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lunes, 27 de mayo de 2013

Cap. 14


Por la tarde recibo una llamada suya y dudo en cogerla. Estoy con Tom, hablando sobre nada en particular, pero aun así me parece inadecuado responder al teléfono.

    Adelante, cógelo. No te preocupes por mí.

    ¿Seguro? —asiente y lo cojo. Me levanto y ando por la salita reservada a los médicos de la que nos hemos adueñado— ¿Diga?

    Bonsoir, mon ange. Te tengo una noticia.

    Bonsoir à toi, petits deux. ¿Buena o mala?

    Depende de cómo te la quieras tomar.

    Venga suéltala. Si lo estás deseando —le oigo reírse.

    Antes de nada quiero decirte que me encanta cómo me has llamado.

    No me hagas la pelota y dilo. Pero que sepas que si sigues diciéndome que soy tu ángel me vas a acostumbrar a ello —añado.

    Es precisamente lo que pretendo. Que lo sepas, porque es verdad.

    Anda, dime la noticia y dejémonos de cursilerías.

    Como mandes —respira hondo—. Te he conseguido trabajo —anuncia.

    ¿En serio? ¿De qué?

    Podría ser uno mucho mejor pero como me dijiste que querías que yo no interfiriese… 

    La verdad es que lo prefiero.

    ¿Te acuerdas de la cafetería cerca de tu casa? ¿Donde fuimos antes de nuestro primer beso?

    Cómo no. ¿Soy camarera?

    Técnicamente sí. Pero si prefieres de ayudante de cocina o gerente o…

    Así es perfecto, muchísimas gracias.

    Pues a mí no me gusta. No es propio de alguien de tu clase. Alguien podría decirte algo y entonces sí que intervendría. Pero para nada bueno, te lo aseguro.

    Repito que para mí es perfecto —digo con una sonrisa en los labios—. ¿Te han dicho cuánto me pagan?

    A media jornada sólo pueden pagarte 600$.

    ¿Cuándo empiezo?

    Escúchame, vas a estar muchas horas por ese sueldo miserable. Yo puedo conseguirte otro mucho más sencillo y mejor pagado.

    Escúchame tú. Por algún sitio tendré que empezar, así que esto me viene bien. Además, está cerca de mi casa.

    Pero el horario es horrible, incluso abusivo —añade indignado.

    Para eso estás tú. Para animarme a la salida.

    No te voy a convencer ¿verdad?

    Por ahora no. Dime, ¿cuándo firmo?

    Cuando te pases por allí. No puedes quedar este fin de semana tampoco, ¿me equivoco?

    Perdóname, pero sabes la respuesta.

    Ya…si puedes me avisas.

    Serás el primero en enterarte.

    Espero que a la larga no sólo en eso —insinúa.

    No empieces.

    Vale. Un beso.

    Au revoir —le lanzo un beso y cuelgo.

    Parece alguien especial —comenta Tom.

    No tienes ni idea de cuánto.

    Me lo puedo imaginar. Todo se reduce en dos palabras.

    ¿Soy mujer? —nos reímos.

    Aunque parezca mentira, no. Ahora que lo pienso también podría valer…Pero me refería a amor adolescente. No hay cosa más dolorosa y placentera a la vez. Estás en una nube hasta que te cortan las alas de golpe y te das de bruces contra el suelo.

    Algo me dice que lo tuyo no salió bien.

    Para nada. Dejó una herida que aún sigue sangrando de vez en cuando.

    ¿Qué pasó?

    Se mudó de estado. Concretamente al otro lado del país. Me crié en el sur, con ella. Pero un buen día, se fue; dejándome solo.

    Tendría que ser difícil.

    Mucho. Cogía el teléfono y no me atrevía a llamar por si había encontrado a otro y era feliz sin mí. Imaginarlo ya me hacía daño.

    ¿Erais novios?

    No formalmente, pero sí había complicidad y creo que nos queríamos. Yo aún lo hago, pero de forma distinta. El primer amor nunca se olvida.

    Ella lo debió pasar mal también.

    Quizá. No he vuelto a saber de ella. El último día nos besamos y desapareció. Ni una llamada, ni una carta…nada.

    ¿Y eso fue hace…?

    Quince largos años. La mitad de mi vida, exactamente.

    ¿Estás enfadado con ella?

    No. Al principio recuerdo que intenté ir a buscarla, pero gracias a Dios mis amigos me pararon. Después de un tiempo vine aquí en un proyecto solidario y me quedé. A veces me pregunto qué hubiese pasado si no lo hubieran hecho.

    No vale la pena preguntarse cosas así. Créeme, sólo sirven para impedir que la olvides —no puedo remediar encontrar tantas similitudes entre su historia y la mía.

    Siento decirte que aún eres pequeña para experimentarlo. Y espero que nunca te pase.

    Tarde…—murmuro.

    ¿Qué decías?

    Que me siento identificada con ella. Con tu chica, me refiero. »Había…hay…alguien. Un chico, se podría decir que eres tú, con el que llevaba mucho tiempo e incluso creo que llegué a enamorarme. Me encantaba estar con él, me comprendía y me sentía muy a gusto, pero un día, por una razón o por otra, tuve que irme muy lejos y me obligaron a olvidarle. Me están obligando, quiero decir. Pero es imposible, a pesar de que ahora hay otro realmente maravilloso que debería hacerlo mucho más fácil. Pero en realidad es todo lo contrario, cuando estoy con él siento algo parecido a lo de antes, pero no es lo mismo; ya sea a bien o a mal. Todo esto hace que me dé cuenta de que no merezco a ninguno de los dos.

    ¿Te despediste del primero?

    También se parece a lo tuyo. Teníamos una relación especial, pero al irme durante un tiempo él empezó a salir con otra. Me puse celosa y le hice daño para que supiera lo que se sentía. Quería venganza, una  venganza estúpida, sí, pero me enfadé muchísimo, me dejé llevar y ya puedes imaginar lo que pasó.

    Saliste con otro. Y ahora no sabes si es mejor el remedio o la enfermedad.

    No exactamente. Besé al que él más odiaba delante suya, le dije que ya había estado con alguien, sabes a lo que me refiero, y me fui. Después pasó más tiempo; volví, discutimos y me besó. Probablemente no lo vuelva a ver en mi vida, pero sigue anclado y no tiene intención de soltarse —sonrío con amargura.

    Lo que me interesa es si te despediste.

    Le he mandado una carta sin remitente.

    Muy inteligente… ¿Y el otro?

    ¿Con el que he hablado o con el que me besé?

    Ambos —sonríe amablemente.

    Del que me besé no he sabido nada ni me importa; se quedó en un beso para dar celos a quien de verdad quier…quería —corrijo rápidamente—. Y con el que hablaba lo conocí después de discutir muy fuerte con el otro, así que me pilló indefensa, supongo.

    ¿Fue rápido? Lo de que te empezase a gustar, digo.

    Creo que sí. Pero le besé unas semanas después de que el otro lo hiciera también.

    Ahora entiendo por qué estás hecha un lío —deja salir una breve carcajada.

    Pues yo no le veo la gracia.

    Y no la tiene. ¿Quieres un consejo?

    No me vendría mal.

    Olvida.

    Preferiría que me dijeras cómo.

    Cuando lo averigüe te lo diré. Pero de momento prueba lo de un clavo saca otro clavo.

    Lo intento. Pero llevo así algún tiempo y no funciona.

    Sigue intentándolo. Dale tiempo al tiempo.

    ¿Y que todo cambie? Yo también he escuchado la canción —consigo reírme y él me imita.

Nos quedamos en silencio un tiempo que aprovecho para cerrar levemente los ojos y disfrutar de la calma que me proporciona el no oír nada a mi alrededor.

    Ven, quiero enseñarte algo.

    Voy —me ayuda a levantarme y me guía hasta su consulta sin añadir nada más.

Es relativamente grande, con las paredes blancas, una camilla al fondo a la izquierda y en frente de ella, una encimera de granito negro con un fregadero y utensilios médicos. A la derecha de la puerta está un escritorio con un ordenador, una impresora y varios papeles. En la pared de detrás tiene bastantes dibujos de niños, de los que identifico rápidamente uno de Lily. Me quedo mirando cada uno de los dibujos.

    Son preciosos pero… ¿para esto me querías?

    No, siéntate por favor —me ofrece la silla y él toma asiento detrás del escritorio—. Tengo que decirte varias cosas; y ninguna es agradable.

    ¿Le pasa algo a Lily? —me alarmo.

    Esa es una, pero también tú me preocupas. Verás, estás agotada, lo raro es que no te hayas desmayado en todo este tiempo por el cansancio; normalmente la gente no soporta tanto.

    Pues no te preocupes por eso, se soluciona con un día de sueño, ya está.

    ¿Lo vas a tener? Lo dudo. Ahora que vas a tener trabajo…

    Tengo.

    Ahora que tienes trabajo —rectifica— no vas a poder ver tanto a Lily y, sospecho, que nada más salir vas a venir aquí, incluso harás noche con tal de estar junto a ella.

    Es mi hermana, debo hacerlo. Quiero hacerlo.

    No lo es, no te…

    Sí lo es. Yo conseguí que hablara, yo la abrí al mundo. He estado con ella siempre y no pienso abandonarla ahora, pase lo que pase —casi grito y me pongo de pie de un salto.

    ¿Ves? Eso es por la falta de sueño. Cambios de humor repentinos. Calculo que como máximo te quedan unas tres horas antes de que caigas rendida.

    No es por eso. Me estás negando lo que no se puede dudar. Ella no tiene más familia que yo. A su madre y a sus hermanos los mató su padre, al igual que a ella. Y más le vale no salir de la cárcel o yo misma me encargaré de él.

    Eso no está en tu mano, Alice.

    Ya veremos… Tengo más cosas de lo que crees.

    Y no lo dudo. Es como si tuvieses dos personalidades, pero prefiero no meterme en eso —que se haya dado cuenta tan rápido me sienta como una bofetada y se levanta hasta cogerme por los hombros—. Me gustaría hacerte un reconocimiento médico para asegurarme de que realmente te encuentras bien. Aunque ya veo que ahora no es el momento.

    Hazlo, como has dicho antes cuando empiece a trabajar seguiré viniendo y estaré aún peor.

    No creo que eso sea sano.

    Me da igual, mientras que Lily…

    Ella sabe que no te encuentras bien. Sí, por supuesto que quiere verte, pero en plenas facultades, no así.

    Me lo pensaré —al fin cedo. Estoy demasiado cansada para seguir discutiendo por ahora. Respiro hondo—. ¿Qué necesitas hacer?

    Técnicamente, un análisis, una revisión del sistema nervioso y el estado de tu físico, ya sabes, peso, altura, proporción de músculo y densidad de los huesos…

    Parece mucho.

    No lo es. En apenas quince minutos lo tenemos todo si te encuentras bien.

    Pero no lo estoy.

    Por ello quería que fuese otro día.

    Déjalo, hazlo ahora y me lo quito de encima.

    Que conste que lo hago porque te aprecio. Y porque soy estúpido en gran medida —le sonrío—. Empecemos, quédate en ropa interior.

    ¿Tan rápido? Si apenas nos conocemos, yo pensaba que no eras de ésos…—me río.

    No bromees, Alice.

    Perdón. El sueño —me excuso y hago lo que me pide.

Empieza a tomarme medidas y en realidad es bastante extraño, aunque él no parece sentirse incómodo. Es su trabajo al fin y al cabo. Me tumbo en la camilla y después de palparme el estómago y el vientre comienzan las preguntas.

    Sé que tiene que ser incómodo, pero es mi trabajo.

    Lo sé. No pienso tomarte nada en cuenta.

    Bueno, no me refería a eso, en realidad debo hacerte algunas preguntas personales.

    Adelante. No tengo nada que ocultar —otra vez mintiendo a gente que se interesa por mi bien.

    ¿Has tenido relaciones? Ya sabes, si has…

    Lo he pillado —le corto—. No, quiero decir, que aún soy…

    No sigas. No hace falta —comienza a murmurar—. Vale, ¿tienes planeado dejar de serlo en un periodo corto de tiempo? —ahora sí que está claramente incómodo.

    ¿De cuánto tiempo estamos hablando?

    No lo especifica el informe, pero supongo que en un mes o algo por el estilo.

    Si hablamos de planes, no. Pero tampoco te niego que surja —aparta la carpeta y me mira con toda la sinceridad posible.

    No te lo tomes tan a la ligera. Debe ser algo especial con la persona indicada, recuérdalo. No soy quién para darte consejos pero creo que este te servirá: ten mucho cuidado al respecto.

    Gracias, pero usaremos protección, si a eso te referías.

    No era sólo eso, y lo sabes —un silencio cargado de tensión le sucede hasta que vuelve a tomar la palabra —. ¿Cómo te hiciste lo del hombro?

    No me acuerdo, fue de pequeña y…

    No me mientas, Alice. Soy médico y puedo darme cuenta de que es reciente. Puedo estudiarlo y sacar una conclusión o me lo puedes explicar tú. Decide.

    Fue hace unos seis o siete meses —comienzo cabizbaja y con un deje sombrío en mi voz.

    ¿Qué pasó?

    Me…me clavé algo.

    Di la verdad.

    Me clavaron algo.

    ¿Algo que pueda serme útil? —insiste. No va a parar hasta que me lo saque.

    Una navaja, creo que me atravesó. No estoy segura.

    ¿Perdiste mucha sangre? —se fija en el hombro.

    No lo sé. Me dormí y desperté en casa al día siguiente.

    Querrás decir que te desmayaste —me encojo de hombros—. ¿Cuánto tiempo pasó?

    No sabría decirte…unos diez o quince minutos.

    ¿Sólo? —se sorprende.

    ¿Es poco? Porque a mí me pareció una eternidad.

    Normalmente, por una herida así, el mínimo es una media hora. Dime, ¿qué estabas haciendo? —tomo aire mientras me toca la cicatriz con cautela.

    Era una pelea. Me distraje y… bueno, ya te lo imaginas. Al darme cuenta reduje al tipo y todo se volvió borroso, ya no podía sostenerme ni apenas oír. Supongo que después me llevaron a algún sitio a que me curaran.

    Me cuesta creerlo. ¿La hija de un empresario metida en una pelea con navajas?

    Como has dicho tengo dos personalidades —bromeo.

    Eso lo explicaría en parte pero… ¿hacía frío?

    Bastante. Aunque iba en manga corta, la cazadora me hace más lenta.

    Entonces no te preocupes. El corazón latía muy deprisa por el frío y la situación. ¿Te duele regularmente?

    Si me…—aprieto los dientes— haces eso sí.

    No debería. Tan sólo he aplicado presión. Creo que lo estás forzando, tienes que dejarlo descansar.

    Si dispusiera del tiempo necesario lo haría. Hasta entonces…

    Puede ser algo muy serio.

    Cuando ocurra, vendré directamente a ti para que me digas “te lo dije”. ¿Vale?

    Eres terriblemente cabezota.

    Gracias, lo aprendí desde pequeña —me río.

    Anda vístete y ven a mirar esto.

Las bromas han dado lugar a las dudas y de nuevo la tensión. No sé lo que quiere enseñarme, pero no es nada bueno. Me ofrece los papeles que estaban sobre la mesa  después de sentarme y sacarme sangre.

    Lo he revisado cientos de veces desde que me llegó y lo he mandado rehacer otras tantas pero… —paso las hojas sin comprender a lo que se refiere.

    Son los análisis de Lily… Explícamelos porque no entiendo nada.

    Mira, como pone aquí, todo está en orden, pero hay algo que no está como debería.

    Linfocitos…—leo con cautela.

    Eso es. Son un tipo de glóbulos blancos, los que se encargan de las infecciones —dejo que me explique, aunque ya sé lo que son y me temo lo peor—. Normalmente, los pacientes que presentan este tipo de resultados padecen…

    No. No puede ser. Me niego en rotundo. Ella no puede tener leucemia.

    Lo siento, pero eso no se decide. Va en los genes. Estaba predestinada a tenerla, tarde o temprano sucedería.

    ¡He dicho que no! —de repente me siento pequeña y no puedo con todo. El mundo se me desploma.

    Alice…—me acuna en sus brazos.

De nuevo vuelvo a tener cinco años, igual que ella, y mi padre me abraza después de haberme caído de la bici aprendiendo a montar. Recuerdo cómo me aparté de él e ignoré el dolor para seguir adelante, para continuar yo sola, porque debía hacerlo por mi cuenta. No aprendería de otra manera.

Siempre he sido muy independiente, pero llevo soportando el dolor demasiado tiempo.

    ¿Estás…estás seguro? —consigo decir cuando me calmo y he dejado que las lágrimas broten con calma de mis ojos.

    Completamente, no. Pero suele ser un 98%.

    ¿Se puede salvar?

    Por supuesto, es fuerte y lo hemos pillado a tiempo. De todas formas debemos hacer más pruebas.

    ¿Cuánto sería el tratamiento?

    No te preocupes por eso. No dejaremos de luchar, ¿entendido? —me seca la mejilla.

    Hay que hacer más pruebas. Tenemos que empezar cuanto antes.

    Puedo arreglar algunas para mañana, aunque ayudaría…déjalo, es imposible.

    No hay que descartar nada. Dime, ¿qué ayudaría? —me siento un poco más útil.

    Es muy probable que sea genético. Una muestra de ADN de sus padres proporcionaría mucha más información.

    Délo por hecho —me levanto y, casi fuera, me pregunta:

    ¿Cómo lo vas a hacer? Es prácticamente imposible.

    Ten un poco de fe. Tú eres el médico ¿no?

Cuando me paso a verla, ya está dormida. La escribo una nota diciéndola que ante cualquier cosa la quiero y al taparla, la veo una magulladura en el brazo. Me acerco y me quedo mirándola. Busco a Tom durante un rato, pero me dicen que ha tenido una urgencia, pero de todos modos se encuentra de guardia esta noche, así que se encargará de revisar a Lily en cuanto pueda. Conduzco a casa con más cuidado que nunca y entro directamente en mi habitación.

    ¿Qué tal la pequeña? ¿Se acostumbra bien?

    Sí, sí claro —respondo distraídamente sin prestarle atención.

    ¿Qué haces? —se acerca hasta ponerse detrás de mí— No deberías mirar eso —trata de cerrar el ordenador, pero lo aparto para que no pueda.

    ¿Por qué? Tan sólo revisaba.

    Tú no haces nada porque sí. Y menos miras el historial del padre de Lily. Te he pillado, admítelo. Ahora dime la verdad —tomo un largo trago de aire.

    Han…han descubierto algo en los análisis que podría ser leucemia. Los factores genéticos influyen, así que…

    Su madre está muerta.

    Lo sé, gracias por recordármelo —le respondo de forma desagradable.

    Creo que la policía tiene las muestras por las que la identificaron.

    ¿Me las podrías conseguir? Vas todos los días a la comisaría.

    Es información valiosa, Alice. No es tan fácil.

    Pero estás por encima de ellos. Podrías exigírselo, el FBI es su superior ¿no?

    Incluso tú podrías hacerlo. Eres un agente, oficialmente.

    ¿En serio? —se me ilumina la mirada.

    Sí. No te tomarían en serio, pero podrías intentarlo.

    Tengo la placa que me disteis al final del entrenamiento —recuerdo.

    No cambiaría nada.

    Por favor, tienes que ayudarme. Si las pruebas dan positivo…

    Está bien, lo pediré—cede con un suspiro.

    Muchas gracias, papá —me dedica una sonrisa cansada.

    Y respecto lo del padre yo también me encargo. No te veo en condiciones.

    Estoy bien, no me hará nada.

    Lo que me preocupa es lo que tú podrías hacerle a él.

Se va y anoto la dirección de la cárcel. Está a unas horas de viaje, pero me da igual. Me meto en la cama y disfruto de las horas de sueño que me han sido arrebatadas durante toda la semana.

Me sorprendo al no despertarme Frank para ir a entrenar. Anne me sirve el desayuno y me explica que me han dado el fin de semana libre para descansar. Sin embargo, desayuno lo más rápido que puedo y me preparo con cuidado para que no se percate Anne. Cojo mi querido revólver, la placa con la identificación y una vez abajo, tras mentir a Anne sobre dónde estaría todo el día, la pistola reglamentaria que siempre escondo en la taquilla del portero, el señor Calhoun.

Me encamino lo más rápido que los límites de velocidad me permiten, pues se me ha hecho tarde con los preparativos para recoger las muestras. En tres horas sin parar de conducir, llego, satisfecha y haciéndome a la idea que voy a estar cara a cara con el monstruo que intentó asesinar a una pequeña niña indefensa y consiguió hacerlo con otros dos y una mujer; siendo sus propios hijos y mujer.

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