Casi en contra de mi voluntad, rechazo una
buena sesión de besos y una nueva reconciliación que de verdad prometía ser de
las mejores para llamar a Amy y enfadarme otra vez. Tengo que centrarme en el
trabajo por unos momentos, por mucho que lo odie, aunque estoy segura de que la
conversación tendrá un tono más personal de lo adecuado.
Consigo que Alex ceda y se quede en la
casa, necesito algo de tranquilidad y sobre todo estar lo más alejada posible
de él cuando hable, así que salgo a dar un paseo por el bosque, con cuidado de
recordar el camino de vuelta y que haya cobertura en el móvil, abrigada hasta
los dientes con un abrigo de Alex, captando su olor con cada mínima brisa que
se levanta. Es un día frío, el aire me golpea en la cara nada más salir y
acelero el paso para entrar en calor; la nieve cubre el suelo como una alfombra
blanda y resbaladiza, respondiendo a cada tópico navideño posible. Lo odio,
demasiado idílico.
Me encojo en el abrigo para que me
cubra mejor y marco el número de mi compañera con dedos temblorosos para
esperar varios tonos sin éxito. Vuelvo a intentarlo y esta vez descuelga al
segundo tono. Menos mal, porque estaba a punto de desistir. La idea de la
reconciliación frente al calor de la chimenea es muy atractiva.
¾ ¿Qué
tal están Bonnie y Clyde? — ¿ellos? ¿En serio que no tenía nada mejor?
¾ ¿De
qué vas, Amy? ¿Tienes una ligera idea de en lo que me has metido?
¾ ¿Perdón?
—está claramente confusa, pero yo no estoy de humor para explicárselo.
¾ Lo
he visto en televisión. Con todos esos en la cárcel o bajo investigación, Moore
no moverá ni un dedo. Tú solita te has cargado la investigación. Felicidades.
¾ Escúchame,
Alice, porque no te lo voy a decir dos veces: la CIA se presentó en casa a por
ti y ¿qué les iba a decir, que estabas huyendo de ellos? Revolvieron todos los
archivos y se los llevaron.
¾ Los
míos estaban escondidos... —replico, pensando en lo que dice.
¾ Estaban.
Antes. Lo han puesto todo patas arriba. Oí una conversación, no sé bien con
quién, algo así como Mel o...
¾ Meghan
—corrijo—. Es a quien cabreé.
¾ Muy
bien, tú como siempre —suspira—. El caso es que querían movilizar a todos para
cogeros in fraganti, a los dos —enfatiza y pillo el doble sentido rápidamente—;
conseguí que os esperaran y me aseguré de que sería yo quien se encargase de
todo.
¾ Es
decir: ahora eres tú quien me va a detener ¿no?
¾ No
hay orden directa, quieren llevarte frente a...Meghan primero.
¾ Eso
será si me cogen —murmuro.
¾ Ni
se te ocurra, Alice. No lo pienses siquiera. Sólo empeorarás las cosas.
¾ Mira,
Amy, estoy cansada de esta mierda. Si me quedo, tendré que volver a hacerlo en
algún momento de mi vida; por suerte para ellos, les he dado buen material con
el que chantajearme.
¾ Estás
de coña —no cree que vaya en serio lo de abandonar la Agencia, ni siquiera yo
estoy segura.
¾ No.
¿Te han dado tiempo?
¾ No
exactamente, pero poco.
¾ Bien
—tomo aire, intentando pensar algo que hacer que tenga sentido —. Necesito una
semana para calmar a Moore y poder hacer algo. Y carta blanca para ambos, como
si no ocurriera nada. Creo que así no sospechará —me duele el pecho, aunque no
sé si es por el frío o por ver todo lo que se me viene encima.
¾ Sabes
que es muy difícil.
¾ Es
mi única alternativa. Diles que tengo información que sólo diré en persona, a
lo mejor ceden con eso —me inventaré cualquier cosa, pero puede que no se lo
crean—. Y que ayudaré con todo, a riesgo de traición —finalizo soltando todo el
aire que no sabía que estaba reteniendo.
¾ La
cometerás igualmente si te vas.
¾ Pero
eso no lo sabrán —Alex se acerca con las manos en los bolsillos y encogido
sobre sí mismo, ya que le he quitado su abrigo—. Inténtalo, ¿quieres?
¾ Ya
te he dicho que será muy complicado.
¾ Te
han puesto al mando —protesto en un susurro para que no me oiga él.
¾ Si
tú estás cansada de la Agencia, yo lo estoy de salvaros el culo tantas veces,
tanto a ti como a tu novio delincuente. Veré con quién puedo hablar —suspira.
No puedo evitar sonreír cuando lo oigo
y quedamos en que en cuanto sepa algo me llamará, no obstante, hasta entonces
tendremos que continuar aquí por nuestra propia seguridad. No es que sea un
sacrificio, precisamente, aunque es cierto que está resultando algo agobiante
no poder salir de estas cuatro paredes; y más ahora, no podemos simplemente
ignorar lo que ha ocurrido, ambos tenemos miedo por los mismos motivos y
opuestos a la vez, supongo que esa es la maravilla de la naturaleza humana.
Definitivamente, el fin está más cerca de lo que puedo asimilar. De hecho, creo
que nunca llegaré a asimilarlo por completo, no después de tanto tiempo, de
arriesgarlo todo por una locura como esta, de sentir cosas tan dispares que han
dado lugar a este estado mental de confusión e inseguridad permanente, por no
hablar de miedo.
Sin embargo, las noticias de Amy no
son del todo malas, así que hay una ínfima esperanza de que no sea un completo
desastre, y eso me hace sonreír, al menos para él, que llega a mi altura,
temblando de frío y nervios y le doy un abrazo para proporcionarle algo de
calor. Volvemos así a la casa y le cuento, sentados al pie de la chimenea, que
mi amiga hará todo lo posible por averiguar si es seguro que volvamos. De todas
formas, ya tengo un plan para distraer a la policía lo máximo posible, pero
requiere mucho trabajo, y aún más con mi falta de práctica en lo que a
ordenadores se refiere. Espero recordar todo lo que me enseñaron y fui
aprendiendo por el terreno.
No obstante, antes de empezar ya me encuentro
con el primer problema: no tengo ordenador, y desde un teléfono tampoco puedo
hacer nada, así que nos vestimos en condiciones y salimos en busca de algún
pueblo con locutorio o biblioteca con acceso a Internet. Por suerte, en el
primer pueblo en que preguntamos, encontramos una tienda que está dispuesta a
dejárnoslo usar a cambio de una compra superior a cincuenta dólares. Me parece
un completo abuso, pero es la única opción que tenemos, pues no pienso buscar
otro sitio; hace demasiado frío como para salir siquiera.
El dependiente nos deja intimidad y
busco el aeropuerto más cercano y a ser posible menos conocido con vuelos a
Florida, especialmente Miami, aunque tampoco es un requisito indispensable.
Consigo uno relativamente cerca, a una hora en coche, y algo aislado: perfecto.
A demás, me ha llamado la atención del nombre del aeropuerto de Orange County:
John Wayne. A decir verdad es eso lo que me ha convencido, la otra opción era
la de Teterboro, pero ese está mucho más concurrido y seguro que su sistema de
seguridad más actualizado, lo que supondría un riesgo; y también hay un Orange
County en Los Ángeles, quizá me haya dejado llevar por el sentimiento de casa.
Esa ciudad siempre será mi hogar, es donde está enterrada mi pequeña; no
necesito nada más.
Intento recordar con toda la
concentración que puedo las clases sobre ordenadores, cómo entrar en los
sistemas operativos de páginas webs, qué debo tocar y qué no, cómo esquivar los
sistemas de seguridad y cortafuegos sin provocar alteraciones en lo original.
Agradezco en grande que Alex se haya dedicado a comprar mientras que yo estoy
comenzando con esto, estoy segura de que si consigo hacerlo bien, el resto
saldrá incluso mejor, y con él a mi lado me hubiera puesto más nerviosa.
Primero abro una ventana que impida
localizar mi dirección IP, aunque eso es algo que hago a menudo y no le doy
importancia. Después, haciendo click sobre los lugares correctos, tecleando las
palabras adecuadas y con mucha paciencia, consigo acceder a las entrañas de la
página web del aeropuerto, pero todavía queda mucho trabajo por delante. Moore
se sienta a mi lado en silencio sin siquiera tocarme, observándome trabajar y
deja una lata de refresco a mi lado. Sonrío ligeramente antes de volver a
centrarme en los números y letras extrañas que aparecen en pantalla a una
velocidad que apenas puedo razonar, sin embargo, siento como si fuera otro
ejercicio de práctica de la Agencia, todo va y viene de una manera automática,
ni siquiera me doy cuenta del tiempo que paso tecleando hasta que la pantalla
se apaga de repente. Todo lo que se ve es un insondable negro y nuestro
reflejo.
¾ No...No
puede ser —murmuro una y otra vez; no es posible que todo se haya acabado así.
¾ ¿Qué
ha pasado?
¾ No
lo sé, yo no... ¡Sí! —la pantalla se ilumina de nuevo con el sistema operativo
del aeropuerto abierto.
Llevo más de media hora en el
ordenador, y la verdad es que me ha costado menos de lo que esperaba. Estoy
segura que si lo hubiera hecho cuando estaba en activo en el FBI habría tardado
no más de quince minutos, sin embargo, supongo que esto me ha pasado factura.
Alex me mira, sorprendido, y antes de que pueda hablar le hago un gesto con la
mano para que se calle, aún necesito concentración, no sé cuánto tiempo
aguantará así.
Hay un vuelo a Miami al día, y es a
las siete de la mañana. Tomo aire antes de mirar si hay asientos libres, ya no
estoy tan segura de preferir esta opción. En efecto, el avión está
prácticamente vacío, por lo que reservo dos asientos en primera clase —estoy
cansada de ir apretada e incómoda en clase turista— a nombre de... Mierda.
¾ Por
casualidad no tendrás un documento de identidad falso —le miro.
¾ Aquí
no. ¿Por qué?
¾ Estoy
haciendo esto para que no nos localicen, si lo pongo a tu nombre no servirá de
nada, como entenderás. Tendré que hacerlos ahora —suspiro.
¾ No
creo que este sea el mejor sitio —mira al dependiente.
¾ Yo
tampoco. Dame un minuto.
Quizá me pase un poco con lo que se me
ha ocurrido, pero no hay otro ordenador en este maldito pueblo y no me apetece
que el dependiente me vea falsificar documentos. Me acerco a él y le doy las
gracias con un abrazo —no parece en posición de rechazar un abrazo de una chica
joven—, solo que le agarro del cuello para impedir que circule correctamente la
sangre y cae inconsciente encima de mí. Alex viene corriendo, pero le indico
que cierre la tienda primero para no levantar sospechas y me ayuda a mover al
hombre a un lugar donde no se le vea.
¾ No
sé si impresionarme, asustarme o simplemente no preguntar —dice cuando me
siento de nuevo como si no hubiera pasado nada.
¾ Prefiero
lo último —sugiero y me hace caso—. ¿Nombre?
¾ Mmm...Kenneth...Walker.
¾ ¿Kenneth?
¿En serio?
¾ ¿Qué?
Es bonito.
¾ Si
tú lo dices.
¾ ¿Rose?
—frunce el ceño cuando escribo el otro nombre— Pon al menos el mismo apellido.
¾ Si
yo aguanto a Kenneth, tú aguantarás a Rose Carter. Sin anillo.
Levanto la mano para que se fije en
que no tendría sentido poner el mismo apellido; desde luego que no pasamos por
hermanos, y sin anillos tampoco por casados. Sin embargo, él se queda mirando
el dedo durante demasiado tiempo, pensativo. Finalmente, parece reaccionar y
comienza a besarme el cuello, pero le empujo antes de que se le ocurra seguir
más adelante, porque le conozco y es capaz.
¾ ¿Qué
tal si primero nos salvo el cuello y luego pasas al resto de la anatomía?
¾ ¿Y
si quiero seguir con esa?
¾ Mientras
que ahora me dejes trabajar, me da lo mismo —sonríe cuando le quito la mano de
mi muslo.
No tengo tiempo para esto, me pongo a
crear los documentos de inmediato, intentando hacerlos lo mejor posible. Lo
bueno de haber estado como policía es que sé qué es lo que miran y cómo burlar
sus controles, de manera que con fotografías de Internet en apenas media hora
tengo impresos dos carnets de conducir perfectos, tan sólo tengo que
plastificarlos o imprimirlos como si fuera una fotocopia y que un policía lo
firme para que valgan por auténticos; un agente de la CIA que colabora con el
FBI. Hago la firma de Amy lo mejor que puedo y escribo el número de su placa
para verificarlo; espero que no se meta en demasiados problemas si piden
confirmación.
Con todo terminado, coloco al
dependiente en una silla y salimos lo más rápido que podemos; incluso he
limpiado por encima las huellas para hacerlas más difíciles de reconocer. Esta
vez no es por ningún tipo de paranoia, es simplemente que no me fío de que haya
salido completamente bien todo esto y quiero asegurarme que en ese caso no
puedan incriminarnos directamente. Es simple seguridad.
En la cabaña, cumplo la promesa de que
continúe con el resto de mi anatomía con gusto, ciertamente resulta
reconfortante ver que ni siquiera descubrir nuevas cosas de mí que jamás se
esperaría, cosas que no encajan ni de lejos con Du' Fromagge, le detiene de
expresarse al máximo. Recogemos todo antes de irnos al día siguiente y coger
ese avión a horas intempestivas. Debo dejar el coche en el aeropuerto, pero en
cuanto se acerque a la zona donde hay cámaras, la matrícula quedará registrada,
de modo que aparco antes de llegar y andamos hasta la terminal. Por suerte,
puedo dormir el poco tiempo de vuelo, al fin tranquila porque no ha habido problemas
en el embarque con los datos falsos —han introducido en el ordenador el número
de placa, y lo que sea que les ha salido ha tenido que ser lo suficiente
convincente como para dejarnos pasar sin preguntas, incluido Alexander, que
continúa con su política de ''prefiero no saber'', que le agradezco
profundamente, me ahorra muchos problemas.
Supongo que se ha dado por vencido en
descubrir mis secretos, son demasiados como para prestarles atención sin
volverte loco, muchas veces ni siquiera yo los recuerdo y aparecen de repente,
recordándome algo horrible que hice años atrás o algo por el estilo. En verdad
creo que tengo los mismos motivos o más que él para ir a la cárcel, la única
diferencia es que estamos en bandos opuestos; si él hubiera sido el policía, yo
ya llevaría mucho tiempo entre rejas y él seguramente tendría una familia feliz
de la que cuidar cuando llegase a casa. Algún día la tendrá, estoy segura de
ello, alguien tan bueno no puede terminar sus días en la cárcel, simplemente no
es justo juzgar a alguien por unos errores cometidos en el momento menos
adecuado, por intentar hacer orgulloso a un padre desquiciado y sediento de
sangre. No se lo merece.
En cuanto aterrizamos, informo a Amy
para que venga a recogerme, prefiero no pisar la casa de Moore todavía, no
cuando la cuestión de vivir allí aún sigue en el aire. No obstante, con todo lo
que ha pasado la respuesta no necesita ser pronunciada, es lo mejor para ambos
ahora mismo; cada uno quiere mantener vigilado al otro por motivos propios y ni
siquiera lo hemos vuelto a discutir, se ha dado por sentado. Por eso quiero que
mi compañera me lleve directamente a mi casa para comenzar con la mudanza; no
espero llevarme gran cosa, pero al menos coger toda la ropa que sea necesaria
para hacerlo creíble. A él, por otro lado, viene a recogerle Miguel, el médico
que nos ayudó cuando se le abrieron los puntos del tiroteo después del burdel
con Coleman. Ante la sorpresa de encontrarse a Amy, me saluda amistosamente con
un abrazo antes de irse con Alex y dejarnos solas —lo que no sorprende a nadie
es que nos despidamos con un largo beso, a fin de cuentas ''somos jóvenes
enamorados''. Me dice con extrema dulzura que mantenga el teléfono encendido y
a mano por si ocurre cualquier cosa, sé que no quiere decirlo, pero es más que
notable que tiene tanto miedo como yo, aunque lo mío es por otra cosa.
No quiero hablar de nada serio, como
mínimo, hasta llegar a casa, así que pretendo mantenernos ocupadas con
trivialidades y pido que nos detengamos en una farmacia para comprar aspirinas,
y por suerte no me acompaña, al menos mi niñera no llega hasta ese punto. No
obstante, una vez en casa no puedo librarme de la realidad, y mucho menos con
el recuerdo de lo que ocurrió hace tan poco aquí. Me tiro en el sofá con los
ojos cerrados, visualizando sin querer el cuerpo inerte y sangrante de David en
mis brazos, a Alex golpeado huyendo, la huida con Paulie y el peso de la
pistola en mis manos junto al retroceso que tensó mis músculos...
No hay punto de comparación entre la
temperatura de esta mañana, prácticamente helando, a la de ahora, en la que una
camiseta te estorba del calor; es mucho más agobiante de lo que recordaba y
empeora el dolor de cabeza que está empezando a surgir, como si supiera que he
mentido en lo de comprar aspirinas. Debería haberlas cogido. He de reconocer
que me sorprende que Amy no haya comenzado con el interrogatorio, a pesar de
agradecerlo, pero sé que está esperando a que yo diga algo para atacar. De
manera que, sin abrir los ojos y con la mano en las sienes, comienzo a hablar.
¾ ¿Sabes
algo de David?
¾ A
estas alturas pensaba que ni te acordabas —hay un tono extraño en su voz,
aunque al menos no es de reproche.
¾ No
estoy para juegos.
¾ Bien
—suspira—. Le dieron el alta y están tramitando una orden de alejamiento, pero
como no analizaron tus lesiones no hay nada seguro.
¾ Sí,
fue desconsiderado por mi parte irme para que otro tipo intentara matarme, lo
siento —me lanza una mirada reprobadora—. ¿Qué?
¾ Parece
que te lo tomas a broma. Tuvo suerte de que el tirador no fuera muy preciso,
unos centímetros más y podría haber sido mortal. ¿Qué pasó? ¿Por qué no le han
tomado declaración? Estaba preocupada por lo que pudiera decir.
¾ Ya
veo que actúan rápido —murmuro—. Ya no importa lo que pasara, nuestra querida
Agencia lo va a tapar. Por cierto, ¿cómo va tu plan? Me estoy quedando sin
tiempo, por ahora me voy con Moore a su casa.
¾ Estás
loca. Definitivamente. ¿Sabes lo que significa esa decisión?
¾ Sí:
más confianza.
¾ Menos libertad —rebate—. No podemos detenerle
si te tiene vigilada las veinticuatro horas.
¾ No
digas tonterías, ya me tiene vigilada desde hacía tiempo. Sabes que no irá a
mucho peor, tendré más tiempo para registrar lo que tú no pudiste.
¾ ¿Cuándo
piensas irte?
¾ Hoy,
supongo. Mira, entiendo que hay que cortar por lo sano de una vez, que está
débil y tiene miedo, pero ¿qué pasa cuando acorralas a una fiera? Que ataca con
más fuerza. Desde dentro podré hacerle creer que tiene más espacio, es lo menos
arriesgado —me duele ser tan fría, pero es lo necesario para que me crea.
¾ Y
entonces llamamos a la perrera.
¾ Las
fieras van al zoo, Amy, no puedo creer que haya estado tanto tiempo con una
inculta —bromeo y me lanza un cojín.
¾ Idiota
—sonríe—. Venga, tenemos trabajo por delante.
Amy me ayuda a llenar la misma maleta
con la que llegué el primer día para, de algún modo, volver al punto de
partida. O incluso peor, pues al menos tenía claro que debía meterle en la
cárcel, que se lo merecía, sin embargo, ahora no estoy segura. Y es esa duda la
que va a hacer que me maten, un bando u otro.
No cojo nada personal, dejo mi navaja,
fotos sueltas, etc. en su sitio, tan sólo será una carga más y no me apetecen
dar explicaciones o tener que mirarle a los ojos para ver esa mirada de
confianza total e incluso cierto dolor por sentir que no es recíproco. El
problema es que no puedo ser sincera con él sin ponernos en peligro, aunque
tampoco sé lo que haría si descubriera toda la verdad sobre mí, comenzando
desde que le conocí.
Mi compañera me deja su maleta para
que la mía pueda cerrar —hemos comprado ropa por el camino, pero no tirado
nada, así que sería bastante complicado que cupiera todo— y las preparamos en
el umbral de la puerta para cuando volvamos. Por ahora, me ha prometido
llevarme a la comisaría para explicarme mejor lo que ha pensado y que, según
ella, yo le dé los últimos retoques, pues soy quien conoce bien a Alex y sus
posibles reacciones. Y tiene razón en eso, el único inconveniente es que no sé
si seré capaz de actuar de manera completamente imparcial en todo esto, siempre
me he caracterizado por dejarme llevar por los impulsos, espero ser capaz de
controlarlos por esta vez.
Miramos una y otra vez en el
retrovisor por si alguien nos sigue, sin embargo, vamos solas en la carretera,
pero Amy no termina de creérselo y prefiere dar un buen rodeo por la ciudad
antes de dirigirse a la comisaría directamente, de manera que en vez de cinco
minutos son treinta de viaje, los justos para que comience a anochecer y me
haga darme cuenta de que el móvil no ha sonado en todo el día, y eso no debe
ser buena noticia. En cuanto ponemos un pie en la comisaría, se me borra de la
mente, ahora abrumada por todo el bullicio de teléfonos, conversaciones,
papeleo... Comparado con la calma de la cabaña, todo esto es un completo
desastre a pesar de parecer llevarlo bastante bien, pero no quita que me sienta
algo agobiada por tanta gente junta, corriendo de un lado a otro, saludando y
despidiéndose. Mi vista no consigue detenerse en ninguna acción concreta, salta
de un par de policías comentando las navidades en familia a un investigador
analizando las pruebas de un caso que se complica. No sé si estoy lista para
volver a esto todavía, demasiado ajetreo por ahora. Es cierto que antes era lo
que me ayudaba a seguir adelante cada día, pero ahora lo veo demasiado trivial,
hay tanto mal en el mundo que no se puede hacer nada desde una pequeña
comisaría, ni siquiera desde la mismísima CIA, aunque primero habría que
limpiar sus propios pasillos de porquería.
Sigo a mi compañera a una sala más
tranquila con una pantalla enorme que parece actuar también de pizarra
—seguramente cortesía de la Agencia, porque parece demasiado cara para que se
la puedan permitir aquí y todavía tiene algunos plásticos pegados, a demás de
ser igual a la que usan ellos— y varias sillas vacías que seguramente se
llenarán en cuanto lleguemos a un acuerdo. Justo después de nosotras, llegan
Aaron y un analista del FBI especializado en ordenadores, supongo que para que
ningún dato pase desapercibido, para que todo quede registrado. El policía trae
un mapa consigo de Miami Beach con los locales bajo el control de Moore
marcados con rotulador azul, mientras que el del resto de mafias tienen colores
distintos. Me pregunto cuánto tiempo les habrá costado completarlo, porque
muchas veces es difícil saber quién está al mando y tan sólo hay dos o tres sin
marcar. No pasa desapercibido que los negocios de Paulie continúan apareciendo
como si fueran de su jefe y los de Coleman están tachados —intervenidos por la
policía y desmantelados, sin duda. Con el mapa extendido y sin decir nada, cojo
un bolígrafo para completar los que faltan y corregir los apropiados, dando la
explicación una vez terminado. Ellos lo aceptan sin rechistar, tampoco es que
tengan otra opción, ya les he deshecho su perfecto y precioso mapa. De todas
formas, es un mapa erróneo, la mayoría está en azul y si se presenta la policía
a arrestar a su jefe en cualquiera de ellos, está más que claro que presentarán
batalla, por no hablar de que no lo encontrarán. Espero que no hayan sido tan
estúpidos como para pensar que sería la mejor opción.
¾ ¿Por
qué habéis traído este mapa? —pregunto con cautela.
¾ Porque
es la zona que mejor conocemos. Y donde tenemos más operativos —responde Aaron,
convencido.
¾ Queréis
hacerlo aquí ¿no? —adivino— En un lugar público para pasar desapercibidos.
¾ Exacto
—pues sí, sí son tan estúpidos—. ¿Algo que decir? —añade al ver mi expresión
que fácilmente podría ser de asco— Porque que yo sepa, somos nosotros quienes
hemos estado planeando todo mientras tú estabas desaparecida, matando gente en
Nueva York. Vi las noticias —no sé a qué viene tanta agresividad, siempre nos
hemos llevado bien, le he tolerado en casa, y eso es importante.
¾ Amy,
controla a tu novio —digo con toda la calma del mundo, seria—. Y ni se te
ocurra escribir eso —amenazo al analista y baja la cabeza tras asentir con
cierto miedo.
¾ Aaron,
ella está para dar su opinión, tiene tanto derecho como el resto —mi compañera
intenta mediar—. Ahora, Al, dinos qué harías en nuestro caso.
¾ No
esto, desde luego —me lanza una mirada reprobatoria—. ¿Qué? Sabes tanto como yo
que no tiene ni pies ni cabeza. Estos son criminales experimentados, les da lo
mismo herir a inocentes si hay un tiroteo. ¿O es que pensabais que se iban a
quedar de brazos cruzados mientras la policía se lleva al jefazo?
¾ Ahí
es donde entras tú. Harás que vaya solo y desarmado. Y será mejor que tú
tampoco lleves pistola, no queremos que nada salga mal.
¾ A
ver, dadme un momento, creo que no lo he entendido. Queréis que vaya desarmada
a un maldito tiroteo que A: ha sido mi culpa; y B: estoy segura que a más de
uno no le remordería la conciencia si una bala perdida acaba dentro de mí —o
varias—. Perfecto. Un plan magnífico, Amy, os felicito. Mucho mejor que el secuestro,
desde luego —salgo de la habitación, indignada.
¾ ¡Alice!
¾ Diez
malditos minutos, por Dios. Sólo necesito eso.
Sí, definitivamente el calor ha
afectado a mi compañera demasiado. No puede estar hablando en serio sobre lo de
ponerme en peligro, ella siempre ha sido la prudente en todo, la que evitaba
que nos metiéramos en peligros de más. ¿Para esto rechazo a la Agencia; por
algo peor incluso? No, tiene que ser una broma, no es posible que cuando por
fin decida sentar la cabeza me hagan arriesgar el cuello de nuevo. No pienso
hacerlo, no. Ni en broma. ¿Y Alex; es que nadie ha pensado en él? Se cree que
ha asesinado a bastantes policías, o bajo su nombre, al menos, y estoy segura
de que estamos en la misma situación. Un policía podría fallar un tiro fácilmente
y acabar con él. No pienso permitir que eso suceda, nadie le hará daño mientras
que yo esté aquí.
Parece que nadie ha decidido seguirme,
así que aprovecho para meterme al baño. Me lavo la cara con agua fría para
despejarme antes de sacar del bolso la caja que he comprado antes, me quedo
mirándola por unos segundos en los que me decido por hacerlo finalmente y me
meto en un baño.
Siete minutos después —sí, estoy
llevando la cuenta a la perfección— estoy apoyada en la fila de lavabos de
fuera, sin saber bien qué hacer. Es posible que esté mal, estas cosas suelen
fallar más de lo que la gente piensa. O eso me repito una y otra vez para
calmarme. Aún lo tengo en la mano, estrujándolo, sin terminar de creérmelo. Si
lo tiro ahora puede que me dé cuenta de que ha sido un sueño, todo ha sido
demasiado rápido, hay tan pocas probabilidades de que sea cierto que seguro que
no lo es. No, claro que no lo es. ¿Cuánto tiempo ha pasado, un mes, dos? Vale,
desde entonces ha sido bastante asiduo, pero sigue siendo muy poco, y casi
todas las veces tuve cuidado. Casi. Mierda. No. Me niego a que sea cierto,
demasiados problemas tengo ya como para...
¾ Al,
por fin —Amy irrumpe y escondo la mano tras de mí—. No sabía dónde estabas,
pensé que te habías ido.
¾ He
dicho diez minutos —evito su mirada—. ¿Es que no podéis respetar eso?
¾ Estoy
preocupada, eso es todo —veo que me mira extraño, pero sigo evitándola,
buscando una papelera cerca que ella no note lo que tiro—. ¿Pasa algo?
¾ A
parte de que quieres hacer que me maten, no, todo perfecto.
¾ Sabes
que no es cierto, llevarías chaleco y te sacaríamos de allí con la mínima
sospecha. Siempre te has lanzado de cara al peligro, lo hiciste hace dos
semanas, no entiendo por qué ahora... ¿qué tienes ahí?
¾ Si
no te lo enseño es porque no quiero que lo veas —un simple «nada» hubiera sido
muy típico.
Intento metérmelo en el bolsillo, pero
ella adivina lo que iba a hacer y me retiene el brazo. Forcejeamos, incluso
llegamos a casi pelearnos, pero ella se detiene a tiempo, pues era claramente
quien iba ganando. Yo estoy algo oxidada y ella ha continuado entrenando, no
hay más que ver la velocidad de movimientos y que me tiene inmovilizada contra
el lavabo, con un brazo inutilizado, exactamente en el que tengo agarrado lo
que la interesa, y me lo quita antes de soltarme de un empujón para alejarme e
impedir que vuelva a atacar; aunque no era necesario, no me apetece pelear, no
estoy de humor ahora mismo. Tarde o temprano se tenía que enterar si es cierto,
quiero decir que no es algo que se oculte fácilmente. Es bastante evidente. Y
si es falso, tampoco hay nada de lo que preocuparse, tan sólo ver a un médico y
que me tranquilice al fin.
O a ella. Está mirándolo seria, con su
cara de «no sé lo que hacer así que mejor no hacer nada», parecida a la mía
cuando lo he visto. Después de un tiempo que me parece eterno, se da la vuelta
y se dirige a la puerta, por un momento pienso que va a salir de allí e
informar de ello, a fin de cuentas es quien está al mando y quien está tomando
las decisiones que menos me esperaba, pero cuando bloquea la puerta hace que se
me escape un suspiro de alivio. Pase lo que pase, al menos de momento quedará
entre nosotras. Yo miro en el resto de baños para asegurarme de que estamos
realmente solas y me siento en la piedra de los lavabos, seguramente una mala
imitación de mármol, pero no me puedo quedar quieta y en cuanto se acerca
vuelvo a ponerme en pie. Siento que necesito hacer algo, que si me paro, el
mundo lo hará también.
Mi amiga toma aire, pensando algo que
decir que no sean insultos, probablemente. Yo haría eso en su lugar. Lo he
estado haciendo desde que vi las dos rayas rosas.
¾ ¿De
cuánto es el retraso? —dice soltando aire.
¾ Una
semana —murmuro.
¾ ¡Joder,
Alice! ¿Y se puede saber por qué no lo has mirado antes? —pierde en poco
control que tenía.
¾ Porque
estas cosas suelen pasar, una semana es muy poco. No quería que él se enterara.
Tampoco hubiera cambiado nada mirarlo antes.
¾ Habría
pensado otro plan. Algo menos peligroso para los dos. O los tres.
¾ No
es seguro, ¿vale? Estas cosas fallan —continúo auto convenciéndome.
¾ Te
creía más inteligente. ¿Cómo coño has dejado que esto pasara?
¾ No
lo sé, no recuerdo... —aunque si lo pienso, sí es cierto que no hemos tomado
precauciones más de una vez.
¾ Para
matarte, Al, sabía que eras un desastre, pero no hasta ese punto. Pensaba que
te querías más. A no ser que lo hayas hecho a posta.
¾ ¿Qué?
¿Por quién me tomas? Como si ayudara de alguna manera, me escape o no. Soy
gilipollas, hasta ahí lo entiendo, pero no necesito que me lo recuerdes.
¾ ¿Y
qué se supone que tenemos que hacer? ¿Esperar a ver si engordas o qué?
¾ De
momento conseguir un plan que no conlleve tanto riesgo, y luego consultar con
un médico.
¾ La
Agencia se enterará —niega con la cabeza—. No podrías haberte estado
quietecita, no, tenías que liarlo todo.
¾ Perdona,
pero eras tú quien decías que tenía que divertirme un poco.
¾ ¡Pero
no quedarte embarazada!
¾ ¡No
es seguro! Le quiero, y él a mí, y somos adultos, no pretendes que nos
quedáramos mirando al otro durante todo este tiempo. Antes me apoyabas.
¾ Antes
pensaba que no eras estúpida, no hasta este punto.
¾ Eso
ha dolido, ¿sabes?
¾ Bien.
Porque será lo mínimo que escucharás como alguien más se entere.
¾ No
lo dirás, ¿verdad? Amy, por favor...
¾ Cállate.
Por supuesto que no. Pero quiero una solución para mañana, y no me vale lo de
«es un falso positivo». Cuando te calmes ven a donde antes, nadie saldrá de
allí hasta que tengamos un plan sólido; a última hora vendrá un agente de la
CIA para darle el visto bueno y te aseguro que se quedará con el resto hasta
mañana si es necesario. Yo me encargo de tirar esto —vuelve a coger el test que
había dejado y sale de allí.
Ahora sí que parecía una verdadera
jefa, organizando y más decidida que nunca a acabar con esto. Para ella también
es duro, posiblemente tendremos que irnos cuando se detenga a Moore, y sé que
siente algo serio por Aaron; separarse tampoco será fácil, quizá por eso él
esté tan enfadado, a demás una parte de mi trabajo aquí es estar con Alex,
hacer precisamente lo que Amy acaba de reprocharme, pero ellos no pueden estar
juntos, no lo tienen permitido y deben ocultarlo por su bien. A estas alturas
no es duda para casi nadie que mis sentimientos son reales, lo que entiendo que
debe ser motivo de duda ante mis acciones, por razonables que sean en muchos
casos; sólo por ser yo quien las ha dicho, no es seguro que sean correctas. Qué
asco.
Tal y como ha dicho mi amiga, espero
un rato a calmarme y vuelvo a la sala de donde he salido corriendo con una
disculpa en mis labios que, al ver el aún hostil gesto del ''amigo'' de Amy, no
permito que salga. Consigo concentrarme al máximo en el objetivo y veo cómo
ella está contenta de que así sea; reemplazo la figura de Moore en mi mente por
la de cualquier otro sospechoso, reuniendo todos los datos útiles que tengo
para conseguir ser lo más eficiente posible. Sólo salgo de allí para llamarle
por teléfono y decir que esa noche saldré con mi amiga y que no iré a dormir,
que seguramente vaya de madrugada o a primera hora y que no se preocupe de
nada. Se lo toma mucho mejor de lo que pensé y necesito un gesto amable de
apoyo por parte de Amy para continuar con el trabajo. Efectivamente, el agente
de la CIA llega cuando el plan continúa a medias y he de admitir que en
ocasiones resulta de ayuda, aunque sus condiciones son bastante...incómodas: él
elige la fuerza con la que se tomará la operación. Eso es lo que hace que elija
un sitio público pero sin demasiada gente, a una hora en la que nadie sale a la
calle, y en la que puedan acceder todos los agentes que él pida, aunque sean
del FBI y él no pinte nada. Dice que es un mero representante y que con la luz
verde de la Agencia, la Oficina actuará tal y como se le ordene, a fin de
cuentas la CIA continúa siendo hasta cierto punto secreta ¿no?
Con el plan formulado y asegurándome
de que no tengo que volver hasta que la detención ocurra, al fin salimos de
allí. Soy la única que no he tomado café para mantenerme despierta, cuando
salga quiero ir con él y dormir a su lado, aunque sólo sean un par de horas,
por estúpido que suene, quiero disfrutar del poco tiempo que me queda. Un taxi
me lleva a un par de manzanas alejada de la casa y decido andar el camino que
queda para despejar la mente, a lo que ayuda la soledad de la zona y el
comienzo del amanecer, igual que una pequeña esperanza de un nuevo y mejor día.
La siguiente semana la dedico a
aprender el negocio desde un punto de vista diferente, presto atención a
detalles que como policía jamás lo haría, en lo bien organizado que está, en el
código de honor que mantienen entre ellos, en la desconfianza hacia Alex tras
los últimos problemas... Ignoro las llamadas de mi compañera, no le he dado la
solución que quería y no pienso hacerlo, intento olvidarlo cada día que pasa,
cada día que el retraso va creciendo y mis esperanzas de que sea un falso
positivo descienden. Lo había achacado al estrés, al exceso de adrenalina, al
cambio de tiempo, al cambio de ambiente, a los cambios de humor tan repentinos
que habían sucedido en los días anteriores...en general, a cualquier mínima
variación de mi 'rutina' habitual, muchas veces es eso lo que hace que el
cuerpo se desestabilice. Sin embargo, con el segundo test y el mismo resultado,
no me queda más que rendirme y decidir buscar un médico. El problema es que
¿quién lo haría extraoficialmente sin pagarle? El dinero que tengo en efectivo
se lo di a Alex para que se recuperara del bache que está pasando y pagara a
sus empleados, de manera que yo me he vuelto a quedar sin nada, y no pienso
pedírselo a nadie.
Moore es informado de que hubo una
limpiadora que sólo apareció el primer día, pero como no se fiaban de ella,
mejor que mejor, y parece que nadie ha notado nada raro respecto a eso, bien
por Amy; a pesar del ambiente de incomodidad y extrañeza que se respira en cada
metro de la casa: se ha doblado la seguridad, Alex trabaja en su despacho hasta
altas horas y, aunque comemos juntos, lo hace a toda prisa para volver a ello.
Por las noches está tan cansado que un par de veces he tenido que despertarle
de su mesa para llevarle a la cama, e incluso en una ocasión sólo cedió a
dormirse una siesta en el sofá del despacho. De todas formas, siempre estoy con
él, y en cierto modo le reconforta mi presencia, a demás es una especie de
presión para que duerma en condiciones, pues cuando yo me quedo en el sofá
mientras trabaja, observándole o leyendo, y me duermo, él me sube a la
habitación; esa manera ha sido la única de conseguir que descanse, aunque sé
que tiene pesadillas, se mueve, murmura y suda en sueños, y apenas puedo
calmarle.
No es un tiempo perfecto, no como me
lo imaginé, pero es lo más parecido a una vida real que podemos llevar. Las
detenciones del resto de mafiosos han hecho verdaderos estragos, no sólo en sus
ojeras, sino en todo él. Es más que notable que tiene miedo de que le pase lo
mismo a cualquiera de nosotros, y aunque esté centrado en el trabajo para
impedirlo mediante un control que diría excesivo, intenta a su torpe y cansada
manera de cuidar de mí —que aunque me duela, lo agradezco, es una dosis de
normalidad entre nosotros— besándome a cada rato, llevándome de la mano a
cualquier sitio donde nos presentamos para controlar el funcionamiento de los
locales e incluso permitiéndome intervenir en las reuniones —que se han hecho
diarias— de sus jefes, aunque yo prefiero sentarme y escuchar a veces, otras
simplemente me evado. Ellos también tienen miedo, con la detención de las
cabezas mafiosas, el resto de sus hombres querrán ocupar su lugar y podrían
incluso provocar enfrentamientos allí, en Florida, que les metiera en problemas
por llamar la atención de la policía.
Con todos estos conflictos por
estallar, el mío personal no es uno más, representa un riesgo para sus enemigos
y los míos. Por eso tengo que resolverlo antes de que acabe.
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