Me voy de ese ambiente tan cargado andando a paso rápido. Al
llegar a un punto que no conozco me dejo caer en un banco y jugueteo con la
navaja. Un sencillo gesto como abrirla y cerrarla me resulta bastante extraño,
pero no tardo en coger práctica. A pesar de eso me hago un corte de unos 3cm en
la palma, bajo el meñique. Me limpio la sangre en la camiseta y alguien me
sobresalta.
— No
la has tocado en meses ¿no es cierto?
— ¿Qué
prefieres, sincera o arrogante? —que me haya seguido me produce una leve
sonrisa.
— La
primera por favor —se sienta a mi lado— de la otra creo que ya he tenido
suficiente.
— ¿Te
ha regañado PJ? Por defenderme, digo.
— A
mí no puede. Llevamos juntos desde la cuna —me limpia las lágrimas que
empezaban a rodar por el rostro— Venga, no llores. Se le pasará es solo…
— Amber.
— Yo
no lo habría dicho mejor —se ríe.
— ¿No
te cae bien?
— Con
nosotros ha sido una más pero… No sé, se ha pasado. ¿Qué te ha dicho para que
te pusieras así?
— Cosas.
Malas, te aseguro.
— ¿Peores
que desearte la muerte?
— Para
mí sí. Eso me da igual, pero lo otro… duele ¿sabes? , porque en el fondo sé que
tiene razón. Que lo que dice no se lo inventa.
— Dímelo.
Puedo ayudarte.
— Gracias
pero lo dudo. Ni tú ni yo mandamos sobre éste —le señalo el corazón— Y sabe
cómo atacar, sin duda.
— Algo
de PJ ¿no? —tan solo asiento.
— ¿Qué
sabes de ella?
— Bueno,
estábamos paseando y…
— Ahórratelo.
Eso ya me lo sé. Me refiero a su edad, de donde viene… cosas así.
— A
ver —piensa—, nos saca un par de años y vive una manzana más abajo de casa de
PJ. Creo que sigue currando de cajera en el súper, pero no estoy seguro. En
cuanto puede se escapa para venir con nosotros.
— ¿Vosotros
o él?
— Creo
que ambos —pone media sonrisa. No me da más datos para no hacerme daño.
— ¿Apellido?
— Me
pareció oír que era Nichols. Y no, no está casada, ni divorciada ni viuda. Ni
siquiera tiene novio.
— ¿Y
PJ?
— Él
no cuenta.
— ¿Por
qué?
— Porque
sí —sé perfectamente que la respuesta no es esa.
— Me
voy.
— Te
recojo en tu ventana a las once y media. A las doce empieza la fiesta.
— Hecho.
Ando lentamente de vuelta a casa sin reparar en la hora
hasta que me dan las nueve cruzando la puerta. Paso a mi habitación sin cenar y
conecto el ordenador con la clave de Frank.
Introduzco el nombre de todos los del grupo y de mi padre en los
archivos de la policía y no salen resultados. Eso significa que han cumplido
con su parte, bien. Ahora toca quien de verdad me importa. Introduzco su nombre
varias veces y nada. En ello, llega Frank.
— ¿Qué
haces? ¿Es mi cuenta, verdad?
— Un
poquito. Reviso unas cosas.
— Amber
Nichols… —lee— Porque la busques más veces no va a salir informe si no tiene.
¿Quién es?
— Una
nueva. Sólo me comprobaba que era de fiar.
— ¿Aquí?
—digo que sí con la cabeza y cierro el ordenador— ¿Qué te ha pasado?
— Un
pequeño corte, no es nada.
— ¿Seguro?
— Sí.
— Ten
—me tiende un revólver M 637 envuelto en una
tobillera—. Te lo mereces. Pero es solo para emergencias.
— Muchas
gracias —le abrazo y lo guardo junto con una caja de balas en el falso fondo de
un cajón del escritorio.
— Esas
balas no son del mismo calibre. Se necesitan del 38 —me da unas 7 balas—.
Llévatelo todo mañana y comenzamos a practicar.
— Ya
sé manejarla.
— No
del todo. —me sonríe y se va.
Espero hasta que mis padres se quedan dormidos y empiezo a
cargar la pistola. Inspecciono bala por bala después de ponerme la tobillera.
Oigo un ruido extraño y apunto directamente a la sombra de mi puerta con el
seguro quitado.
— ¡Joder
Al!
— Bertie,
no vuelvas a hacer eso —ambos respiramos y bajo la pistola.
— ¿Yo?
¿Qué haces con eso?
— Nada,
tan solo la miraba.
— Ya,
por eso tienes balas.
— Son
por si acaso.
— Eso
espero. No quiero que te pase nada malo. No me gustaría ser hijo único—bromea.
— No
te librarás de mí tan fácil —le sonrío.
— Ten
cuidado esta noche ¿vale?
— ¿Qué
sabes?
— Lo
suficiente. —Me abraza con ternura— Te quiero enana.
— Y
yo a ti tonto. —se va y justo a tiempo oigo un pequeño toque en la ventana.
Me asomo y veo a Hood, Bells y Big Joe. Hacen una seña y
recojo todo en un momento. Tomo aire y salto del marco de la ventana hasta el
árbol de enfrente. Me doy de bruces contra el tronco y repito la operación
hasta estar en el suelo. Partimos en silencio hasta el parque, donde está el
resto del grupo. PJ asiente hacia mí, pero le ignoro.
— ¿Estás
segura? No pasaría nada.
— Lo
voy a hacer, Bells. Me da igual lo que me digáis.
— Está
bien, está bien.
Amber me mira desafiante, y me distraigo el momento justo
para oír como él me llama.
— Baby.
Ten, usa esta. Es mejor. —me lanza su navaja y me aparto lo justo para dejarla
caer.
— Con
la mía voy bien.
— Recógela
—es una orden.
— No.
— Hazlo
—insiste con más fiereza.
— Que
lo haga tu novia.
— Con
mucho gusto —responde ella y se levanta a recogerla. Se la entrega con un beso
en la mejilla y vuelve a mirarme de igual manera cuando se sienta.
La respondo lanzando la navaja a un árbol a varios metros.
Se clava justo en un nudo del tronco de éste y se quedan con la boca abierta. La
verdad, me ha salido mucho mejor de lo que esperaba; una casualidad muy
oportuna. Alzo la barbilla y me dirijo al árbol.
Al llegar me doy la vuelta con brusquedad. ¿Por qué tiene
que seguirme?
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