Translate

viernes, 9 de septiembre de 2016

Capítulo 35

Entramos al puerto por una zona aislada, donde descargan los barcos más pequeños, lo que no quita que aun así haya contenedores apilados. No pasan desapercibidos los hombres sentados en el borde de éstos, observándonos, o incluso paseando y dejando sus armas a la vista. Trato de no mirarlos, pero reconozco que son bastante intimidantes. Continuamos avanzando hasta que un hombre sale de entre dos contenedores, con aspecto bastante común; no lo es tanto el del hombre que está a su lado, más alto y corpulento, lo suficiente como para poder aplastar a alguien sin demasiados problemas con sus propias manos. Nos cortan el paso también por detrás, ya que otros dos hombres igual de enormes bloquean nuestra espalda. Fantástico. Sin armas, sin escapatoria, y con una cría a la que proteger. No puedo pedir más.
¾    Pequeña Bethany... Veo que traes a una amiga —me inspecciona—. ¿Qué has hecho con Ben? ¿No era él el que te traía siempre?
¾    Me he aburrido de él.
¾    Ya te lo dije, eres mucho para un tipo así —la forma en que la mira me hace querer saltar y romperle la nariz; no sé cómo consigo controlarme—. ¿Y tú quién eres?
¾    Alice Du' Fromagge. Vengo a hacer un trato —respondo antes de que pueda preguntármelo.
¾    ¿Crees que lo necesito? —señala con la cabeza a sus hombres.
¾    El dinero mueve el mundo; y yo tengo buenos motores.
¾    ¿Cuánto?
¾    Diez. En efectivo.
¾    Lo llevas encima, ¿no es así? —mi silencio le responde— ¿Y qué me impide matarte y quitártelo ahora mismo? —siento cómo los hombres a nuestra espalda se acercan aún más y el pecho de Beth se acelera.
¾    Quizá esto te convenza.
Saco el teléfono móvil y marco el número de Alexander. Sabe de sobra qué tipo de gente es con la que me estoy codeando, y que si le llamo será por algo importante, así que con suerte no dirá nada inapropiado. No me gusta tener que pedirle ayuda, pero no veo otra manera de poder convencer a estos tipos sin poner en peligro a nadie. Beth tenía razón, no son nada fáciles, y quizá haya conseguido engañar a algunos mafiosos estúpidos que no conocen más que de números, pero la gente de la calle es de otro estilo. Debería saberlo a estas alturas. El error es mío, por supuesto, debería haber pensado antes de actuar, mas me temo que es algo que nunca aprenderé.
¾    ¿Qué necesitas, Du' Fromagge?
¾    Estoy en el puerto de Nueva York, con el negocio que hablamos, y al parecer prefieren arrebatarme el dinero a la fuerza antes que cerrar el trato. ¿Qué te parece?
¾    Quiero hablar con ellos —repone, serio.
¾    Lo estás haciendo —tengo el altavoz puesto desde el principio.
¾    Bien. El que se atreva a tocarte un solo pelo, lo pagarán con su sangre. Juro que no vacilaré en apretar el gatillo —adopta un tono amenazador que me pone los pelos de punta—. ¿Entendido? —se quedan en silencio, asimilando las palabras— Recordad que Alexander Moore tiene ojos en todo el país.
Con eso, corta la llamada, y ellos toman aire profundamente. La joven se acerca más a mí y la noto temblar, no obstante, no puedo permitirme tranquilizarla por mucho que me gustaría, aunque su rostro es gélido. Estoy orgullosa de ella. No sé hasta dónde era actuación lo de antes, pero ha conseguido intimidarme a mí, así que no me imagino lo que ha conseguido en ellos. Levantan la mirada del teléfono y el que ha hablado antes toma una posición defensiva, con los brazos cruzados sobre el pecho y las piernas ligeramente separadas; oigo pistolas cargarse a mi alrededor y mantengo mi postura relajada, si me tenso habrán ganado, y desde luego yo habré perdido mucho más que una negociación: mi vida y la de Beth.
    ¿Cómo te has hecho eso? —señala los puntos de mi cabeza—. Porque está claro que sabes defenderte —echa un vistazo a mis manos magulladas.
    No quieras saberlo.
    Quiero saber a lo que me enfrento.
    Ya lo has oído por teléfono.
    Cuando Moore llegue, yo ya podría estar muy lejos. Y tú muerta.
    Estar lejos no significa salvar tu vida. Quizá te compres una semana, pero con esto —saco el dinero, ignorando que una pistola se ha puesto en mi nuca y otra en la de Beth— tendrás una fuerte alianza.
    «Alianza» —mastica—. Hablas como un asqueroso europeo —escupe al suelo—. ¿Qué es lo que quieres?
    Tu palabra. Si alguien pregunta, el puerto es mío. Quédate con los beneficios, me dan igual.
    ¿Por qué?
    No te importa. ¿Hay trato?
    ¿Tengo otra opción?
    No sin salir herido —a pesar de seguir sintiendo la presión del metal contra mi nuca, consigo sonar amenazante.
    Está bien.
Aunque coge el dinero a regañadientes, sé que en el fondo es un alivio para él tanto como para mí. Indica a sus hombres que se aparten y me alejo de allí a paso rápido pero seguro, no quiero que vean que tengo demasiada prisa en salir. De hecho, observo a mi alrededor para tener puntos de referencia; nunca vienen mal, y si hay algo que nunca sobra es la información. Beth me sigue fuera hasta que me detengo unos pasos más adelante, saco un par de billetes de la chaqueta y los acepta sin rechistar; es lo suficientemente lista para mantener la boca cerrada y darse por aludida cuando susurro, aparentemente a nadie, un punto de encuentro. Si ven que hay algo de complicidad entre nosotras más allá de los negocios, la usarán para llegar a mí, y eso es lo último que quiero; y que necesita ella. Me tomo mi tiempo en ir, necesito respirar tranquila. He tenido mucha presión en el puerto, no sé cómo no he dicho o hecho cualquier estupidez de las mías, especialmente cuando nos tenían a ambas encañonadas. Puedo soportar que me lo hagan a mí, de hecho sé que me merezco que aprieten el gatillo, pero no que se lo hagan a alguien inocente, menos si es joven y ''de la familia''.
La encuentro exactamente donde he dicho, observando a un músico callejero con la cabeza gacha, esperándome. Resulta seguir mejor las órdenes de lo que pensaba, de lo que yo hacía. Cuando me paro a su lado, veo cómo suspira de alivio y se quita la capucha para mirarme, pero yo no puedo quitar la vista del músico; es casi hipnotizante. Está absorto en su pequeño mundo musical, para él no existe más que sus manos y su instrumento. Admiro esa capacidad de evasión. Beth llama mi atención cuando tiende una mano con el dinero que le he dado antes e intenta devolvérmelo.
¾    Quédatelo, no veo justo que te pongas en peligro a cambio de nada —comienzo a andar y me sigue.
¾    No quiero esto, quiero salir de aquí. Ir con vosotros.
¾     Sabes que no puedo, por favor no lo hagas más difícil.
¾    ¿Por qué? Moore está forrado, y tú eres poli, sabes defenderte; puedes enseñarme.
¾    Ese es el problema. Beth, esto es una misión, es trabajo —bajo la voz— y llegará un momento que se acabará, no sé si el mes que viene o dentro de un año, pero si vienes, no tendrás nada. Podrían acusarte de cómplice.  
¾    ¿No me protegerías?
¾    No puedo. Alexander te tomaría como su protegida, especialmente ahora —añado en un murmullo—. No estamos en condiciones de...acoger a nadie, ni siquiera puedo garantizar mi seguridad. Anoche tuvimos que huir de un tiroteo, Alex salió herido en otro y yo voy camino de lo mismo. Si te ocurriera algo no me lo perdonaría; y tu hermano me mataría.
Parece entenderlo finalmente, pues se queda en silencio de nuevo, reflexionando sobre lo que he dicho. La amenaza de la cárcel siempre ha sido efectiva, pero esta vez no es sólo eso, en verdad es lo que ocurriría; se vería afectada de plano, no me permitiría eso. Por no hablar de Hood o Patrick, ella siempre ha sido algo sagrado, su madre la envió lejos cuando Pat se metió en la banda para que no sucediera lo mismo, y queríamos que se mantuviera así. Ya he fallado en eso, no voy a hacerlo de nuevo. Miami significa muerte para cualquiera que ponga un pie allí, la cárcel sería incluso una bendición.
¾    ¿Cómo es? —dice de repente.
¾    ¿Qué?
¾    Estar con mi hermano, verle todos los días.
¾    No lo sé, eso fue hace mucho. Le veía una vez al mes o así, y cinco minutos como mucho. No nos llevábamos demasiado bien.
¾     Pero Rob dijo...
¾    Hood no sabe lo que pasó. Si te sientes mejor, te diré que lo intentamos, pero no salió bien. Ninguno estaba preparado para eso.
¾    Pero si os queríais...no sé, es más fácil. Quiero decir que si quieres a otra persona, la soportas mejor que si no lo hicieras.
¾    Ojalá fuera así de fácil —esbozo una amarga sonrisa—. Le quiero, ha sido muy importante para mí y es muy buen tío, pero no le amo. Nos tenemos cariño y quizá pudo haber más, pero eso está en el pasado.
¾    ¿Si no estuvieras con Moore, estarías con él?
¾    No tengo ni idea —suspiro—. Oye, ¿no se supone que deberías estar en el instituto?
¾    Se supone, pero tengo cosas mejores que hacer.
Me sonríe, esperando que la perdone, y me encantaría regañarla y decir que lo que hace está mal, pero no soy quién para enseñárselo, yo hacía lo mismo y la estoy animando a que continúe pidiéndola que venga conmigo. Bueno, por un par de días no pasará nada, y está a punto de coger vacaciones, seguro que no hacen nada en el instituto.
