— ¡Hood!
—le abrazo con todas mis fuerzas cuando le veo entrar.
— Vaya…no
esperaba este recibimiento —me sonríe.
— Te
he echado tanto de menos —no le suelto.
— ¿Qué
haces aquí, Baby? Me encanta verte pero…
— Necesitaba
verte antes de… —no voy a decir nada, aunque de todas formas él no lo puede
evitar— ¿Qué has hecho?
— Ha
sido horrible. No quería hacerle daño, de verdad, pero…
— Tranquilo
—le consuelo. Si hay alguien a quien necesitaba ese es él.
— ¿Te
acuerdas de Jonathan?
— ¿Le
has…
— Fue
sin querer —se defiende.
— Y
te creo. ¿Puedes contármelo? —asiente con la cabeza.
— Se
metió con Emma y fui a por él, pero al llegar a una azotea…le pegué y…
— Vale,
no hace falta que sigas —volvemos a abrazarnos. Me aprieta tan fuerte que tengo
que separarme—. Ten cuidado.
— ¿Qué
pasa? —sonrío al verlo preocupado.
— Estoy
bien.
— Ya,
y por eso tienes algo debajo de la camiseta. Lo he notado al abrazarte.
— No
es nada —cambio de tema—. Te sienta bien el naranja, aunque lo prefiero en otro
contexto. ¿Cuánto llevas aquí?
— Cuatro
meses. Todavía me quedan otros ocho. Cuando salga nos vamos de fiesta y no
volveremos a casa hasta dentro de una semana.
— Me
apunto —me río—. De todas formas no pienso pasar mucho más tiempo con mis
padres.
— ¿Qué
ha pasado? ¿Tiene algo que ver con lo que te duele?
— No
he dicho que me duela nada.
— Lo
he notado. Te cuesta sentarte y al moverte pones caras.
— ¿En
serio? Pensaba que no…
— ¿Me
vas a responder qué ha pasado con tus padres o vas a seguir esquivando el tema?
— Es
que no me gusta hablar de eso, perdona Hood.
— Ni
a mi estar aquí y me aguanto. Habla.
— Llevo
sin hablar a mi padre casi desde que me fui —digo con un suspiro—. ¿Contento?
La verdad es que para lo que me queda, me da igual.
— ¿Qué
ha hecho?
— Me
ha traicionado. Por su culpa he tenido que pasar por mucho.
— Vaya,
Baby. Cada vez que te veo estás distinta.
— ¿No
me queda bien el avellana? —le sonrío.
— Sí,
claro. Pero…pareces una niña pija en vez de una de los nuestros.
— No
soy del grupo —respiro y rompo el silencio que se ha formado—. ¿Sigues saliendo
con Emma?
— Por
supuesto, ella me quiere y yo a ella. En un poco de tiempo la pediré que se
case conmigo —me falta el aire.
— No
lo hagas. No puedes —replico.
— ¿Por
qué?
— Me
ha vendido —digo sin pensar.
— ¿Cómo?
— Allí
nadie podía saber nada de esto, nada de la banda. Así podría empezar de cero; y
a la mínima que le ofrecieron dinero, cantó como un pajarillo.
— Ella
no te vendería.
— Haz
lo que quieras, Hood. Yo te he advertido; ahora escúchame: si te caes o te hace
algo parecido, yo ya no estaré para levantarte. Me encantaría pero no puedo.
— ¿Nos
dejas?
— Sí.
Definitivamente.
— ¿Cuándo?
— Tan
sólo me quedaba hablar contigo, así que…
— ¿Cuándo?
—insiste.
— Mañana
—antes de que mi padre llegue a casa.
— ¿Te
vas a despedir esta vez?
— Ya
lo he hecho —miento mejor de lo que pensaba—. Me quedabas tú.
— Y
PJ. Fue a buscarte a Los Ángeles como loco. Un día se presentó en la cueva
diciéndolo y lo hizo. Nunca he visto a Amber con esa cara de enfado cuando la
dijo que iba a por ti, que eras tú a quien realmente quería y no sé cuantas
cosas más.
— ¿Lo
dices en serio?
— ¿Tendría
sentido mentirte? —trago saliva. De repente he empezado a marearme y tengo que
usar a la mesa como apoyo— ¿Has sabido algo de él? —me observa.
— No
sabía que estaba en la ciudad. Yo acabo de llegar aquí.
— ¿Le
has llamado?
— Pensaba
que estaba con la pelirroja. No tendría sentido.
— Yo
por lo menos lo he intentado las veces que he podido. Y los de la banda
también. Me extraña que no te hayan dicho nada.
— No
quise oírlo. Pensé que se había ido con ella, ya que tampoco está.
— ¿Hablarías
ahora con él?
— Sí.
Las palabras de Anne me vienen a la mente: «Si no dudas la respuesta ni
un instante, es porque están absolutamente segura de lo que sientes».
— Seguro
que contesta si le llamas tú.
— No
lo estés tanto. No acabamos demasiado bien.
— ¿Crees
que le quieres?
— Lo
comprobaría al verle —respondo al dudar.
— ¿Vas
a hacerlo?
— No.
Llevo unos días bastante dolorosos; y pesados —añado.
— ¿El
instituto?
— Ojala.
Cambiaría lo que sea por que todos mis problemas se reducieran a eso.
— Suena
duro.
— Lo
es. Por suerte falta muy poco para que acabe.
Esta noche lo haré. Esta noche mi padre me encontrará…
— Si
te quedaras con algo de mí como recuerdo, ¿qué elegirías?
— No
lo sé, Baby. ¿Por qué lo dices?
— Necesito
saberlo. Eres muy importante para mí.
— Pues
supongo que con tu fuerza. Me refiero a que, cuando todo se caía, tú llegabas y
lo levantabas sola. Aguantabas lo que te echaran con tal de demostrar que eres mejor
que el resto. Y lo eres, sin duda.
— Te
quiero, Hood. ¿Lo recordarás?
— No
me hace falta; lo sé. Yo a ti también, enana.
Me abraza al salir y me cuesta dejarle, sin embargo se las apañará sin
mí. Él me enseñó a que la vida es un puente que debemos cruzar y dejar cuando
se nos llama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario