Entro en la habitación que le
han dado a Lily, pero no está. Dejo el peluche que la acabo de comprar para
disculparme y la pequeña tarta de chocolate, que tiene la misma intención. No
sólo no está, sino que su cama tampoco. Lo que sí hay es un dibujo, bastante
bien para su edad, donde salimos ella y yo, cogidas de la mano frente a la casa
que juntas nos imaginamos vivir algún día.
Salgo a recepción y me atiende
una enfermera antes de llegar:
—
¿Es usted familiar de Emily Sullivan?
—
Soy su hermana. ¿Ha pasado algo? —nunca me lo habían
preguntado.
—
Lo siento, pero necesito a sus padres. Si pudiese
contactar con ellos…
—
No, no se puede. Está a mi cargo.
—
¿Es mayor de edad?
—
¿Y eso qué le importa? ¿Dónde está Lily?
—
Tranquilícese, por favor.
—
No hasta que me responda.
—
¿Estaba al corriente de todo?
—
Por supuesto, le estoy hablando de mi hermana, no de
una desconocida.
—
Entonces sabrá…
—
Lo sé todo. Todo excepto dónde está —no la ha podido
pasar nada. El otro día estaba perfectamente. Ante mis malos modales me
responde cortante.
—
Ha sido trasladada al Silver Lake Medical Centre.
—
¿Sin mi consentimiento?
—
Estaba avisada.
—
Pero eso es al otro punto de la ciudad —calculo que
puedo tardar una hora desde casa en llegar sin tráfico. Normalmente para venir
aquí son unos quince minutos—. ¿No había otro más cerca?
—
Que admitiesen su coste no. Ahora debe despejar la
habitación para futuros pacientes. Buenos días.
—
Pero…—ya es tarde.
Por lo menos no la han cambiado
de estado. Y ese hospital tampoco está tan mal. Debo dirigirme allí cuanto
antes para empezar con el papeleo. Mi niña…
—
¿Frank? Consígueme el teléfono del Silver Lake Medical
Centre.
—
¿Para? ¿Ha pasado algo?
—
Han trasladado a Lily allí. Voy para allá para revisar
la custodia.
—
¿Por dónde vas?
—
Acabo de salir del otro. Ni siquiera se la han llevado
con sus cosas —farfullo.
—
Vale, pásate por aquí y vamos juntos.
—
No hay tiempo.
—
Ya está hecho, no puedes hacer nada.
—
Pero ella está sola. Tiraré de contactos para intentar
que la vuelvan a llevar a donde estaba.
—
¿Contactos? ¿Tú? No me tomes el pelo.
—
Hablaré con Moore.
—
No conseguirás nada.
—
Ponme a prueba —doy un giro brusco para ir a
recogerle—. Estate preparado en la puerta con dinero. En cinco minutos estoy — cuelgo
el teléfono y acelero.
Ya en el hospital, después de
discutir largo y tendido en el coche, decidimos que la custodia siga siendo
mía. Pondremos una queja al otro hospital para intentar que pasen por alto este
cambio.
Preguntamos por ella, pero nos
hacen rellenar varios y abundantes papeles antes de decirnos nada. Absurdo
protocolo que debemos cumplir para ver a una niña de la cual ya teníamos a
nuestro cargo. Cuando conseguimos terminar estoy de los nervios; ando de un
lado a otro mientras Frank ordena los papeles y se pone en pie. Le quito de las
manos los impresos y voy corriendo hasta entregárselos al encargado. A paso
lento y tranquilo me guía hasta su habitación, antes de entrar Frank ya me ha
alcanzado y lleva las cosas. El enfermero se aparta de la puerta y entro a toda
velocidad para abrazarla. Al no poder levantarse de la cama extiende los brazos
y nos fundimos en un cálido abrazo.
—
Lo siento tanto. Te prometo que no volverá a pasar.
Perdóname.
—
Tenía miedo. No querían decirme dónde estabas —rompe a
llorar.
—
No pasa nada, me voy a quedar contigo. No te preocupes
—nos separamos.
—
¿Me voy a quedar aquí?
—
En principio sí. Pero si quieres volver donde antes,
dímelo.
—
Esta habitación es más grande —me río.
—
Ni me había fijado —es casi el doble que la anterior.
—
Buenos días. Siento la interrupción, pero debo hablar
con vosotras —un médico, entre los veinticinco y los treinta y cinco, entra con
una carpeta en la mano.
—
Yo soy la responsable.
—
Bien, entonces eres la señorita… Du’Fromagge ¿verdad?
—
Soy su padre —Frank entra y le estrecha la mano—.
Fraques Du’Fromagge.
—
Encantado —también me estrecha la mano—. Tengo que
hablar con ustedes dos. Después vendré por la pequeña —Lily me mira con cara de
terror.
—
No te va a hacer nada, sólo va a hablar contigo. Yo
estaré en todo momento ¿vale? —asiente temerosa— Muy bien —la beso la frente y
salimos de la habitación.
—
Soy el doctor Parker. Pueden llamarme Tom, si lo
prefieren. Pero siento decirles que esta no sería la habitación definitiva de
Lily.
—
¿Cómo podría hacer para que sí lo sea?
—
Señorita…
—
Alice, por favor.
—
Está bien, Alice. Necesitaríamos una contribución
económica dado al espacio extra. Por desgracia esto funciona a base de dinero.
—
¿De cuánto estamos hablando?
—
De unos 500$.
—
¿Al mes?
—
Sí señor. Por suerte contamos con un programa de
financiación respecto a menores sin familia directa.
—
Yo soy su hermana.
—
No oficialmente. En realidad es sólo eso lo que cuenta.
—
Un momento. Necesito consultarlo con mi hija —le miro
ansiosa—. Alice, no podemos hacernos cargo, apenas nos llega para la misión. Y
no nos van a dar un extra para esto.
—
Yo podría pedir un sueldo.
—
¿En base a qué? No te lo concederán.
—
Pues trabajaré.
—
No me convence…Te cuesta terminar el día de una pieza,
imagínate trabajando.
—
Sería algo sencillo. Con el sueldo justo para pagar
esto y si me sobra os lo daré a vosotros.
—
¿Y si no llegas o no lo consigues?
—
Se lo pediré a…
—
No termines esa frase. Con ellos es mejor no tener
dudas.
—
Él no es como su padre.
—
Discutiremos eso en otro momento. —Piensa unos
instantes— Te doy un mes de prueba, si no lo consigues por tus propios medios,
tendrá que ir a otra habitación.
—
Hecho —lo abrazo—. Doctor…Perdón, Tom. Hemos decidido
que se queda aquí.
—
Me alegro. La habitación también dispone de un sofá
cama por si alguno quiere quedarse a dormir.
—
Gracias, me vendrá muy bien —sonrío al médico y se va.
Es más elegante de lo que
parece a simple vista. Rubio, despeinado y con los ojos grandes y oscuros. Las
facciones angulosas lo hacen más atractivo de lo que pensaba.
—
¿No se supone que iba a hablar con la pequeña?
—
Eso creía —me encojo de hombros y aparece de nuevo por
el pasillo.
—
Tengan —nos ofrece un par de llaves— Con estas se abre
el armario de la habitación. Pensé que os vendría bien tenerlas.
—
¿Nos las quedamos?
—
Mientras que la habitación sea suya también lo son las
llaves, señor.
—
Le agradezco el detalle, doc…Tom.
—
No es que no me gusta que me llamen doctor, Alice, lo
que pasa es que lo veo demasiado serio para estar rodeado de niños.
—
¿Es pediatra? —pregunta Frank.
—
En realidad jefe de planta y cirujano. Pero me gusta
estar con ellos antes de operar.
—
Es muy joven para tal cargo.
—
Estudié y trabajo duro. Supongo que si me gusta el
trabajo lo haré mejor.
—
¿Y es así? —curioseo.
—
Esta profesión es totalmente vocacional. Es muy bonita,
pero dura.
—
Lo suponía… —Frank se retira a la sala de espera. Lo
seguimos con la mirada hasta que continúo— ¿Sabes la historia de Lily?
—
Lo he leído. ¿Qué le pasó a tu padre?
—
Está en la cárcel y… no es mi padre.
—
No debes renegar de él —pone la mano en mi hombro.
—
Lo digo en serio, no somos hermanas de sangre.
—
Oh, lo siento, yo no… bueno, os parecéis y como me has
dicho…
—
No te preocupes, a veces pasa —sonrío—. Sólo te pido
que tengas cuidado con lo que dices.
—
Me vendría bien tu apoyo.
—
Estaré siempre con ella.
—
Me alegra oír eso —entramos en la habitación y me sitúo
al lado de Lily, que me agarra la mano con fuerza.
—
Cariño, este es Tom. Va a ser tu médico y te va a
cuidar cuando yo no esté ¿vale?
—
Pero no lo conozco.
—
Hola Lily —se oculta tras mi mano—. Soy Tom. Yo voy a
hacer que te pongas buena para que puedas estar con tu hermana ¿quieres?
—asiente muy lentamente.
Poco a poco la va convenciendo
y ella pierde la vergüenza. Entre los dos hacemos que se ría y que le caiga
bien. Tom parece un buen médico y se porta bien con ella, en realidad es lo
único que realmente me importa.
Yo me quedo hasta tarde y él me
pide el teléfono para mantenerme al tanto de los progresos durante la semana.
Accedo amistosamente y vuelvo a casa, bastante cansada.
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