— Vaya…creía
que sería, no sé, mas espectacular.
— ¿Qué
te esperabas, un cuartel?
— No
pero… ¿me vais a entrenar aquí? — Es una casa con el mismo diseño que la cueva,
pero al otro lado del país, claro está. Blanca, con su jardín trasero y
delantero. De dos plantas y bastante modesta por dentro. Acogedora, quizá. En
la planta baja hay un baño, una sala de estar que se funde con el comedor,
separado de la cocina por un semi-muro. Decorado en blanco y negro, hay un
estudio con una pequeña pizarra, un escritorio, ordenador y silla.
Hay una puerta cerrada con llave, me quedo observándola
hasta que alguien me agarra del cuello y siento el cañón de una pistola en la
espalda.
— No
te muevas —su voz es ronca y claramente forzada. Sin dudarlo me doy la vuelta y
en unos segundos el hombre de la pistola se duele del costado con mi navaja
pegada a su cuello.
— Lo
mismo digo —alza las manos y se mete la pistola en el pantalón. Me mira
analizándome, al igual que yo a él. Una mujer rubia «teñida seguro» entra dando algunas palmadas.
— Muy
bien. Creo que tengo con qué trabajar —añade el hombre. Pelo negro, corto y
ojos casi negros. Está algo musculado y deja claro que sabe defenderse cuando
me retuerce la muñeca para quitarme la navaja.
— Alice
—me distrae George, el agente que me ha traído y que se va a encargar de que lo
que pida se me conceda— Estos son Frank y Anne. Tus padres. —se dan la mano y
vuelven a mirarme.
— Siento
lo de antes —el tal Frank se disculpa—, quería comprobar si sabías defenderte.
— Podrías
haberlo preguntado.
— No
es lo mismo. Yo me encargaré de que sepas defenderte. Aprenderás lucha, boxeo e
incluso a disparar.
— Y
yo de lo que se refiere a la mente. —me sonríe Anne— Tranquila, ahora te lo
explicamos todo.
— Mi
trabajo aquí ha terminado. Alice, buena suerte. —saluda a “mis padres” y antes
de irse le agarro de brazo.
— Cuídales.
— No
te preocupes —me sonríe con algo de tristeza y me voy al sofá a paso lento bajo
la atenta mirada de Frank y Anne.
— Al
principio será duro, pero te acostumbrarás —Anne me pasa una hoja con una
tabla.
— Por
las mañanas, tendrás clase con Anne. Te enseñará cosas de cursos más avanzados,
para que cuando empieces no tengas problemas. Por las tardes yo te entrenaré.
—La jornada un día de diario empiezan a las ocho de la mañana y terminan a las
nueve de la noche, con una hora para comer.
— ¡Pero
si es peor que el instituto! ¿Francés? Yo nunca he dado eso. No me va a servir
de nada.
— Sí
te servirá. Irás a las mismas clases que Alexander Moore —me pasa una carpeta
con una ficha bastante detallada de él. Muy atractivo, pelo negro y ojos
azules, claros y profundos. Me recuerdan al mar del Caribe por su serenidad—.
El hijo del mafioso Ronald Moore. Gracias a ti se va a pudrir en la cárcel.
— Ya
sabrás más. Los sábados bajaremos a la ciudad y aprenderás el arte del
espionaje. Harás tus propios informes y nosotros los revisaremos.
— Vale,
¿mi tapadera? Porque tendré una. —sonríen complacidos por mi interés. Yo misma
me sorprendo por la naturalidad con la que estoy llevando esto.
— Alice
Du’Fromagge. Hija del empresario Fraques Du’Fromagge y de la diseñadora Anette
Gautier, el futuro de la moda francesa.
— Así
que para esto tengo que aprender francés. ¿No tendría que poner acento o algo
así?
— Tranquila,
ya lo tenemos pensado. Has estudiado en Carolina del Norte, tan sólo hablas
francés con nosotros. De todas formas, tienes que hablarlo fluido. —Anne parece
más comprensiva.
— Alexander
lo hace, puede ser una manera de entrarle. Tienes que ganarte su confianza como
sea. En cuanto antes lo hagas, antes acabará todo.
— Ten,
será mejor que te lo sepas. Son niños de papá, pero no tontos.
— Bueno,
ahí yo no estoy tan segura. —Me ignora y continúa. Desliza por la mesa otra
carpeta igual que la anterior.
— Si
no se fían, te buscarán en Internet. El FBI se encarga de eso, pero tienes que
saberte la historia de tu familia y cuantos más apellidos mejor. —el contenido
el tal y como me imaginaba, un enorme árbol genealógico con informes sobre cada
miembro. —También estudiarás a los del instituto. Te vendrá bien saber con
quien juntarte.
— En
lo que se refiere al aspecto…
— ¿También
serás tú?— Anne me está empezando a caer bien. Frank es buen tío, pero se toma
su tiempo. Como yo.
— No,
Paolo te hará un cambio de imagen mañana a primera hora, y durante todas las
mañanas de los domingos te enseñará protocolo —miro alrededor.
— ¿Durante
todo el tiempo viviremos aquí?
— No,
están arreglando un piso en el centro.
— ¿Un
piso?
— Es
una forma de hablar. Imagínate esta casa multiplicada por dos.
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