Al despertarme no estoy en el mismo sitio, sino en mi cama.
Con una chaqueta con el número 7 sobre la silla del escritorio. Me incorporo
sobre los codos y miro el despertador; las doce de la noche. Consigo dormirme
de nuevo con gran esfuerzo.
Al llegar al instituto PJ y yo, sin dirigirnos la palabra
intercambiamos chaquetas, después, los que entramos al instituto nos despedimos
de los que no y entro charlando con Andy. Debo comentar que todos me sacan como
mínimo dos años. Es por eso por lo que me tratan como un bebé. Te habrás dado
cuenta del mote, Baby.
Ya en clase, Jess, la única que está conmigo, me pregunta.
— ¿Qué
pasó ayer con PJ?
— ¿Por
qué tiene que pasar algo?
— Venga
ya, saliste cabreada. Si hasta se te olvidó la chaqueta.
— Vale…me
prohibió fumar y meterme en peleas. Incluso en las de todos. Dice que es mejor
para mí. Vaya tontería —murmuro.
— En
eso tiene razón.
— ¿Tú
también?
— Eres
la pequeña, comprende que…
— ¿Que
manejo la navaja mejor que nadie del grupo? —no la dejo terminar.
— Bueno
eso es verdad, pero…no sé. Nos sentimos responsables.
— No
tenéis por qué.
— Ya…
La clase comienza, se pasa rápido, esta profesora es la
única que no la caigo mal y sus clases son no están mal. Siempre humilla a
alguien, pero de forma tan divertida y sutil, que él apenas se da cuenta. Pero
el resto sí.
Con el timbre salimos a ver a Hood, según Jess me ha dicho,
pero la profesora nos para justo antes de salir.
— Chicas
—nos damos la vuelta— Tened cuidado, las cosas están calientes.
— No
se preocupe, sabemos cubrirnos las espaldas. —responde Jess.
— Eso
parece —señala con la cabeza a la puerta y salimos.
— Rubia,
espera —PJ me coge del brazo al intentar esquivarle.
— Ah, ¿ahora no
soy pequeña para hablar contigo?
— No
empieces. Jess… —coge la indirecta y desparece por el pasillo— Hay que hablar
—entra en clase ante la mirada de desprecio de algunos.
— ¿Qué
quieres?
— Pedirte
perdón. Ayer me pasé. Pero entiéndeme, no quiero que te pase nada malo. Quiero
protegerte.
— Ya…
— ¿Solucionado?
—me mira directamente a los ojos.
— Bueno
—digo alargando la e. Y para mi sorpresa me abraza. Coloca las manos en la
parte más baja de la espalda y juraría que me ha metido la mano en el bolsillo
de atrás. Pero antes de que pueda decirle algo, suena el timbre y sale casi
corriendo.
— ¿Todo
bien? —Jess se sienta a mi lado.
— Sin
problemas.
Las clases se pasan bien, pero casi no puedo soportar los
comentarios de algunos. Como sigan así acabaré estallando.
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