De nuevo, al despertarme me encuentro el
otro lado de la cama vacío y frío. Por desgracia me estoy acostumbrando a esto,
y aunque no me guste supongo que tiene que ser así. Al menos de momento.
Hablaré con él cuando le vea y le diré que quiero que eso cambie, sin embargo,
algo me dice que tendré que esperar para que me haga caso; está mucho más
comprometido con su trabajo de lo que jamás lo hará conmigo, a pesar de lo que
me mostró anoche a última hora. Debería aprender de eso, por mucho que duela.
Debería, pero no creo que lo consiga jamás.
Busco mi ropa por la habitación,
juraría que estaba en el suelo, pero tampoco es que pensara mucho en ello
cuando me la quité, no obstante, no la encuentro por ningún sitio, ni siquiera
debajo de la cama. Y la verdad es que no me apetece salir de aquí o llamarle a
gritos, me parece de lo más vulgar; demasiado para mí, así que abro su armario —completamente
lleno de trajes— y cojo la camisa que me parece más grande, supongo que me
tapará más, pero buscando entre los cajones oigo que uno está hueco, es decir,
tiene doble fondo. Intento no hacer ruido cuando quito la tapa, pero no me
servirá de nada si no ahogo el grito de sorpresa. No tiene sentido que me
sorprenda, a fin de cuentas es un mafioso, es sólo que no me esperaba encontrar
una prueba tan fácil. Me acerco lo suficiente para verla con detalle: tiene
borrado el número de serie y me inunda un olor férreo a sangre y pólvora. Parece
pringosa y aunque la tapa esté manchada de rojo, me niego a creer que haya
pertenecido a una persona, que él la haya matado, sin importar lo obvio que
parezca y que todo encaje. Busco algo más manchado, quizá pueda encontrar la
forma de sacarlo de aquí, la camisa de la otra noche, por ejemplo. Sin embargo,
es tan poco probable que la haya conservado que me canso de inmediato, han
pasado dos días, sería estúpido y bastante antihigiénico, la verdad. Y
entonces, cuando veo que no hay donde buscar, mi racha de buena suerte
continúa. En el fondo hay un panel corredizo que casi no creo que sea cierto
cuando lo muevo, pero hasta aquí llega todo, pues da lugar a una puerta
blindada de caja fuerte que necesitaría a varios expertos para poder abrirla;
hay un teclado numérico y una pequeña pantalla para la huella dactilar. Vale,
ahora sé dónde esconde su caja fuerte, ¿y qué? Sinceramente, todo esto me
parece inútil, jamás conseguiremos abrirla, y no estoy convencida de querer hacerlo,
tengo miedo de lo que me pueda encontrar. Además, saber que está aquí sólo me
hace recordar que Paul era el otro que conocía la localización. ¿Cuántas veces
habrá entrado, quizá para eso, quizá para simplemente observarme? Con él fuera
del mapa, el resto caerá también, sin embargo, no paro de pensar en las
cámaras. Deben estar por algún lado. No pienso parar hasta encontrarlas.
Después de revisar toda la habitación tres veces, encuentro un agujero al lado
del armario, que podría pasar por una mancha o ni siquiera fijarte en ello,
pero después de mirarlo por un buen rato, estoy casi convencida de que es la
cámara, las imágenes que me mostró en el móvil parecen tener el mismo ángulo.
Sin pensármelo dos veces, cojo el toallero del baño y con cuidado rompo la
pared hasta estar segura de que tenía razón. Esto no le va a gustar a Alex.
Dejo todo como estaba y me encargo de
que no se me olvide comunicárselo a Amy repitiéndolo en mi mente mientras paseo
por la casa buscando a Alex, creo que debo decirle que he roto su pared, y el
motivo, por supuesto. Quería mantenerle alejado de ello, lo único que le falta
es saber que Paulie nos estaba espiando, pero no tengo más remedio, no podía
sacar la cámara de otra forma. Doy gracias a que era inalámbrica y no tenemos
que romper nada más. Eso sí que hubiera sido una locura.
Voy directa al despacho y oigo voces
al llegar a la puerta doble, pero pronto me doy cuenta de que sólo es el
teléfono con el altavoz, así que tras un toque a la puerta, entro sin esperar
respuesta. Él me sonríe al verme y se recuesta en la silla mientras deja a la
voz despotricar que reconozco al instante como la de Brady, el rollizo mafioso
con cara de cerdo impetuoso. Me acerco lentamente, procesando sus palabras con
la mirada fija en el altavoz hasta llegar a la mesa de cristal y sentarme en
ella. Me recuerda vagamente al despacho de su padre, con cuadros a ambos lados,
sin embargo, estos son de arte contemporáneo, cubistas la mayoría y en tonos
grises. Generalmente frío, como el resto de la casa, y el inquilino, incluso,
cuando se lo propone. ¿Quién lo diría, con esa mirada dulce que inunda la
habitación a pesar de estar oyendo a un hombre que me acusa de traidora? Me
recorre un escalofrío al pensar en todo esto, incluido Ronald Moore y lo que ocurrió
en su peculiar mansión, que parecía incluso acogedora; o todo lo que podía ser
teniendo salas antisépticas para ''encargarse de la gente'' escondidas tras
puertas normales y laberínticos pasillos. No sé qué habrá sido de la casa,
supongo que la habrán subastado para sacar dinero para el Gobierno, como suelen
hacer con las posesiones de los criminales, porque según los informes Alex no
la tiene en propiedad. De todas formas, quien la tenga, ha tenido que hacer un
gran trabajo de limpieza. La sangre no sale bien de la madera, y la dejé llena,
tanto mía como de algún que otro guardia. Quizá cuando vuelva a casa, a Los
Ángeles, investigo un poco e incluso puede que la visite, no está mal recordar de
dónde venimos de vez en cuando.
¾
Moore, ¿no te das cuenta? Aparece ella y
''casualmente'' interceptan el envío que llevábamos planeando un mes.
¾
Fuiste tú quien sugirió el lugar, podrías
habérselo dicho a la policía —sin embargo, no está pendiente de la
conversación, me acaricia el muslo con una sonrisa; pero a mí sí me interesa
¾
¿Qué te está metiendo ésa en la cabeza? Sabes
que necesito mercancía, he pagado tu comisión. Es de la francesa de quien te
tienes que ocupar. Ha aparecido de la nada, en tu casa, y conociendo más
idiomas que todos nosotros juntos.
¾
Parece que la educación europea es mejor que la
nuestra —se burla.
¾
No es gracioso, Te traerá problemas. No, a todos
nosotros; no sabe nada del negocio y tampoco confiamos en ella. O haces que se
vaya, o lo haremos nosotros —Alex se tensa, dispuesto a amenazarle, pero le
detengo.
¾
¿Sabes, Brady? Estaba dispuesta a dejarlo pasar,
resultas tan patético como un crío con una pataleta, pero ahora te diré una
cosa: ten cuidado con lo que dices, puede que a mí me dé igual, pero no soy la
única que puede hacer algo al respecto.
¾
¿Moore? ¿Qué hace ella escuchando, qué hace ahí?
¾
Ignorarme no hará que me vaya, imbécile, ni cambiará las cosas.
¾
¿Me estás amenazando, niña?
¾
Te estoy aconsejando, viejo —Alex reprime una
carcajada y me besa en la rodilla—. No digo que seamos amigos, sólo la idea
me...répugne.
¾
Repugna —traduce con la boca aún en mi pierna,
subiendo poco a poco; sorprendentemente parece prestar atención, aunque no
demasiada.
¾
Me sirve con que seamos aliados, no quiero
problemas a no ser que tú los provoques. Tú o cualquiera de tus amigos —me
siento en su regazo.
¾
Parece
que tienes a Moore comiendo de tu mano —dice con desprecio.
¾
No exactamente —Alex murmura, intentando
levantarme la camisa.
¾
Atiende la llamada —le cojo la mano—. Estoy
cansada de escucharle.
¾
Mira, Brady, si ella no quiere hablar con
vosotros, la única manera será conmigo, ya os lo dejé claro en Los Ángeles. Os
pondré al corriente más adelante.
Se acerca a la mesa para colgar el
teléfono antes de besarme. Aunque no esté precisamente de humor, reconozco que
consigue calmarme, hacer que no todo sea tan malo u hostil. Creo que ha sido
buena idea hablar en francés, me estaba distrayendo demasiado y casi no he
prestado atención al acento
Esta vez le dejo levantarme la camisa,
pero tras desabrocharme un par de botones, me aparta con la mirada confusa. Se
pone en pie y anda por el despacho, nervioso.
¾ ¿Estás
bien? Si es por la camisa...
¾ No,
Alice, no es por eso —baja la cabeza—. Hubo un tiempo en el que pensé que era
completo, que no necesitaba a nadie para saber quién soy. Pero si tú mueres...
¾ Alex,
sé defenderme, ya lo has visto. No voy a morir —lo digo casi para convencerme a
mí misma—. Ninguno de los dos —le cojo de la mano—. Y, puede que tenga que
decirte algo —le beso la mandíbula.
¾ ¿Qué
has hecho?
¾ ¿Tan
obvia soy?
¾ Cuando
me intentas distraer, sí. No es que no me guste, sólo quiero la verdad.
¾ ¿Le
tenías aprecio a tu pared?
¾ ¿Cómo?
—me aparta— No se te ocurrirá...
¾ Había
una cámara espía —la saco del bolsillo de la camisa—. Era la única manera —su
expresión se vuelve gélida, intentando reprimir al máximo sus sentimientos.
¾ Hijo
de puta... —murmura—. Tienes que irte de aquí. Un tiempo, nada serio,
necesitamos fijar las cosas, conseguir cierta estabilidad...
¾ Paul
ya no está, Alex, no tienes que...
¾ Sales
mañana a primera hora a Nueva York —saca un sobre del cajón de la mesa y me lo
da—, tienes todo lo que necesitas: billete, hotel y dinero.
¾ ¿Vendrás
conmigo?
¾ Odio
tener que decir esto, pero tienes que arreglártelas sola. No hagas ninguna
locura, ni se te ocurra reunirte con nadie hasta que yo llegue, ¿me oyes? Una
cosa es jugar a ser capo cinco minutos y otra es un verdadero encuentro. Esos
tipos son muy peligrosos, y mis hombres se han reducido bastante, sólo tengo
para garantizar la calma aquí. Serán sólo unos días, te lo prometo.
¾ No
te preocupes, tienes que ocuparte de cosas aquí, lo entiendo. Tampoco quiero
meterte en más líos con esos tipos —y sin él, tendré bastante libertad en la
ciudad de hacer lo que quiera—. Es sólo que me he sorprendido de la velocidad.
¾ Era
para una emergencia, y de todas formas teníamos que ir allí para sostener tu
versión de ''jefa de Nueva York''. Además, no me vendrá mal un descanso y
dormir toda la noche, para variar —bromea mientras me desabotona la camisa.
¾ Entonces
será mejor que me vaya cuanto antes.
¾ ¿Vas
a irte desnuda? —deja caer la ínfima ropa que llevaba y me besa el pecho.
¾
Estoy segura de que muchos estarían dispuestos a
ayudarme.
¾ No
si saben lo que les espera si te tocan.
¾ ¿Sabes,
Alex? La violencia no es romántica —le aparto—, no te creas las películas. A
demás, tengo que ver a Amy, estará preocupada.
¾ Puedo
enviar a alguien —intenta impedir que me ponga la camisa—. No quiero alejarme
de ti —le miro y salgo con un suspiro de cansancio, no puedo continuar como si
nada si hace declaraciones de amor constantes; me sigue por la casa—. Después
de lo que ha ocurrido no quiero arriesgarme a que nos pillen desprevenidos; lo
mejor será que vengas a vivir aquí.
Lo ha dicho como un autómata, como si
en verdad no tuviera importancia, pero precisamente por la forma de decirlo sé
que se lo ha estado pensando mucho tiempo y no quería arriesgarse hasta estar
seguro. No obstante, yo no lo estoy tanto. Puede que tenga razón, desde su
punto de vista, desde lo que él sabe, mudarme con él es lo más seguro, pero
para mí es una locura. Apenas acabo de pedir una orden para colocar micros. Una
cosa es quedarme alguna noche, y otra es mudarse. No, no es una idea siquiera
viable, la poca libertad de la que dispongo ahora se verá minada, y no puedo
permitir eso. Puedo pasar que sepa dónde vivo, en verdad me lo esperaba, pero
no sé si podré soportar dejar mi vida a un lado, pues no seré capaz hacer nada
tranquila, tener mis cosas o simplemente relajarme entre mis archivos. Ni en
broma. No pienso hacerlo, no voy a ceder.
Me mira con esperanza, los ojos le
brillan aunque su rostro esté serio y decidido. Tengo que tomar aire para
acallar los pensamientos hostiles y poder responder con calma, no creo que
gritarle que está loco sea la mejor idea.
¾ Alex...No
puedo hacerlo —me había parado en seco de la impresión; ahora continúo andando,
necesito moverme.
¾ ¿Por
qué? —se había quedado en silencio, esperando una explicación, pero no sé cómo
dársela— ¿Es que no me quieres?
¾ ¿Qué?
No, no es eso, no tiene nada que ver. Necesito espacio, tiempo. Casi me matan
por acostarme contigo, no quiero ni imaginar lo que ocurriría...
¾ Espera,
¿alguien te está cohibiendo? —me retiene por el brazo.
¾ A
parte de mi conciencia, nadie. Mira, sabes lo que siento, pero no es tan fácil
para mí, tengo que ir más lento. No quiero estropearlo.
Con eso parece entenderlo, pues se da
por vencido asintiendo con la cabeza. Aunque no lo diga, está dolido,
prácticamente lo lleva escrito en la cara, pero no puedo corresponderle como me
gustaría si estuviera en otra situación. Si no fuera policía quizá me quedaría
con él, me metería de lleno en su negocio, no obstante, no avanzo nada pensando
así, pues no creo que hubiera cedido tampoco. Con David tan reciente, en el
hospital por mi culpa, y la relación que he tenido con él aún en mi memoria
grabada a fuego. Me llevo la mano al cuello sin darme cuenta, pero Alex sí lo
hace y me la agarra con cuidado para besarla, y cuando roza la cicatriz hace lo
mismo. Siento sus labios ligeros igual que delicadas plumas que me acarician y
esbozo una sonrisa casi contra mi voluntad.
Hacemos un trato: yo le dejo
acompañarme a casa y él me deja conducir hasta allí, un gran logro después de
anoche, ya que pensaba que no se fiaría jamás de mí en lo que a conducir se
refiere. Le entiendo, quizá yo tampoco lo haría.
En verdad yo no tengo nada que perder,
ya sabe dónde vivo y puedo ganar saber la localización exacta de su casa, lo
que en un futuro no me vendrá nada mal. Reconozco que últimamente no he estado
muy centrada, en otra ocasión habría conseguido la dirección en apenas un par
de días, pero esta vez...todo es diferente. Demasiado.
Tardamos menos de lo que esperaba, y
juro que esta vez no he sobrepasado el límite de velocidad. Mucho. Tengo que
mirar algún sitio donde pueda ir a pisar el acelerador sin problemas, de verdad
que lo echo de menos. Las persecuciones eran lo único que disfrutaba
genuinamente, el resto me lo tomaba demasiado personal, me centraba en eso y
puedo decir que, cuando se me resistía un caso, se complicaba lo más mínimo,
prácticamente vivía en la oficina: llegaba antes que nadie y salía ya entrada
la noche. Y sin embargo, ahora se me olvida constantemente lo que debo hacer
aquí. Maldito Alexander. Es curioso cómo se pasa de un extremo a otro sin darse
apenas cuenta.
Aparco sin problemas en la puerta y
nos bajamos en silencio. Se queda apoyado en el coche, sin saber bien qué hacer
hasta que le ofrezco la mano para que me acompañe. Puede que sea peligroso, que
vea algo que no debe, pero no soy capaz de afrontarlo sola, no sé lo que me
encontraré cuando entre y prefiero tener a alguien a mi lado. La puerta
exterior está cerrada, pero con un sencillo empujón apretando el pomo a la vez,
el cerrojo se mueve y tenemos el paso libre. Alex me mira, sorprendido, y me
limito a encogerme de hombros. En verdad no es tan fácil como parece, tuvimos
que practicar mucho para poder hacerlo, del contrario no seríamos capaces de
vivir en un sitio tan inseguro. Aunque reconozco que nos hemos hecho algo
descuidadas, sobre todo desde que Aaron decidió hacer horas extra con Amy y
pasar alguna que otra noche aquí.
Le guío por el lateral de la casa,
buscando una puerta por la que entrar sin llave. Por suerte, la del garaje está
abierta y puedo pasar al resto de la casa. Seguimos el pasillo que desemboca en
el salón; me coge de la mano en forma de apoyo cuando olemos un ligero rastro
de lejía. Al menos parece que lo han limpiado ya —lo confirmo al entrar—, igual
que cualquier rastro de la investigación que estábamos llevando. Si soy sincera,
no recuerdo ver la casa así desde que llegamos, o quizá ni siquiera eso; parece
tener incluso aspecto ''normal''.
¾ ¿Estás
bien? —me coge por la cintura.
¾ Sí
—asiento, mirando los tiros del techo—. Voy a ver si está Amy.
No quiero que me suelte, así que le
sujeto la mano y subo las escaleras; aun así, tampoco quiero que mi compañera
le vea aquí, no le va a gustar, ni que él vea su habitación, de manera que le
indico que se quede ahí hasta asegurarme de que puede ir a la mía sin encontrar
nada que no debería estar ahí, sin embargo, está perfectamente ordenada, mucho
mejor que como la dejé yo, desde luego. Cuando paso a la de mi compañera, está
igual, ni un rastro de que somos policías (o algo por el estilo, no me
acostumbro a que, técnicamente, no lo somos), ni un papel fuera de lugar o
incluso ropa en la cama. Nada.
En mi habitación encuentro a Alex
sentado en la cama, con la mirada perdida.
¾ ¿Qué
te pasa? —reviso que en el cajón de mi mesilla sigue la navaja.
¾ ¿Qué?
Ah, nada —recupera la expresión en el rostro—. Veo que no está tu amiga.
¾ No,
ha recogido y se ha ido —digo con un suspiro, sentándome en sus piernas para
atraer su atención.
¾ ¿Te
ha dejado sola?
¾ No,
pero no sé a qué hora vendrá. Tarde, supongo —miro la hora en el móvil.
Pierde la atención de nuevo después
del «No», y ni siquiera consigo que la recupere cuando le beso. Está ausente y
no tiene motivo para ello; le empujo para tumbarle sobre la cama en un último
intento, sin embargo, aunque me devuelve los besos y apoya las manos en mi cintura,
no está ni aquí ni ahora. Me aparto bruscamente y le dirijo una furiosa mirada.
Soy yo la que debería estar preocupada, no él, me ha costado mucho aceptar lo
que siento —aunque aún no estoy dispuesta a decirlo en voz alta— y no soporto
que no reconozca mi esfuerzo.
No es que sea la situación idónea,
pero precisamente por eso necesito abstraerme y él es el único que lo consigue.
Si no quiere hacerlo, está claro que tampoco voy a rogarle.
¾ ¿Me
vas a decir qué te pasa de una vez? Y como me vuelvas a decir que nada, juro
que te echo de aquí.
¾ Es
que... —suspira— no me puedo sacar de la cabeza lo que pasó ayer. ¿Qué hacía él
aquí?
¾ No
lo sé, se supone que ''estoy de tiempo sabático'', así que no debería saber
dónde estábamos.
¾ ¿Cuánto
tiempo llevaba aquí?
¾ Te
estoy diciendo que no tengo ni idea, pero si te refieres a esta casa, debió
llegar después de que Amy se fuera —me levanto y le miro fijamente; espero que
no esté pensando en hacer ninguna locura.
¾ Entonces
no te acostaste con él.
¾ Dios,
Alex, ¿en serio eso es todo lo que piensas? Llevaba sin verle meses antes
incluso de que nos encontráramos en esa fiesta.
¾ Sólo
intento encontrar la lógica a por qué se puso así, no te enfades.
¾ Pues
claro que me enfado, lo último que necesito es a ti haciéndome un interrogatorio.
David era un tipo posesivo, aunque me di cuenta tarde.
¾ Entonces,
por favor, dime que no llegasteis a nada serio, porque es la única explicación
posible. Si de verdad ha pasado tanto tiempo...
¾ ¿Puedes
parar de hacer preguntas, por favor? Ya no es nada para mí, es todo lo que te
tiene que importar.
¾ No
si nos pone en peligro. Dímelo, Alice. ¿Qué eráis exactamente? —tomo aire.
¾ Estábamos
prometidos, ¿contento? Me arrepentí y puse tierra de por medio, lo mío nunca ha
sido el compromiso. Contigo me di cuenta de que no le amaba en realidad, así
que cuando le vi ayer aproveché para devolverle el anillo y así él no se haría
a la idea de segundas oportunidades —cierro los ojos, esperando cualquier tipo
de respuesta; la verdad es que suena como si fuera una persona despreciable. No
niego que lo sea.
Alex no dice nada durante unos eternos
segundos en los que mi mente al fin consigue relajarse. Los secretos pesan más
que cualquier otra cosa que uno pueda tener en el corazón, y aunque aún tenga
muchos de ellos, todos imperdonables, me siento liberada. Para mi sorpresa,
siento sus labios en los míos, posándose de forma delicada y tierna, como una
caricia que se le daría a cualquier cosa que se pueda romper con tan sólo
mirarla, y en cierta manera así me siento, él sabe exactamente qué necesito.
No me gusta discutir, no quiero tener
que ponerme alerta con él, ya es suficiente con sus socios o incluso las
autoridades de cualquier tipo cuando pregunten qué pasó exactamente con David,
porque está claro que no lo dejarán pasar. Espero que la Agencia me eche una
mano ''por el bien de la misión'', porque si no, lo veo muy difícil.
¾ Has
dicho que me amas —lo pronuncia en apenas un suspiro.
Doy gracias mentalmente de que pare de
preguntar, porque si no no sé si sería capaz de responderle ahora. Noto cómo
sonríe cuando le beso de vuelta y comienzo a quitarle la corbata con una mano
—estoy comenzando a coger práctica— mientras él me aprieta las caderas cada vez
más fuerte. Ambos sentimos cómo el fuego comienza a crecer en nuestro interior,
los besos se hacen voraces y cada segundo que pasa de más en el que le
desabrocho un botón se hace insoportable. No sé cómo consigue hacerme
reaccionar así, sin ser dueña de mis actos ni poder controlarme; variando mis
emociones con un simple gesto de manera devastadora. Nadie me había hecho
sentir así —para bien, porque conozco a personas realmente irritantes—, supongo
que es lo que debe ser el amor maduro, no sólo de juventud como lo son la
mayoría, simples caprichos: intenso, pero arde tan rápido que cuando queda en
cenizas, todo lo que deja es dolor y vacío.
¾ No
tenemos que seguir si tú no quieres.
Susurra cuando me tumba sobre la cama;
su camisa está en el suelo y siento su cuerpo contra el mío caliente, haciendo
que corrientes eléctricas me acerquen más a él, curvando la espalda para
eliminar cualquier distancia entre nosotros. No. No quiero parar, sentirlo
alrededor de mí, con sus brazos agarrándome es una sensación dolorosamente
placentera que bajo ningún concepto quiero que desaparezca; me nubla la mente y
es todo lo que necesito en este momento.
Por lo que, con una profunda mirada,
le acaricio la mejilla y le mando callar con un beso, tanto a él como a lo que
queda de mi consciencia.
Nos tapo con la fina sábana y me besa
la frente antes de acurrucarse de manera que entierra la cara en mi cuello,
sacándome una sonrisa. Las discusiones sólo merecen la pena por esto.
¾ No
te irás a dormir —le acaricio el pelo—. Apenas nos hemos levantado —me río
cuando responde con un gruñido.
¾ Me
estás explotando, Alice. No quiero saber la hora que es. Quiero quedarme aquí,
contigo; no hablar de dinero con gente que no me importa —se queja, besándome
lentamente el pecho.
¾ Pues
yo quiero comer —consigo que sonría.
¾ ¿Algo
en especial? —se apoya sobre un codo para mirarme mejor— Venga, quiero hacerte
el desayuno, déjame al menos eso.
¾ Dirás
que te doy poco —protesto—. Pero por nada del mundo voy a perderme el milagro
del 'Gran Hombre de Florida' cocinando, así que haz lo que quieras. Yo voy a
darme una ducha. Sola.
Recalco cuando veo cómo me mira y le
doy un beso en cuanto se pone en pie para ir a la cocina. Aunque quiero
quedarme en la ducha durante horas, acabo en unos minutos para bajar a
ayudarle. Confío en él, pero no en sus dotes culinarias, aunque tampoco es que
pueda alardear de las mías. No obstante, reconozco que he mejorado bastante en
este tiempo, a David le gustaba que fuera yo quien cocinara y me he estado
turnando con Amy para ello, así que estoy segura de que puedo hacer algo mejor
que comestible. Espero que no queme o rompa nada, no me apetece tener que dar
explicaciones.
Sin embargo, la sonrisa que se me
había formado al visualizar a Alex con delantal se borra nada más salir de la
ducha. Mi compañera entra como un torrente en la habitación, no sé si enfadada
o sorprendida; seguramente ambas, pero por suerte sólo consigue expresar una al
mismo tiempo. Y no es la peor de las dos. Creo.
¾ ¿Se
puede saber por qué está Moore en la cocina?
¾ Quería
acompañarme a casa.
¾ En
calzoncillos.
¾ Quizá
se me ha ido un poco de las manos. Tranquila, no ha visto nada, intenté recoger
antes de que entrara, pero ya lo habías hecho tú.
¾ La
policía quería echar un vistazo. No cambies de tema, Alice —me reprime; he
aprendido a ser buena distrayendo a la gente, pero Amy ya me tiene pillado el
truco—. Esto es un piso seguro, una cosa es que sepa dónde está y otra muy
distinta que se pasee como si fuera su casa. Tengo que trabajar, y no puedo
hacerlo con él aquí. No, tenemos que trabajar. Las dos. Te estás alejando del
objetivo —no creo que sea el momento de echar cosas en cara, porque yo he visto
a su novio más veces en casa que ella al mío. Punto para mí.
¾ Él
es mi objetivo.
¾ Meterle
en la cárcel lo es, no irte de viaje romántico por Nueva York. Me lo ha dicho
él —alza los brazos como si fuera inocente.
¾ Bocazas
—murmuro—. ¿Crees que no sé lo que tengo que hacer? No paro de pensar cómo
hacerlo y cuándo. No es fácil sacarle información sin que sospeche, no es fácil
estar con alguien pensando que le vas a traicionar, que ya lo estás haciendo.
Que toda tu maldita relación se basa en eso. Y si me voy a Nueva York es para
investigar a los narcos de allí, nada de ''viaje romántico''.
¾ ¿Y
por qué no me lo has dicho?
¾ Porque
no me has dado tiempo.
Entonces me doy cuenta de que ella
tiene razón: con Alex aquí nos vemos atadas, sin poder hablar de todo lo que
necesitamos. Con un suspiro, cedo y bajo para pedirle que nos deje a solas. Le
cuesta obedecer, pero consigo que se marche y le prometo que le llamaré nada
más aterrizar. Nos despedimos con un tierno y largo beso del cual él se encarga
de hacerlo incluso doloroso de todo el sentimiento que vuelca en él.
Aunque en seguida nos ponemos a
redactar informes y a ponerlos en común, a hablar de todo lo ocurrido y me
tranquiliza diciéndome que David está fuera de peligro en el hospital, no puedo
sacarme de la cabeza las palabras que oí salir de su boca en cuanto Moore se
fue: ''esto acabará en tragedia''.
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