Hoy me las he apañado para hacer el trabajo ''fácil'', mañana será lo duro. Y odio tener que llevarla conmigo, pero se sabe mover por la ciudad mejor que yo. A demás, tampoco la vendrá mal aprender lo que es el mundo y el peligro que corre como siga con su cabezonería en venir con nosotros o continuar metida en todo eso de las bandas.

De camino al siguiente encuentro, paro en una cabina de teléfono y marco el número de la policía. Debería ser gratis, no me imagino a alguien en una emergencia y buscando suelto en el bolsillo antes de que le roben, eso poniéndose en el mejor de los casos. De todas formas, introduzco las monedas suficientes para un par de minutos y me apoyo a un lado, observando la calle. Amy me ha echado una mano con esto, se ha hecho pasar por una portavoz mía o algo así —no se aleja demasiado de la realidad en muchas ocasiones— y ha conseguido organizar una especie de reunión con unos tipos muy peligrosos. He tenido que ponerla al día de mis planes aquí grosso modo, sólo he dicho que intentaría hacerme con Nueva York a mi manera, y decidió por ella sola echarme un cable con lo más complicado, pues siempre es fácil encontrar droga, pero las armas necesitan regulación, aunque sean ilegales.
Beth me deja espacio, pero prefiero tenerla cerca por seguridad y la indico que se ponga a mi lado. Podrá oír la conversación al completo, y espero que eso la haga confiar más en mí, aunque creo que la tengo ganada, somos bastante afines. No obstante, precisamente eso es lo que puede hacer que discutamos más, aunque no creo que eso suceda. Sabe nuestra situación y va a ayudarnos, más que nada porque también la beneficia a ella, y si no me equivoco, está intentando ''ganar puntos'' con PJ para que la acepte. Él la aceptaría sin problemas pasara lo que pasara, pero ella no parece estar segura, y ayudar a su antiguo amor es una buena opción. Se nota que no le conoce bien, puede parecer serio y antipático, nada más lejos de la realidad, pues quienes hemos pasado tiempo con él sabemos que tiene un gran corazón. Pero claro, ella no ha podido saberlo, él la evita, por lo que me dijo Hood. Si alguna vez...No. Cuando le vuelva a ver, se va a enterar.
Me cogen el teléfono al segundo timbre y me incorporo para hablar, concentrándome en el asunto que tengo entre manos. Necesito estar al cien por cien en esto.  
¾    Alice Sanders, 0310200905032010 —le digo el código para que entre a mi ficha y me identifique como agente—. Necesito un equipo que no llame la atención lo antes posible en el 880 de Meeker Ave, Brooklyn. 
¾    Lo siento, agente, no tenemos a nadie disponible.
¾    Si digo que lo necesito es por algo.
¾    ¿Cuáles son sus planes?
¾    Confidencial.
¾    Quizá una patrulla le sirva.
¾    No —cuelgo.
No es normal que no pueda tener a mi disposición un simple equipo, cuatro personas a lo sumo, para mi seguridad. No les importa quién sea ni qué vaya a hacer, sólo sus intereses que a saber cuáles son, quizá montar guardia en la casa de algún rico en vez de estar en la calle haciendo su verdadero trabajo, para lo que estudiaron en la academia.
No me gustaría ir sola, a decir verdad, con alguien a mi cargo, porque si Beth no estuviera no tendría miedo de nada, yo sola podría apañármelas a la perfección, pero con ella a mi lado es muy distinto, y sé que si le mando a su casa se enfadará y no me hará caso, así que es estúpido siquiera pensarlo.
¾    ¿Y ahora qué? —me pregunta— ¿Vamos sin ayuda?
¾    No —me acerco a la acera y levanto la mano hasta que un taxi se digna a parar; ella entra primero—. A la comisaría más cercana a Meeker Ave.
¾    ¿Brooklyn? —el taxista habla y asiento— Creo que está en Ericsson Pl.
¾    Bien. Dese prisa, por favor.
¾    No entiendo nada —dice Beth al rato, el coche va deprisa y por suerte no hay mucho tráfico.
¾    No quiero arriesgarme a ver a ese tipo sin apoyo y sin armas.
¾    Si es algo de negocios, no creo que...
¾    Primera regla: nunca te fíes de lo que te digan si no puedes verlo.
Asiente con la cabeza y se relaja a mi lado el resto del trayecto. No tengo nada pensado, en verdad prefiero improvisar, saldrá mucho más natural, y si hay una cosa que he aprendido de todo esto, es que en cuanto más prepares una entrevista, peor te saldrá. Y algo poco creíble es algo muy peligroso.
Cuando llegamos, pago al taxista y le digo que no me espere. Voy a salir de aquí con mis refuerzos, incluido un coche. Entro en la comisaría y, tras identificarme como agente de nuevo (ahora más que nunca tengo claro que sólo somos un número), accedo a la zona de oficinas, donde varios policías se encuentran investigando con los ordenadores, otros con papeleo y algunos con el teléfono. Me pongo en el centro de la sala, atrayendo la atención de todos, que se quedan observándome. Mi acompañante se ha quedado en la puerta, esperando a que haga algo. Es normal que se sienta incómoda, no le gusta la policía, ha tenido malas experiencias, y ahora está rodeada por propia voluntad. Comprendo que para ella no tenga demasiada lógica; para mí tampoco.
¾    Escuchad —alzo la voz—: Necesito que cuatro personas vengan conmigo de apoyo.
¾    ¿A qué? —pregunta alguien en una esquina.
¾    Si tenéis que saberlo para decidiros, no me servís.
¾    ¿Pero tú quién eres, niña? —dice otro en tono despectivo.
¾    ¿Algún voluntario? —ignoro el comentario.
En ese momento entra un hombre, cerca de los treinta, con otros tres detrás, todos de traje y armados. Es un grupo bastante homogéneo, ninguno destaca especialmente a excepción del que los lidera, que se ve claro que es el que lleva las riendas del resto. Ese es un detalle que se acaba aprendiendo a ver después de un tiempo, después de ver bastantes grupos y equipos de diferentes tipos y lugares.
¾    ¿Voluntario para qué? —pregunta el primero.
¾    Para apoyo en algo que no nos quiere decir —le responde otro.
¾    ¿Cuándo? —ahora se dirige directamente a mí.
¾    Ahora.
¾    ¿Y qué harás si no los consigues? —se acerca.
¾    Ir de todos modos.
¾    Me apunto. Mi equipo se viene conmigo —señala tras de sí.
¾    Perfecto. Dadme un chaleco y en marcha.
Me indica con la mano que le siga y yo le hago lo mismo a Beth. La miran de reojo mientras se pone a mi lado, pero en seguida el jefe del equipo me habla y atrae más su atención lo que van a hacer más que una chiquilla que viene conmigo.
¾    Agente Murdock —me da la mano—, departamento de homicidios.
¾    Bien. Alice —le estrecho la mano—. Por cierto, ¿ha habido algún caso interesante últimamente? —quiero saber si el Club del Mafioso está metiendo las narices donde no les llaman; o si Paulie hizo algo.
¾    No más de lo normal. ¿Por qué me suena tanto tu cara?
¾    Tú sabrás —acepto el chaleco que me tiende y le digo a la chica que se acerque.
Empiezo a ponérselo bien ajustado para que se note lo menos posible bajo la sudadera, aunque por suerte es ancha y apenas hay diferencia.
¾    Al principio irás algo incómoda, pero te acostumbras.
¾    ¿Y tú?
¾    No me hace falta. Vale —me pongo en marcha—, voy a encontrarme con un traficante de armas y necesito que me cubráis desde lejos.
¾    ¿Y yo? —me dice Beth.
¾    Tú también. Como mucho, quiero a Murdock a mi lado, pero sin armas.
¾    ¿Entonces cómo te cubro?
¾    Nos cachearán, así que no quiero problemas.
No hablamos más hasta que llegamos al punto de destino que les indico. En el coche, hemos tenido que apretujarnos, ya que es de cinco plazas y nosotros somos seis, pero con que Beth se haya sentado encima de mí lo hemos solucionado. No está contenta con mi decisión, pero sabe que es lo máximo que obtendrá. Acepté que viniera conmigo porque creo que así aprenderá algo de lo que es la vida de verdad, que es algo superior al barrio, que todo continúa aunque parezca lo contrario. A demás, creo que la gusta estar conmigo, o al menos disfruta aprendiendo mi trabajo, por masoquista que suene.
He quedado en Townsend Street, a las afueras de Brooklyn, donde hay un almacén abandonado que usan como punto de referencia, ya que está al lado del Newton Creek, un pequeño río con la anchura suficiente para pasar un barco con mercancía. No hay un puerto oficial, así que eso lo facilita todo, y como está por la zona interna, tampoco hay controles de la policía. Es el punto perfecto.
Bajamos del coche un par de esquinas antes de donde he concertado la cita para que nos vean llegar a pie y no sospechen que podamos traer a más gente. Nos vigilarán desde la primera esquina y cuando entremos al almacén ya se verá. Dudo que ahí tengan ángulo siquiera de visión, por lo que no quiero ni pensar de tiro.
¾    Ya sé quién eres —me habla Murdock mientras andamos; alzo una ceja, interrogante—. Alice Sanders, de Los Ángeles. Trabajamos una vez juntos.
¾    ¿Ah sí?
¾    Sí, en el caso del 'asesino del bar', ¿te acuerdas? Mataba con picahielos y embadurnaba a las víctimas en alcohol.
¾    Sí, es cierto —recuerdo el caso.
Fue complicado de coger, lo acepto. Cada semana aparecía una víctima en cada estado (California y Nueva York), y el modus operandi era el mismo. Lo peor es que no habían registros de aviones, trenes o de cualquier otro tipo de transporte que coincidieran. El asesino resultó ser un empresario, que justificaba los viajes con trabajo y las reservas estaban hechas a nombre de la empresa, y cuando preguntábamos, no nos daban más que excusas y algún que otro testigo comprado. No da buena imagen tener a un asesino en serie en la empresa. Por suerte, está en la cárcel y no saldrá hasta dentro de mucho.
¾    Yo era sólo policía, conseguí el ascenso gracias al caso. Y a tu recomendación.
¾    Me alegro —respondo seria; la verdad es que me da bastante igual su carrera.
Apenas gesticulo. Hay un hombre al fondo de la calle, observándonos a los dos. Se lleva la mano al pecho bajo la chaqueta, y no hay que ser muy listo para darse cuenta de que tiene una pistola y que no dudará en usarla en caso que considerara necesario. Alzo las manos y me desabrocho la americana para que vea que no llevo armas y mi compañero hace lo mismo. Sin embargo, saca la pistola de todas formas y nos apunta a ambos.
¾    He quedado con 'El Alemán' —digo—. Soy Du' Fromagge.
¾    ¿Y él?
¾    Doyle —respondo rápidamente—. Mi segundo al mando.
¾    Quedamos en que vendrías sola.
¾    Y en que nada más llegar podría hablar con tu jefe.
Resopla y cede al fin. Nos indica que le sigamos dentro del almacén y Murdock me agarra del brazo para no perderme de vista bajo ningún concepto. El almacén está repleto de cajas de madera con números pintados. Parecen antiguas, pues también hay otras de metal más allá. Hay guardias armados hasta los dientes, con ametralladoras incluso. Supongo que si te dedicas a pasar armas de contrabando, suministrar bien a tus hombres no debe ser un problema. Es el negocio más peligroso y no precisamente el que más dinero consigue, sin embargo, en caso de que haya cualquier problema entre países, hace a la gente sentirse insegura, y ésta tiende a comprar armas, a veces buscando no ser rastreados; y si ya tienes un renombre, ganarás más dinero que con cualquier otro. Inteligente, pero arriesgado. Requiere demasiada paciencia para mí.
Andamos hasta entrar en otra sala mucho más pequeña, sólo con cajas de madera como las del otro sitio. Una está abierta, y dos hombres examinan su contenido cuando nuestro guía habla para llamar su atención, presentándonos brevemente en español. El que parece el jefe, tiene el pelo rubio platino y los ojos de un azul casi blanco. Estoy segura de que es de España, tiene un acento muy suave y suena bastante serio, a diferencia de lo que todos dicen de cómo son: dicharacheros, gritones y alegres. Su sola presencia intimida, y el hecho de que esté rodeado de pistolas y yo no tenga ninguna a mi alcance supongo que ayuda. La verdad es que el mote es evidente de dónde puede venir: es europeo y tiene los rasgos típicos en un alemán, aunque es más que obvio que no es de allí. La verdad es que no se lo han pensado demasiado, se han centrado en lo más básico menos en el acento. A lo mejor él prefiere que le llamen así.
¾    Debes de ser Du'Fromagge, ¿no? —levanta la cabeza para hablarme.
¾    Así es —echo un vistazo al contenido de la caja y le tiendo la mano.
¾    Curioso. Los dos somos europeos y me saludas como un yankee. En Francia son tres besos ¿verdad?
¾    Y en España dos —me acerco y nos saludamos con besos en las mejillas—. ¿Cómo te llamo? —el saludo ha sido un gesto de familiaridad, pero no hace más que recordarme al de Judas. Tengo que tener mucho cuidado.
¾    Hannes. Por lo que me han dicho no te interesan las armas.
¾    Soy una mujer de negocios, y esto no es para mí. Me he hecho con el control del puerto, y quería avisar antes de que hubiera cualquier malentendido.
¾    Algo oí de eso —coge una pistola antigua de la caja.
¾    Bien, me ahorrará tiempo. Estoy dispuesta a compartirlo a cambio de que hagas lo mismo con esto.
¾    ¿No has dicho que lo tuyo no eran las armas?
¾    Aquí se recibe mercancía sin que nadie lo sepa. Tú continúa con la tuya, y yo con la mía.
¾    ¿Y si no acepto? —saca del bolsillo unas balas y las coloca en la pistola poco a poco.
¾    Tendremos problemas —me cuadro, a la defensiva.
¾    ¿Los dos? —sale de la improvisada oficina al almacén, con nosotros detrás— La que ha entrado aquí desarmada y con un sólo hombre has sido tú, francesa. Que, por cierto, no tienes una pizca de acento —mierda.
¾    Hannes, francamente, ¿de verdad crees que si me matas ganarás algo que no sea una bala entre ceja y ceja? —él sonríe y me mira a los ojos.
¾    Alice —dice con pronunciación francesa—, estás demasiado segura de eso.
¾    Porque tengo razón —con un ligero y rápido golpe en la muñeca le quito la pistola y le apunto al pecho; oigo cargarse pistolas a mi alrededor—. Pero no quiero esto —la desmonto y la tiro a una caja—. Un negocio a medias sería lo mejor para ambos, el puerto te ahorraría mucho en transporte y yo podría controlar otra zona más de la ciudad con facilidad. Cuento con el apoyo de Florida y con el de la policía. Puedo hacer que cada empleado tuyo que pise el puerto acabe muerto, y créeme cuando te digo que sé cómo deshacerme de cuerpos fácilmente y sin pruebas —no pienso ir más de buenas, no he conseguido nada hasta ahora así y sólo me queda la violencia.
¾     Una pena que no te crea. Dudo que conozcas siquiera a Moore, y menos que te apoye. Voy a dejarte vivir porque me has caído bien, me gusta tu sentido de los negocios, pero si continúas aquí me temo que no será por mucho tiempo.
¾    Es una advertencia, voy a hacerme con el control de esto con o sin ti, y preferiría no mancharme demasiado las manos.
¾    Con que la gabacha los tiene bien puestos, ¿eh? —me desafía.
Se acerca para acariciarme la mejilla. Sigo cada uno de sus movimientos con la mirada, al igual que noto cómo Murdock me coge por la cintura. Sabe que no llevo chaleco y que es peligroso, y me gana la partida. Todos lo hacen. En cuanto El Alemán se separa, hay una tormenta de disparos en nuestra dirección. No ha sido exactamente el beso de Judas, pero se parece bastante. Murdock me empuja al suelo y se pone encima de mí como escudo humano. Le siento toser y gemir, le han dado, pero aun así me protege. Le aparto cuando paran de sonar los tiros, seguramente están esperando a que nos movamos para confirmar que estamos muertos, sin embargo, soy lo bastante rápida para recoger la pistola que desprecié hace un momento y cargarla. Apunto al primer hombre que veo y se desvanece, con un hilo de sangre descendiendo por su cara, procedente del agujero en su frente. En estos momentos, toda mi humanidad desaparece, sólo pienso en la supervivencia, cueste lo que cueste. Y si sus vidas me lo impiden, acabaré con ellas sin pestañear. Esto es la ley del más fuerte, no físicamente como muchos creen, sino mental. Y por suerte o por desgracia estoy demasiado entrenada para aislar cada razonamiento ajeno a la situación.
Me arrastro lo más rápido que puedo hasta el cuerpo inerte y le lanzo la pistola a mi compañero con un grito.
¾    ¿Estás bien?
¾    Sí, vámonos de aquí.
Niego con la cabeza. No he venido para irme con las manos vacías, he dicho que conseguiría hacerme con esto de la manera que fuera, y nunca falto a mi palabra. Levanto de nuevo el brazo y otro hombre cae. Repito la operación todas las veces que es necesario, recogiendo las armas de los muertos y abasteciendo a mi compañero por igual. Serpenteo entre cajas, corro y me agacho, veo balas atravesar la caja de al lado y de enfrente, las siento pasar sobre mi cabeza y tengo que pararme a respirar, pero la adrenalina hace la mayor parte del trabajo. A veces oigo a Murdock gritarme, pero no consigo entenderle, es como si el mundo tuviera un material aislante. La luz entra por un lado del almacén, supongo que habrán abierto la puerta, pero no hay tiempo para detenerse a observar, sólo para localizar armas apuntándonos y acabar con ellas. Resbalo en el suelo y no puedo evitar caer, un líquido pringoso me ensucia las manos y hace que la pistola se aleje unos metros. Tardo varios segundos en darme cuenta de que he resbalado con sangre, un charco enorme conmigo en medio. En ese instante tengo una horrible visión, estoy herida y el cadáver que está a mi lado es el mío propio, pero un grito me devuelve a la realidad. Me levanto y disparo al hombre que tengo delante, a punto de hacer lo mismo, pero antes de que caiga al suelo, le agarro por la chaqueta y recibe un par de tiros más por mí. Respondo con más disparos y corro hacia donde he creído oír el grito. Encuentro a Murdock tirado en el suelo, agarrándose una pierna e hiperventilando. Ya es suficiente. Le ayudo a levantarse después de comprobar que no hay nadie más y me dirijo a la puerta.
¾    Me han dado —murmura.
¾    Ya lo he oído. Apóyate en mí.
¾    ¿Estamos solos?
¾    Aparte de un montón de cadáveres, eso parece. Cállate o no será así.
Llegamos a la entrada, donde está Beth esperándonos, preocupada. Se acerca corriendo y el resto del equipo de Murdock sale del edificio, andando marcha atrás para cubrirnos las espaldas. Seguramente nos hayan ayudado dentro, porque sé que resultaría imposible para dos personas enfrentarnos a eso, sobre todo si una de ellas está desangrándose.
Dejo en el suelo con cuidado a Murdock y saco el móvil para llamar a emergencias. Aún tengo la respiración agitada, me duele la garganta al tomar aire, y la cabeza con el olor férreo de la sangre. La boca me sabe igual, pero será por la subida tan brusca de adrenalina. Trato de tranquilizarme, por suerte o por desgracia estoy acostumbrada a este tipo de situaciones y no me cuesta demasiado.
Recuerdo una vez que fuimos a por una banda, uno de sus integrantes había asesinado a una chica de otra banda, y llegamos en mitad de un tiroteo. Por el momento no iba demasiado mal, hasta que nos vieron y todos fueron a por nosotros. Fue horrible, la verdad, jamás me he sentido así; sólo entonces. No sabía si disparar o salir con los brazos en alto, era consciente de que eran críos y que estaban asustados, pero tenían pistolas y no nos querían allí. No podía simplemente matarlos —o disparar siquiera—, como siempre hago, esa vez había algo que mantenía el seguro puesto en la pistola. Opté por rendirme, salí con las manos en alto y empujando la pistola con el pie. Mi equipo me cubría, pero dudo que fueran capaces de disparar a uno de aquellos críos, vi incluso a chicos de no más de catorce años. ¿Qué podrían hacer allí? No lo sé, sólo que para una vez que hice caso con el chaleco antibalas, me sirvió. Ellos no se fiaron, creyeron que era una maniobra para distraerlos y simplemente dispararon. Mis refuerzos los desarmaron con tiros en el hombro, en su mayoría —por suerte tienen una puntería bastante buena—, pero cuando todo estaba calmado, me quité el chaleco y al salir de mi escondite, una bala atravesó la parte baja de mi espalda, llevándose un trozo de riñón con ella. Caí de rodillas y me tiré contra una pared para sentarme. Saqué el móvil con toda tranquilidad, y pedí una ambulancia diciendo que estaba herida. Si entraba en pánico lo empeoraría todo, y suficiente grave era la herida como para que yo ayudara.
Siento una sensación parecida en este mismo instante, algo que me devuelve al presente, y preferiría que no hubiera ocurrido de esa manera. Un sonido seco, frío y familiar hace caer a Beth al suelo con un agujero en su sudadera. No razono lo que ocurre, de nuevo el instinto de supervivencia es mayor que cualquier otra cosa y saco la pistola, apuntando a la puerta del almacén, donde un tipo con el brazo empapado en sangre sostiene un arma a duras penas. Seguramente me apuntaba a mí, pero ha acertado a la chica por estar tan cerca. Le disparo al hombro, al parecer de nuevo, y tiene que soltar la pistola con un alarido de dolor. La rabia me consume. No puede ser que la haya puesto en peligro, y ahora todo es mi culpa. No, no es mi culpa. Es suya, del que ha disparado. Ha intentado matarme, y aunque haya fallado, no ha sido del todo, porque si no ahora estaría saliendo de aquí con ella en el coche y no intentando coger al que le ha hecho esto.
Toda mi visión se centra en él. Le pego una patada a la pistola que llevaba para alejarla de su alcance y le apunto directamente a la cabeza. Para mi sorpresa, su mirada no es desafiante, ni siquiera de súplica, sino de aceptación. Sabe que le voy a matar, y no tiene miedo de ello. Parece tranquilo; me pregunto cómo alguien puede estarlo respecto a la muerte. La mayoría sienten miedo por perder lo que tienen entonces o porque más allá les espera algo peor, o hay algunos que sienten incluso excitación por saber qué hay después de todo, pero alguien que no tiene emociones al respecto me resulta valiente —o al menos me resultaría si no hubiera disparado a Beth por la espalda— o muy estúpido. Sin embargo, algo me detiene de apretar el gatillo.
¾    ¡Alice! —me grita un hombre.
Al girarme, veo a Beth en pie, agarrada al brazo de un detective para sostenerse, pero viva. Sana y salva. Respiro hondo, cierro los ojos y tenso la mano. Se acerca a mí, retrasando el momento, y me sujeta el brazo en el que tengo la pistola preparada.
¾    No lo hagas —susurra—. No eres como ellos —fija sus ojos en los míos.
Me produce una punzada de dolor, me recuerda demasiado a su hermano, y tiene la misma imagen de mí que él. Tienen razón, no soy como ellos.
¾    Soy peor —la respondo con un beso en la frente y tapándola los ojos.
Ahora comprendo el gesto que Alexander hizo conmigo el otro día, es el mismo que yo estoy haciendo ahora, y aunque resulte casi inútil, da cierta tranquilidad. Puede que oiga el horror, pero verlo es algo muy distinto, puedes soñar con una visión, pero no con un ruido. Ese mismo día, en ese mismo periodo de tiempo, me vuelvo a ver con la misma posición, con el poder de matar a quien me ha hecho daño y no dudo en volver a hacerlo. Igual que la última vez, miro a los ojos del condenado, al menos se merece eso, y mi dedo se encoge por completo. La vida desaparece de ese cuerpo y se desploma por completo en el suelo. Me meto la pistola en la parte trasera del pantalón y empujo a la chica lejos de ahí. No quiero que vea nada, ni que tenga que dar testimonio oficialmente de las atrocidades que no paro de cometer.
No obstante, hay algo que quiero hacer antes. Mojo los dedos en la sangre del tipo del suelo y pongo mi firma en grande en la pared, o la de Du' Fromagge: una A y F entrelazadas y acunadas por una D, nada complicado, pero ciertamente elegante. Así sabrán de quién es este negocio, y de lo que soy capaz por él. Estoy segura de que no habrá problemas de credibilidad a mi vuelta.
Ella se deja manejar por mí, y me sigue hasta el coche que nos ha traído aquí. Sin duda está en shock, y necesita su tiempo para asimilarlo, por lo que ninguno de los detectives dice nada, simplemente nos dejan marchar. Supongo que porque sospechan que me da igual lo que me digan. Siempre me lo ha dado.
La chica no parece horrorizada, sino pensativa. Cada uno lo lleva a su manera, y desde luego que es mucho más fuerte de lo que yo lo era con su edad. Es preocupante, significa que ha visto cosas peores, no obstante, la preparará mejor para el futuro. Antes de entrar al coche, le indico que se quite la sudadera para desabrocharla el chaleco. Oigo las sirenas de policía y ambulancias acercarse, y lo mejor será que nos demos prisa, así que en cuanto le saco el chaleco por la cabeza, cojo la bala clavada, lo tiro al coche, le lanzo la sudadera con el boquete y arranco el coche.
Por su expresión sé que está llena de preguntas, de comentarios y a saber qué más —seguro reproches también—, y agradezco de corazón que no diga nada, yo también necesito mi tiempo para recapacitar sobre lo que he hecho. Se supone que ya no soy así, que he cambiado, sin embargo, a cada oportunidad que se me presta vuelvo a ser la misma Alice casi inhumana de antes, llena de odio y ansias de venganza. No, esto es mucho peor; no estoy llena de odio, sino por un afán de protección superior a cualquier otra cosa. Si alguien representa una amenaza para cualquiera a quien quiera, encuentra su final a mis manos. A las pruebas me remito. Y todavía queda mucho camino.
¾    Póntela —me pasa la sudadera—. Si te ven así van a sospechar —asiento y debo darla la razón, así que obedezco antes de pisar el acelerador.
¾    Hood me va a matar —murmuro.
¾    Quizá. O Alexander cuando sepa...
¾    Nadie excepto nosotras va a saber nada, ¿entendido? Es peligroso.
¾    Sí. Pero, ¿por qué lo has hecho, por qué le has disparado?
¾    Intentó matarte. Es lo justo.
¾    Pero llevaba el chaleco.
¾    ¿No has oído eso de 'la intención es lo que cuenta'? En la policía, si te ven sacar un arma, dispararán sin preguntar, aunque esté vacía o sea de juguete. Si hay algo que te enseña esto es que no hay posibilidad de duda, ni piedad ni vacilación. Puede costarte la vida.
¾    Eso me gusta.
¾    No debería. Escúchame, aléjate de ese mundo todo lo posible. Ni como policía ni como intermediario ni nada parecido. Es peligroso.
¾    Todo en la vida lo es —Dios, eso suena como si fuera una frase mía.
¾    Por eso no tienes que sumar más puntos.
¾    ¿Y tú qué harás cuando termines esto?
¾    Ahora, lo más lejos que puedo pensar es en esta tarde.
Eso la deja pensado el resto del camino, en silencio. La llevo directamente a casa de Hood. No necesito saber su dirección, aún sé orientarme por la zona, y es mi antiguo barrio de todas formas, así que no me perderé por muy cambiado que esté todo. Aparco sin problemas y me apoyo en el coche con el chaleco en las manos, pensando qué hacer.
¾    ¿No vienes? —me mira.
¾    No creo que deba. Por Emma, ya sabes.
¾    No es la única que vive ahí.
¾    Despídete de él de mi parte, ¿quieres?
¾    Como veas, pero no creo que sea lo mejor.
¾    Ya. Ten —voy a quitarme la sudadera, pero me detiene.
¾    Quédatela. No quiero me vean con un agujero —sonríe.
¾    Tienes razón —la doy un corto abrazo—. Ponte hielo para que no deje marca.
Con otra sonrisa, se aleja camino a la puerta. Sin embargo, se para a la mitad y se queda mirándome, seguramente pensando qué decir.
¾    Volveremos a vernos.
¾    Prometido —consigue sacarme una sonrisa.

Le lanzo la bala atascada en el chaleco y vuelvo dentro del coche. Es increíble cómo una cría que ha aparecido de pronto en mi vida y en tan poco tiempo ha conseguido crear en mí un sentimiento de protección más fuerte de lo que esperaba. De hecho, me conoce más que muchas personas, pues soy como ella. Lo ha demostrado en su despedida, sin presionarme para volver a encontrarnos, ya que no estoy segura de si llegaré mucho más lejos, y eso es algo que ella comprende. Su seguridad de que nos reencontraremos me da coraje para continuar. Si ella, en el mundo que está viviendo, encuentra esa esperanza, voy a permitir que se agarre a ello para seguir. Yo lo tomaré como otro motivo por el que seguir adelante. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario