— ¿Qué
quieres?
— Te
estás pasando.
— Pues
dile a tu novia que cierre la boca y no tendrá problemas por mi parte.
— No
te ha hecho nada.
— Ya…
Ella es una pobre chica en apuros y yo una pandillera violenta. Entendido.
— Tampoco
es eso.
— Cállate.
—espero un poco antes de volver a hablar. Mira a su alrededor intentando
calmarse. No quiere discutir más, lo sé— Sigues sin querer que lo haga yo,
¿verdad?
— Ya
me conoces.
— No
—respondo al instante—. No te conozco, por lo menos ya no. Has cambiado.
— Mira
quién fue a hablar.
— No
es lo mismo. Yo he sido por fuera, pero tú…
— ¿Qué?
— Que
no sé que te ha hecho. ¿Qué te ha pasado?
Antes de que pueda decir nada Amber llega y le planta un
beso impresionante. Tan sólo un par de segundos. Es todo lo que veo. Lo
suficiente para despertar odio, celos y, sobre todo, dolor. Lo suficiente para
hacer que cientos de hormigas me recorran el tobillo del revólver y retuerza la
navaja con más fuerza. No hace más que confirmar mis temores. Para él ya no soy
nada.
— ¡Tú!
¡Deja a tu putita y ven a pelear como el hombre que dices ser! Aunque todos
sepamos que es mentira —desata una hilera de carcajadas. Esa voz me resulta
familiar. Nadie responde—Dime, ¿cuánto te ha costado la noche entera? —de
nuevo, todos siguen callados; pero ya sé quien es.
— Pues
barata, la verdad. Ha tenido que rebajar los precios. Tu madre se está llevando
todos los clientes, como siempre —digo al girarme. Todos se centran en mí.
— ¿Y
tu qué? ¿Cuánto cobras? Al terminar quizá te hago un hueco. —vuelven a reírse
por el doble sentido.
— No
mucho supongo —me pongo a su altura—. Teniendo en cuenta que te arreglé la
nariz gratis, claro. Descuento de amigo. —le guiño un ojo y vuelvo insinuándome
con el resto, que se burlan de él.
— Tú…
— Hombre,
me esperaba algo más original, Jonathan —hago una pausa para medirle—. Por lo
que tengo entendido tu no luchas ¿verdad?
— No
sería justo para mi contrincante.
— Bonito
ego. —me quito la chaqueta y se la lanzo a Jess, PJ la recoge antes— ¿No me
concederás el honor de luchar contra mi?
— Hoy
no. Soy un caballero.
— No
lo parecía cuando me destrozabas el estómago.
— ¿Lo
dices porque no pegaría a una mujer? No, bonita, tú eres un camionero travesti
—ellos se ríen, al igual que yo. El grupo está tenso—. Lo decía porque le voy a
ceder el honor a otro. —aparece un chico ligeramente musculazo, rondando los
dos metros.
— Qué
tierno. ¿Es tu novia? —aprietan los dientes y el que se ha acercado me los
enseña— Uuh, cuanta hostilidad. Ten cuidado, a ver si te va a hacer daño una
noche de estas. Ya sabes, las que pasáis a solas.
Se lanza a por mí, seguido por
su séquito mientras yo detengo al mío. Se para enfrente mía, con su mano a
escasos centímetros de rodear mi cuello. Cruzamos las miradas y sonríe mirando
al suelo. Aparento total tranquilidad y vuelve a fijar sus ojos en los míos.
— Veamos
si eres tan buena con la navaja —se acerca el tipo de antes.
— Eso
ni se duda, querido —abro la navaja.
— Espera
—nos detiene—, parece que la niñita ha llorado ¿no? —trago saliva. «Sólo
pretende herirte, distraerte» me repito una y otra vez— Los ojos rojos,
hinchados…no me digas que ha sido por ése —lo señala—. PJ, ven aquí, mira cómo
la has hecho llorar. No, no, no. Tienes que tener cuidado con lo que haces. No
te preocupes —me susurra al oído. Tan solo somos nosotros tres, más PJ que se
va acercando—, cuando te ganemos se separarán. No estarán juntos y será todo
para ti.
— ¡Venga!
¡Átanos! —le ofrezco la muñeca. Él se pone a mi altura y me coge de los
hombros.
— No
sé lo que te ha dicho, pero puedes hacerlo. En un rato estaremos en la Cueva
riéndonos de ellos —me seca con el dorso de la mano las lágrimas aún sin salir
y le doy la razón asintiendo.
La cuerda me hace daño mientras
la atan. Jonathan nos recuerda las normas.
— Quien
rompa la cuerda pierde. El primero que diga que se rinda también. Vale todo,
recordad, tanto mordiscos como puñaladas. Quien reciba ayuda también pierde.
¿Entendido?… Bien, ¡adelante!
Se separa y comienza la pelea.
Los dos solos; sin ayuda alguna más que los gritos de nuestros respectivos
grupos. Veo a PJ antes de que un torrente de imágenes se apodere de mí. Intento
sacarlas de mi cabeza, pero no puedo. Se repiten una y otra vez; ellos dos
juntos y yo en un lugar aparte, viendo esa dolorosa escena. De repente algo
frío me saca de la pesadilla. Aún estoy confusa cuando el frío desaparece muy
poco a poco, dando paso a otro tipo de dolor: el físico.
Me dejo caer, apoyándome sobre
los brazos, pero el izquierdo me falla. Miro fijamente al suelo para hacer
desaparecer el mareo repentino. Una gota roja cae lentamente bajo mi sospecha.
Estoy herida.
— ¡Baby!
—Hood está sujeto por Big Joe. Bells agarra con tanta fuerza a PJ que los
músculos tensos están a punto de estallar la camiseta. Saco fuerzas de flaqueza
y consigo levantarme.
Reprimo una mueca de dolor sin éxito y ataco a mi
oponente. Tras fallar, esta vez me toca a mí esquivar. Consigo salvarme del
ataque, excepto por un corte superficial a la altura del estómago, incluyendo
la camiseta. Dejo caer la navaja, ya es hora de poner en práctica lo que Frank
me enseñó. Con la mano libre consigo alcanzar la suya y se la retuerzo tras la
espalda, quedando desarmado. Utilizo el antebrazo como candado para su cuello,
ahogándole. Comienza a ponerse rojo y yo a perder fuerza. Le suelto justo antes
de caer débilmente y después de oírle rendirse. Se queda en el suelo jadeando y
todos vienen corriendo hacia mí. Nos sueltan y antes de desvanecerme siento
cómo me levantan entre gritos que me obligan a seguir despierta.
Silvia, te quiero ver escribiendo para continuarlo eh ! Esta genial, me has enganchado ! Un besazo escritora
ResponderEliminarGraciaas :)
Eliminar