intento cerrar la
puerta tras de mí, pero Hood la agarra con fuerza y le siento a mi espalda—
Fuera de aquí —le apuro.
¾
No —se mantiene firme en su posición.
¾
¿Quién es ese? —el desarmado señala a mi amigo.
¾
He dicho que qué haces aquí, Alexander, el resto
no importa —me guardo la pistola en la base de la espalda.
¾
Quería echarte una mano —intenta cogerme por la
cintura, pero me alejo.
¾
¿Cómo me has encontrado?
¾
Estaba preocupado.
¾
¡Acabamos de hablar! Te avisé que si no
confiabas en mí todo acabaría. Ambos quedamos en que esto era necesario, de
hecho tú te encargaste de todo antes de contar conmigo. Y yo he cedido; venía
para ayudarte en lo que pudiera.
¾
¿Y él qué tiene que ver en esto? ¿Quién eres?
—si las miradas matasen, Hood no estaría en pie; a Alex no le ha gustado verle
tan protector conmigo.
¾
Alguien que le da igual quién seas, pero como se
te ocurra tocarla un pelo piensa hacerte mucho daño —Hood se pone delante de
mí.
¾
¿Estás seguro? —los guardaespaldas de Moore le
apuntan al pecho, pero él no se acobarda.
¾
Tú no te hagas el héroe; y tú, mándales bajar
las armas o esto va a acabar aún peor.
Alex obedece al instante. Le
devuelvo a mi amigo su pistola y le pido que vuelva dentro de la casa,
prometiéndole que volveré para explicarle lo que ha pasado, aunque no estoy
segura de si en verdad podré hacerlo. Lo que sí sé que tengo que hacer es hablar
con la hermana de Patrick para que me lleve con el camello y así cumplir con lo
que he venido a hacer, no obstante, tampoco estoy segura de si debo continuar.
Es cierto que va en contra de la misión y de la lógica, pero si sirve para
encarcelar a algunos que se lo merecen, es acorde con mis principios. Y,
conociéndome, si hay que enfrentar lógica o trabajo contra valores, no es que
la balanza se incline, sino que no hay siquiera competición.
¾
Alice, perdóname —me susurra con cuidado
mientras se acerca—. Tienes razón, no puedo estar siempre a tu lado, pero
comprende que, después de por lo que hemos pasado, tengo miedo de perderte de
nuevo.
¾
Pues acabarás haciéndolo si continúas así. Alex,
a veces parece que no recuerdas que lo que ha pasado recientemente ha sido a
ambos, no sólo a ti. Así que te pido por favor que confíes en mí. ¿Sabes qué es
lo peor? Que me encantaría decir que no me lo puedo creer, pero es precisamente
lo contrario. Un rastreador en el teléfono es algo propio de ti.
¾
Lo siento. Me iré si es lo que quieres, pero
dejaré hombres a tu disposición.
¾
Sería lo mejor, sí; y yo me basto sola —se hace
el silencio en lo que ambos asimilamos lo que he dicho; quizá signifique más de
lo que parece—. Pero no estaría mal tener a alguien como tú cerca —termino
reconociendo con un suspiro.
¾
¿Guapo? —me coge de la cintura; al menos su
humor ha vuelto.
¾
Intimidante —le corrijo—. Y rico —me sonríe y me
muestro reacia a imitarle.
¾
¿Quién era el de antes? —insiste.
¾
¿He dicho también celoso? —añado a lo de antes y
le empujo— Un viejo amigo, me está echando una mano.
¾
¿Es un camello? Parecía...
¾
Cuidado con lo que dices. Voy a hablar con él,
espérame en el coche.
¾
Si es tu amigo, lo es también mío. Y aún más si
nos ayuda. Te acompaño.