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viernes, 22 de julio de 2016

Capítulo 28

Tanto la policía como las ambulancias llegaron en estampida a los pocos minutos. Estoy segura de que me conocen, o al menos saben que trabajo para el gobierno, porque de otro modo no habría habido una respuesta tan rápida. Estoy sentada en un taburete de la cocina, todo lo sola que podría estar en una casa atestada de policías uniformados, detectives con traje y un forense paseando por la mancha de sangre que ha dejado David. Están haciendo fotos a cada detalle, lo que me permite darme cuenta de las cosas a las que prestan especial atención para fabricar una buena historia, una que no conlleve la presencia de Moore. No sé por qué hay un forense si no ha muerto nadie, aunque supongo que podría cambiar en las horas que siguen, por supuesto; tampoco sé qué pasará a continuación, mi piso franco ya no es seguro y veo a Amy revolotear por entre los policías, intentando conseguir algo de información y pidiendo a algunos que mantengan nuestras identidades ocultas. Yo simplemente me he dejado caer aquí, nadie ha reparado especialmente en mí tras haberse llevado el cuerpo ensangrentado, aunque tampoco es que yo tenga mucho mejor aspecto; dicen que me tomarán declaración en comisaría, cuando esté más calmada dijeron, pero la verdad es que estoy demasiado tranquila, ni siquiera me he molestado en cambiarme de ropa.
El mundo se mueve a mi alrededor a un ritmo extraño, tan lento que distingo cada movimiento de los policías, pero cuando intento pensar en lo que he visto, no consigo recordar nada; no obstante, soy consciente de todo lo que ocurre grosso modo, estoy intentando contar el tiempo para entretenerme y olvidarme de todo esto. No me gusta la sangre. No me gusta lo que significa. No me gusta ser la culpable de su aparición.
Aún faltan veinte minutos para que haga la hora que dijo Alex, y mi amiga se acerca con un paramédico dispuesto a comprobar mi estado. Sólo pido que sea puntual y me saque de aquí cuanto antes, no quiero seguir viendo esa horrible mancha en el suelo.
¾    Estoy bien —mi voz es más ronca de lo que esperaba.
¾    No deberías hablar, parece que te has hecho daño en las cuerdas vocales.
¾    Yo no me ''he hecho daño''. Lo hizo él cuando intentó estrangularme.  
¾    ¿Por qué lo haría? —se extraña Amy con una pregunta retórica— Siempre ha sido muy amable, no lo entiendo —esta vez espera que yo responda.
¾    No le gusta que toquen sus cosas.
Ella asiente, comprendiendo que no es el momento de hablar de eso, y el paramédico termina de palparme el cuello. Me aconseja ir al hospital para hacerme unas radiografías, pero no tengo tiempo para eso, no ahora al menos. Mi compañera se da por satisfecha con la revisión rápida y me ofrece la mano, sabe que ha sido un esfuerzo dejarle hacer eso, siempre he preferido ser autosuficiente, incluida mi salud.
¾    Tienes que cambiarte, no puedes ir así. Venga —insiste cuando no digo nada.
Parezco un maldito autómata, siendo dirigida de un lado a otro, sin poder negarme a nada porque mi voluntad ha desaparecido como por arte de magia. No quiero ni siquiera pensar en eso, me dejo hacer mientras cuento los segundos como distracción. Subimos a la habitación, ella sujetándome por la cintura —como ya he dicho, no tengo voluntad para decirle que estoy bien, para discutir como siempre—, y mientras saca ropa limpia, parece que algo en mi cabeza comienza a responder y humedezco una toalla para limpiarme lo mejor que puedo en el poco tiempo disponible. En veinticuatro horas he utilizado más la pistola que en un mes entero de operación, ¿por qué nada puede pasar a un ritmo normal, dejarme tiempo a asimilar algo antes de empezar la siguiente locura?
Me ayuda en silencio hasta que estoy aseada, sin rastro de sangre y con el cuello comenzando a tomar un color amarillento allí donde me ha agarrado. Me mira de arriba abajo con un suspiro y me obliga a sentarme en la cama; Alex tendría que llegar ya.
Tendría que comentar el altercado de ayer, no es buena señal tener que disparar a unos matones, aunque la verdad creo que el capo ya se habrá encargado de ellos, incluidos sus cuerpos, y sin cuerpo, no hay pruebas, y menos de que estuve allí.
¾    ¿Qué ha pasado, Al? —su voz es dulce y calmada.
¾    No me trates como una cría.
¾    Bien, no lo haré —se cuadra y cruza los brazos sobre el pecho—. Explica lo que ha ocurrido.
¾    Perdona, estoy algo...no lo sé —suspiro—. Lo primero es que sepas que Moore sabe dónde vivimos, me puso vigilancia.
¾    Bueno, eso me lo esperaba. ¿Pero David? ¿Le dijiste dónde estábamos?
¾    Claro, porque quiero juntar a mi prometido militar con mi...amante mafioso.
¾    ¿Amante? —alza una ceja y no tengo palabras para negarlo— Alice, te lo dije. Te dije que acabaría ocurriendo.
¾    No esperarías que estuviéramos tanto tiempo juntos sin acostarnos, somos adultos. ¿Tanto te importa, después de lo que ha pasado?
¾    Quizá ha acelerado las cosas, sí.
¾    Amy, te juro que lo retrasé lo que pude, pero llegó un momento que fue imposible. Además, no creo que seas la más indicada para hablar de eso.
¾    Eso es jugar sucio, Alice.
¾    No me provoques.
Con un breve duelo de miradas, me decido a contarle lo que acaba de pasar —ya pensaré qué hago con lo de anoche—, a fin de cuentas es la única aliada que tengo y sigo sin noticias de Alexander; debo encontrar algo que me distraiga o me volveré loca. No quiero pensar que le ha ocurrido algo, que le han descubierto o que le han detenido cuando ha venido a buscarme. No, Amy es en quien debo concentrarme ahora, tenemos que pensar un plan para que nadie se meta en más problemas de los necesarios. Agradece que me sincere con ella, aunque debe reconocer, igual que yo, que nos encontramos en un callejón sin salida, la única solución es una locura digna de mis peores momentos, sin embargo, esta vez no ha sido a mí a quien se le ha ocurrido.
¾    No, ni de coña. No dejaré que te metas en esto aún más. Además, no hay pruebas de que estuvieras aquí, ya has hablado con la policía.
¾    Ni nada que no estuviera; he sido la primera en llegar, ¿recuerdas?
¾    La verdad es que no. No tiene sentido nada de lo que dices, te investigarán y...
¾    ¿Qué otra opción nos queda, entregar a Moore? Harán la vista gorda, eres tú quien siempre rompe las reglas, no se enfadarán conmigo —sigue sin convencerme, no quiero que lo haga, no es su responsabilidad sino la mía—. Escucha, yo llegué, le vi atacar y disparé. Puedo decir que tenía miedo antes de las represalias.  
¾    ¿Y los tiros del techo?
¾    Forcejeo. La Agencia lo cubrirá, no es la primera vez.
¾    Ni la última, eso seguro —murmuro—. Técnicamente no podrían acusarle a él de nada, pero es cierto que le pondría en alerta y...
¾    Adiós caso, lo sé. Me estás dando la razón, Al. Si se encarga de los testigos, sin sangre, por favor, tenemos el trabajo hecho.
¾    No prometo nada. Amy, David le vio y puede reconocerle; no esperarás que se ''encargue'' de él también.
¾    Déjamelo a mí. Puedo hablar con un par de médicos, mantenerle sedado o...
¾    Si sobrevive.
¾    Lo hará, estoy segura. Hay muchas formas de descartar declaraciones, puede ser una conmoción —piensa en alto—. Sea lo que fuere, te creerán a ti primero.  ¿Trato?
¾    No —me pongo en pie, acabo de pensar correctamente, no puedo permitir que sea ella de nuevo quien tenga la culpa—. Diré lo que pasó. Algo maquillado, pero lo más cercano a la verdad. Intentó matarme, Alex ayudó y le apunté con la pistola para que le soltara; se giró y le disparé. Y no quiero protestas —algo en mi tono debe indicarla que voy lo suficientemente en serio como para no replicar.
¾    Es un suicidio, Alice —susurra—; para ambos.
¾    Nos mantendremos ocultos unos días.
Ojalá fuera tan sencillo. Sin embargo, bajo con la esperanza de que se encuentre por allí cerca y poder decírselo en persona, pero todo lo que veo es el mismo caos de antes, solo que un poco más despejado. Un par de personas enfundadas en trajes blancos comienzan a limpiar la sangre diligentemente, y cuando continúo buscando a Alex con la mirada, en un fugaz instante me parece ver un rostro conocido que desaparece entre la multitud de la calle. Me acerco más hasta darme cuenta de quién se trata: Paulie. Se da cuenta de que le he reconocido y me ofrece una amplia sonrisa a la par que me indica que me reúna con él. No es buena idea dejar esto así, hecho un desastre y sin informar a nadie, pero ¿qué iba a decir? ¿Un capo quería hablar conmigo? No, se supone que nadie debe saberlo, así que consigo escaquearme y pasar desapercibida hasta encontrarme con él cara a cara. Verle aquí me alivia, alguien en quien confiar y que no hará preguntas es exactamente lo que necesito ahora. Con suerte, me ayudará a olvidarme de esto.
¾    ¿Qué haces aquí?
¾    Rescatarte. Perdona, pero no traigo el corcel blanco, lo he dejado en el taller —me coge la mano y tira para que ande.
¾    ¿Dónde vamos?
¾    A un piso seguro. Alex te está esperando allí, pero tenemos que darnos prisa.
Asiento no muy convencida. Sin embargo, si hay alguien en quien él confíe lo suficiente como para confiarle mi seguridad, ése es Paulie. Me alegro que lo del club no haya llegado a más entre ellos, puede que el joven actuara como un idiota y que yo todavía siga algo enfadada, pero es la única persona a parte de mí en la que Alex confía, y perderle por un malentendido sería un golpe duro, a fin de cuentas se le coge cariño.
Avanzamos por las calles concurridas a paso rápido, sin entablar más conversación que la justa para hacerme callar las preguntas que tengo sobre qué vamos a hacer en el piso o si tiene planeado irse del estado, lo que sería la opción más inteligente, aunque no para mí. Dejamos la zona más acomodada hasta un barrio bastante poco recomendable, camino a Little Habana, donde parece saberse mover mejor de lo que me esperaba. Me coge de la cintura, quizá de protección quizá para que vaya a su paso, no lo sé, pero no me gusta que me toquen y menos un extraño, y Paulie lo sigue siendo a pesar de todo. No obstante, sabe exactamente dónde nos dirigimos y, tras girar por unas calles estrechas y, digamos complicadas, encuentra una escalera de madera por el costado de una casa. Me empuja para que suba, sintiendo cada escalón crujir en cuento mi pie lo roza. Algo me dice que si me agarro a la barandilla, también se romperá, así que me pego contra la pared mientras subo con cuidado.
No obstante, cuando siento una presión familiar a la altura de mis riñones, me detengo súbitamente. Miro a Paulie, cuyos nervios se han convertido en una feroz expresión.
¾    Continúa.
Le hago caso, sin saber qué puede estar pasando. Pienso una vía de escape, pero lo único que podría hacer sería golpearle con la suerte de pillarle desprevenido y que deje caer la pistola, eso por no mencionar la inestabilidad de las escaleras y barandilla, las cuales no creo que aguanten una pelea ni el mínimo roce. La caída no sería mortal, sin embargo, pero sí me dejaría malherida, y si hay gente más allá de la puerta por la que pretende hacerme pasar, me matarían al instante. ¿De qué estoy hablando? Él es Paul, el chaval con el que me metía hace tan sólo dos días, el que escapó de México por...matar. Precisamente lo que tengo miedo que haga ahora. Quizá Alex no pudo acabar con los del otro día, quizá le estén obligando a entregarme a cambio de su vida. Sea como fuere, no parece tener intención de ayudar de ninguna de las maneras, si no me hubiera dicho algo, aunque sea al oído. No, ahora él es el enemigo, por mucho que me duela. Ya habrá tiempo para pensar en los motivos, los tipos nerviosos son los más peligrosos y él podría ganar un concurso. Seguro que tras la puerta habrá gente esperando a matarme o a hacerme cosas peores, incluso, así que el plan más temerario no puede ser tan horrible.
Cierro los ojos, visualizando lo que quiero hacer, y tomo una profunda bocanada de aire para infundirme coraje antes de mi primer movimiento. Paul sabe lo que puedo hacer, me vio anoche, y no se arriesgaría a dejarme coger la pistola, de manera que debe ser preciso y fuerte, sólo tengo una oportunidad. Relajo los músculos, preparándolos para lo que pueda pasar, y entro en acción.
Me giro lo más rápido que la estructura me permite, con una mano a la altura de la pistola y la otra directa a su cuello; consigo apartar la mano armada y le cojo de la muñeca cuando le estampo contra la pared. Forcejeo hasta lograr que suelte la pistola, pero me empuja contra la barandilla, que sorprendentemente aguanta la presión. El arma ha caído por el hueco a la calle, y es el ruido de chocarse contra el asfalto el que me distrae lo suficiente para que él consiga deshacerse de mí hasta tenerme cogida por el cuello, apretando contra la barandilla para hacerme caer. Consigo enlazar un par de puñetazos en la mandíbula, pero justo cuando me veo libre de salir corriendo, algo me sujeta por la camiseta y me estampa contra la pared de cabeza, perdiendo la consciencia.

Despierto en una habitación vacía, donde sólo estoy yo, atada a una silla y amordazada. Tengo las muñecas unidas con un flexo de plástico, por lo que cuando las muevo siento cómo me cortan la piel; no debería intentar quitármelas si no quiero hacerme más daño, posiblemente necesite las fuerzas para más adelante. No hay ninguna vía de escape, así que nada de intentar salir; todo lo que hay es una puerta de madera que debería ser capaz de tirar con una buena patada. Lo único bueno es que la garganta ya no me duele, pero sí la cabeza, parece que me va a explotar. A parte de eso, no estoy más herida, y hecha una vez la pequeña evaluación de la situación, toca pensar en las posibilidades. Si no me han matado ya, es porque deben tener cierto interés en mí, pero Paulie desde luego que no, él no parecía tener reparos con quitarme de en medio. Dios, no entiendo nada y la cabeza me va a explotar. Debe de estar trabajando con alguien más, ¿otro socio de Alexander? Es posible, pero no creo que haya tantas manzanas podridas, parecían respetarle; aunque si lo pienso, eso da lo mismo, Paulie le debe prácticamente la vida y no ha impedido que me secuestre. Si de algo estoy segura, es que Moore no sabe nada de esto, simplemente no tiene sentido, pero no es un pensamiento que me alivie precisamente, él no vendrá a ayudarme, y la policía tampoco, pues Amy me estará cubriendo porque pensará que me he ido con él. Sólo hay una manera de salir de aquí: yo misma.
Eso me hace fijarme en mis piernas, que están igualmente inutilizadas porque tengo los tobillos pegados con cinta aislante a las patas de la silla. Pero eso no debería ser gran problema, si creo la fricción suficiente y tengo suerte, la cinta se aflojará y se despegará, después de eso podría estampar la silla contra la pared y romperla. El único problema que me quedaría, aparte de que no sé qué hay a través de la puerta, sería que tendría las manos a la espalda, lo que hace difícil poder defenderme, por no mencionar el ruido que habría creado y echado a perder el valioso factor sorpresa. De todos modos, comienzo a mover los pies y tobillos para deshacerme del amarre. Cuando comienzo a conseguirlo, no sé cuánto tiempo ha pasado, pero oigo voces a través de la puerta y me concentro en escucharlas.
¾    ¿Ya se ha despertado?
¾    No lo sé, hace una hora que no he ido a verla. ¿Pasa algo?
¾    Moore la está buscando con otra chica, la que vive con ella — ¿Amy me está buscando con Alex? Eso sí que no me lo esperaba.
¾    Acaba con ella y tráele, yo me encargo de la francesa —oigo pasos acercarse pero se detienen e intensifico el movimiento para liberarme.
¾    No puedo simplemente aparecer y matarla, Paul.
¾    ¿Por qué? ¿Le tienes miedo?
¾    No es eso.
¾    Porque sabes de lo que yo soy capaz. ¿Tengo que recordarte qué le ocurrió a ese tipo de Los Ángeles por no cumplir con su trabajo? ¿O al amigo de Moore? —contengo la respiración; ¿qué tiene que ver él con todo eso? ¿Es el mismo Paulie que conozco el que habla o una versión perversa y retorcida?
¾    No es necesario —repone serio—. Lo que no entiendo es por qué tanto alboroto por una niñata más.
¾    Tengo pruebas de que ella delató a Ronald Moore, y hará que nos detengan a todos si no la paramos antes. Intenté advertirla con los cadáveres, pero aun así continuó, igual que Alexander. Además, es peligrosa, actúa como un poli.
¾    ¿Y qué le impedirá volver a hacerlo? Si él nos cede el negocio y se van juntos, no tendrá nada que perder.  
¾    Ambos morirán en un trágico accidente, de eso no te preocupes. Vete de una vez, no quiero perder más tiempo.
Curiosamente, quien necesita tiempo ahora soy yo, y no sólo por lo que estaba haciendo. De nuevo, sobrecarga de información. ¿De verdad es posible? Según él, los cadáveres de mi ex-profesor y el antiguo amigo de Alex que aparecieron mutilados fueron advertencias para ambos, creo que el primero para mí, para que no me acercara a Alex, pues sabían que conocía el modus operandi de la mafia; y el segundo para Alex porque, sencillamente, era su amigo. Él podría achacarlo a otra mafia rival, pero es cierto que debería haberse dado cuenta de que apareció justo la noche que nos reencontramos. Es demasiado para mí, de repente todo cobra sentido y las piezas encajan como un puzle perfecto; lo único que me mantiene confusa es por qué lo hizo precisamente él, traicionar a alguien que te había entregado una nueva vida llena de lujos no hablaba muy bien de una persona, y, por mucho que me fastidie reconocerlo, me caía bien, parecía un buen tipo, fue el único que se portó bien conmigo, creí que había llegado a conocerle. Pero está claro que hizo todo para ganarse mi confianza, para que no sospechara de él y apuntara hacia los otros que estaban en la reunión. Por eso las reuniones a escondidas, tanto dinero en efectivo, el altercado de anoche... El dueño iba a delatarle en frente de mí y le dio igual morir en ese momento con tal de salirse con la suya. ¡Podrían habernos matado a ambos!
Si yo me siento así, no me imagino cómo lo hará Alex, traicionado por en quien más confiaba... ¡Alex! Van a por él y no tiene ni idea. ¡Amy! Van a matarla a sangre fría, sólo por estar en el momento y lugar equivocados. Tengo que hacer algo, tengo que salir de aquí y conseguir la manera de contactar con alguno de ellos antes de que eso ocurra.
Ya habrá tiempo de pensar en todo eso, ahora debo centrarme en escapar y...
¾    Hola, cielo —Paulie aparece en la puerta—. Veo que estás despierta.
Me ofrece una sonrisa burlona que he llegado incluso a apreciar, pero ahora todo lo que me dan ganas es de escupirle en la cara después de rompérsela a puñetazos. Trato de tranquilizarme en vano, no le he oído acercarse por encontrarme tan centrada en mis pensamientos, en las teorías conspiratorias y los asesinatos del pasado que he ignorado la seguridad del elemento principal en toda esta historia: yo. 

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