Translate

viernes, 8 de julio de 2016

Capítulo 26

Desde entonces, Alex parece mucho más apegado a mí; insiste en estar conmigo a todas horas del día, lo que le obliga a descuidar sus negocios y delegar más responsabilidades en Paulie, como él le llama y he descubierto que le irrita, por lo que le llamaré también así. No obstante, esto también me pasa factura a mí, que pasando tanto tiempo juntos me es imposible hablar de nada con Amy, pues aunque no esté con él, siempre tengo a alguien de su seguridad pegado a mí. Al menos veo que cumple sus promesas.
Por otro lado, él no para de trabajar y apenas comparte nada, lo mantiene con un secretismo muy difícil de esquivar, sin importar que yo haya cedido a quedarme a dormir de vez en cuando en su casa, acompañándole en el despacho hasta que, cansado, me lleva a su cama y cae rendido. Está trabajando duro para limpiar su nombre respecto a los burdeles, lo entiendo, pero no es sano lo que está haciendo; lo que estamos haciendo. Hemos salido por completo de nuestra rutina, lo que los primeros días era renovador, o lo hubiera sido si él hubiera hecho otra cosa aparte de llamadas interminables en mitad de la noche y paseos a medias por el mismo motivo. Con esto, entre las mañanas que me despierto tarde en su casa y las que ni siquiera oigo el despertador por las horas de cansancio acumuladas, llevo sin salir a correr cerca de dos semanas, y sé que él tampoco está haciendo nada de su habitual ejercicio. Espero que no nos pase factura a largo plazo, más me vale ponerme en forma de nuevo.
Para compensar el tiempo que no paso en la comisaría o con tareas de ésta, mi compañera está haciendo el doble de trabajo y yo lo reviso en cuanto llego a casa. No obstante, a pesar de esto, nadie implicado consigue avanzar, pues él no está centrado conmigo alrededor y yo me veo cohibida, sin poder hacer nada fuera de lo que él consideraría normal ni hablar con mi compañera sin arriesgarme a que alguien me oiga. Me da la sensación de que en esta casa incluso las paredes tienen ojos y oídos. La verdad es que no me extrañaría.
No sé si será por las nuevas responsabilidades o por la charla que tuvimos la última vez, Paulie me lleva evitando desde entonces, saludándome sólo cuando estoy con Alex, incluso se le ha borrado esa sonrisa característica que me ponía de los nervios, pero que he conseguido soportar y apreciar, se podría decir, como una parte más de su irritante personalidad. Sin embargo, ya no hay rastro de ese chico. Algo debió ocurrir desde lo de Coleman, aunque con esta actitud será imposible preguntarle, y tampoco creo que se lo haya dicho a Alex, me lo habría comentado, o habría notado algún cambio en él; sería imposible no hacerlo con todo el tiempo que pasamos juntos.
Un beso me despierta. No tendría problemas en devolverlo en otra ocasión, pero estoy realmente cansada. No consigo dormir tranquila si él no está en la cama, tengo miedo de que se vaya en mitad de la noche y haga cualquier cosa de la que luego se arrepienta, necesito sentirle a mi lado. Me odio por ser tan dependiente, me digo una y otra vez que es por el bien de la misión, que necesitamos que se mantenga a salvo, pero sólo yo sé la verdad sobre mis motivos, aunque veces no esté segura siquiera de ello. Anoche se acostó muy tarde y sinceramente no sé cómo es capaz de rendir con normalidad durmiendo tan poco, yo desde luego no.
¾    No es bueno despertarme a estas horas —respondo con voz pastosa.
¾    ¿Para nada? —vuelve a besarme, esta vez apoyándose más en la cama para prolongarlo; abro los ojos y le miro de reojo cuando se separa.
¾    Llevas demasiada ropa. Inténtalo de nuevo —se le escapa una sonrisa, haciendo que me fije en él, con su habitual traje y corbata—. Son las siete de la mañana, Alexander, apenas has dormido tres horas. ¿Qué haces vestido? —el olor a loción de afeitado y jabón inunda la habitación.
¾    ¿Te desperté anoche? —se sienta en la cama y me incorporo.
¾    No estaba dormida —cuando me acosté me dijo que vendría enseguida, y tenía la esperanza de aprovechar la noche con él, pero cuando llegó estaba agotada.
¾    Lo siento, se me fue un poco de las manos —reprimo un comentario mordaz que había cruzado mi mente, esperando explicaciones de lo que ocurre—. Te lo compensaré en cuanto vuelva —me da un beso.
¾    Puedes hacerlo ahora —le agarro de la corbata y le atraigo hacia mí, esta vez respondiendo al beso con fuerza.
¾    ¿No tenías sueño?
¾    Tú consigues despertarme —es algo tan repentino y sincero que no me da tiempo a pensarlo antes de hablar.
Él es capaz de mantenerme despierta, bien por preocupación o por cualquier otro motivo mucho más placentero; y paradójicamente, es con quien más tranquila duermo, consigue calmarme con sólo el calor de su cuerpo junto al mío. Esto no es sano. Si es así al principio, no quiero saber cómo acabaremos.
Su mirada es tan intensa que consigue quitarme la respiración por unos segundos; su expresión se torna sombría y rompe la conexión que se había creado. No sé cuánto tiempo podría haberme quedado así, perdida en él, sintiendo su cuerpo dispuesto a entregarse por sus feroces y habituales besos que suelen seguir a esas miradas. Sin embargo, esta vez no hay nada de eso, sino sólo oscuridad en sus rasgos. Si no le conociera, diría que tiene miedo.
¾    Tengo que irme —se levanta de la cama, alisándose el traje con las manos—. El avión sale en una hora.
¾    ¿Avión?
¾    No pretenderás que vaya en coche a Los Ángeles —responde en tono brusco.
¿Los Ángeles? ¿Qué hace él allí? Siento que el mundo se detiene a mi alrededor sólo para romperse y caer los pedazos sobre mí. No entiendo por qué tiene que irse, y por su actitud a la defensiva tampoco me lo va a decir. Aquí puedo protegerle, controlarle, pero allí ni siquiera puedo poner un pie en el Estado sin arriesgar mi tapadera. No hay Estados en todo el país para que tenga que ir precisamente a ese, claro que no. Sólo moverme por Florida es un peligro, ni quiero ni imaginar lo que podría ocurrir allí. Y tampoco puedo hacer nada para impedírselo.
¾    ¿Algo que decir?
¾    No, nada, sólo pensaba por qué tienes que ir tan lejos sin avisar.
¾    Alguien tiene que arreglar tu estropicio —decide cambiarse la corbata arrugada.
¾    ¿Cómo? —no me lo puedo creer, cada paso adelante él da dos atrás.
¾    No pensarás en serio que se creyeron toda esa pantomima de que estabas en el negocio. No te consideraba tan estúpida —no me mira a la cara cuando me lo dice, y desde luego la mía debe ser un poema; pero ¿qué le pasa?
¾    Que te jodan, Alexander —me levanto, furiosa y ofendida—. Me voy de aquí.
¾    Vístete primero —reparo en que, efectivamente, estoy en ropa interior.
¾    Haré lo que me dé la gana. Y te aseguro que no tendrás que arreglar nada, porque es mi vida —le digo a la altura de su cara.
Ha conseguido ofenderme de verdad, quizá porque era en quien confiaba para protegerme, tanto emocional como físicamente. Esperaba mucho más que él que un insulto mediocre y una actitud fría y de superioridad, en especial después de lo que hemos pasado juntos. No sé si me ofende que me haya insultado o cómo lo ha hecho; por no hablar de lo frío que se ha vuelto de repente, como si algo en su mente haya cambiado de golpe. Simplemente no entiendo nada.
Me agarra del brazo, apretándome hasta hacerme daño. Al fin he conseguido romper su pose de hielo, no obstante, no creo que haya sido para bien. La furia arde en sus ojos y temo que haga cualquier brutalidad. No, él no lo haría. Él jamás me heriría; o insultaría.
¾    Alice —dice entre dientes a modo de advertencia.
¾    ¿No tenías prisa? —me zafo de él— Vete de una vez, lárgate —le empujo—; busca a cualquier otra estúpida y tíratela. Tírate a toda California, si quieres, pero déjame en paz.
¾    Quizá lo haga.
¾    Fantástico. Así no seré la única.
Creo que lo he empeorado todo, pero me da igual ahora, la verdad. No sé dónde vamos a llegar; todo el odio que ardía en mi interior, la inseguridad, el miedo...ha quedado reducido a cenizas e incluso me deja un sabor amargo en la boca. Reconozco que la falta de sueño me pone irascible, pero tengo razón. Estoy cansada de que decidan por mí, de que no me valoren o que lo hagan en exceso, pues de ninguna manera me siento libre de hacer lo que quiera o de ser realmente yo.
¾    No hablarás en serio —habla cuando recojo mi ropa del pie de la cama.
¾    No quiero seguir más con esto —ni siquiera yo sé a lo que me refiero cuando lo digo, hay tantas cosas de las que estoy harta que me sobrepasan.
¾    Deja de decir tonterías —acuna mi cara entre sus manos, pero me aparto en seguida.
¾    Es lo que hacen los estúpidos, ¿no?
¾    Al, espera, por favor. Esto es lo que hacemos, discutimos y...
¾    Estoy cansada, Alexander. Déjame.
¾    No.
Me he estado vistiendo mientras discutíamos y quiero salir de aquí, me agobia, pero él continúa bloqueando la puerta; necesito tomar el aire. No obstante, su mirada es tan sincera que prácticamente me veo obligada a ceder y responderle, manteniendo todas mis emociones lo más ocultas posibles. La verdad es que no sé cuáles son.
¾    Sólo...sólo vuelve a casa. Ten cuidado y vuelve sano y salvo.
Al fin se deja apartar de la puerta y la cierro tras de mí, y aunque me sigue hasta la salida no se atreve a hablar. Supongo que está sumido en sus pensamientos, yo tampoco he sido capaz de mirarle a la cara.
Como siempre, hay un coche esperando en la puerta, pero lo rechaza enseñando unas llaves que ha debido coger por el camino, la verdad es que no me he fijado en lo que hacía, sólo quiero salir y dormir en mi cama hasta que no pueda más. El chófer me deja en el paseo marítimo, en el punto al que acostumbra y del que sólo estoy a cinco minutos de casa. Espero que esté vacía para poder dormir tranquila.
No obstante, no tengo tanta suerte: Amy está terminando de desayunar. Con Aaron. Parece que se ha puesto cómodo bastante pronto. Toda esa comodidad desaparece en cuanto me ve entrar, pues se tensa y para de comer. Su lenguaje corporal grita lo mucho que necesita salir de aquí, incluso lo avergonzado que se siente; parece un animal enjaulado en un zoo. No lo entiendo, no está haciendo nada malo, pero no tengo ganas ni energía para ocuparme de sus sentimientos, como mucho de los de mi compañera, y no prometo nada si toco algún asiento mullido y cómodo. Ella está algo sorprendida, pero no hace nada ''especial'' que desvele lo que le pasa por la cabeza. No, ella siempre ha preferido decirlo abiertamente.
¾    ¿Tú no estabas con...Alex? —para un segundo para corregir lo que iba a decir, una cosa es que confíe en Aaron y otra es hablar abiertamente de lo que está ocurriendo.
¾    Hemos...pensado que lo mejor es que cada uno se fuera solo —creo que es la mejor manera de comunicar lo que quiero sin decir nada.
¾    ¿Quieres que me quede contigo? —su voz es dulce, comprensiva.
¾    ¿Sinceramente? Lo que quiero es dormir. Ve con Aaron, hablaremos más tarde.
¾    ¿Estás segura?
¾    Absolutamente. Por cierto, ya he enviado el paquete a Los Ángeles, pero no sé cuánto tardará —le cuesta unos segundos darse cuenta de lo que estoy hablando, y en cuanto lo hace le cambia la cara, mucho más seria e incrédula.
¾    Avisaré de inmediato —no me gusta que sean otros quienes le protejan, pero no hay más remedio—. Llámame en cuanto te despiertes.
Asiento con la cabeza y subo a mi habitación, cayendo rendida al instante, como temía.

Amy se ha encargado del papeleo y de hablar con los superiores correspondientes para asegurar que Alexander vuelva con vida, aunque no estoy segura de que lo consigan sin llamar la atención. De cualquier manera, aparece en casa nada más llamarla y la pongo al día, tanto de la discusión como de mis dudas sobre lo que va a pasar a continuación. No obstante, se disipan esa misma noche. He conseguido convencerla para revisar el caso de Nancy Torres, llevo unos días con ello en la cabeza y la experiencia me dice que lo mejor será prestarle atención. Los informes toxicológicos indicaban una alta cantidad de droga en sangre, pero no mostraba signos de haber sido adicta. Cómo me irrita el conformismo en la policía. Por ello, he decidido empezar desde cero y comparar datos con los informes oficiales. Sé que es como si reabriéramos un caso y que es un trabajo duro, por no mencionar que no estamos autorizadas a ello, pero necesito distraerme, volver a lo que era mi vida normal, aunque sólo sea por el tiempo que Moore esté fuera. Sin embargo, después de preguntar por ella en el segundo bar con resultados nefastos —nos han echado de ambos sitios—, noto rápidamente que nos están siguiendo y tengo que parar en seco para encararle.
¾    ¿Qué estás haciendo? —se da cuenta de que le estoy hablando y se acerca a paso decidido.
¾    Seguir órdenes.
¾    Pues dile a tu jefe que eres pésimo siguiendo gente.
¾    Quería que lo supieras, francesa —llega a nuestra altura; parece que su humor ha vuelto cuando me guiña el ojo.
¾    Claro que sí —Amy parece haberle reconocido, aunque no comenta nada, sólo guarda la fotografía que estábamos enseñando, no obstante, Paulie es más rápido y se la quita.
¾    ¿Qué hacéis con esto? —su rostro se torna serio al verla; la ha reconocido.
¾     ¿Quién es? —pregunto, notando a mi compañera tensa, preparada para actuar en cualquier momento.
¾    Vaya foto de mierda —murmura mientras la rompe.
¾    Eres un gilipollas —detengo a Amy agarrándola por el brazo. Era la única foto que teníamos.
¾    Te gusta insultar a la gente, por lo que veo.
¾    Especialmente a ti. Dime de qué la conoces —susurro a Amy que me espere en casa, aunque sé que se va a quedar vigilándonos desde una distancia razonable; espero que lo haga más fácil con Paulie—. Venga, Paul, me estoy metiendo en todo esto de lleno, creo que me merezco que confíes en mí.
Duda unos interminables segundos en los que creo que me va a decir cualquier cosa y dejarme aquí, sería capaz, desde luego. Finalmente, tomando aire y mirándome fijamente a los ojos, se decide.
¾    Smirnov la mató, ¿contenta? Hubo un problema con un cliente y se la quitó de en medio. Y para de hacer preguntas o serás la siguiente.
¾    Él está entre rejas, él ya no...
¾    Él no es esta ciudad. No te creas importante porque te tires a un narco ''poderoso'', quizá seas intocable para él, pero hay otros muchos que han puesto precio a tu cabeza —vaya, noticias frescas—. ¿Por qué crees que estoy de niñero?
¾    ¿Y tú estás entre ellos?
¾    Puede. Si no me dices qué haces preguntando por Nancy.
Algo me dice que no era una simple chica para él, si no no se hubiera puesto así. Yo tampoco le quiero aquí, ¿cómo se supone que voy a ocultar tantas cosas —trabajo, casa, identidad—? Debo tener cuidado con lo que digo, no está de buen humor y tampoco me quiero arriesgar a verle realmente enfadado. No parece una persona con carácter, pero si algo me ha enseñado el tiempo es que ésas son las más peligrosas. Por suerte sabe las represalias que Alexander tomaría, y la verdad, eso me tranquiliza.
¾    Un policía me habló de ella cuando me detuvieron. Robé la foto.
¾    Chica mala.
¾    No sabes cuánto —consigo que fuerce una sonrisa—. Si me dices por qué llevas odiándome desde entonces, quizá esto sea más ameno; porque no vas a dejarme tranquila —su rostro serio vuelve cuando mira los pedazos de papel del suelo. Lentamente comienzo a hilar todo, no sé cómo no me he dado cuenta antes—. Espera, te he jodido.
¾    No me digas.
¾    He jodido tu venganza. Querías matar a Smirnov, pero yo te lo he impedido metiéndolo en la cárcel.
¾    ¿Qué sabrá una niña de papá de eso? Todos los europeos sois iguales, pisoteáis a quien sea y no os importa una mierda, destruís familias....
¾    También mataron a mi hermana —tengo una hipótesis y decido arriesgarme con ella—. Me vengué. Uno está en la cárcel y el otro espero que muerto. Pero ninguno fue por mí.
¾    No lo entiendo, ¿cómo...?
¾    Paul, todos tenemos un destino fijado, nos guste o no, y depende sólo de nuestras acciones.
¾    ¿Ahora me vienes con mierda budista?
¾    Escúchame y cállate. Han vivido con el temor de lo que puedo llegar a hacerles, y eso es mucho más placentero que hacerlo en realidad; siete años de agonía son mejores que cinco minutos de dolor, y lo sabes. Se jodieron solos la vida, yo sólo tengo que sentarme a disfrutar del espectáculo, con las manos limpias. No digo que no te vengues, sino que esperes y el tiempo les pondrá en su lugar. Estoy segura de que no eres el único que quiere hacerle daño; la cárcel está llena de padres, hijos, hermanos —recalco la última palabra.
He dado en el clavo. Sabía que lo de Nancy Torres nos llevaría a algún lado, aunque debo reconocer que no esperaba que fuere esto. El ruso tendrá un cargo más, y por lo que parece, yo la confianza de Paulie, pues a pesar de no parecer del todo convencido, cede un poco. La verdad es que se parecen bastante, misma forma de la cara, ojos grandes y sonrisa de crío travieso. Según el informe, la chica tenía la edad de Alexander. Si él lo supiera, estoy segura de que miraría a su protegido de otra manera. Ahora lo entiendo. No le ha dicho nada porque no quería eso, quería ocuparse por sí mismo. Por eso también saltó así el día que se reunieron los jefes de Alexander, mi situación le recordaba a su hermana.
Me niego a mirarle con pena, sé lo que debe estar sintiendo, yo he pasado por ello, y lo peor es que te traten como a una víctima cuando todo lo que quieres hacer es matar sin piedad a todo el que te haya mirado mal; el mundo se vuelve en tu contra, el odio y la furia corrompen tu mente y corazón hasta que aprendes a controlarlo, y a veces es demasiado tarde. Supongo que drogaron a la chica para que pareciera algo natural. No. No lo hicieron por eso. Mi mente ahora mismo es una locura, saltando de teoría en teoría. Mierda, necesito hablar con Amy antes de que descarte esto como una locura. Podrían haberlo hecho como mensaje, diciendo que si rompías sus reglas, nadie estaría a salvo, ni siquiera el protegido de Moore. Pero no les salió bien, Alex nunca se enteró. Smirnov parecía respetar a Alex, pero no tanto a Coleman. Él debió salvar la situación, veía su negocio particular tambalearse y lo arregló. Vaya, parece que incluso nos ha hecho un favor.
¾    Vamos —me agarra del brazo para que le siga—. Voy a enseñarte esto para que no te vuelvas a meter en mis intereses. Mantente callada —me mira de reojo—. Y tapada.
Prácticamente así se podría resumir el tiempo a continuación. Durante más de una semana, casi todo lo que veo más allá de mi casa —que, para mi sorpresa, Paul acepta las reglas que impongo de no acompañarme más allá del punto de encuentro de siempre— es la de Alexander, ya que pasamos a buscar papeles a menudo y casi vivimos allí por las reuniones interminables y tediosas con los jefes de Alexander —algunas, hay otras que no tengo ni idea de quién es—, todos quieren más dinero y poder, pero Paul siempre les responde lo mismo: no. También vamos de club en club, todos me parecen iguales, pero consigo concentrarme cuando los visitamos, intento recordar cada detalle que sea posible tanto del lugar como de la operación. Nos conocen donde vamos, o al menos al chico, a mí se limitan a mirarme no de una manera muy amistosa. Los primeros días no me dejan ver el momento de la transacción, me limito a esperar a mi acompañante, pero después de una discusión causada por un pequeño problema —me metí en una pelea de bar, quizá después de provocarla, y aunque gané dejando a un par de tipos inconscientes e inmovilizar a otro, a Paulie no le gustó—, aceptó llevarme con él para ''mantenerme bajo control''. Puede que no haya hecho bien, pero al menos ahora sabe de lo que soy capaz también físicamente y no tendrá miedo de dejarme participar un poco más en la acción. Aunque tampoco es que haya demasiada, normalmente vamos a un despacho y el que lleva el club nos entrega un fajo de billetes que Paul se encarga de contar mientras yo soporto miradas o intentos de flirteo hasta que caen en quién soy (la chica del jefe) y se quedan callados observándome, por lo general con curiosidad. Después vamos a casa de Alex y deja el dinero en una caja fuerte la cual no piensa decirme más y sólo él y Alexander conocen su sitio y código. Las reuniones son casi todos los días, que como son de noche porque es más difícil localizar a quien sea que venga —''por mi seguridad'' Paulie me ''aconseja'' que me quede en una habitación para no arriesgarme a ser vista, tiene razón, no sabemos de quién podemos fiarnos—, acaban de madrugada y a esas horas ninguno tiene ganas de volver a salir, así que prácticamente se podría decir que vivimos aquí.
Es complicado, no puedo informar a Amy de nada, aunque lo bueno de esto es que estoy aprendiendo más de lo que podría imaginar jamás. Por desgracia, en cuanto llegue Alex ya no será así, volverá a ser sobre protector y me impedirá participar en nada. Eso con suerte, pues no sé qué va a pasar, si no le dará importancia a la discusión o continúa enfadado. Sinceramente, tengo miedo de lo que pueda ocurrir; me dolería dejar de vernos, es de las únicas personas en este mundo de locura y violencia me hace sentir bien. Sé que debería mencionar el trabajo, lo importante que es y demás, pero ahora no hay lugar para eso; no soy capaz de dormir en su cama, es demasiado grande para no saber si algún día volverá. Ni siquiera nos despedimos. Si algo le ocurriese... Paul dice que habla con él todos los días, sin embargo, no estoy segura de que diga la verdad, a mí no me ha llamado y el joven apenas da vagos detalles de su estado, por no mencionar que cada día se pone más nervioso. Bueno, al menos eso actúa como elemento de unión entre nosotros hasta casi confiar en el otro; yo, personalmente, siento que puedo confiar en él, ha intentado protegerme a su manera y casi se podría decir que disfruta con mi compañía a pesar de los encontronazos puntuales siempre acabamos bromeando y metiéndonos con el otro. Aunque eso lo hacemos en todo momento. No dejamos de ser dos casi críos en un mundo demasiado grande, con demasiadas responsabilidades y peligros, y la verdad es que con tanta seriedad, de vez en cuando se agradece algo así.
Hoy hemos quedado tarde en la playa para continuar con la tarea de siempre, por suerte anoche pude dormir en mi casa y me he levantado temprano para ir a la comisaría y aprovechar el poco tiempo libre que tengo, así me quito algo de trabajo atrasado de encima. Está claro que en casa no haría nada, me distraería con cualquier cosa.
Apenas se ha parado el coche cuando abre la puerta desde dentro, indicándome que me siente. En seguida se pone en marcha, sin rastro de su habitual actitud de broma.
¾    ¿Ha pasado algo? ¿Has hablado...
¾    No, no he hablado con él. Si eras así de pesada, no me extraña que te dejara.
¾    Gilipollas —¿dejarme? Más le vale que sea una de sus tomaduras de pelo.
¾    Te repites, francesa.
¾    Tengo un mal día —hacen diez días desde que Alex se fue y sigo sin tener noticias, la policía tampoco colabora. 
¾    ¿Te han dicho que tu pony se ha perdido? Cuánto lo siento.
¾    Vete a la mierda. Pensé que después de noquear a esos tíos me tomabas en serio.
¾    Es difícil si te oigo quejarte todo el día de lo mucho que echas de menos a tu novio.
¾    Estoy preocupada. Y tú deberías. Acepta que sin él no somos nadie, tú un inmigrante en problemas y yo...bueno, también.
¾    Habla por ti. Tengo más amigos aquí, puedo volver a Cuba, o ir a México.
¾    Prometedor —murmuro, la verdad es que no son los mejores destinos.
¾    Más de lo que crees. Viví allí de pequeño, tenía un amigo... —duda si contármelo o no, pero se decide más rápido de lo que pensaba a pesar de que se le ve incómodo hablando de ello— Siempre traía cosas caras al colegio, no entendía cómo las conseguía, me decía que su padre lo tenía todo. Un día, me llevó a su casa. Conocí a su padre, era un buen tipo, hasta que descubrió que estaba visitando la casa más de lo común. Al menos no sabía que le robábamos coca. Discutieron...por mí, en gran parte, y empezó a pegarle. Yo...estaba colocado y asustado. Le pegué un tiro. Le maté.
»El resto de su ''negocio'' le odiaban, así que me deben un favor. No les caigo precisamente bien, pero les libré de un cabrón y les dejé el trabajo hecho.
¾    ¿Y tu amigo?
¾    Es el nuevo jefe. No quiere oír hablar de mí, tengo mucha mierda que decir.
¾    El chantaje es peligroso.
¾    Pero es una oportunidad. Estados Unidos es el país de las oportunidades ¿no? Da igual, Alexander volverá dentro de nada, seguro que está tomando el sol en cualquier playa de California con un vaso de whiskey.
Y más le vale que solo. No me dejo sorprender por la historia de Paul, por mucho que en realidad lo haga. No sabía su pasado, y de las muchas cosas que me había imaginado, ninguna se acercaba siquiera a esto. ¿Relaciones con un traficante? Ni mi más loca idea podría llegar a rozarlo. Eso es por lo que tuvo que huir a Estados Unidos, no podía simplemente seguir como si nada después de hacer aquello. Ha sido duro para él, y encontrar a Alexander ha debido ser un verdadero alivio, alguien que de verdad le aprecia por quién es y no por...cualquier otra cosa, la verdad es que me da igual. Él es un fugitivo más, igual que yo, que se ha visto envuelto en algo mucho más grande.
No añado más, la verdad es que no sé qué decir. No me ha mirado mientras hablaba, y no espero que lo haga hasta dentro de un buen rato, quizá días. Es algo difícil de decir, el pasado es mucho más duro de lo que la gente cree, nos condiciona más que nada.
Este club es distinto del resto, tiene la misma distribución que el de Smirnov, y me temo que nos hemos equivocado hasta que nos dejan entrar sin comentarios, sólo miradas extrañadas. Paulie está relajado, recordándome a la actitud de Moore cuando se tiene que enfrentar a cualquier problema más allá de él. No sé qué puede estar pasando, pero en cuanto llegamos a la sala principal los hombres que esperan sacan las pistolas y nos apuntan directamente a la cabeza. Nos no. Me. Tomo aire y miro a mi acompañante, igual de calmado que antes y me grito que todo va a salir bien, debe tenerlo bajo control. Le conozco o si no no pasaría esto, no estaría así. Alexander se enfadaría mucho si descubriera que ha dejado que pasara, tendría los días contados.
¾    ¿Mi dinero?
¾    ¿Es ella? —me señala el que parece estar al mando, alto y robusto con una enorme cadena de oro al cuello.
¾    No la toquéis —le ofrece una mirada que no consigo descifrar y recibe una bolsa de deporte con billetes pequeños, por lo que veo—. ¿Está todo?
¾    Menos mi parte.
¾    He cambiado de opinión. Dadme mi dinero.
¾    Tus bromas me cansan, niñato —saca otra pistola y le apunta a la cabeza; yo me mantengo con las manos alzadas, pensando un plan de escape. Sola podría intentarlo, con Paulie, no estoy tan segura—. Conozco a tu jefe. Y a ella. ¿Quieres que le haga una llamada rápida? ¿Contarle...?
No le da tiempo a terminar. El joven le da un puñetazo en la mandíbula que desata una lluvia de balas a nuestro alrededor. Por suerte, soy lo bastante rápida para tirarme al suelo, desde donde agarro el tobillo de uno, sin saber exactamente lo que hago, y le tiro al suelo. No puedo ver qué es de Paul, estoy demasiado concentrada en hacer esto. Cojo su arma y le disparo en la rodilla, asegurándome de que no será una amenaza de nuevo. Me arriesgo a levantarme, pero para mi sorpresa los disparos han cesado. Los hombres están pendientes del que está tirado en el suelo gritando de dolor, cogen a Paulie del cuello, no obstante, disparo en la mano que tiene agarrada la pistola del tipo que le retiene y cae junto a mí, manchado de sangre. Espero que no le hayan herido.
Parece que mi puntería no ha empeorado, gracias a Dios, si no hubiera ocurrido algo muy feo de lo que no me gustaría ser responsable. No sé por qué yo tampoco tengo ni un rasguño, pero no voy a arriesgarme a cambiarlo. Cinco tipos contra nosotros, aunque no sé si contar a mi acompañante, levantándose muy lentamente del suelo; uno de ellos con una automática que infunde bastante respeto.
Estamos en un punto muerto, apuntándonos entre nosotros, esperando al que dispare primero, al que manche el suelo. Yo no pienso ser ésa. Han visto mi puntería, no se fían. La verdad, yo tampoco. Más bien creo que ha sido un golpe de suerte. De todas formas, no dejaré que lo vean. Otro disparo rápido en un hombro y una patada a Paul para que continúe en el suelo, no confío en el de la automática, que tras recibir el tiro deja caer el arma, disparando una ráfaga incontrolada que provoca un grito más de dolor. No sé de quién ha venido, y tampoco voy a pararme a averiguarlo. Eliminada la amenaza principal, creo que es momento de correr como si no hubiera mañana. Puedo soportar un tiro normal, no tanto el de una metralleta.
Intento cubrir nuestra salida a tiros, no obstante, resulta que sólo tenía munición para otros tres tiros más, así que tengo que apañármelas tirando del joven sin ningún seguro. Ya me encargaré más tarde de gritarle, ahora lo importante es salvar la vida.
Corremos de vuelta en el coche, me siento donde el copiloto, pues él me ha adelantado y pisa el acelerador al máximo. Cierro los ojos, no quiero saber más. El corazón se me va  a salir del pecho, no puedo creer cómo algo tan corto puede haberme afectado así, he pasado cosas peores, pero claro, entonces no tenía nada que perder. De momento no me duele nada, así que es buena señal, y tampoco oigo quejidos a mi lado, así que consigo relajarme después de unos minutos de carrera y en cuanto aparcamos en medio de un descampado de Little Habana, tomo una profunda bocanada de aire.
¾    ¿Qué coño ha pasado, Paul?
¾    Se me fue de las manos.
¾    Otro igual —murmuro—. Eso ya lo he visto, si no fuera por mí...
¾    Yo podría habérmelas apañado.
¾    Ya veo.
¾    ¿Me estás llamando cobarde?
¾    No —en verdad sí—. Sólo te has asustado, es normal. Pero no vendría mal que pensaras antes de actuar. Casi nos matan.
¾    Hemos salido de allí, es lo importante.
¾    Volverán a por nosotros. A por Alexander.

¾    Lo primero es ponernos a salvo. Vamos a su casa. Yo me encargaré del resto. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario