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viernes, 10 de junio de 2016

Capítulo 22

Una vez Amy satisfecha por haberse salido con la suya, me ayuda a hacer lo mismo. Consigue, no sé cómo, que me dejen pasar a los calabozos para poder hablar con Smirnov. Él es el primero, y dependiendo de lo que me diga, así trataré a Coleman. No es que sea una brillante idea, sin embargo, es más de lo que ellos tienen y no pierdo demasiado intentándolo.  
Cuando me ve aparecer esposada, no disimula su sorpresa; yo le respondo encogiéndome de hombros. Amy me mete en el mismo calabozo y me quita las esposas
a través de las rejas antes de dejarnos solos.
¾    ¿Qué haces aquí? —me dice.
Está sentado en el banco colgado de una pared, mientras que yo estoy apoyada en la puerta de rejas, mirando de vez en cuando hacia atrás para asegurarme de que los policías que pasan son pocos y no les llama la atención nuestra conversación. No tiene buen aspecto, parece cansado e incluso asustado, aunque no estoy segura de eso último. Al menos, al ver esa mirada decaída en sus ojos, me relajo, segura de que no intentará nada fuera de lugar.
¾    Je suis des vacances (Estoy de vacaciones). ¿Tú qué crees? —respondo con tono enfadado—. Me han pillado.
¾    Os vi escapar —reprocha—. A ti y a Moore.  
¾    Nos separamos una vez fuera, yo corrí hasta mi casa, pero me siguieron. Cuando salí para avisar a Moore me detuvieron.
¾    Tienes su protección, por lo que he visto; seguro que sales pronto.
¾    ¿Tú no tienes a nadie que...interceda por tí?
¾    Mis hombres están igual que yo. Pensé que Moore podría ayudarme, pero ahora que sé que no era él mi socio, tendré que pensar otra cosa —se revuelve incómodo.
¾    Coleman te la ha jugado —sentencio—. ¿Es así como se dice?
¾    Nos la ha jugado a todos, incluido tu novio.
¾    ¿Mi novio? —finjo no entenderle, aunque tampoco me cuesta mucho.
¾    Moore. Lo supe cuando te oímos gritar, le cambió la cara. Sabía que no eras lo que decías desde el primer momento que te vi; lo llevabas en la mirada. Mis chicas han perdido el brillo en los ojos, piensan que nunca podrán ser felices, pero tú sí tienes esa esperanza —apoya la cabeza en la pared; no me gusta lo que sabe en tan poco tiempo.
No puedo evitar preguntarme si lo que ha visto, ese brillo que menciona, lo habría encontrado tiempo ha, allí en Los Angeles cuando ni siquiera conocía que Alexander estaba con vida. Es cierto que de vez en cuando se paseaba por mi mente, pero me refugiaba en David entonces cuando ocurría y pensaba que así lo solucionaba, pero sólo estaba huyendo del problema, como siempre he hecho.
¾    ¿Por qué dijiste nada?
¾    Quería ver hasta dónde llegabas, la verdad, no me hubiera importado terminar el trabajo. Además, conozco las estúpidas técnicas de la policía, no sería la primera vez que lo intentan.
¾    Pues ya ves que no lo soy —respondo enfadada y me levanto de golpe—. Dans une vérité, je ne sais pas ce que je fais ici (En verdad, no sé qué hago aquí) —murmuro lo suficientemente alto como para que me oiga.
¾    Cálmate, gata. Moore te sacará en cuanto se entere.
¾    No lo digo por eso. Cuando le acusen me investigarán a mí, y no me gusta que se metan en mis cosas.
¾    Escúchame, niña —se inclina para hacerlo más personal, mirándome directamente a los ojos—: en mi país ya te habría violado cada policía que te hubiera detenido antes de ocurrírseles siquiera meterte en el calabozo, así que ni se te ocurra quejarte.
¾    ¿Quién te ha dicho que no sea igual de donde vengo? En París los policías son corruptos, incumplen más leyes en un día que las que han hecho respetar en toda su vida. He visto chicas morir porque ellos jugaban con ellas, las metían droga, las desgarraban por dentro. Pero claro, eso no es noticia.
Lo peor de todo es que todo es cierto, a excepción de que no lo he visto en primera persona, pero he llevado un par de casos así, bastante largos y complicados, pues quien se supone que debía proporcionarnos pruebas era quien las hacía desaparecer. No hubo más que baches durante toda la investigación, por no decir los ataques que sufrimos todo el equipo por policías corruptos y mafias y las continuas acusaciones en nuestra contra. Estuvimos así cuatro largos meses que parecían interminables. Por suerte, conseguimos encerrarles durante un tiempo, aunque ni de lejos todo el que se merecían. Espero que no tengan ganas de venganza cuando salgan, porque sería el colmo.
¾    Parece que a los dos nos vendieron el sueño americano equivocado —dice tomando aire.
¾    Lo daría todo por no volver.
No me refería a Francia, de hecho no he estado nunca, pero eso no significa que no quiera huir de donde he venido. No quiero volver a Nueva York, sería demasiado que afrontar para mí, y siento que después de que todo esto acabe no me encontraré con fuerzas de nada; de hecho no sé qué haré, si volver a Los Ángeles o mudarme de nuevo donde nadie me conozca y donde pueda estar tranquila, sin preocuparme por nada más que por mí misma.
¾    Yo por coger a ese traidor. Sabría qué les ocurre a los que me engañan —su voz suena amenazadora—. Díselo a Moore, ¿quieres? Ese tipo tiene que pagar.
¾    No necesita más motivos para liquidarle, ya tiene suficientes con los suyos. No podrá hacer nada si le acusan —digo entre dientes, sin acento, y pensándolo de verdad.
¾    Has durado con él más que las dos últimas que me pidió Coleman juntas. Debes tener algo especial —ignoro la mirada lasciva—. No quiero volver a Rusia, hablaré a cambio de cualquier cosa, pero no voy a meteros a vosotros. Necesito que alguien se encargue de ese cabrón.
¾    Fantastique. Trato. Il me reste seulement à sortir d'ici (Fantástico. Sólo me queda salir de aquí.).
Lo digo en serio, he obtenido lo que quería sin demasiado esfuerzo. Alex estará fuera de sus miras y Coleman será el único culpable en este bando a parte de a Smirnov y sus hombres. No es que me gusten los motivos por los que lo va a hacer, pero me es suficiente, y espero que entre Paul y yo podamos controlarle de que no haga ninguna estupidez como matarlo con sus propias manos, porque sería capaz.
Me dejo caer en el banco de enfrente del ruso y espero cerca de una hora, lo que hemos acordado para que me saquen de aquí, pero nadie aparece. Smirnov no ha vuelto a hablar conmigo, en lugar de eso, ha estado tarareando tristes canciones. Son populares seguramente, en las que unos soldados del ejército rojo piden al frío que sea benevolente con un joven y su caballo, pues en casa le espera su amante. Creo que al final quien le espera no es una mujer, sino la Madre Patria; en verdad refleja el sentimiento que les enseñan, el de que su país es mayor a todo. Pero aun así este hombre no quiere volver, prefiere quedarse en un lugar enemigo a cumplir condena allí. Sé cómo son las cárceles rusas por testimonios de varias personas y por muy malas que las pongan, estoy segura de que son incluso peores; el lenguaje no verbal es mucho más importante que lo que dicen, y los traumas no se pueden ocultar fácilmente, hablo desde la experiencia.
Mientras tanto, intento encontrarle sentido a todo lo que está ocurriendo. Él estaba al tanto de las chicas y como bien dijo Coleman, se deshacía de los cuerpos. Supongo que le decían que eran órdenes de Alexander, pero si no llegaban a estar mucho tiempo con él, y por lo tanto no sabían nada de sus negocios, no tendría por qué ordenar tal cosa. Estoy segura de que Coleman tiene respuestas a todo, pero aquí no soluciono nada. De todas formas, no creo que sea fácil sacárselas, de hecho estoy segura de que no dirá nada. Aun así, tengo pruebas contra todos, hilos de los que tirar con facilidad, incluido el propio Alex por mucho que me duela, y confío en que el FBI, al igual que la CIA, lo estén haciendo correctamente. Mi trabajo no es abrirles las puertas, es indicarles el camino hasta ellas y proporcionarles llaves de vez en cuando para atravesarlas sin complicaciones; como máximo podría darles pistas una vez dentro, pero su trabajo sería encontrarles el sentido para usarlo a su favor sin ponerme más en peligro aún. Difícil.
No puedo evitar el choque de sentimientos, sé lo que Alex es y lo que hace, y por eso debe estar en la cárcel, pero hay mucha gente peor en libertad y no se hace nada para remediarlo. Me parece demasiado frívolo pensar exclusivamente de manera profesional, al fin y al cabo me metieron aquí para implicarme emocionalmente. Han elegido a la peor persona para ello, a alguien inestable psicológicamente y reticente a acatar las normas y respetar a la autoridad —o eso pone en los informes.
Sonrío levemente para mí, supongo que por mucho tiempo que pase, hay algunas personas que no cambian. Amy aparece al fin por el pasillo, nos mira a ambos y se dirige a mí:
¾    Han venido a por ti.
Asiento y salgo de la celta con un último vistazo a Smirnov, que tiene la cabeza gacha y ni se molesta en mirarme. Es mucho más inteligente de lo que pensé en un primer momento, si la policía ve cualquier acercamiento fuera de lo normal —lo que se podría interpretar fácilmente como lo de antes— y le ocurre algún ''accidente'' a alguien quien tengamos en común, es obvio que sospecharían de cierta colaboración.
Tomo una bocanada de aire y mi compañera de saca de la vista del ruso, aunque no de los calabozos.
¾    Cantará como la gorda en una ópera si le amenazan con la extradición. Negará la implicación de Alexander, por suerte.
¾    Cometer perjurio es serio, Alice.
¾    No es perjurio. Alex es narco, no un proxeneta —salgo a la defensiva—. No obliga a nadie.
¾    Otra vez de su lado —suspira.
¾    Sé lo que tengo que hacer, estate tranquila.
¾    Eso espero, porque es obvio lo que sentís; y ese idiota no sabe disimular ni rodeado de policías.
¾    ¿Qué quieres decir? ¿Le han detenido? —me alarmo.
No puede ser, no pueden intervenir en una investigación que lleva años cursándose, meses en plena acción. Eso pondría demasiadas cosas en peligro. ¿Qué he hecho mal para que le detengan? Estaba casi segura de que había cubierto sus huellas, pero ya no lo estoy tanto ni de lejos. Intento salir corriendo para impedir lo que sea que sucede, pero Amy me sujeta por el brazo.
¾    Está aquí, pero no detenido. Le he llamado con tu móvil, le he dicho que te han traído acusada de prostitución y que yo no tengo el dinero para sacarte.
¾    ¿De verdad ha venido? —se me escapa una sonrisa.
¾    ¿En serio eso es todo lo que se te ocurre, Alice? Estamos perdidos. Cuando pregunte di que fueron a buscarte a casa, yo me encargo del resto.
¾    Supongo que una mentira más no le hará nada —todo esto acabará explotándome en la cara, lo sé.
¾    Cuando firme para sacarte podrán compararlo con lo que encontraron en la casa de Coleman —le dirijo una mirada de sorpresa, no se me había ocurrido eso—. No me mires así, yo también tengo mis planes de vez en cuando.  
¾    Ya veo. Necesito verle, hablar con él. Quiero atar algunos cabos.
¾    No estoy segura de que sea la mejor idea, pero si te soy sincera, yo también quiero pegarle un puñetazo. Lo que no significa que debas hacerlo, ¿me oyes? —me ofrece las llaves— Que no se note que has entrado. Yo entretendré al resto. Cinco minutos.  
Ya había puesto rumbo hacia la celda de aislamiento, así que me giro sin parar de andar y asiento conforme. No hace falta mucha fuerza para infligir dolor, ese es el único pensamiento que está en mi mente cuando abro la puerta, decidida, atrayendo la mirada de Coleman, el cual tiene el labio partido e hinchado —bendito karma, espero que le duela mucho más que a mí las costillas—, al igual que un ojo amoratado y la nariz magullada, por desgracia no parece rota. Otro golpe más no dejaría mayor marca de la que ya tiene; pero tampoco es eso lo que me interesa, lo que de verdad quiero es hablar, aunque supongo que no pasa nada si se me escapa una bofetada si dice algo que no me agrada; y quien dice una bofetada dice rematarle la nariz. Entre otros.
¾    Vaya, casi no te reconozco con tanta ropa —se atreve a decirme—. ¿Vienes a hacerme más amena la espera? —me mira de arriba abajo y tomo aire.
¾    Eres asqueroso —digo con desprecio—. Aunque con todo el tiempo que te espera a la sombra, más te vale aprovechar esto. Tráfico de blancas, falsificación, suplantación de identidad, agresión, obstrucción a la justicia, violación, asesinato —remarco las últimas palabras—. Creo que sabes lo que le hacen a los violadores en la cárcel, ¿no? No es agradable.  
¾    ¿Qué ha sido de tu sexy acento francés?
¾    ¿Eso es todo lo que has sacado de lo que te he dicho?
¾    Es lo que me importa. Dime, ¿desde cuándo estás con la policía, Du' Fromagge? —me quedo helada en el sitio; ¿cómo es posible que sepa mi nombre? — ¿Moore lo sabe? No, claro que no, no seguirías viva si fuera así. Seguro que a mi querido jefe le encanta esa expresividad en tu cara, especialmente en la cama, eres un libro abierto. Claro que sé quién eres, y cómo; soy yo quien pone a las chicas en su camino y quien se deshace de ellas; es mi trabajo saberlo. De repente aparece una chica acorde a las mías, nadie sabe de dónde ha salido, pero el jefe ordena que le informemos de cada movimiento, se obsesiona con ella, y siempre consigue escaquearse.
¾    ¿Por qué no me delataste?
¾    Quería ver hasta dónde llegabas —¿por qué todos dicen lo mismo?¿Es que está en el 'Manual del Mafioso' o algo así?—, si eras lo que creía. Aunque reconozco que me he dejado llevar, la idea de poder tirarme a la puta del jefe era muy tentadora; darle donde más le duele —se le forma una sonrisa en la cara.
Entonces se la borro de un puñetazo, no puedo seguir mirándole a la cara sabiendo todo lo que ha hecho, lo que quería hacer. Escupe sangre al suelo, pero las comisuras continúan alzadas, aunque ahora de otra manera. Tiene un destello de locura en su mirada derivado de la malicia y el ingenio: una idea. Ahora me quiere molestar a mí.
¾    ¿Lo aprendiste en la policía, o en la tumba? —clava su mirada en la mía llena de odio— Alice Du' Fromagge murió hace años, pero me acaba de dar un puñetazo —parece reflexionar para sí mismo, pero sé que quiere que lo oiga—. Interesante.
A estas alturas, no me extraña que me haya investigado a fondo. Trato de mantener la compostura lo máximo posible, conoce la manera de sacarme de quicio, y no me gusta. Si sabe todo eso, ¿qué no sabrá? David, Los Ángeles, Lily... Nada está a salvo con ese ser despreciable aún con vida.  
¾    Disfruta de la cárcel, cabrón, no durarás mucho. Me aseguraré de ello —le levanto por la pechera de la camisa, utilizando todo mi control para no continuar pegándole ahí mismo.
¾    Entonces mátame ahora. Lo estás deseando, ya lo has hecho antes —me provoca; sabe que si de verdad lo hago me metería en un buen lío, por muchas ganas que tenga.
¾    ¿Sabes cuál es el problema? —le estampo contra la pared— Que sería demasiado fácil.
Ni siquiera así borra su sádica sonrisa. Quién iba a decir que un tipo tan tímido, como todos pensaban que era, escondía un monstruo en su interior. La conversación ha terminado, pero no estoy satisfecha ni él tampoco. Quiere hacerme daño por haber hecho que le detuvieran, pero no sabe cómo mas que por medio de Alexander, y no tiene acceso a él; sin embargo, yo sí sé cómo hacérselo a él, y aunque no es como quiero del todo, sino de la manera más simple, me ayuda a sacar la ira y cumplir la promesa que le he hecho a Alex de que le harían pagar. Aunque no es ni de lejos lo que se merece, ha engañado a chicas para matarlas a sangre fría después, y todo ¿para qué? Para tener al jefe controlado y distraído mientras él se hacía con su pequeña fortuna,, dejando su nombre limpio y sin problemas.  
Un golpe dado correctamente, en el ángulo adecuado y con la parte de la mano apropiada, puede romper fácilmente una nariz sin demasiada fuerza, y si se le suma el daño que ya tiene de por sí, menos. Por desgracia no consigo acertar como debería y soy yo quien se hace daño, sin embargo, le he dado con la suficiente energía como para oír el desagradable crujido producido por el tabique rompiéndose. Él suelta un sentido grito de dolor y esta vez soy yo quien sonríe. Muevo los dedos y me masajeo la mano al salir; un par de policías me ven, y se imaginan lo que ha pasado, de eso estoy segura, pero no me dicen nada. Supongo que les da igual, saben quién es y lo que hace, y que una mujer le golpee no es sino justicia poética. Lo único malo es que se me han resentido los golpes que él mismo me dio, pero merecía la pena.
Aaron me saluda con la cabeza al entrar al pasillo y saca las esposas de la funda, supongo que Amy ya le habrá puesto al tanto de todo, y la verdad es que confío en que hará lo correcto, ayudarnos sin informar a nadie de lo que ha podido ocurrir y, lo más importante, sin preguntas. Le ofrezco las muñecas sin decir nada, tan sólo expulso el aire que no sabía que estaba conteniendo, y me esposa con cuidado de no hacerme daño.
¾    Apriétalas —le indico y él me mira extrañado—. Tiene que parecer real ¿no?
¾    Claro —obedece—. ¿Has hablado con Amy sobre de qué va todo esto?
¾    Algo, pero te aseguro que no sé mucho más que tú. Cuanto menos sepas, mejor saldrá.
¾    No opino igual. Están planeando acabar con Moore cuanto antes, y necesitan saber cómo atacarle. Habéis conseguido que se meta en la boca del lobo —habla entre susurros, sus palabras podrían malinterpretarse fácilmente.
¾    Y yo soy la oveja —asiento levemente.
Ahora comprendo a lo que se refiere, me quieren usar como cebo para llegar hasta él en vez de permitirme tomar las riendas, como había creído hasta ahora. Siento cómo me hieren las muñecas; si las intento mover me cortan la piel, así que con que se note un poco es suficiente —seguiré los planes de la policía como ellos piensan que haría, y tomaré mis decisiones más adelante—, y me mantengo lo más quieta posible, pensando en lo que decirle a continuación. La idea de todo es que me vea así, magullada, decaída, y con las esposas demasiado apretadas a propósito para hacerme daño, pues quieren ver su reacción, enfadarle quizá para obligarle a cometer un error. Pretenden poner al descubierto su punto débil para usarlo en un futuro cercano, pero lo que no saben es la educación que le dio su padre: le enseñó a deshacerse de todo lo que considere como tal; no sé lo que puede ocurrir, teniendo en cuenta que mi existencia supone un desafío hacia su padre, y me guste o no, sigue intentando serle lo más leal posible. Siendo sincera, tengo miedo de lo que pueda ocurrir, mucho más de lo que me gustaría reconocer. Y si se enfada, si se ve amenazado, podría ser capaz de cualquier cosa.
¾    Bien —me froto las manos y reprimo una mueca de dolor—, volvamos al trabajo. Dile a Amy que no iré a dormir a casa, y seguramente vuelva tarde. Algo de seguridad no la vendría nada mal.
Por supuesto que iba con segundas intenciones, sólo espero que lo entiendan y lo aprovechen ambos como es debido. Yo no sé qué haré mientras tanto, puedo dormir en un hotel y pasear hasta que sea tarde o ir a cualquier sitio a pasar el rato. Amy se merece un tiempo de descanso sin mí, aunque sea por una noche.
Hay una pequeña sala de espera con unas pocas sillas y una máquina de agua. Alex no para de andar en círculos, y por lo que parece desde fuera, protestar; mientras que mi amiga está sentada algo más tranquila. No nos da tiempo a poder ponernos de acuerdo siquiera con la mirada, pues él me ve a través del cristal y se adelanta para salir a mi encuentro, pero mi compañera le sujeta por el brazo. Puedo leer en sus labios decirle «tranquilo» cuando le para. Se deshace de ella con un movimiento brusco y sale por la puerta con ella detrás siguiéndole. Aaron me quita las esposas en silencio, observando a mi compañera, y una vez libre, no puedo decir nada porque ya me tiene rodeada con sus brazos, apretándome contra él hasta hacerme daño. Definitivamente está descuidando sus reacciones, hacía unos meses ni siquiera se le hubiera ocurrido acercarse a una comisaría, así que esto no solo es un gran paso, sino una temeridad. No debí dejarle acceder a esto, Amy no tendría que haberle llamado aunque eso le tachase de la lista de sospechosos. Ahora saben exactamente cómo es, tienen su firma y lo más importante, la manera de atacarle.
Pero sus brazos son tan reconfortantes que ni siquiera el moretón se hace eco. Siento que mi amiga me mira, pero ella ya nos ha visto antes, aunque sé lo que en verdad está pensando: no es el lugar para dejarnos llevar. Consigo separarle, no obstante, no me da tiempo a tranquilizarle, su pecho sube y baja violentamente, lleno de ansiedad. Me duele verle así, estaba acostumbrada a su frío afecto en público, esto es superior a mí.
¾    ¿Estás bien? —me alza la barbilla para comprobar el daño— ¿Te han hecho algo? —lanza una mirada a Aaron que no envidia en nada a un cuchillo, a pesar de que el policía se esté marchando para dejarnos a solas. Sabe que la tapadera de Amy es más importante que cualquier otra cosa ahora.
¾    No me han tocado, cálmate. ¿Qué haces aquí? Podrían...
¾    No me importa lo que me hagan mientras tú estés a salvo —sus ojos brillantes se clavan en los míos—.Yo te... —traga saliva y se corrige antes de terminar la frase, recuperando la compostura— Tu amiga me llamó desde el móvil que te di, ya me lo ha explicado todo.
¾    Hola —saludo a Amy con un abrazo—. Gracias por ayudarme.
¾    No es nada. Me has dado un buen susto —me siento orgullosa del sutil acento que deja escapar, tal y como sucedería si su tapadera fuera real.
Los tres salimos de la comisaría, con Alex empujándome suavemente por la base de a espalda. Está realmente incómodo, lo noto por su cara más seria de lo normal y los músculos en tensión a través de los dedos, que se me clavan poco a poco hasta que llegamos a la puerta principal, atrayendo las miradas de todos los policías. Todos saben quién es, y quién somos nosotras, así que o nos están situando en una relación amorosa más que peligrosa, o están descubriendo lo que de verdad hacemos aquí y por qué nos dan tanta libertad. Quizá algunos piensen ambas cosas, la verdad es que sea lo que sea significa peligro, y no quiero que me miren de manera diferente por ninguna razón. Si él está incómodo, yo no lo estoy menos. Meter a un capo en una comisaría de forma voluntaria y dejarle salir airoso es un suicidio, y desde luego algo que pasa una vez en la vida.
¾    No volverá a ocurrir —interviene él con la mirada fija al frente—. Ya te he permitido demasiado.
¾    Otra vez el mismo tema no, por favor —respondo en tono cansado.
¾    Me alegro de no ser la única con quien ha tenido esa charla —mi amiga mira a Moore.
Nos detenemos en la calle una vez fuera y tomo una larga bocanada de aire, intentando relajar tensión. Curiosamente, no hay ningún coche esperándole como de costumbre, por lo que mira a su alrededor antes de fijarse en Amy, la cual no aparta la vista de nosotros. Es más que visible lo incómodo que está, aunque también bastante enfadado. Bueno, ya somos dos.
¾ Alexander —mi compañera atrae la atención—. Desde que Al está contigo no ha hecho más que buscarse problemas, pero siempre ha conseguido salir y estoy segura que es porque tú has intervenido. Yo no puedo ayudarla, pero tú sí —toma aire—; quiero que esté a salvo, y si hay alguien lo suficientemente poderoso como para asegurar eso, eres tú. No necesito saber más de ti que la has sacado de muchos líos, tienes dinero y os queréis, suficiente para mí. Te estoy pidiendo que la cuides, no tengo mucho más.
¾ Puedo cuidarme sola. Llevo haciéndolo veinticinco años —digo bruscamente.
¾ Eso haré —responde Alex con la mirada decidida, haciéndome caso omiso.
¾ Sigo aquí —intento llamar su atención, pero es inútil; se estrechan las manos.

No pueden hacer eso, no pueden decidir mi vida. Soy adulta y haré lo que me parezca conveniente, no tienen por qué meterse en mis asuntos, por mucho que digan que me quieren, porque si fuera verdad me dejarían ser libre en mis decisiones. Con un suspiro y un gesto obsceno, me voy de allí a paso rápido, esquivando gente sin un rumbo fijo, tan solo huyendo de allí. Otra vez esa rabia repentina me ha dominado, pero por suerte he conseguido irme antes de decir algo de lo que me pueda arrepentir más tarde, aunque eso signifique alejarme de los únicos que estarían a mi lado pasara lo que pasase. Mi peor enemigo he vuelto a ser yo misma y mis estúpidas ansias de una libertad que ya tengo.Una vez Amy satisfecha por haberse salido con la suya, me ayuda a hacer lo mismo. Consigue, no sé cómo, que me dejen pasar a los calabozos para poder hablar con Smirnov. Él es el primero, y dependiendo de lo que me diga, así trataré a Coleman. No es que sea una brillante idea, sin embargo, es más de lo que ellos tienen y no pierdo demasiado intentándolo.  
Cuando me ve aparecer esposada, no disimula su sorpresa; yo le respondo encogiéndome de hombros. Amy me mete en el mismo calabozo y me quita las esposas
a través de las rejas antes de dejarnos solos.
¾    ¿Qué haces aquí? —me dice.
Está sentado en el banco colgado de una pared, mientras que yo estoy apoyada en la puerta de rejas, mirando de vez en cuando hacia atrás para asegurarme de que los policías que pasan son pocos y no les llama la atención nuestra conversación. No tiene buen aspecto, parece cansado e incluso asustado, aunque no estoy segura de eso último. Al menos, al ver esa mirada decaída en sus ojos, me relajo, segura de que no intentará nada fuera de lugar.
¾    Je suis des vacances (Estoy de vacaciones). ¿Tú qué crees? —respondo con tono enfadado—. Me han pillado.
¾    Os vi escapar —reprocha—. A ti y a Moore.  
¾    Nos separamos una vez fuera, yo corrí hasta mi casa, pero me siguieron. Cuando salí para avisar a Moore me detuvieron.
¾    Tienes su protección, por lo que he visto; seguro que sales pronto.
¾    ¿Tú no tienes a nadie que...interceda por tí?
¾    Mis hombres están igual que yo. Pensé que Moore podría ayudarme, pero ahora que sé que no era él mi socio, tendré que pensar otra cosa —se revuelve incómodo.
¾    Coleman te la ha jugado —sentencio—. ¿Es así como se dice?
¾    Nos la ha jugado a todos, incluido tu novio.
¾    ¿Mi novio? —finjo no entenderle, aunque tampoco me cuesta mucho.
¾    Moore. Lo supe cuando te oímos gritar, le cambió la cara. Sabía que no eras lo que decías desde el primer momento que te vi; lo llevabas en la mirada. Mis chicas han perdido el brillo en los ojos, piensan que nunca podrán ser felices, pero tú sí tienes esa esperanza —apoya la cabeza en la pared; no me gusta lo que sabe en tan poco tiempo.
No puedo evitar preguntarme si lo que ha visto, ese brillo que menciona, lo habría encontrado tiempo ha, allí en Los Angeles cuando ni siquiera conocía que Alexander estaba con vida. Es cierto que de vez en cuando se paseaba por mi mente, pero me refugiaba en David entonces cuando ocurría y pensaba que así lo solucionaba, pero sólo estaba huyendo del problema, como siempre he hecho.
¾    ¿Por qué dijiste nada?
¾    Quería ver hasta dónde llegabas, la verdad, no me hubiera importado terminar el trabajo. Además, conozco las estúpidas técnicas de la policía, no sería la primera vez que lo intentan.
¾    Pues ya ves que no lo soy —respondo enfadada y me levanto de golpe—. Dans une vérité, je ne sais pas ce que je fais ici (En verdad, no sé qué hago aquí) —murmuro lo suficientemente alto como para que me oiga.
¾    Cálmate, gata. Moore te sacará en cuanto se entere.
¾    No lo digo por eso. Cuando le acusen me investigarán a mí, y no me gusta que se metan en mis cosas.
¾    Escúchame, niña —se inclina para hacerlo más personal, mirándome directamente a los ojos—: en mi país ya te habría violado cada policía que te hubiera detenido antes de ocurrírseles siquiera meterte en el calabozo, así que ni se te ocurra quejarte.
¾    ¿Quién te ha dicho que no sea igual de donde vengo? En París los policías son corruptos, incumplen más leyes en un día que las que han hecho respetar en toda su vida. He visto chicas morir porque ellos jugaban con ellas, las metían droga, las desgarraban por dentro. Pero claro, eso no es noticia.
Lo peor de todo es que todo es cierto, a excepción de que no lo he visto en primera persona, pero he llevado un par de casos así, bastante largos y complicados, pues quien se supone que debía proporcionarnos pruebas era quien las hacía desaparecer. No hubo más que baches durante toda la investigación, por no decir los ataques que sufrimos todo el equipo por policías corruptos y mafias y las continuas acusaciones en nuestra contra. Estuvimos así cuatro largos meses que parecían interminables. Por suerte, conseguimos encerrarles durante un tiempo, aunque ni de lejos todo el que se merecían. Espero que no tengan ganas de venganza cuando salgan, porque sería el colmo.
¾    Parece que a los dos nos vendieron el sueño americano equivocado —dice tomando aire.
¾    Lo daría todo por no volver.
No me refería a Francia, de hecho no he estado nunca, pero eso no significa que no quiera huir de donde he venido. No quiero volver a Nueva York, sería demasiado que afrontar para mí, y siento que después de que todo esto acabe no me encontraré con fuerzas de nada; de hecho no sé qué haré, si volver a Los Ángeles o mudarme de nuevo donde nadie me conozca y donde pueda estar tranquila, sin preocuparme por nada más que por mí misma.
¾    Yo por coger a ese traidor. Sabría qué les ocurre a los que me engañan —su voz suena amenazadora—. Díselo a Moore, ¿quieres? Ese tipo tiene que pagar.
¾    No necesita más motivos para liquidarle, ya tiene suficientes con los suyos. No podrá hacer nada si le acusan —digo entre dientes, sin acento, y pensándolo de verdad.
¾    Has durado con él más que las dos últimas que me pidió Coleman juntas. Debes tener algo especial —ignoro la mirada lasciva—. No quiero volver a Rusia, hablaré a cambio de cualquier cosa, pero no voy a meteros a vosotros. Necesito que alguien se encargue de ese cabrón.
¾    Fantastique. Trato. Il me reste seulement à sortir d'ici (Fantástico. Sólo me queda salir de aquí.).
Lo digo en serio, he obtenido lo que quería sin demasiado esfuerzo. Alex estará fuera de sus miras y Coleman será el único culpable en este bando a parte de a Smirnov y sus hombres. No es que me gusten los motivos por los que lo va a hacer, pero me es suficiente, y espero que entre Paul y yo podamos controlarle de que no haga ninguna estupidez como matarlo con sus propias manos, porque sería capaz.
Me dejo caer en el banco de enfrente del ruso y espero cerca de una hora, lo que hemos acordado para que me saquen de aquí, pero nadie aparece. Smirnov no ha vuelto a hablar conmigo, en lugar de eso, ha estado tarareando tristes canciones. Son populares seguramente, en las que unos soldados del ejército rojo piden al frío que sea benevolente con un joven y su caballo, pues en casa le espera su amante. Creo que al final quien le espera no es una mujer, sino la Madre Patria; en verdad refleja el sentimiento que les enseñan, el de que su país es mayor a todo. Pero aun así este hombre no quiere volver, prefiere quedarse en un lugar enemigo a cumplir condena allí. Sé cómo son las cárceles rusas por testimonios de varias personas y por muy malas que las pongan, estoy segura de que son incluso peores; el lenguaje no verbal es mucho más importante que lo que dicen, y los traumas no se pueden ocultar fácilmente, hablo desde la experiencia.
Mientras tanto, intento encontrarle sentido a todo lo que está ocurriendo. Él estaba al tanto de las chicas y como bien dijo Coleman, se deshacía de los cuerpos. Supongo que le decían que eran órdenes de Alexander, pero si no llegaban a estar mucho tiempo con él, y por lo tanto no sabían nada de sus negocios, no tendría por qué ordenar tal cosa. Estoy segura de que Coleman tiene respuestas a todo, pero aquí no soluciono nada. De todas formas, no creo que sea fácil sacárselas, de hecho estoy segura de que no dirá nada. Aun así, tengo pruebas contra todos, hilos de los que tirar con facilidad, incluido el propio Alex por mucho que me duela, y confío en que el FBI, al igual que la CIA, lo estén haciendo correctamente. Mi trabajo no es abrirles las puertas, es indicarles el camino hasta ellas y proporcionarles llaves de vez en cuando para atravesarlas sin complicaciones; como máximo podría darles pistas una vez dentro, pero su trabajo sería encontrarles el sentido para usarlo a su favor sin ponerme más en peligro aún. Difícil.
No puedo evitar el choque de sentimientos, sé lo que Alex es y lo que hace, y por eso debe estar en la cárcel, pero hay mucha gente peor en libertad y no se hace nada para remediarlo. Me parece demasiado frívolo pensar exclusivamente de manera profesional, al fin y al cabo me metieron aquí para implicarme emocionalmente. Han elegido a la peor persona para ello, a alguien inestable psicológicamente y reticente a acatar las normas y respetar a la autoridad —o eso pone en los informes.
Sonrío levemente para mí, supongo que por mucho tiempo que pase, hay algunas personas que no cambian. Amy aparece al fin por el pasillo, nos mira a ambos y se dirige a mí:
¾    Han venido a por ti.
Asiento y salgo de la celta con un último vistazo a Smirnov, que tiene la cabeza gacha y ni se molesta en mirarme. Es mucho más inteligente de lo que pensé en un primer momento, si la policía ve cualquier acercamiento fuera de lo normal —lo que se podría interpretar fácilmente como lo de antes— y le ocurre algún ''accidente'' a alguien quien tengamos en común, es obvio que sospecharían de cierta colaboración.
Tomo una bocanada de aire y mi compañera de saca de la vista del ruso, aunque no de los calabozos.
¾    Cantará como la gorda en una ópera si le amenazan con la extradición. Negará la implicación de Alexander, por suerte.
¾    Cometer perjurio es serio, Alice.
¾    No es perjurio. Alex es narco, no un proxeneta —salgo a la defensiva—. No obliga a nadie.
¾    Otra vez de su lado —suspira.
¾    Sé lo que tengo que hacer, estate tranquila.
¾    Eso espero, porque es obvio lo que sentís; y ese idiota no sabe disimular ni rodeado de policías.
¾    ¿Qué quieres decir? ¿Le han detenido? —me alarmo.
No puede ser, no pueden intervenir en una investigación que lleva años cursándose, meses en plena acción. Eso pondría demasiadas cosas en peligro. ¿Qué he hecho mal para que le detengan? Estaba casi segura de que había cubierto sus huellas, pero ya no lo estoy tanto ni de lejos. Intento salir corriendo para impedir lo que sea que sucede, pero Amy me sujeta por el brazo.
¾    Está aquí, pero no detenido. Le he llamado con tu móvil, le he dicho que te han traído acusada de prostitución y que yo no tengo el dinero para sacarte.
¾    ¿De verdad ha venido? —se me escapa una sonrisa.
¾    ¿En serio eso es todo lo que se te ocurre, Alice? Estamos perdidos. Cuando pregunte di que fueron a buscarte a casa, yo me encargo del resto.
¾    Supongo que una mentira más no le hará nada —todo esto acabará explotándome en la cara, lo sé.
¾    Cuando firme para sacarte podrán compararlo con lo que encontraron en la casa de Coleman —le dirijo una mirada de sorpresa, no se me había ocurrido eso—. No me mires así, yo también tengo mis planes de vez en cuando.  
¾    Ya veo. Necesito verle, hablar con él. Quiero atar algunos cabos.
¾    No estoy segura de que sea la mejor idea, pero si te soy sincera, yo también quiero pegarle un puñetazo. Lo que no significa que debas hacerlo, ¿me oyes? —me ofrece las llaves— Que no se note que has entrado. Yo entretendré al resto. Cinco minutos.  
Ya había puesto rumbo hacia la celda de aislamiento, así que me giro sin parar de andar y asiento conforme. No hace falta mucha fuerza para infligir dolor, ese es el único pensamiento que está en mi mente cuando abro la puerta, decidida, atrayendo la mirada de Coleman, el cual tiene el labio partido e hinchado —bendito karma, espero que le duela mucho más que a mí las costillas—, al igual que un ojo amoratado y la nariz magullada, por desgracia no parece rota. Otro golpe más no dejaría mayor marca de la que ya tiene; pero tampoco es eso lo que me interesa, lo que de verdad quiero es hablar, aunque supongo que no pasa nada si se me escapa una bofetada si dice algo que no me agrada; y quien dice una bofetada dice rematarle la nariz. Entre otros.
¾    Vaya, casi no te reconozco con tanta ropa —se atreve a decirme—. ¿Vienes a hacerme más amena la espera? —me mira de arriba abajo y tomo aire.
¾    Eres asqueroso —digo con desprecio—. Aunque con todo el tiempo que te espera a la sombra, más te vale aprovechar esto. Tráfico de blancas, falsificación, suplantación de identidad, agresión, obstrucción a la justicia, violación, asesinato —remarco las últimas palabras—. Creo que sabes lo que le hacen a los violadores en la cárcel, ¿no? No es agradable.  
¾    ¿Qué ha sido de tu sexy acento francés?
¾    ¿Eso es todo lo que has sacado de lo que te he dicho?
¾    Es lo que me importa. Dime, ¿desde cuándo estás con la policía, Du' Fromagge? —me quedo helada en el sitio; ¿cómo es posible que sepa mi nombre? — ¿Moore lo sabe? No, claro que no, no seguirías viva si fuera así. Seguro que a mi querido jefe le encanta esa expresividad en tu cara, especialmente en la cama, eres un libro abierto. Claro que sé quién eres, y cómo; soy yo quien pone a las chicas en su camino y quien se deshace de ellas; es mi trabajo saberlo. De repente aparece una chica acorde a las mías, nadie sabe de dónde ha salido, pero el jefe ordena que le informemos de cada movimiento, se obsesiona con ella, y siempre consigue escaquearse.
¾    ¿Por qué no me delataste?
¾    Quería ver hasta dónde llegabas —¿por qué todos dicen lo mismo?¿Es que está en el 'Manual del Mafioso' o algo así?—, si eras lo que creía. Aunque reconozco que me he dejado llevar, la idea de poder tirarme a la puta del jefe era muy tentadora; darle donde más le duele —se le forma una sonrisa en la cara.
Entonces se la borro de un puñetazo, no puedo seguir mirándole a la cara sabiendo todo lo que ha hecho, lo que quería hacer. Escupe sangre al suelo, pero las comisuras continúan alzadas, aunque ahora de otra manera. Tiene un destello de locura en su mirada derivado de la malicia y el ingenio: una idea. Ahora me quiere molestar a mí.
¾    ¿Lo aprendiste en la policía, o en la tumba? —clava su mirada en la mía llena de odio— Alice Du' Fromagge murió hace años, pero me acaba de dar un puñetazo —parece reflexionar para sí mismo, pero sé que quiere que lo oiga—. Interesante.
A estas alturas, no me extraña que me haya investigado a fondo. Trato de mantener la compostura lo máximo posible, conoce la manera de sacarme de quicio, y no me gusta. Si sabe todo eso, ¿qué no sabrá? David, Los Ángeles, Lily... Nada está a salvo con ese ser despreciable aún con vida.  
¾    Disfruta de la cárcel, cabrón, no durarás mucho. Me aseguraré de ello —le levanto por la pechera de la camisa, utilizando todo mi control para no continuar pegándole ahí mismo.
¾    Entonces mátame ahora. Lo estás deseando, ya lo has hecho antes —me provoca; sabe que si de verdad lo hago me metería en un buen lío, por muchas ganas que tenga.
¾    ¿Sabes cuál es el problema? —le estampo contra la pared— Que sería demasiado fácil.
Ni siquiera así borra su sádica sonrisa. Quién iba a decir que un tipo tan tímido, como todos pensaban que era, escondía un monstruo en su interior. La conversación ha terminado, pero no estoy satisfecha ni él tampoco. Quiere hacerme daño por haber hecho que le detuvieran, pero no sabe cómo mas que por medio de Alexander, y no tiene acceso a él; sin embargo, yo sí sé cómo hacérselo a él, y aunque no es como quiero del todo, sino de la manera más simple, me ayuda a sacar la ira y cumplir la promesa que le he hecho a Alex de que le harían pagar. Aunque no es ni de lejos lo que se merece, ha engañado a chicas para matarlas a sangre fría después, y todo ¿para qué? Para tener al jefe controlado y distraído mientras él se hacía con su pequeña fortuna,, dejando su nombre limpio y sin problemas.  
Un golpe dado correctamente, en el ángulo adecuado y con la parte de la mano apropiada, puede romper fácilmente una nariz sin demasiada fuerza, y si se le suma el daño que ya tiene de por sí, menos. Por desgracia no consigo acertar como debería y soy yo quien se hace daño, sin embargo, le he dado con la suficiente energía como para oír el desagradable crujido producido por el tabique rompiéndose. Él suelta un sentido grito de dolor y esta vez soy yo quien sonríe. Muevo los dedos y me masajeo la mano al salir; un par de policías me ven, y se imaginan lo que ha pasado, de eso estoy segura, pero no me dicen nada. Supongo que les da igual, saben quién es y lo que hace, y que una mujer le golpee no es sino justicia poética. Lo único malo es que se me han resentido los golpes que él mismo me dio, pero merecía la pena.
Aaron me saluda con la cabeza al entrar al pasillo y saca las esposas de la funda, supongo que Amy ya le habrá puesto al tanto de todo, y la verdad es que confío en que hará lo correcto, ayudarnos sin informar a nadie de lo que ha podido ocurrir y, lo más importante, sin preguntas. Le ofrezco las muñecas sin decir nada, tan sólo expulso el aire que no sabía que estaba conteniendo, y me esposa con cuidado de no hacerme daño.
¾    Apriétalas —le indico y él me mira extrañado—. Tiene que parecer real ¿no?
¾    Claro —obedece—. ¿Has hablado con Amy sobre de qué va todo esto?
¾    Algo, pero te aseguro que no sé mucho más que tú. Cuanto menos sepas, mejor saldrá.
¾    No opino igual. Están planeando acabar con Moore cuanto antes, y necesitan saber cómo atacarle. Habéis conseguido que se meta en la boca del lobo —habla entre susurros, sus palabras podrían malinterpretarse fácilmente.
¾    Y yo soy la oveja —asiento levemente.
Ahora comprendo a lo que se refiere, me quieren usar como cebo para llegar hasta él en vez de permitirme tomar las riendas, como había creído hasta ahora. Siento cómo me hieren las muñecas; si las intento mover me cortan la piel, así que con que se note un poco es suficiente —seguiré los planes de la policía como ellos piensan que haría, y tomaré mis decisiones más adelante—, y me mantengo lo más quieta posible, pensando en lo que decirle a continuación. La idea de todo es que me vea así, magullada, decaída, y con las esposas demasiado apretadas a propósito para hacerme daño, pues quieren ver su reacción, enfadarle quizá para obligarle a cometer un error. Pretenden poner al descubierto su punto débil para usarlo en un futuro cercano, pero lo que no saben es la educación que le dio su padre: le enseñó a deshacerse de todo lo que considere como tal; no sé lo que puede ocurrir, teniendo en cuenta que mi existencia supone un desafío hacia su padre, y me guste o no, sigue intentando serle lo más leal posible. Siendo sincera, tengo miedo de lo que pueda ocurrir, mucho más de lo que me gustaría reconocer. Y si se enfada, si se ve amenazado, podría ser capaz de cualquier cosa.
¾    Bien —me froto las manos y reprimo una mueca de dolor—, volvamos al trabajo. Dile a Amy que no iré a dormir a casa, y seguramente vuelva tarde. Algo de seguridad no la vendría nada mal.
Por supuesto que iba con segundas intenciones, sólo espero que lo entiendan y lo aprovechen ambos como es debido. Yo no sé qué haré mientras tanto, puedo dormir en un hotel y pasear hasta que sea tarde o ir a cualquier sitio a pasar el rato. Amy se merece un tiempo de descanso sin mí, aunque sea por una noche.
Hay una pequeña sala de espera con unas pocas sillas y una máquina de agua. Alex no para de andar en círculos, y por lo que parece desde fuera, protestar; mientras que mi amiga está sentada algo más tranquila. No nos da tiempo a poder ponernos de acuerdo siquiera con la mirada, pues él me ve a través del cristal y se adelanta para salir a mi encuentro, pero mi compañera le sujeta por el brazo. Puedo leer en sus labios decirle «tranquilo» cuando le para. Se deshace de ella con un movimiento brusco y sale por la puerta con ella detrás siguiéndole. Aaron me quita las esposas en silencio, observando a mi compañera, y una vez libre, no puedo decir nada porque ya me tiene rodeada con sus brazos, apretándome contra él hasta hacerme daño. Definitivamente está descuidando sus reacciones, hacía unos meses ni siquiera se le hubiera ocurrido acercarse a una comisaría, así que esto no solo es un gran paso, sino una temeridad. No debí dejarle acceder a esto, Amy no tendría que haberle llamado aunque eso le tachase de la lista de sospechosos. Ahora saben exactamente cómo es, tienen su firma y lo más importante, la manera de atacarle.
Pero sus brazos son tan reconfortantes que ni siquiera el moretón se hace eco. Siento que mi amiga me mira, pero ella ya nos ha visto antes, aunque sé lo que en verdad está pensando: no es el lugar para dejarnos llevar. Consigo separarle, no obstante, no me da tiempo a tranquilizarle, su pecho sube y baja violentamente, lleno de ansiedad. Me duele verle así, estaba acostumbrada a su frío afecto en público, esto es superior a mí.
¾    ¿Estás bien? —me alza la barbilla para comprobar el daño— ¿Te han hecho algo? —lanza una mirada a Aaron que no envidia en nada a un cuchillo, a pesar de que el policía se esté marchando para dejarnos a solas. Sabe que la tapadera de Amy es más importante que cualquier otra cosa ahora.
¾    No me han tocado, cálmate. ¿Qué haces aquí? Podrían...
¾    No me importa lo que me hagan mientras tú estés a salvo —sus ojos brillantes se clavan en los míos—.Yo te... —traga saliva y se corrige antes de terminar la frase, recuperando la compostura— Tu amiga me llamó desde el móvil que te di, ya me lo ha explicado todo.
¾    Hola —saludo a Amy con un abrazo—. Gracias por ayudarme.
¾    No es nada. Me has dado un buen susto —me siento orgullosa del sutil acento que deja escapar, tal y como sucedería si su tapadera fuera real.
Los tres salimos de la comisaría, con Alex empujándome suavemente por la base de a espalda. Está realmente incómodo, lo noto por su cara más seria de lo normal y los músculos en tensión a través de los dedos, que se me clavan poco a poco hasta que llegamos a la puerta principal, atrayendo las miradas de todos los policías. Todos saben quién es, y quién somos nosotras, así que o nos están situando en una relación amorosa más que peligrosa, o están descubriendo lo que de verdad hacemos aquí y por qué nos dan tanta libertad. Quizá algunos piensen ambas cosas, la verdad es que sea lo que sea significa peligro, y no quiero que me miren de manera diferente por ninguna razón. Si él está incómodo, yo no lo estoy menos. Meter a un capo en una comisaría de forma voluntaria y dejarle salir airoso es un suicidio, y desde luego algo que pasa una vez en la vida.
¾    No volverá a ocurrir —interviene él con la mirada fija al frente—. Ya te he permitido demasiado.
¾    Otra vez el mismo tema no, por favor —respondo en tono cansado.
¾    Me alegro de no ser la única con quien ha tenido esa charla —mi amiga mira a Moore.
Nos detenemos en la calle una vez fuera y tomo una larga bocanada de aire, intentando relajar tensión. Curiosamente, no hay ningún coche esperándole como de costumbre, por lo que mira a su alrededor antes de fijarse en Amy, la cual no aparta la vista de nosotros. Es más que visible lo incómodo que está, aunque también bastante enfadado. Bueno, ya somos dos.
¾ Alexander —mi compañera atrae la atención—. Desde que Al está contigo no ha hecho más que buscarse problemas, pero siempre ha conseguido salir y estoy segura que es porque tú has intervenido. Yo no puedo ayudarla, pero tú sí —toma aire—; quiero que esté a salvo, y si hay alguien lo suficientemente poderoso como para asegurar eso, eres tú. No necesito saber más de ti que la has sacado de muchos líos, tienes dinero y os queréis, suficiente para mí. Te estoy pidiendo que la cuides, no tengo mucho más.
¾ Puedo cuidarme sola. Llevo haciéndolo veinticinco años —digo bruscamente.
¾ Eso haré —responde Alex con la mirada decidida, haciéndome caso omiso.
¾ Sigo aquí —intento llamar su atención, pero es inútil; se estrechan las manos.
No pueden hacer eso, no pueden decidir mi vida. Soy adulta y haré lo que me parezca conveniente, no tienen por qué meterse en mis asuntos, por mucho que digan que me quieren, porque si fuera verdad me dejarían ser libre en mis decisiones. Con un suspiro y un gesto obsceno, me voy de allí a paso rápido, esquivando gente sin un rumbo fijo, tan solo huyendo de allí. Otra vez esa rabia repentina me ha dominado, pero por suerte he conseguido irme antes de decir algo de lo que me pueda arrepentir más tarde, aunque eso signifique alejarme de los únicos que estarían a mi lado pasara lo que pasase. Mi peor enemigo he vuelto a ser yo misma y mis estúpidas ansias de una libertad que ya tengo. 

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