Translate

viernes, 29 de julio de 2016

Capítulo 29

Ahora mismo no sé si saltar de la silla y golpearle con ella hasta cansarme o simplemente escuchar lo que sea que tiene que decir, creo que me merezco saber el motivo de todo esto. Haga lo que haga, van a matarme de todos modos, así que tengo que actuar y decidir rápido. Pero antes de jugar con mi vida, he de proteger la de Alexander, él es mucho más inocente de lo que parece, y aunque haya hecho cosas malas, será la justicia quien decida lo que ocurra con él, no un mísero traidor. Antes de matarle a él, tendrán que pasar por encima de mí.
Aunque el hecho de que me encuentre en esta situación no me hace un gran enemigo al que enfrentarse. Debo encontrar una solución, y por la fuerza está claro que no haré más que empeorar las cosas, así que tomo aire para calmarme y oculto una sonrisa cuando me doy cuenta de que tengo los pies libres; si se acerca demasiado, podré defenderme al menos de él, ya veré qué ocurre con el resto.
¾    ¿Has dormido bien? —creo que mi mirada feroz le sirve de respuesta; doy gracias de que se centre en mis ojos— Siento los modos, pero no nos dejaste otra opción —me quita la mordaza enseñándome la pistola como intimidación.
¾    Traidor... —me revuelvo en la silla, pero no se inmuta, continúa acercándose.
¾    Le dijo la sartén al cazo —se ríe—. Ronald Moore fue un grande, alguien de quien deberíamos aprender, y tú hiciste que lo metieran en la cárcel como una rata.
¾    ¿Acaso habías nacido cuando pasó?
¾    Ja ja. Tienes mucho humor para lo que está ocurriendo.
¾    ¿Qué tiene que ver el padre de Alexander en todo esto? Pensé que era por Alex.
¾    No, preciosa, no te confundas. Es por el dinero. Y vosotros dos me estáis estropeando los planes. Comprende que no puedo dejar que continuéis, no después de Coleman —si a él quería matarle, nosotros no seremos menos—. Además, si conseguiste acabar con Ronald, no te costaría hacer lo mismo conmigo.
¾    ¿Sabes? Me gustaría saber qué te estás metiendo, porque se podría escribir un buen libro de lo que dices. 
¾    Tengo pruebas, fotografías. Y sabes defenderte con una pistola, apuesto a que no te enseñan eso en un internado de pijos.
¾    Salí con Alex, por Dios, pues claro que conocí a su padre. Ya te lo dije, fue él quien me metió en esto en un primer momento, me hizo aprender a usar un arma.  
¾    Me parece que estoy perdiendo el tiempo contigo, Alice. Tengo cosas que hacer.
Con eso, da por finalizada la conversación entre nosotros. Me da la espalda y saca la pistola para comprobar las balas antes de apuntarme a la cabeza con gesto despreocupado; incluso bosteza cuando me la pega a la sien. Ahora es cuando tengo verdadero miedo, está tan relajado por matarme que dudo mucho que se inmute cuando lo haga para más que limpiarse la camisa. El chico agradable era sólo una fachada para un verdadero psicópata, no tiene problema alguno en planear la muerte de quien le ha dado todo y de acabar con mi vida a sangre fría después de yo salvar la suya hace horas. Cierro los ojos, sabiendo que todo ha acabado. Todas las veces que lo he pensado, he acabado saliendo airosa, con cicatrices o heridas, pero nada comparado con esto. Tomo aire, preparada para lo que viene a continuación. Creo que nunca lo he estado antes tan poco como ahora, al fin había conseguido tener un motivo por el que seguir adelante, y ha sido mi perdición. No es cierto eso de que antes de morir se te pasa por la mente todo lo que has vivido, sólo miedo, resignación, pena, incluso, pero nada parecido a lo que dicen. Excepto...Excepto una voz. Oigo una voz que me hace abrir los ojos de repente y cambiar de idea. Mis pensamientos van hacia el lado contrario, ya no se centran en mi final, sino en el de Alexander.
¾    Paulie, ¿por qué no me cogías el teléfono? —si no le conociera, diría que suena desesperado— Da lo mismo, no encuentro a Alice. Tendría que haberse quedado en su casa, pero se fue con alguien y ha desaparecido —al cerrar los ojos no he visto que había llamado por teléfono.
¾    Lo sé. Y si de verdad quieres volver a verla, deberías escucharme.
¾    ¿De qué estás hablando?
¾    Te enviaré una dirección y vendrás de inmediato. Solo y...
¾    ¡Alex, no! —grito, sin temor a ser reprendida— ¡Es una trampa, no vengas...!
Mi captor me golpea con la culata de la pistola y el mundo comienza a dar vueltas. Creo que debo estar batiendo algún récord de golpes en la cabeza; si salgo de esta, debería ir al médico para asegurarme de que no me han hecho nada serio.
¾    ¡Alice!
¾    Como iba diciendo... No traigas armas, no queremos tener que... acabar demasiado pronto.
¾    Paulie, ¿qué estás haciendo? Te salvó anoche, yo...
¾    Se te acaba el tiempo, no estoy para sermones.
¾    Quiero saber que está bien. Ponla al teléfono —adopta un tono serio, distante.
¾    Alexander, creo que no estás en posición de exigir nada. No lo hagas más difícil, ¿quieres? Sabes que no dudaré en apretar el gatillo.
¾    ¡Estoy bien, no te acerques o te matarán! —yo tampoco dudo de que lo apretará, sólo espero que Alex no esté en la trayectoria.
Paulie dispara al suelo, junto a mi pie, y no puedo evitar gritar del susto. Maldigo en mi mente, no debería haber hecho eso. Si él me oye gritar se asustará más y hará exactamente lo contrario a lo que le digo. El aire se agolpa en mis pulmones y no puede tomar forma para crear palabras; no consigo reaccionar para más que pensar que ha faltado muy poco. No sé si ha sido falta de puntería o adrede, pero ha bastado para hacerme ver que va mucho más en serio de lo que me gustaría.
¾    ¡Hijo de puta! —estalla— Ni se te ocurra tocarla un pelo, o te juro que...
¾    Tranquilo, Moore; está viva. De momento. Tienes diez minutos o el próximo tiro será en la cabeza.
Cuelga el teléfono, pero no se lo guarda, sino que lo manipula por unos minutos, supongo que para mandarle la dirección e informar de que está viniendo. No tendrán dudas con eso, al menos yo no las tengo. Con un último vistazo, sale de la habitación, pero no me deja tiempo para descansar o pensar siquiera en lo que va a ocurrir a continuación, porque en seguida vuelve con una silla igual que la mía y un matón dos veces más ancho que él y una cabeza más alto. Ambos llevan la pistola en la mano, por si se me ocurre hacer cualquier cosa, lo que descarto al instante. Creo que es la primera vez que me encuentro totalmente perdida sobre qué hacer, no veo ninguna salida, tan sólo puedo imaginar a Alex acercándose y muriendo tiroteado por intentar salvarme. A esto se referían cuando me decían que no debo implicarme emocionalmente, es cierto que nubla el juicio; y aunque sea la primera vez, no puedo garantizar que sea la última.
El segundo hombre se queda flanqueando la puerta, mientras que Paulie se sienta a mi lado. Tengo miedo de que vea la cinta aislante despegada, pero por suerte tampoco se fija; es lo único que me acompaña ahora mismo y ruego por que continúe.
El frío metal del cañón de la pistola, atraviesa mi sien por todo mi cuerpo y me provoca un escalofrío; la cabeza me va a estallar de la cantidad de golpes que llevo en el día y tengo que cerrar los ojos para intentar disipar el dolor en vano.
¾    ¿Estás bien? —Paulie me pregunta, poniendo la mano libre a la altura de mi mandíbula. Me sorprendo cuando la retira manchada de rojo.
¾    Tranquilo, nadie muere por un dolor de cabeza. Podrás matarme tú mismo.
¾    Me preocupo, aunque no lo creas. Mi dinero depende de tu estado.
¾    Curiosa doble moral —murmuro—. Algo me dice que te da igual lo que me pase mientras que Alex te pague. Después de todo lo que hemos hecho por ti...
¾    Alice, no sabes la pena que me da en el fondo.
¾    Muy en el fondo, aparentemente —murmuro.
¾    No es agradable matar a una chica a sangre fría. Ni limpio, desde luego.
¾    ¿Y a un capo? —eso atrae especialmente su atención— Por favor, no le mates a él, no tiene nada que ver. Haz lo que quieras, arruínale, chantajéale... Pero por favor déjale vivir —¿soy yo quien de verdad está diciendo esto? Los golpes han debido afectarme más de lo que pensaba.
¾    Repugnante. Asqueroso —su expresión apenada cambia a una de furia—. Ambos dispuestos a morir por el otro. ¿Cómo podéis ser tan estúpidos? No sois nada especial, la gente viene y va, un día os amáis y al siguiente hay traición.
¾    Experiencia propia, eh —reconozco que eso ha sido un golpe bajo, pero no es que él esté siendo muy legal—. Eres muy triste Paul, pensaba que eras un psicópata; pero en verdad sólo eres un crío celoso porque tu querido amigo ya no te hace caso. O quizá el problema está en que sólo es un amigo.
Levanta la mano para golpearme de nuevo, sin embargo, esta vez se controla y se detiene a tiempo; lo que no implica que cambie la cara. He dado justo en el clavo, yo he sido el desencadenante de todo. Es una locura, Alexander no se fijaría en nada que yo no tenga, por decirlo de alguna manera, pero para el joven es más que claro que si no fuera por mí, quizá hubiera sido diferente; o no, a lo mejor sólo quería su atención como un niño pequeño con un juguete, solo que llevado a un extremo enfermizo y envenenado por el dinero que puede ofrecer este negocio.
No hago más que meterme donde no me llaman aunque ni siquiera sepa que lo estoy haciendo. Quizá debería parar, no obstante, ya lo tengo todo perdido, no veo por qué no he de divertirme un rato.
¾    Cállate. Parece que no recuerdas que soy yo quien tiene la pistola. Al menos valoro mi propia vida, no necesito a nadie.
¾    Ni nadie a ti.
¾    Quizá debas cerrar la boca, francesa. Tengo el control de las cámaras de la casa de Moore, incluida la de su dormitorio —no puedo decir que me sorprendan las cámaras pero... Espera.  
¾    ¿Qué?
¾    Os llevo viendo todo este tiempo; fue todo un espectáculo, he de reconocer, a veces algo empalagoso, pero las noches no tenían desperdicio. ¿Alguna vez te han dicho que eres una tigresa en la cama? —se carcajea, aprovechando mi estupefacción— Dios, dile a Moore que se haga mirar la espalda, debe tenerla horrible.
¿Cómo es posible que me haya distraído hasta tal punto? ¿Cómo ha podido dedicarse a vigilar todo sin que nadie se haya dado cuenta? Debo normalizar mi respiración si no quiero dejarle la victoria tan fácil, no obstante, no lo consigo, simplemente es demasiado que asimilar en muy poco tiempo. Él ha sido el responsable de las muertes de mi ex profesor y el amigo de Moore, ha estado controlando cada paso que se daba en la casa y a Coleman. Él es el verdadero capo, Alex está siendo una simple marioneta; o al menos eso parece. Deben detenerle e interrogarle, y si salgo de esta me aseguraré de que pague todo lo que está haciendo. O podría ocurrir un  accidente, tal y como planeaba para nosotros.
Es una estupidez decir que es mentira lo que ha visto, porque ambos sabemos que no es así. Sencillamente es una invasión de la intimidad enorme, prefiero que me ataquen de cualquier otra manera antes que así, pues me es imposible defenderme.
Me guste reconocerlo o no, la batalla ha acabado y por primera vez he perdido estrepitosamente, cuando llegue Alex espero que tengan compasión y no le enseñen mi cadáver, porque estoy a punto de hacer una locura. Si obtengo algo de tiempo, que disparen y que alguien lo oiga y llame a la policía, tendré todo lo que quiero. No tengo nada que perder, así que el miedo esta vez no me afectará. Por suerte, tengo la oportunidad de disfrutar de la cara de estupefacción de ambos hombres en la sala cuando les ofrezco la mejor de mis sonrisas, provocando que el más joven acerque su silla delante de mí como quería. Cuento hasta tres para analizar los movimientos, el espacio y los contrincantes y la acción comienza.
Con un movimiento súbito, golpeo las patas de la silla de Paulie, de forma que cae de cara contra el suelo, pues yo ya me he apartado para entonces. En apenas un par de segundos, el guardia ya se encuentra apuntándome, pero como no paro de moverme y la silla a la que sigo atada le bloquea la visión, no se decide a disparar; duda que aprovecho para embestirle de espaldas. La silla no se rompe, pero basta un forcejeo y un par de golpes más contra su cuerpo para convertirla en, aparentemente, trozos inservibles de madera, no obstante, se pueden usar como bates improvisados. Aunque eso sería si tuviera las manos libres, porque el plástico que rodea mis muñecas continúa haciéndome daño y todavía tengo que quitármelo. Antes de ponerme en pie, Paul sigue mi línea de pensamientos y está empuñando una pata, dispuesto a hacerla verdaderamente inservible contra mi cuerpo; ahora es cuando doy gracias a haberme entrenado tanto en los movimientos rápidos, pues me dan la solución para salir del aprieto. Ruedo sobre mí misma y con una simple zancadilla hago que vuelva al suelo, pero ahí se me han acabado las ideas. Si me levanto, mi equilibro estará bastante perjudicado sin brazos, y si me quedo aquí, estoy a su mismo nivel, cosa nada favorable. Recuerdo una pelea, años atrás, en Harlem, donde se usaron métodos poco ortodoxos y bastante desagradables, pero efectivos a fin de cuentas, así que los uso, teniendo en mente que sólo lo uso porque es mi única alternativa; a pesar de esto, no es nada fácil de hacer, seguramente acabe con un fuerte dolor de cuello, y la verdad que el de cabeza no me preocupa, no puede ser mucho peor que lo que ya llevo. 
Consigo darle una patada en la rodilla para que no se levante a corto plazo y me pongo sobre él. Sólo quedan dos acciones rápidas y dolorosas: un rodillazo en la entrepierna y antes de que pueda decir algo por el dolor, encadenarlo con un cabezazo directo a la nariz para rompérsela con suerte y valor. Un desagradable crujido me indica que he logrado ambas cosas e, inevitablemente, me quedo tirada en el suelo, jadeando. No entiendo cómo no ha llegado más gente a averiguar lo que estaba pasando, estoy segura de que la cantidad de ruido que hemos hecho hubiera alertado hasta a alguien sordo, sin embargo, aunque me quedo esperando una oleada de hombres armados y una lluvia de balas hacia mí, nada ocurre. Paul se retuerce de dolor a un metro de distancia, pero no alcanza a hablar, es como si le faltara la respiración; cosa que comprendo a la perfección, porque yo me siento exactamente igual sin haber recibido golpes tan duros.
No puedo quedarme así eternamente, por lo que encojo mis piernas todo lo que éstas me permiten y, cortándome aún más las muñecas, consigo pasar los brazos y ponerlos por delante. Algo es algo. Recuerdo que hubo un cursillo de ''Qué hacer en caso de secuestro'' en la oficina, pero me perdí la mayoría de las clases porque simplemente no me apetecía ir. Sin embargo, mis compañeros insistieron en enseñarme un par de cosas por si acaso sucedía algo parecido. Sabían —y saben— que una vez que esté completamente libre, pocos pueden hacerme frente, así que se centraron en las formas de desatarme y quitarme plásticos como estos; con la diferencia de que con los que practicamos no parecían tan anchos, pero es la única opción que tengo. Sé que va a doler, por lo que aprieto las mandíbulas cuando hago el movimiento brusco que indicaban —consiste en separar las muñecas lo máximo que se pueda y dar un fuerte rodillazo al plástico a la vez que bajas los brazos para ayudar con el golpe—. Siento cómo se clavan en la carne un poco más, aunque tengo más suerte de la que esperaba y caen al suelo, rotos y con alguna parte mía, estoy segura. No me importa que caiga sangre de allí donde estaban, soy libre. O todo lo que podría serlo, al menos.
Cojo la pistola del suelo y voy a gatas hasta un lado de la puerta, esperando la incursión, pero cuando la puerta se abre de una patada desde el lado contrario, siento que mis piernas flaquean, y si no hubiera sido por él, estoy segura que me encontraría de rodillas como mínimo. El alivio que siento al verle conmigo, sano y...No, no está a salvo. Ninguno de los dos lo estamos. Y me doy cuenta de inmediato, pero no lo suficientemente rápido al parecer. Me quita el arma de las manos, éstas que han perdido su fuerza de repente para dársela a él según lo que veo, pues jamás le he visto tan fiero, con tanta frialdad en sus ojos, que en vez de recordarme al tranquilo y cálido Caribe como siempre, se han convertido en puro hielo.
Se da media vuelta, extiende el brazo como un verdadero experto, y la lluvia de balas sucede exactamente como temía. Con la diferencia de que en vez de venir hacia nosotros, es el punto de partida. Siento el cuerpo de Alexander absorber la vibración del retroceso, mis dedos, enredados en su camisa, tiemblan al sentir cómo su pecho sube y baja con cada tiro que destroza mis oídos. Con la mano que tiene libre, mantiene mi cabeza protegida y apretada contra él, impidiéndome la visión más allá de nosotros.
Hace unas horas, habría contado los disparos, hubiera controlado no quedarnos sin munición, pero ahora estoy demasiado cansada como para hacer nada, mental y físicamente hablando. Y siendo sincera, no quiero saber lo que está ocurriendo, llevo mucho tiempo preocupándome por todo, y es hora de que otro se ocupe.
Aun así, cuando creo que todo ha terminado, hay algo que me hace abrir los ojos. Siento que tocan mi tobillo, una mano me lo rodea sin apenas fuerza antes de que Alex se ponga como escudo humano. No he podido ver lo que pasaba, pero me imagino que era Paul, intentando...no lo sé, quizá sólo quería llamar la atención, sin embargo, el capo le aparta de una patada y veo la decepción en sus ojos, está realmente dolido.
¾    Alex, por favor... —su voz es apenas un susurro, una súplica llena de temor— Yo no... —se calla en cuanto oye la pistola cargarse, y por mucho que lo odie, tengo que intervenir; tengo que saber algo.
¾    Espera —pongo una mano en su brazo—. Dame un momento con él.
¾    ¿Qué? ¿Estás loca, Alice? Ni de coña...
¾    Por favor. No puedes mancharte más las manos, sabrán que he estado aquí y averiguarán que tú también. Llama a tus hombres, que limpien esto.
¾    ¿Y él?
¾    Lo incriminamos —le susurro—, sé que puedes hacerlo. Y no hablará, él mejor que nadie conoce a los vuestros de la cárcel y lo que le harían.
¾    Bien, pero no te dejaré a solas —insiste feroz.
¾    Vigila la puerta —le quito el arma de las manos tal y como lo ha hecho él antes y, con un beso, me obedece.
Mantiene la mirada hasta que cierro la puerta tras de mí. Me meto el arma en la parte trasera del pantalón tras ponerle el seguro, algo recuperada de lo de antes. No sé de dónde he encontrado fuerzas, pero levanto una silla del suelo y le ofrezco una mano para ayudarle a sentarse. Me mira con recelo y no la acepta, a lo que respondo encogiéndome de hombros. Peor para él. No le queda demasiado.
Pensar en mi misión me ha devuelto mi objetividad, puede que esté furiosa con él, no obstante, necesito información que sólo él puede darme, o al menos tendré la oportunidad de conseguir, pues dudo que aunque le interrogue la policía se atreva a decir nada, conoce lo que les hacen a los soplones.
¾    ¿Por qué me has salvado? —tiene la voz ronca y hace un gesto de dolor cuando intenta incorporarse.
¾    No quiero que se manche las manos con tu sangre, no se lo merece.
¾    ¿Y por qué no me disparas tú? Ya lo has hecho antes, y con mucha puntería—observa—. ¿No te atreves a matar a alguien? ¿Por eso no lo hiciste en el club?
¾    Ojalá estuvieras en lo cierto —se me escapa una amarga sonrisa—. Tan solo quiero saber unas cosas antes. Si tu respuesta me agrada, vives; si no, mueres.
¾    No tengo garantías.
¾    Ni nada que perder.
¾    Hablas como un poli —escupe sangre al suelo.
¾    Y tú como un muerto —saco la pistola y le apunto directamente a la cabeza—. ¿Dónde tienes los vídeos de vigilancia? —a pesar de todo, le provoco una sonrisa.
¾    En mi móvil.
¾    ¿Y el resto de copias?
¾    No hay. No puedo arriesgarme a que lo vea alguien inapropiado.
¾    Un poco tarde para eso. Dámelo.
¾    ¿Eso es todo lo que te interesa? ¿Un estúpido vídeo?
¾    Última oportunidad —le tiendo una mano, pero deja caer el teléfono al suelo en cuanto lo saca del bolsillo— Gilipollas. ¿Por qué los mataste? Lawler y Nate.
¾    Cuando te lo diga, me matarás.
¾    Yo cumplo mi palabra, traidor —sigo sin bajar el arma—. Sabes tan bien como yo que si Alex se entera de lo de Nate te matará. Confiar en que yo callaré es tu única baza.    
Con un suspiro de resignación, comienza a hablar de manera monótona, como alguien a quien no le importa lo más mínimo lo que está diciendo o las consecuencias, y lo peor es que sé que es así. Me mantengo apoyada en la puerta y así evitar cualquier intento de fuga; pero aun así, a mitad de una frase, se detiene y se lanza contra mí. Por suerte, estoy entrenada para situaciones así y me basta con una patada para devolverle a la silla en la que estaba sentado; a demás, se encuentra demasiado débil como para presentar más pelea que esa. Y, sinceramente, no es que yo me encuentre en mis mejores momentos: el mundo a mi alrededor se mueve e incluso tambalea, y no estoy hablando en sentido figurado. Estoy mareada, quizá por el esfuerzo o por la cantidad de golpes en la cabeza, lo que sería preocupante. Sin embargo, me obligo a mantenerme impasible.
Pero, por supuesto, lo peor de todo es lo que cuenta, no obstante, en el fondo de mi corazón sabía que iba a decir algo por el estilo, simplemente quería negarlo y me aferraba a la posibilidad de que fueran imaginaciones mías. Resulta que no es así.
Ambas víctimas habían sido contratados por algunos hombres de Alex, de entre los que estaba Paulie, obviamente; ''contratar'' es un eufemismo, por supuesto: significa que trabajan para ellos a cambio de sus propias vidas o incluso de la de algún ser querido.
Al que fue mi profesor, lo secuestraron cuando desaparecí y torturaron con droga, por lo que cuando le dejaron libre, se había convertido en un adicto. Es comprensible que aceptara sin pensar la oferta de droga a cambio de mantenerme vigilada. Sin embargo, si es cierto que llevaba tiempo vigilándome, sabía de sobra para quién trabajaba, pero no dijo nada, pues al contrario hacía mucho que estaría bajo tierra. Dio su vida por protegerme. Otra persona más. Cuando vuelva a Los Ángeles dejaré flores en su tumba.
Cuando fui vista en Miami, acabaron con él por incumplir con su tarea de impedírmelo. Así de sencillo. Le mataron al estilo de Ronald Moore, por disfrute personal de Paulie y comodidad de los asesinos: sería fácil decir que había sido la mafia de Alexander.
Aunque el tema de Nate es mucho peor, no estoy segura para qué parte. Mientras que Lawler, el profesor, se vio casi obligado, él prácticamente suplicó que le dieran el trabajo. Puede que fuera por el dinero —según Paul era una cantidad astronómica—, pero corrió a traicionar a su amigo a cambio de algo tan frío. Su trabajo era el mismo que el de Lawler, aunque algo más complicado: mantenerme alejada de Alex sin que él se enterara de que estaba por la ciudad ninguno de los dos. Al parecer las cosas no habían acabado del todo bien entre ellos en el instituto y Nate andaba metido en trapicheos ajenos a la organización, así que si le veía, lo más probable era que acabara muy mal. No debió hacer el trabajo como debía, pues fue asesinado de una manera mucho más sanguinaria después del baile de máscaras en el que nos reencontramos.
Tan sencillo y a la vez tan retorcido. Ellos conocían nuestras vidas y nos han dejado vivir todo este tiempo, ajenos de cualquier sospecha, para esperar el momento adecuado. Me siento más estúpida que nunca por no haber podido pararles a tiempo. Nate no es que fuera santo de mi devoción, pero no se merecía esto ni nada lejanamente parecido, sólo era un niño de papá confundido; y Adam...(Lawler), era el único de aquel infierno que merecía la pena, era un tipo íntegro, leal...Sólo puedo decir cosas buenas de él. Y por culpa del hombre que tengo delante, cada vez que piense en él no me vendrá a la cabeza su aspecto ligeramente desaliñado, su sonrisa tímida o las largas charlas que compartimos cuando la gente me abrumaba o incluso las veces que nos cubrió a Alex y a mí en nuestros líos y trifulcas cuando se metían conmigo; mi mente se inunda con la imagen policial de su mutilado cadáver, ensangrentado y dejado morir en la calle.
Tomo una profunda bocanada de aire cuando termina su relato, intentando relajarme, y cierro los ojos para evitar que caiga cualquier lágrima. No es sólo su culpa; yo la comparto y eso me tortura por dentro. Debería haber hecho algo, intentar protegerles.
    Gracias —digo en un susurro aún con los ojos cerrados.
Aprieto la mano en torno a la pistola con más fuerza de la que recuerdo haberlo hecho nunca, una nueva bocanada de aire me hincha el pecho y cuando lo expulso, el sonido seco de un solo disparo rompe el silencio de la habitación. 
Cuando salgo de la habitación, el mareo se acrecienta hasta casi no poder cerrar la puerta tras de mí. Por suerte, Alex se ha alertado con el disparo y ha aparecido como una exhalación. Digo por suerte porque tengo que apoyar mi peso en el pomo para sostenerme en pie, no sé qué ocurre, pero me hago a la idea de que nada bueno. Mis piernas se niegan a aguantar por más tiempo mi peso y le pasan la tarea al capo, que me alcanza justo a tiempo de evitar que choque contra el suelo.
¾    Al, ¿estás bien? —me mira de arriba abajo, buscando alguna herida que no estuviera antes.
¾    Mejor que nunca —murmuro, pues es lo único que puedo hacer.

La vista es borrosa y lo último que consigo recordar es sentir la pistola deslizándose por mis manos y a él cogerme en volandas y salir de allí corriendo. Después, todo se vuelve negro. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario