Vuelvo al presente, el pasado
me apuñala lenta y dolorosamente. Parece que Big Joe me ha visto y avisa a PJ
que alza la vista. Yo, sin embargo la bajo e intento que no me vea; pero es
tarde, viene hacia mí con paso tranquilo. Miro a otro lado pero sigue viniendo.
—
¿Qué hacías mirándonos? —no respondo— Te estoy hablando.
No te voy a hacer nada tan sólo dímelo —me llevo la mano a la frente y sonrío.
Ni siquiera sé por qué. Abro los ojos y los clavo en los suyos. Su cara de
desconcierto es única — ¿Alice? Vaya, esto es inc…
El sonido de mi teléfono
interrumpe. Número desconocido. Me levanto y lo cojo.
—
¿Diga?
—
Me encanta oír tu voz. Aunque prefiero verte, la
verdad. ¿Te lo había dicho antes?
—
¡Hola cariño! ¿Qué tal las navidades?
—
Vale, esto es muy raro. ¿Qué te pasa?
—
Yo también te quiero. Eres tan dulce —me encanta la
cara de PJ en este momento.
—
Creo que te has confundido. Soy Alex, ya sabes, el
estúpido y vanidoso que solo piensa en sí mismo.
—
Claro que no, tonto —pongo una voz muy dulce.
—
Vale, estás ocupada ¿no? Te llamo en cinco minutos.
—
Gracias, será mejor. Yo también te quiero —cuelgo y
emprendo el camino de vuelta a casa.
—
Alice. ¿No vas a saludar?
—
Ya no soy de vosotros.
—
Pero sí nuestra amiga.
—
Su amiga —me alcanza—. Y prefiero no decirles nada.
—
¿Cuándo te vas?
—
Mañana.
—
Tengo tu chaqueta, si me esperas puedo…
—
Quédatela —le oigo suspirar.
—
¿Con quién hablabas? ¿Tienes novio?
—
¿Desde cuando eres mi niñera? Será mejor que vuelvas,
nos están empezando a seguir —se gira y lo corrobora.
—
¿Cómo lo has sabido?
—
Vete.
—
¿Y qué les digo? ¿Que la amiga que estuvieron a punto
de ver morir ha estado y no quería decirles ni siquiera hola?
—
Miente. Se te da muy bien, tranquilo. Y no fue para
tanto.
—
Te apuñalaron. Yo mismo te llevé al hospital en brazos.
—
Fue en el hombro, no estuve apunto de morir; así que no
dramatices.
—
Da igual, nos asustamos. Te dije que no lucharas, que
lo haría yo pero tú seguías insistiendo y llegó un momento que no pude hacer
nada porque luego…
—
Cállate —me paro frente a él—. Sabías perfectamente que
no daría mi brazo a torcer. ¿Qué ibas a decir? ¿Qué querías ayudarme? Pues
podrías haberlo hecho, pero no como piensas, estúpido —ando aún más rápido.
—
Entonces dímelo. Dime cómo puedo ayudarte y lo haré.
—
Es tarde.
—
Aun así.
—
Bastaban sólo dos palabras, PJ. No era tan difícil.
—
¿Y ahora? —me agarra del brazo.
—
No me hagas repetirlo —el grupo está a apenas unos
metros y no me deja irme.
—
Me da igual —sentencia y en un abrir y cerrar de ojos
pega sus labios a los míos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario