Ahora mismo no sé si saltar de la silla y
golpearle con ella hasta cansarme o simplemente escuchar lo que sea que tiene
que decir, creo que me merezco saber el motivo de todo esto. Haga lo que haga,
van a matarme de todos modos, así que tengo que actuar y decidir rápido. Pero antes
de jugar con mi vida, he de proteger la de Alexander, él es mucho más inocente
de lo que parece, y aunque haya hecho cosas malas, será la justicia quien
decida lo que ocurra con él, no un mísero traidor. Antes de matarle a él,
tendrán que pasar por encima de mí.
Aunque el hecho de que me encuentre en
esta situación no me hace un gran enemigo al que enfrentarse. Debo encontrar
una solución, y por la fuerza está claro que no haré más que empeorar las
cosas, así que tomo aire para calmarme y oculto una sonrisa cuando me doy
cuenta de que tengo los pies libres; si se acerca demasiado, podré defenderme
al menos de él, ya veré qué ocurre con el resto.
¾ ¿Has
dormido bien? —creo que mi mirada feroz le sirve de respuesta; doy gracias de
que se centre en mis ojos— Siento los modos, pero no nos dejaste otra opción
—me quita la mordaza enseñándome la pistola como intimidación.
¾ Traidor...
—me revuelvo en la silla, pero no se inmuta, continúa acercándose.
¾ Le
dijo la sartén al cazo —se ríe—. Ronald Moore fue un grande, alguien de quien
deberíamos aprender, y tú hiciste que lo metieran en la cárcel como una rata.
¾ ¿Acaso
habías nacido cuando pasó?
¾ Ja
ja. Tienes mucho humor para lo que está ocurriendo.
¾ ¿Qué
tiene que ver el padre de Alexander en todo esto? Pensé que era por Alex.
¾ No,
preciosa, no te confundas. Es por el dinero. Y vosotros dos me estáis
estropeando los planes. Comprende que no puedo dejar que continuéis, no después
de Coleman —si a él quería matarle, nosotros no seremos menos—. Además, si
conseguiste acabar con Ronald, no te costaría hacer lo mismo conmigo.
¾ ¿Sabes?
Me gustaría saber qué te estás metiendo, porque se podría escribir un buen
libro de lo que dices.
¾ Tengo
pruebas, fotografías. Y sabes defenderte con una pistola, apuesto a que no te
enseñan eso en un internado de pijos.
¾ Salí
con Alex, por Dios, pues claro que conocí a su padre. Ya te lo dije, fue él
quien me metió en esto en un primer momento, me hizo aprender a usar un arma.
¾ Me
parece que estoy perdiendo el tiempo contigo, Alice. Tengo cosas que hacer.
Con eso, da por finalizada la
conversación entre nosotros. Me da la espalda y saca la pistola para comprobar
las balas antes de apuntarme a la cabeza con gesto despreocupado; incluso
bosteza cuando me la pega a la sien. Ahora es cuando tengo verdadero miedo,
está tan relajado por matarme que dudo mucho que se inmute cuando lo haga para
más que limpiarse la camisa. El chico agradable era sólo una fachada para un
verdadero psicópata, no tiene problema alguno en planear la muerte de quien le
ha dado todo y de acabar con mi vida a sangre fría después de yo salvar la suya
hace horas. Cierro los ojos, sabiendo que todo ha acabado. Todas las veces que
lo he pensado, he acabado saliendo airosa, con cicatrices o heridas, pero nada
comparado con esto. Tomo aire, preparada para lo que viene a continuación. Creo
que nunca lo he estado antes tan poco como ahora, al fin había conseguido tener
un motivo por el que seguir adelante, y ha sido mi perdición. No es cierto eso
de que antes de morir se te pasa por la mente todo lo que has vivido, sólo
miedo, resignación, pena, incluso, pero nada parecido a lo que dicen.
Excepto...Excepto una voz. Oigo una voz que me hace abrir los ojos de repente y
cambiar de idea. Mis pensamientos van hacia el lado contrario, ya no se centran
en mi final, sino en el de Alexander.
¾ Paulie,
¿por qué no me cogías el teléfono? —si no le conociera, diría que suena
desesperado— Da lo mismo, no encuentro a Alice. Tendría que haberse quedado en
su casa, pero se fue con alguien y ha desaparecido —al cerrar los ojos no he
visto que había llamado por teléfono.
¾ Lo
sé. Y si de verdad quieres volver a verla, deberías escucharme.
¾ ¿De
qué estás hablando?
¾ Te
enviaré una dirección y vendrás de inmediato. Solo y...
¾ ¡Alex,
no! —grito, sin temor a ser reprendida— ¡Es una trampa, no vengas...!
Mi captor me golpea con la culata de
la pistola y el mundo comienza a dar vueltas. Creo que debo estar batiendo
algún récord de golpes en la cabeza; si salgo de esta, debería ir al médico
para asegurarme de que no me han hecho nada serio.
¾ ¡Alice!
¾ Como
iba diciendo... No traigas armas, no queremos tener que... acabar demasiado
pronto.
¾ Paulie,
¿qué estás haciendo? Te salvó anoche, yo...
¾ Se
te acaba el tiempo, no estoy para sermones.
¾ Quiero
saber que está bien. Ponla al teléfono —adopta un tono serio, distante.
¾ Alexander,
creo que no estás en posición de exigir nada. No lo hagas más difícil,
¿quieres? Sabes que no dudaré en apretar el gatillo.
¾ ¡Estoy
bien, no te acerques o te matarán! —yo tampoco dudo de que lo apretará, sólo
espero que Alex no esté en la trayectoria.
Paulie dispara al suelo, junto a mi
pie, y no puedo evitar gritar del susto. Maldigo en mi mente, no debería haber
hecho eso. Si él me oye gritar se asustará más y hará exactamente lo contrario
a lo que le digo. El aire se agolpa en mis pulmones y no puede tomar forma para
crear palabras; no consigo reaccionar para más que pensar que ha faltado muy
poco. No sé si ha sido falta de puntería o adrede, pero ha bastado para hacerme
ver que va mucho más en serio de lo que me gustaría.
¾ ¡Hijo
de puta! —estalla— Ni se te ocurra tocarla un pelo, o te juro que...
¾ Tranquilo,
Moore; está viva. De momento. Tienes diez minutos o el próximo tiro será en la
cabeza.
Cuelga el teléfono, pero no se lo
guarda, sino que lo manipula por unos minutos, supongo que para mandarle la
dirección e informar de que está viniendo. No tendrán dudas con eso, al menos
yo no las tengo. Con un último vistazo, sale de la habitación, pero no me deja
tiempo para descansar o pensar siquiera en lo que va a ocurrir a continuación,
porque en seguida vuelve con una silla igual que la mía y un matón dos veces
más ancho que él y una cabeza más alto. Ambos llevan la pistola en la mano, por
si se me ocurre hacer cualquier cosa, lo que descarto al instante. Creo que es
la primera vez que me encuentro totalmente perdida sobre qué hacer, no veo
ninguna salida, tan sólo puedo imaginar a Alex acercándose y muriendo tiroteado
por intentar salvarme. A esto se referían cuando me decían que no debo
implicarme emocionalmente, es cierto que nubla el juicio; y aunque sea la
primera vez, no puedo garantizar que sea la última.
El segundo hombre se queda flanqueando
la puerta, mientras que Paulie se sienta a mi lado. Tengo miedo de que vea la
cinta aislante despegada, pero por suerte tampoco se fija; es lo único que me
acompaña ahora mismo y ruego por que continúe.
El frío metal del cañón de la pistola,
atraviesa mi sien por todo mi cuerpo y me provoca un escalofrío; la cabeza me
va a estallar de la cantidad de golpes que llevo en el día y tengo que cerrar
los ojos para intentar disipar el dolor en vano.
¾ ¿Estás
bien? —Paulie me pregunta, poniendo la mano libre a la altura de mi mandíbula.
Me sorprendo cuando la retira manchada de rojo.
¾ Tranquilo,
nadie muere por un dolor de cabeza. Podrás matarme tú mismo.
¾ Me
preocupo, aunque no lo creas. Mi dinero depende de tu estado.
¾ Curiosa
doble moral —murmuro—. Algo me dice que te da igual lo que me pase mientras que
Alex te pague. Después de todo lo que hemos hecho por ti...
¾ Alice,
no sabes la pena que me da en el fondo.
¾ Muy
en el fondo, aparentemente —murmuro.
¾ No
es agradable matar a una chica a sangre fría. Ni limpio, desde luego.
¾ ¿Y
a un capo? —eso atrae especialmente su atención— Por favor, no le mates a él,
no tiene nada que ver. Haz lo que quieras, arruínale, chantajéale... Pero por
favor déjale vivir —¿soy yo quien de verdad está diciendo esto? Los golpes han
debido afectarme más de lo que pensaba.
¾ Repugnante.
Asqueroso —su expresión apenada cambia a una de furia—. Ambos dispuestos a
morir por el otro. ¿Cómo podéis ser tan estúpidos? No sois nada especial, la
gente viene y va, un día os amáis y al siguiente hay traición.
¾ Experiencia
propia, eh —reconozco que eso ha sido un golpe bajo, pero no es que él esté
siendo muy legal—. Eres muy triste Paul, pensaba que eras un psicópata; pero en
verdad sólo eres un crío celoso porque tu querido amigo ya no te hace caso. O
quizá el problema está en que sólo es un amigo.
Levanta la mano para golpearme de
nuevo, sin embargo, esta vez se controla y se detiene a tiempo; lo que no
implica que cambie la cara. He dado justo en el clavo, yo he sido el
desencadenante de todo. Es una locura, Alexander no se fijaría en nada que yo
no tenga, por decirlo de alguna manera, pero para el joven es más que claro que
si no fuera por mí, quizá hubiera sido diferente; o no, a lo mejor sólo quería
su atención como un niño pequeño con un juguete, solo que llevado a un extremo
enfermizo y envenenado por el dinero que puede ofrecer este negocio.
No hago más que meterme donde no me
llaman aunque ni siquiera sepa que lo estoy haciendo. Quizá debería parar, no
obstante, ya lo tengo todo perdido, no veo por qué no he de divertirme un rato.
¾ Cállate.
Parece que no recuerdas que soy yo quien tiene la pistola. Al menos valoro mi
propia vida, no necesito a nadie.
¾ Ni
nadie a ti.
¾ Quizá
debas cerrar la boca, francesa. Tengo el control de las cámaras de la casa de
Moore, incluida la de su dormitorio —no puedo decir que me sorprendan las
cámaras pero... Espera.
¾ ¿Qué?
¾ Os
llevo viendo todo este tiempo; fue todo un espectáculo, he de reconocer, a
veces algo empalagoso, pero las noches no tenían desperdicio. ¿Alguna vez te
han dicho que eres una tigresa en la cama? —se carcajea, aprovechando mi
estupefacción— Dios, dile a Moore que se haga mirar la espalda, debe tenerla
horrible.
¿Cómo es posible que me haya distraído
hasta tal punto? ¿Cómo ha podido dedicarse a vigilar todo sin que nadie se haya
dado cuenta? Debo normalizar mi respiración si no quiero dejarle la victoria
tan fácil, no obstante, no lo consigo, simplemente es demasiado que asimilar en
muy poco tiempo. Él ha sido el responsable de las muertes de mi ex profesor y
el amigo de Moore, ha estado controlando cada paso que se daba en la casa y a
Coleman. Él es el verdadero capo, Alex está siendo una simple marioneta; o al
menos eso parece. Deben detenerle e interrogarle, y si salgo de esta me
aseguraré de que pague todo lo que está haciendo. O podría ocurrir un accidente, tal y como planeaba para nosotros.
Es una estupidez decir que es mentira
lo que ha visto, porque ambos sabemos que no es así. Sencillamente es una
invasión de la intimidad enorme, prefiero que me ataquen de cualquier otra
manera antes que así, pues me es imposible defenderme.
Me guste reconocerlo o no, la batalla
ha acabado y por primera vez he perdido estrepitosamente, cuando llegue Alex
espero que tengan compasión y no le enseñen mi cadáver, porque estoy a punto de
hacer una locura. Si obtengo algo de tiempo, que disparen y que alguien lo oiga
y llame a la policía, tendré todo lo que quiero. No tengo nada que perder, así
que el miedo esta vez no me afectará. Por suerte, tengo la oportunidad de
disfrutar de la cara de estupefacción de ambos hombres en la sala cuando les
ofrezco la mejor de mis sonrisas, provocando que el más joven acerque su silla
delante de mí como quería. Cuento hasta tres para analizar los movimientos, el
espacio y los contrincantes y la acción comienza.
Con un movimiento súbito, golpeo las
patas de la silla de Paulie, de forma que cae de cara contra el suelo, pues yo
ya me he apartado para entonces. En apenas un par de segundos, el guardia ya se
encuentra apuntándome, pero como no paro de moverme y la silla a la que sigo
atada le bloquea la visión, no se decide a disparar; duda que aprovecho para
embestirle de espaldas. La silla no se rompe, pero basta un forcejeo y un par
de golpes más contra su cuerpo para convertirla en, aparentemente, trozos
inservibles de madera, no obstante, se pueden usar como bates improvisados.
Aunque eso sería si tuviera las manos libres, porque el plástico que rodea mis
muñecas continúa haciéndome daño y todavía tengo que quitármelo. Antes de
ponerme en pie, Paul sigue mi línea de pensamientos y está empuñando una pata,
dispuesto a hacerla verdaderamente inservible contra mi cuerpo; ahora es cuando
doy gracias a haberme entrenado tanto en los movimientos rápidos, pues me dan
la solución para salir del aprieto. Ruedo sobre mí misma y con una simple
zancadilla hago que vuelva al suelo, pero ahí se me han acabado las ideas. Si
me levanto, mi equilibro estará bastante perjudicado sin brazos, y si me quedo
aquí, estoy a su mismo nivel, cosa nada favorable. Recuerdo una pelea, años
atrás, en Harlem, donde se usaron métodos poco ortodoxos y bastante desagradables,
pero efectivos a fin de cuentas, así que los uso, teniendo en mente que sólo lo
uso porque es mi única alternativa; a pesar de esto, no es nada fácil de hacer,
seguramente acabe con un fuerte dolor de cuello, y la verdad que el de cabeza
no me preocupa, no puede ser mucho peor que lo que ya llevo.
Consigo darle una patada en la rodilla
para que no se levante a corto plazo y me pongo sobre él. Sólo quedan dos
acciones rápidas y dolorosas: un rodillazo en la entrepierna y antes de que
pueda decir algo por el dolor, encadenarlo con un cabezazo directo a la nariz
para rompérsela con suerte y valor. Un desagradable crujido me indica que he
logrado ambas cosas e, inevitablemente, me quedo tirada en el suelo, jadeando.
No entiendo cómo no ha llegado más gente a averiguar lo que estaba pasando,
estoy segura de que la cantidad de ruido que hemos hecho hubiera alertado hasta
a alguien sordo, sin embargo, aunque me quedo esperando una oleada de hombres
armados y una lluvia de balas hacia mí, nada ocurre. Paul se retuerce de dolor
a un metro de distancia, pero no alcanza a hablar, es como si le faltara la
respiración; cosa que comprendo a la perfección, porque yo me siento
exactamente igual sin haber recibido golpes tan duros.
No puedo quedarme así eternamente, por
lo que encojo mis piernas todo lo que éstas me permiten y, cortándome aún más
las muñecas, consigo pasar los brazos y ponerlos por delante. Algo es algo.
Recuerdo que hubo un cursillo de ''Qué hacer en caso de secuestro'' en la
oficina, pero me perdí la mayoría de las clases porque simplemente no me
apetecía ir. Sin embargo, mis compañeros insistieron en enseñarme un par de
cosas por si acaso sucedía algo parecido. Sabían —y saben— que una vez que esté
completamente libre, pocos pueden hacerme frente, así que se centraron en las
formas de desatarme y quitarme plásticos como estos; con la diferencia de que
con los que practicamos no parecían tan anchos, pero es la única opción que
tengo. Sé que va a doler, por lo que aprieto las mandíbulas cuando hago el movimiento
brusco que indicaban —consiste en separar las muñecas lo máximo que se pueda y
dar un fuerte rodillazo al plástico a la vez que bajas los brazos para ayudar
con el golpe—. Siento cómo se clavan en la carne un poco más, aunque tengo más
suerte de la que esperaba y caen al suelo, rotos y con alguna parte mía, estoy
segura. No me importa que caiga sangre de allí donde estaban, soy libre. O todo
lo que podría serlo, al menos.
Cojo la pistola del suelo y voy a
gatas hasta un lado de la puerta, esperando la incursión, pero cuando la puerta
se abre de una patada desde el lado contrario, siento que mis piernas flaquean,
y si no hubiera sido por él, estoy segura que me encontraría de rodillas como
mínimo. El alivio que siento al verle conmigo, sano y...No, no está a salvo.
Ninguno de los dos lo estamos. Y me doy cuenta de inmediato, pero no lo
suficientemente rápido al parecer. Me quita el arma de las manos, éstas que han
perdido su fuerza de repente para dársela a él según lo que veo, pues jamás le
he visto tan fiero, con tanta frialdad en sus ojos, que en vez de recordarme al
tranquilo y cálido Caribe como siempre, se han convertido en puro hielo.
Se da media vuelta, extiende el brazo
como un verdadero experto, y la lluvia de balas sucede exactamente como temía.
Con la diferencia de que en vez de venir hacia nosotros, es el punto de
partida. Siento el cuerpo de Alexander absorber la vibración del retroceso, mis
dedos, enredados en su camisa, tiemblan al sentir cómo su pecho sube y baja con
cada tiro que destroza mis oídos. Con la mano que tiene libre, mantiene mi
cabeza protegida y apretada contra él, impidiéndome la visión más allá de
nosotros.
Hace unas horas, habría contado los
disparos, hubiera controlado no quedarnos sin munición, pero ahora estoy demasiado
cansada como para hacer nada, mental y físicamente hablando. Y siendo sincera,
no quiero saber lo que está ocurriendo, llevo mucho tiempo preocupándome por
todo, y es hora de que otro se ocupe.
Aun así, cuando creo que todo ha
terminado, hay algo que me hace abrir los ojos. Siento que tocan mi tobillo,
una mano me lo rodea sin apenas fuerza antes de que Alex se ponga como escudo
humano. No he podido ver lo que pasaba, pero me imagino que era Paul,
intentando...no lo sé, quizá sólo quería llamar la atención, sin embargo, el
capo le aparta de una patada y veo la decepción en sus ojos, está realmente
dolido.
¾ Alex,
por favor... —su voz es apenas un susurro, una súplica llena de temor— Yo no...
—se calla en cuanto oye la pistola cargarse, y por mucho que lo odie, tengo que
intervenir; tengo que saber algo.
¾ Espera
—pongo una mano en su brazo—. Dame un momento con él.
¾ ¿Qué?
¿Estás loca, Alice? Ni de coña...
¾ Por
favor. No puedes mancharte más las manos, sabrán que he estado aquí y
averiguarán que tú también. Llama a tus hombres, que limpien esto.
¾ ¿Y
él?
¾ Lo
incriminamos —le susurro—, sé que puedes hacerlo. Y no hablará, él mejor que
nadie conoce a los vuestros de la cárcel y lo que le harían.
¾ Bien,
pero no te dejaré a solas —insiste feroz.
¾ Vigila
la puerta —le quito el arma de las manos tal y como lo ha hecho él antes y, con
un beso, me obedece.
Mantiene la mirada hasta que cierro la
puerta tras de mí. Me meto el arma en la parte trasera del pantalón tras
ponerle el seguro, algo recuperada de lo de antes. No sé de dónde he encontrado
fuerzas, pero levanto una silla del suelo y le ofrezco una mano para ayudarle a
sentarse. Me mira con recelo y no la acepta, a lo que respondo encogiéndome de
hombros. Peor para él. No le queda demasiado.
Pensar en mi misión me ha devuelto mi
objetividad, puede que esté furiosa con él, no obstante, necesito información
que sólo él puede darme, o al menos tendré la oportunidad de conseguir, pues
dudo que aunque le interrogue la policía se atreva a decir nada, conoce lo que
les hacen a los soplones.
¾ ¿Por
qué me has salvado? —tiene la voz ronca y hace un gesto de dolor cuando intenta
incorporarse.
¾ No
quiero que se manche las manos con tu sangre, no se lo merece.
¾ ¿Y
por qué no me disparas tú? Ya lo has hecho antes, y con mucha puntería—observa—.
¿No te atreves a matar a alguien? ¿Por eso no lo hiciste en el club?
¾ Ojalá
estuvieras en lo cierto —se me escapa una amarga sonrisa—. Tan solo quiero
saber unas cosas antes. Si tu respuesta me agrada, vives; si no, mueres.
¾ No
tengo garantías.
¾ Ni
nada que perder.
¾ Hablas
como un poli —escupe sangre al suelo.
¾ Y
tú como un muerto —saco la pistola y le apunto directamente a la cabeza—.
¿Dónde tienes los vídeos de vigilancia? —a pesar de todo, le provoco una
sonrisa.
¾ En
mi móvil.
¾ ¿Y
el resto de copias?
¾ No
hay. No puedo arriesgarme a que lo vea alguien inapropiado.
¾
Un poco tarde para eso. Dámelo.
¾
¿Eso es todo lo que te interesa? ¿Un estúpido
vídeo?
¾
Última oportunidad —le tiendo una mano, pero
deja caer el teléfono al suelo en cuanto lo saca del bolsillo— Gilipollas. ¿Por
qué los mataste? Lawler y Nate.
¾
Cuando te lo diga, me matarás.
¾
Yo cumplo mi palabra, traidor —sigo sin bajar el
arma—. Sabes tan bien como yo que si Alex se entera de lo de Nate te matará.
Confiar en que yo callaré es tu única baza.
Con un suspiro de resignación,
comienza a hablar de manera monótona, como alguien a quien no le importa lo más
mínimo lo que está diciendo o las consecuencias, y lo peor es que sé que es
así. Me mantengo apoyada en la puerta y así evitar cualquier intento de fuga;
pero aun así, a mitad de una frase, se detiene y se lanza contra mí. Por
suerte, estoy entrenada para situaciones así y me basta con una patada para
devolverle a la silla en la que estaba sentado; a demás, se encuentra demasiado
débil como para presentar más pelea que esa. Y, sinceramente, no es que yo me
encuentre en mis mejores momentos: el mundo a mi alrededor se mueve e incluso
tambalea, y no estoy hablando en sentido figurado. Estoy mareada, quizá por el
esfuerzo o por la cantidad de golpes en la cabeza, lo que sería preocupante.
Sin embargo, me obligo a mantenerme impasible.
Pero, por supuesto, lo peor de todo es
lo que cuenta, no obstante, en el fondo de mi corazón sabía que iba a decir
algo por el estilo, simplemente quería negarlo y me aferraba a la posibilidad
de que fueran imaginaciones mías. Resulta que no es así.
Ambas víctimas habían sido contratados
por algunos hombres de Alex, de entre los que estaba Paulie, obviamente;
''contratar'' es un eufemismo, por supuesto: significa que trabajan para ellos
a cambio de sus propias vidas o incluso de la de algún ser querido.
Al que fue mi profesor, lo
secuestraron cuando desaparecí y torturaron con droga, por lo que cuando le
dejaron libre, se había convertido en un adicto. Es comprensible que aceptara
sin pensar la oferta de droga a cambio de mantenerme vigilada. Sin embargo, si
es cierto que llevaba tiempo vigilándome, sabía de sobra para quién trabajaba,
pero no dijo nada, pues al contrario hacía mucho que estaría bajo tierra. Dio su
vida por protegerme. Otra persona más. Cuando vuelva a Los Ángeles dejaré
flores en su tumba.
Cuando fui vista en Miami, acabaron
con él por incumplir con su tarea de impedírmelo. Así de sencillo. Le mataron
al estilo de Ronald Moore, por disfrute personal de Paulie y comodidad de los
asesinos: sería fácil decir que había sido la mafia de Alexander.
Aunque el tema de Nate es mucho peor,
no estoy segura para qué parte. Mientras que Lawler, el profesor, se vio casi
obligado, él prácticamente suplicó que le dieran el trabajo. Puede que fuera
por el dinero —según Paul era una cantidad astronómica—, pero corrió a
traicionar a su amigo a cambio de algo tan frío. Su trabajo era el mismo que el
de Lawler, aunque algo más complicado: mantenerme alejada de Alex sin que él se
enterara de que estaba por la ciudad ninguno de los dos. Al parecer las cosas
no habían acabado del todo bien entre ellos en el instituto y Nate andaba
metido en trapicheos ajenos a la organización, así que si le veía, lo más
probable era que acabara muy mal. No debió hacer el trabajo como debía, pues
fue asesinado de una manera mucho más sanguinaria después del baile de máscaras
en el que nos reencontramos.
Tan sencillo y a la vez tan retorcido.
Ellos conocían nuestras vidas y nos han dejado vivir todo este tiempo, ajenos
de cualquier sospecha, para esperar el momento adecuado. Me siento más estúpida
que nunca por no haber podido pararles a tiempo. Nate no es que fuera santo de
mi devoción, pero no se merecía esto ni nada lejanamente parecido, sólo era un
niño de papá confundido; y Adam...(Lawler), era el único de aquel infierno que
merecía la pena, era un tipo íntegro, leal...Sólo puedo decir cosas buenas de
él. Y por culpa del hombre que tengo delante, cada vez que piense en él no me
vendrá a la cabeza su aspecto ligeramente desaliñado, su sonrisa tímida o las
largas charlas que compartimos cuando la gente me abrumaba o incluso las veces
que nos cubrió a Alex y a mí en nuestros líos y trifulcas cuando se metían
conmigo; mi mente se inunda con la imagen policial de su mutilado cadáver,
ensangrentado y dejado morir en la calle.
Tomo una profunda bocanada de aire
cuando termina su relato, intentando relajarme, y cierro los ojos para evitar
que caiga cualquier lágrima. No es sólo su culpa; yo la comparto y eso me
tortura por dentro. Debería haber hecho algo, intentar protegerles.
— Gracias
—digo en un susurro aún con los ojos cerrados.
Aprieto la mano en torno a la pistola
con más fuerza de la que recuerdo haberlo hecho nunca, una nueva bocanada de aire
me hincha el pecho y cuando lo expulso, el sonido seco de un solo disparo rompe
el silencio de la habitación.
Cuando salgo de la habitación, el
mareo se acrecienta hasta casi no poder cerrar la puerta tras de mí. Por
suerte, Alex se ha alertado con el disparo y ha aparecido como una exhalación.
Digo por suerte porque tengo que apoyar mi peso en el pomo para sostenerme en
pie, no sé qué ocurre, pero me hago a la idea de que nada bueno. Mis piernas se
niegan a aguantar por más tiempo mi peso y le pasan la tarea al capo, que me
alcanza justo a tiempo de evitar que choque contra el suelo.
¾ Al,
¿estás bien? —me mira de arriba abajo, buscando alguna herida que no estuviera
antes.
¾ Mejor
que nunca —murmuro, pues es lo único que puedo hacer.
La vista es borrosa y lo último que
consigo recordar es sentir la pistola deslizándose por mis manos y a él cogerme
en volandas y salir de allí corriendo. Después, todo se vuelve negro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario