Consigo convencerle para que me deje en nuestro
lugar de encuentro y en vez de llevarme a algún médico, a Miguel, supongo; aunque
teniendo en cuenta que soy yo quien conduce, tampoco tiene muchas opciones. No
quiero perder tiempo, tengo algo en mente y cada minuto es crucial, no
obstante, consigo disimular bastante bien mis nervios mientras esperamos
sentados en el paseo hasta que Paul, de nuevo, viene a recogerle en otro coche
para que yo pueda moverme con el que hemos venido, pues le ha llamado mientras
veníamos para que le recogiera. Es un gesto bonito, y sé que quiere
regalármelo, le conozco, pero está loco si piensa que voy a aceptarlo. Aunque
después de lo que ha pasado, lo de estar loco debería ser una afirmación. Para
ambos.
El chico se baja del coche sin quitar
el contacto, parece que él también tiene prisa.
¾ Estás
haciendo que lo destrocen, francesa —se nos acerca, y cuando le lanza a Alex
las llaves del coche, las cojo antes de que pueda hacer cualquier movimiento
que le perjudique.
¾ Le
acaban de coser el brazo, necesita chófer —se las devuelvo en mano—. No dejes
que haga ninguna locura.
¾ Para
eso ya estamos nosotros, ¿eh? Alex, tengo a la niña en el coche, ¿qué hago? —no
puede dejarla sola en la casa a la que la iban a llevar, ni tampoco con ellos.
¾ Me quedaré con ella —asiente convencido—.
Escucha, quizá no podamos vernos en un par de días, pero si ocurre cualquier
cosa, tienes el teléfono para llamarme. Ten cuidado.
Me da un beso tan sentido que me quita
la respiración. Está decidido a ayudar a la cría, y por mucho que me pese, me
hace sentir orgullosa de él. Al principio ni siquiera hubiera soñado con que
sería capaz de esto, son embargo, ahora arriesgaría la vida por ella. Su pasado
ha estado tan condicionado por su padre que su personalidad es blanda como la
cera, a pesar de ser un hombre decidido; con la influencia correcta, podría
hacer grandes cosas, sólo tiene que encontrarla y que le den la oportunidad de
redimirse. Espero que lo consiga, yo pienso luchar porque sea así. El problema
será encontrar pruebas sin comprometer a nadie que pueda salir mal con todo
esto.
Abro la puerta del copiloto a Alex y
echo una mirada a la cría asustada y confusa, que parece relajarse con una
cálida sonrisa y el saludo, casi paternal, de Alexander. Se suponía que esto no
debía ocurrir, que no me dejaría llevar por este tipo de cosas, pero es tan
difícil que duele. Es un amor distinto del que había sentido antes, como si
fuéramos viejos conocidos que no paran de descubrir cosas sobre el otro que no
hacen sino aumentar ese sentimiento, que ni siquiera necesita ser sentido
físicamente para ser real; aunque reconozco que cada vez que me toca consigue
despertar mis sentidos de una manera que sólo él puede, estremecerme con
escalofríos que hacen que mi cuerpo le desee de una forma casi animal. Espero a
que cierre la puerta para agarrar al joven del brazo, reteniéndole. Tiene una
mirada feroz a corta distancia, cualquiera podría temerle en un mal momento y
amarle en uno de sus mejores. Supongo que tiene buen maestro.
¾ Cuídale,
por favor. No le dejes solo o podría hacer algo que le ponga en serio peligro.
¾ Deja
tu papel de novia preocupada, no me lo trago.
¾ Me
da igual lo que pienses o no —le aprieto para hacerle daño, aunque no muestra
expresión de ello—. Sólo mantenle a salvo. Hazlo por ti.
Parece que eso le convence y se relaja
para que le suelte. Con un asentimiento de cabeza, se sube al coche y comienza
a conducir hasta que les pierdo en el horizonte. Tengo miedo de que salga a por
Coleman, o que mande a alguien a hacerlo, poniendo en riesgo su seguridad. Si
se le continúa abriendo la herida, llegará un momento en que ya no cerrará
directamente y requerirá de un tratamiento más serio para conseguirlo.
Aprovecho para coger el móvil de la
Agencia y llamar a Amy —me aseguro antes de nada, no es fácil tener dos
teléfonos tan distintos y parecidos al igual— para preguntar algo y terminar de
concretar la idea que he tenido antes. Es cierto que me he retrasado un poco
más de lo que me temía, pero al menos creo tener el tiempo suficiente para
conseguirlo de la manera que quiero, sin ajustarme a más normas estúpidas.
¾ Amy
—saludo, pero no me da tiempo a más.
¾ Alice
—suspira aliviada—. ¿Tienes una idea de lo que hemos pasado? Tendrías que haber
llamado hace horas, no teníamos forma de localizarte —me regaña.
¾ Estoy
bien, gracias por preguntar. Necesito hablar contigo, tengo información.
¾ ¿Dónde
estás?
¾ Donde
siempre —suelto aire—. ¿Puedes pasar a por mí?
¾ Imposible,
sigo en comisaría arreglando todo esto.
¾ Cogeré
un taxi —no voy a llevar el coche de Alexander ni en broma—; pero tú lo pagas.
Una cosa, ¿sigue Smirnov allí?
¾ Hemos
conseguido retenerle hasta mañana, sí.
¾ ¿Y
Coleman?
¾ No
le sacarás información, si es lo que quieres. Y está bien vigilado.
¾ Te
aviso cuando esté llegando —cuelgo.
No quiero arriesgarme lo más mínimo a
que el coche prestado tenga algún dispositivo de seguimiento o algo por el
estilo, y teniendo en cuenta que quiero pasar antes de nada por casa para
cambiarme de ropa, no pienso poner en peligro el único sitio seguro que
tenemos. No por él, sé que no haría nada malo, pero no me fío ni lo más mínimo
de los que están a su alrededor. De lo poco que he podido conocer, resulta que
no son tan leales como le quieren hacer ver, y si Coleman ha podido engañarle
tanto tiempo, no quiero saber qué puede estar ocurriendo con el resto sin él
saberlo.
Finalmente, decido andar hasta mi
casa, teniendo en cuenta que no llevo dinero y que dudo que confíe en mí nadie
lo suficiente para creerme si digo que me meteré en casa para buscar dinero. Y
mucho menos en esta ciudad y así vestida; que atraigo miradas y no es algo
precisamente agradable. Llamar la atención no es mi estilo a no ser que lo
necesite de manera imperiosa, así que unos simples pantalones y una sencilla camisa
blanca me bastan para sentirme mucho más cómoda.
Me doy una ducha rápida, y el agua
caliente relaja mis músculos, pero no mi mente, la cual continúa moviéndose con
rapidez, aunque no con agilidad, tropezando en cada pequeño obstáculo y
sintiendo que todo se acabará si no consigo esquivarlo. Me cuesta pensar en
nada que no sea Alexander y en lo estúpido que todos han sido, dejándose
engañar por un solo hombre. No creo que él fuera capaz de matar a las chicas,
aunque es bastante probable que sí Smirnov; lo que de verdad temo, y no sé si
estoy en mi derecho de hacerlo, es si yo soy la siguiente. Aunque,
sinceramente, con Alex de mi lado, dudo que se atrevan. Yo no soy como ellas,
yo soy especial para él por suerte o desgracia, y sé que algo muy malo pasaría
a quien pretendiera hacerme daño; no había más que verle cuando atacó a
Coleman. Espero que Paul consiga controlarle, en el fondo parecía razonable,
quiere lo mejor para él, a pesar de que pensemos en ello de distinta manera.
Al vestirme, me tomo un par de
calmantes para el dolor de las costillas. Se ha creado un moratón leve en el
costado izquierdo y otro en la parte derecha, y me cuesta tomar aire, pero no
creo que haya nada roto, al palparme no habían bultos y puedo moverme, así que
supongo que sólo será que están magulladas. Aun así duele bastante. En el poco
tiempo que llevo aquí, me han herido más veces que en los dos últimos años de
temeridad en el FBI.
Me hago con algo de dinero y llamo a un
taxi desde la casa; tenía la esperanza de que Aaron hubiera recogido a Amy,
pero parece que para él la caballerosidad ha muerto. Desde luego que estaría
más cómoda cogiendo mi propio coche —tan mío como puede ser uno prestado por la
Agencia, preparado especialmente para protegernos de posibles golpes como los
de la última vez—, no obstante, reconozco que la mejor idea es pasar lo más
desapercibida posible, cosa que sería difícil si me siguen y me ven aparcar sin
problemas allí. Aunque un taxi tampoco es una gran idea.
El tiempo apremia y me decido por
llamar a la comisaría para que cualquier patrullero me recoja. Tengo un plan,
quizá algo loco, pero un plan a fin de cuentas, que podría funcionar. Cuando el
agente, claramente novato, me encuentra poniéndome a mí misma unas esposas no
puede creer lo que está viendo, abre los ojos y la boca de sorpresa antes de
decidirse y agarrarme del brazo para meterme en el coche, detenida.
Con un «No preguntes» ha sido
suficiente para que me deje en paz, por suerte. Supongo que ya le habrán
prevenido de que soy...peculiar, así que espero que tampoco se dedique a
contarlo como anécdota por ahí. Se puede meter en graves problemas. Y luego se
lo dejaría a la policía para que actuara.
Me quita las esposas en cuanto
entramos en la comisaría y un hombre trajeado que reconozco como uno de los
responsables de la reunión le ordena que vuelva al trabajo y nos deje en paz.
Antes de echar a andar, me mira con el ceño fruncido.
¾ ¿Estás
bien?
¾ Sólo
es un golpe, sobreviviré.
La verdad es que la postura en el
coche patrulla con las manos a la espalda no ha sido precisamente cómoda ni
aliviadora a mi dolor, aunque al menos me había tomado los calmantes y se
sentía mucho menos fuerte de lo que podría haber sido.
Sin estar del todo convencido, me
lleva donde están todos los de la operación reunidos, alrededor de una pantalla,
mirando y debatiendo las posibilidades de conseguir un registro en la casa de
Coleman sin la orden judicial, pero siento decirles que él no va a darles su
consentimiento, como uno ha sugerido. El tiempo es esencial, saben que podría
tener algún cómplice que se encargara de limpiar el piso —nada más lejos de la
realidad, como mucho Alex y yo desmantelándolo—, y no pueden esperar la semana
que requeriría la orden, aun así, el jefe de antes, el que me ha puesto el
pinganillo, me saluda y comienza a repartir tareas entre los agentes para que
agilicen el papeleo y encuentren más maneras de conseguir acceso al piso que
veo es incorrecto. Coleman se ha mudado no hace mucho, y dudo que lo haya hecho
con todas las de la ley, incluyendo su nombre en las escrituras.
Cuando él se acerca, veo que Amy le
acompaña, de brazos cruzados y bastante enfadada, sin embargo, cuando me ve la
cara, la expresión se torna mucho más preocupada. Todavía tengo que decidir si
es mejor o no. Me toca el brazo como saludo, de alguna manera previendo que me
hayan golpeado en cualquier otra parte, y me ofrece una mirada que bien podría
envidiar a muchas conversaciones matrimoniales. Necesitamos hablar de lo ocurrido,
y ella no se va a conformar con mis habituales detalles vagos.
¾ ¿Dónde
estabas? —me dice el hombre; ni siquiera me he molestado en aprenderme el
nombre. ¿Para qué? Es un enviado del FBI, se irá dentro de poco.
¾ Por
ahí —me encojo de hombros—. Os he echado una mano con esto, pero tengo mi
propia misión.
¾ Te
hemos visto con Moore, ¿te fuiste con él?
¾ Me
temo que eso es confidencial, al igual que cualquier cosa que quieras preguntar
y no me apetezca responder —él me reta con la mirada; ya me da igual enfadarle,
ni siquiera saben los datos correctos.
¾ ¿Tienes
información?
¾ Más
que vosotros, desde luego. Empezando por la dirección correcta de Coleman, y
siguiendo por que puedo conseguiros acceso y hablar con Smirnov.
¾ ¿Cómo
lo has conseguido? ¿Y cómo piensas hacerlo tú? —noto cierto tono despectivo,
pero a estas alturas me da lo mismo.
¾ Confidencial
—resopla en respuesta—. Te he avisado. Prepara a tu gente, os llevaré al piso.
Toma eso como una invitación para
dejarnos a solas a mi amiga y a mí, que le seguimos —o le sigo— por detrás,
directa hacia la armería para coger una pistola que me haga sentirme algo más
tranquila y, por qué no, un chaleco; las pastillas están adormilándome la zona
del dolor y no tendré problemas si no lo aprieto demasiado.
La verdad es que me ha sorprendido que
el trajeado me hiciera caso, para él sólo soy una cría insolente y que casi
arruina su plan, aunque teniendo en cuenta que podrán detener definitivamente
al ruso y a Coleman, supongo que me perdona haberle roto la mini cámara y haber
desobedecido sus órdenes, por no mencionar haber metido a Moore en esto sin
avisar siquiera —sé que me lo iban a negar de todas formas, así que prefiero
actuar con antelación. Además, si ha sido él quien ha sido traicionado, tiene
derecho a conocerlo todo. Reprimo las ganas de sonreír, supongo que no estoy
hecha para acatar órdenes. Nunca lo he estado.
Me gustaba el FBI porque podía llevar
mis propios casos, me suponían un reto entretenido que me ocupaba el tiempo y,
si además hacía algo bueno, mucho mejor, aunque al principio no era mi
prioridad; en verdad no sé cuál era. Recuerdo que al principio me pasaba la
mayor parte del tiempo en el psicólogo para intentar determinar un tratamiento
para mi trauma, que no había mejorado durante el tiempo en la academia. Yo sí
que era un verdadero reto, pasé por tres psicólogos diferentes antes de dar con
el que pudo hablar conmigo, y para ello tuvimos que pelearnos, o más bien él me
apuntó con una pistola y yo no pude desarmarle; todo lo que conseguí fueron golpes.
Mis superiores no entendían que por cada caso en el que estaba implicada,
siempre había algún muerto. Mi miedo me impulsaba a atacar de forma directa en
vez de a modo defensivo; no disparaba al hombro para desarmar, sino a la cabeza
para matar. Así eliminaba cualquier posibilidad de contraataque. El tratamiento
resultó tan efectivo que pasé al otro extremo: me sentía tan superior al resto
que ni me molestaba en defenderme, esperaba al momento adecuado para
detenerles. Por supuesto, me costó bastantes heridas y sustos, pero me hizo
darme cuenta que tampoco podía ir por la vida así, lo que ha resultado como soy
ahora: una mezcla de masoquismo e insensibilidad, incluso desprecio, según lo
denominaban algunos, por la vida humana.
Amy me mira y llama mi atención
tocándome el brazo. Sabe de sobra a dónde me dirijo, y cuando me ve coger el
chaleco, asiente complacida. No obstante, aprovecho la calma del lugar, ya que
la mayoría de policías siempre van armados y no necesitan esta sala más que
para emergencias, para apoyarme en una mesa y disfrutar de un momento de calma.
¾ ¿Qué
te han hecho?
¾ Ese
gilipollas me ha tirado por el suelo el orgullo. A la vez que el resto de mí.
No me puedo creer que ese haya podido conmigo —digo con desprecio, se supone
que estaba entrenada para eso, que era de las mejores.
¾ Bueno,
la ropa tampoco te daba demasiada libertad de movimiento; y el orgullo se puede
reparar con un duelo al amanecer —intenta reírse.
¾ No
me tientes —gruño.
¾ Al,
nos diste un susto horrible. Tuvieron que sujetarme.
¾ Me
cubrí a tiempo.
¾ Ya
veo —me mira fijamente el labio partido—. ¿Y después? —susurra.
¾ Nadie
nos oye, no hace falta que hagas eso. Salimos por una ventana y fuimos a que le
curaran una herida.
¾ ¿Coleman
le hirió? Podríamos usarlo, pero...
¾ Claro,
y llevarle como testigo a un juicio. Muy inteligente por tu parte, felicidades
—me dirige una mirada herida—. Perdona, no llevo un gran día.
¾ No,
tienes razón, ha sido una estupidez —no voy a quitarle razón, pero tampoco
hundirla dándosela.
¾ Alex
me mintió —suspiro—, aunque supongo que fue una mentira piadosa: le le
dispararon en el tiroteo de la otra noche. Y se le volvió a abrir cuando hizo
de caballero en su brillante armadura. Hablando de Coleman, ¿cómo está?
¾ Consciente,
lo que ya es un logro. Tiene la nariz rota y creo que se le ha soltado algún
diente, porque no le deja de sangrar la boca. Moore sabe cómo pegar.
¾ Más
bien su furia. Fue horrible verle así, estaba como loco, no respondía a nada.
Smirnov tuvo que separarle, yo no podía por mí misma.
¾ No
voy a negar que es un tipo peligroso, y tú tampoco puedes hacerlo, por mucho
que quieras, pero la verdad es que me tiene confundida —se sienta a mi lado—. Le
veo comportarse contigo y es increíble cómo te trata, nadie diría que ha sido
capaz de... bueno, de todo.
¾ Y
sería capaz de mucho más por la persona adecuada —añado, cabizbaja; no creo que
esa haya sido la palabra que quería decir, pero no me salía otra— Además, ¿tú
dirías de mí, sólo por verme, que he perdido la cuenta de las personas que he
matado y que me da lo mismo? No, ¿verdad? A eso me refiero, cada uno es de
determinada manera con cada persona. No te trataré igual a ti que a otro, por
mucho que los sentimientos sean los mismos.
¾ No
te cansarás de defenderle nunca, ¿verdad?
¾ Lo
intenté durante años, y mira dónde he acabado. Quizá sea el destino, quizá esté
fuera de nuestras manos, no lo sé.
¾ Es
posible. Mientras que no te haga daño, me parecerá bien. Tanto a largo como a
corto plazo.
Me dirige una mirada severa antes de
levantarse e irse con el resto de policías. Tenemos cosas de las que hablar, y
ella lo sabe y está ansiosa por ello, pero como me conoce, prefiere esperar a
que estemos solas, sin ningún tipo de vigilancia, para hablar libremente. En
casa estaremos más seguras para hablar de lo que queramos, aunque no diré que
no me ha sorprendido lo que ha dicho, siempre ha estado tan en contra de todo
esto que, verla admitir que es superior a nosotros, es el paso más grande que
ha dado en el tiempo que llevamos aquí, y me hace quererla aún más. No es fácil
aceptarlo, lo reconozco, pero tampoco negarlo; sé que ella no le conoce como
yo, no obstante, verle así, la ha hecho cambiar de parecer a mi favor.
Nos miramos un instante antes de
alejarse y me dirijo a una zona tranquila, donde hay una cafetera y algunas
mesas altas para dejar las tazas, para relajarme y dejar pasar el tiempo hasta
que me indiquen. No puedo simplemente quedarme en esta sala por el resto del
día, por muchas ganas que tenga de ello.
No tardan demasiado, no me termino el
café cuando el agente jefe me guía por un pasillo hasta la puerta trasera, con
coches aparcados esperándonos y cerca de diez agentes con chalecos y pistolas
preparados, igual que yo.
¾ No
os harán falta —me dirijo a ellos—. No va a haber nadie.
¾ ¿Cómo
lo sabes? —responde uno cargando la pistola y señalando la mía de mi cintura.
¾ Informándome.
Creo que van demasiado preparados —le digo al jefe.
¾ No
pienso arriesgar la vida de mis agentes por conjeturas, lo siento Sanders.
¾ No
son conjeturas —rechazo el chaleco que me tiende y Amy lo coge en mi lugar, si
lo pienso mejor no es una gran idea—. He estado allí, os aseguro que...
¾ ¿Has
estado? ¿Cuándo? —al fin pone verdadero interés en algo que digo.
¾ ¿Me
vas a hacer repetir ''Confidencial''? Has dicho que confiarías en mí, y te
aseguro que hasta hace una hora estaba despejado.
¾ Entonces,
si encontramos los cajones abiertos con tus huellas...
¾ Me
inventaré algo, si es lo que quieres, para el juicio. Pero os recuerdo que soy
yo quien os tiene que llevar, ¿lo tomas o lo dejas? —tengo claro que su
ambición supera a su ética.
¾ No
me gustas, niña.
¾ Me
lo suelen decir. Tic toc, agente, tengo cosas que hacer.
¾ Sube
al coche, te seguimos —asiento y mi compañera me detiene por la muñeca antes de
entrar.
¾ Póntelo
—me da el chaleco.
¾ Te
aseguro que no es necesario.
¾ Por
si acaso —cedo casi a la fuerza, quitándoselo de la mano, y me aparto lo
suficiente para que no me vea.
Acepto ponérmelo sólo porque no quiero
oírla, pero en verdad me duelen las costillas al mover los brazos, al contrario
de lo que pensé en un primer momento. Me muerdo el labio para no hacer ningún
gesto, y lo consigo bastante bien hasta que vuelvo con mi amiga y tira del
belcro para ajustarlo mejor. Cierro un instante los ojos y continúo como si no
ocurriera nada.
Por suerte, cuando salí del edificio de
Coleman con Alexander pensé en que tendría que volver con la policía y
necesitaría una llave, así que salimos por la puerta trasera, la que da a la
lavandería y dejé la puerta de una manera que pudiera abrirla de nuevo desde
fuera. Les guío hasta allí, intentando que nos vea la menor cantidad de gente
posible. La verdad es que me da lo mismo si no les gusta, no pienso poner mi
tapadera en peligro, es lo único que tengo.
Hacemos turnos para subir por el
ascensor de carga, conmigo en la segunda tanda para asegurarse de que no hay
nadie esperando; y a la hora de entrar, soy de los últimos a pesar de haberles
llevado hasta allí y conseguido una forma de entrar.
Fuerzan la puerta para entrar de una
manera que sólo podría llamar chapucera, casi rompiéndola, pero ese no es mi
trabajo, no he de preocuparme por ello. Lo primero que hacen es asegurar el
piso a gritos de 'Despejado' y patadas en las puertas. Después me dejan paso
libre y miro alrededor, pensando qué voy a abrir y qué no, recordando lo que he
visto antes y que no incrimine a quien me interesa. Quito, disimuladamente, el
papel que había dejado antes y le indico a Amy que se quede ahí mientras
inspecciono el resto de la casa para que no se me olvide. Brown, como me ha
susurrado mi compañera que era el jefe, me pide que abra ciertos cajones pero
no le permito mirar hasta que yo no lo hago primero. Es estúpido, lo sé, pero
quiero asegurarme de que Alex estará a salvo.
El registro resulta cansado, no paran
de hacerme preguntas y de darme órdenes que tengo que acatar sin excepción. Lo
peor es cuando llegamos al dormitorio, tengo que estar pendiente de cada
movimiento que realizan, de cada documento que encuentran. Cuando ven un
contrato referido a prostitutas con la firma de Alexander, todos me miran,
especialmente Brown, pues en el resto de papeles cualquiera podría haber puesto
su nombre, pero la firma es algo definitivo, algo que le inculpa más que nada.
¾ La
firma de Moore —dice en voz alta, refiriéndose a mí especialmente.
Se acerca a mí, que estoy apoyada en
el marco de la puerta con los brazos cruzados y con Amy a mi lado con su mano
en mi hombro en muestra de silencioso y sutil apoyo. Mi expresión no ha
cambiado cuando me lo ha dicho, así que quiere comprobar lo que estaba
pensando. Me cuesta mantener la calma todo lo que aparento, por dentro el
corazón me va a mil, pensando qué voy a hacer para arreglar esto, para jugar a
dos bandas sin que lo parezca ni que lo sea por completo. Tendré que pedir
ayuda a mi amiga, pero no sé hasta dónde me ayudará, a pesar de la revelación
de antes.
¾ Tú
ya lo sabías, ¿verdad? Entonces, ¿por qué no los quitaste?
¾ Trabajo
para la policía, no para él —le mantengo la mirada.
¾ Pero
aun así le estás protegiendo.
¾ Si
te hace ilusión que te diga que sí, claro, ¿por qué no?
¾ Esto
lo hace oficial. Sabes lo que la firma significa.
¾ Es
falsa —me miro las uñas descascarilladas, perdiendo interés aunque en verdad
esté temblando.
¾ ¿Cómo
lo sabes?
¾ Lo
sé.
¾ Sin
ninguna otra con la que compararla, es culpable.
¾ ¿Qué
hay de Coleman diciendo que es una marioneta? Eso lo grabasteis.
¾ La
cámara está dañada, no sabemos si podremos recuperar las imágenes.
¾ Qué
oportuno —murmuro.
¾ Haznos
un favor y dinos: ¿hay algo más que podamos encontrar? ¿O le vas a encubrir?
¾ Si
quisiera encubrirle, me habría deshecho de esos papeles, como bien has dicho.
No hay nada más que os interese.
¾ ¿Y
a ti? —adivina mis pensamientos.
¾ Quizá
sí, quizá no. ¿Quién sabe? —sé que le estoy exasperando, y la verdad es que es
bastante divertido.
¾ Has
hecho esto para que no busquemos huellas, ¿verdad? Porque las tuyas no serían
las únicas.
¾ ¿En
serio vas a hacerme repetir la palabra mágica con C otra vez? Recoge todo esto
lo más rápido que puedas y vete. Yo te he ayudado, haz tú lo mismo.
¾ Odio
a esta cría —murmura.
No obstante, me obedece sin rechistar.
Lo que estamos haciendo aquí es prácticamente ilegal, y depende de mí para hacerlo
posible y que lo acepten en un tribunal. Creo que no está en posición de
llevarme la contraria, al fin soy yo quien tiene las riendas, y la verdad se
siente muy bien, más de lo que debería. Me da cierta confianza en mí misma, me
ayuda a pensar con claridad, por loco que suene.
Recogen las cosas que les interesan,
metiéndolas en sus bolsas de pruebas, y salen por donde han entrado, prometiéndome
que nos dejarán un coche con el que poder irnos. Amy se pasea por el piso,
revisando lo poco que han dejado, lo cual está tirado por el suelo, mesas y
cama. No paro de pensar en qué hacer a continuación, deberíamos irnos a casa,
relajarnos en la piscina, o simplemente tumbarnos en el sofá, pero no podemos
hacerlo, no hasta que no hayamos terminado con todo; y algo me dice que nunca
terminaremos.
¾ Es
un sitio caro —observa mi compañera.
¾ Nos
han dicho que se lo compró hace poco, a lo mejor encontramos algo mirando a
nombre de quién está — miro alrededor.
¾ Estás
muy segura de que Moore no tiene nada que ver.
¾ Confío
en él —me encojo de hombros—. Y sé lo que me vas a decir, pero no puedo hacer
nada.
¾ Lo
peor de todo es que estás haciendo que no le vea tan malo —fuerza una sonrisa.
¾ Porque
no lo es. Florida está dividida en distritos, y cada uno lo lleva alguien
diferente con su propia versión. Él simplemente cree lo que le dicen.
¾ Entonces
es estúpido —levanta la mirada en mi dirección.
¾ En esto sí, bastante. Tenemos que empezar de
nuevo el caso de las chicas.
¾ ¿Por
qué? ¿Porque es idiota?
¾ No,
Amy, por esto.
Abro el cajón para sacar la carpeta y
dársela a mi compañera, y cuando la pone sobre la mesa parece más ancha y
pesada que antes. Comienza a hojearla y separar los contenidos en silencio,
concentrada observando con detalle cada fotografía. Aquí se ve el
adiestramiento policial, le da igual que las fotografías sean de prostitutas o
indecorosas, son importantes para el caso y podrían resultar cruciales; me
encantaría ser capaz de algo así, sin embargo, sé que mis emociones nublan mi
juicio demasiadas veces.
Cuando llega al apartado con las
iniciales me mira directamente, con incluso temor en los ojos. Siente lo mismo
que yo cuando lo vi, terror por si lo que contiene puede ponernos en peligro,
pero por suerte no hay nada mío a excepción del nombre. Abro la carpeta para
que lo que hay dentro la tranquilice respecto a nosotras, pero ver que de
momento estamos a salvo no alivia su expresión, continúa igual de seria que
hace un instante. Pasa las fotografías de las chicas y el resto de hojas
frenéticamente, desordenándolo todo sin ser consciente de ello. La agarro por
los brazos para que se detenga y me mira profundamente a los ojos, como si me
viera por primera vez.
¾ Al,
esto...
¾ Lo
cambia todo, lo sé.
¾ No.
Este tipo las mató al mes de estar con Moore, tú no tardarías en ser la
siguiente, de hecho llevas mucho más tiempo. Me da igual si se lo ordena
alguien o no, no pienso dejar que sigas en peligro.
¾ Por
eso le hemos detenido —hablo con voz dulce para calmarla—. No tengo que decirte
que Alex no tiene nada que ver, ya viste cómo se puso, así que no tienes que
preocuparte. Me protegerá.
¾ ¿De
qué? ¿De él mismo?
¾ De
todo lo que pueda. Nos llevamos los papeles a casa, no quiero cabos sueltos.
Los recogemos juntas en un momento,
haciendo alarde del entrenamiento y compenetración que hemos desarrollado a lo
largo del tiempo. A la salida, resulta que Brown ha decidido quedarse para
cubrirme las espaldas, no obstante, nadie hace preguntas, cosa que agradezco,
pues no pienso responderlas. Tampoco es que sea de su incumbencia, cada uno ve
por el bien de su propio caso y me parece apropiado mientras que no se
entrometan en el mío. Parece que Brown no ha terminado de comprender eso, sin
embargo, aprecio el gesto de preocuparse por mi seguridad, por poco que me
guste sentirme vigilada como él hace.
Cedo a ir a la comisaría porque tengo
algo que llevar a cabo mi plan allí, ya que con todo esto he tenido que
aplazarlo, pero en cuanto termine pienso encerrarme en casa con los papeles
nuevos, haciendo copias y resúmenes como siempre y apuntando cada una de mis
ideas, pues ninguna puede resultar disparatada en el momento adecuado.
El ajetreo de la comisaría resulta
tranquilizador, saber que no soy la única que se encuentra en un momento
frenético de su vida, aunque podría asegurar que cuando termine su jornada de
trabajo se irán a casa con su familia y abandonarán todo hasta el día
siguiente, sin embargo yo no puedo decir lo mismo, mi casa sólo es una parte
más de mi trabajo, no sé si tengo una verdadera familia, ni si mi jornada de
trabajo terminará alguna vez. Aunque reconozco que tengo algunos momentos de
relax, gracias a Alex, por supuesto, pero es la misma razón que me provoca el peor
estrés. Aunque mis sentimientos también están luchando por ocupar ese puesto.
Nosotras vamos en un coche aparte de
vuelta, ya que algunos policías se han quedado allí para asegurarse de que no
entre nadie más. Nos mantenemos en silencio, cada una sumida en sus
pensamientos y conjeturas, quizá. Ahora mi mente está centrada en qué haré o
qué diré cuando llegue allí; tengo una idea general pero nada en concreto. El
efecto de los calmantes me ayuda a poder quitarme el chaleco en el aparcamiento
sin demasiado dolor, tan sólo una ligera molestia. No obstante, el moratón se
ha ido expandiendo y cuando se me levanta la blusa, se me deja ver por entre
los huecos de los botones. No me habría dado cuenta de no ser por el cambio de
expresión de mi amiga, la cual me coge en seguida del brazo, separándome del
resto. Me dejo guiar sin rechistar, sé que no serviría de nada más que para
discutir y la verdad no me apetece justo ahora. Parece conocerse bastante bien
todo; mientras yo estaba con Alex, ella se ha pasado todo ese tiempo aquí,
encerrada con todas las investigaciones posibles abiertas para intentar
garantizar mi seguridad. Quizá yo esté sufriendo por mis propios motivos, pero
ella tampoco lo está pasando bien, ha sido arrastrada, y aunque tenga
recompensas en el futuro, quizá no valgan la pena, quizá no haya pensado en
ello y se vio empujada a aceptar las condiciones por mí, por no dejarme sola.
No la merezco, a menudo la trato como si fuera una carga, cuando debería ser al
contrario, pues sin ella yo me habría metido en muchos más problemas y no
podría salir de la mayoría de los que ya estoy.
Acabamos en una pequeña enfermería,
con una camilla a un lado, los utensilios más simples, y un escritorio con un
ordenador al lado contrario. El médico sentado en éste, con el uniforme de
policía y bata, nos inspecciona con la mirada antes de indicarnos que pasemos.
Ella le dice que se centre en mí y me manda sentarme en la camilla mientras
escribe en el ordenador, pero para en cuanto dice en tono amenazante que no
necesita mi nombre para un simple chequeo. Me gusta esta Amy.
Me hace pruebas simples como de
respiración, apretándome donde me duele —parece que los calmantes no han hecho
tanto efecto como pensaba—, moviéndome y colocando mis extremidades en
distintas posiciones para asegurarse de que no tengo nada roto. Me comunica que
sólo tengo las costillas magulladas y que con una pomada y bastantes calmantes
se curará en no mucho tiempo. Por supuesto, nada de esfuerzos, pero yo me
pregunto qué tomará él como tal, a lo mejor correr o disparar, no obstante si
se da la ocasión lo haré de igual manera.
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