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viernes, 3 de junio de 2016

Capítulo 21

Consigo convencerle para que me deje en nuestro lugar de encuentro y en vez de llevarme a algún médico, a Miguel, supongo; aunque teniendo en cuenta que soy yo quien conduce, tampoco tiene muchas opciones. No quiero perder tiempo, tengo algo en mente y cada minuto es crucial, no obstante, consigo disimular bastante bien mis nervios mientras esperamos sentados en el paseo hasta que Paul, de nuevo, viene a recogerle en otro coche para que yo pueda moverme con el que hemos venido, pues le ha llamado mientras veníamos para que le recogiera. Es un gesto bonito, y sé que quiere regalármelo, le conozco, pero está loco si piensa que voy a aceptarlo. Aunque después de lo que ha pasado, lo de estar loco debería ser una afirmación. Para ambos.
El chico se baja del coche sin quitar el contacto, parece que él también tiene prisa.
¾    Estás haciendo que lo destrocen, francesa —se nos acerca, y cuando le lanza a Alex las llaves del coche, las cojo antes de que pueda hacer cualquier movimiento que le perjudique.
¾    Le acaban de coser el brazo, necesita chófer —se las devuelvo en mano—. No dejes que haga ninguna locura.
¾    Para eso ya estamos nosotros, ¿eh? Alex, tengo a la niña en el coche, ¿qué hago? —no puede dejarla sola en la casa a la que la iban a llevar, ni tampoco con ellos.
¾     Me quedaré con ella —asiente convencido—. Escucha, quizá no podamos vernos en un par de días, pero si ocurre cualquier cosa, tienes el teléfono para llamarme. Ten cuidado.
Me da un beso tan sentido que me quita la respiración. Está decidido a ayudar a la cría, y por mucho que me pese, me hace sentir orgullosa de él. Al principio ni siquiera hubiera soñado con que sería capaz de esto, son embargo, ahora arriesgaría la vida por ella. Su pasado ha estado tan condicionado por su padre que su personalidad es blanda como la cera, a pesar de ser un hombre decidido; con la influencia correcta, podría hacer grandes cosas, sólo tiene que encontrarla y que le den la oportunidad de redimirse. Espero que lo consiga, yo pienso luchar porque sea así. El problema será encontrar pruebas sin comprometer a nadie que pueda salir mal con todo esto.
Abro la puerta del copiloto a Alex y echo una mirada a la cría asustada y confusa, que parece relajarse con una cálida sonrisa y el saludo, casi paternal, de Alexander. Se suponía que esto no debía ocurrir, que no me dejaría llevar por este tipo de cosas, pero es tan difícil que duele. Es un amor distinto del que había sentido antes, como si fuéramos viejos conocidos que no paran de descubrir cosas sobre el otro que no hacen sino aumentar ese sentimiento, que ni siquiera necesita ser sentido físicamente para ser real; aunque reconozco que cada vez que me toca consigue despertar mis sentidos de una manera que sólo él puede, estremecerme con escalofríos que hacen que mi cuerpo le desee de una forma casi animal. Espero a que cierre la puerta para agarrar al joven del brazo, reteniéndole. Tiene una mirada feroz a corta distancia, cualquiera podría temerle en un mal momento y amarle en uno de sus mejores. Supongo que tiene buen maestro.
¾    Cuídale, por favor. No le dejes solo o podría hacer algo que le ponga en serio peligro.
¾    Deja tu papel de novia preocupada, no me lo trago.
¾    Me da igual lo que pienses o no —le aprieto para hacerle daño, aunque no muestra expresión de ello—. Sólo mantenle a salvo. Hazlo por ti.
Parece que eso le convence y se relaja para que le suelte. Con un asentimiento de cabeza, se sube al coche y comienza a conducir hasta que les pierdo en el horizonte. Tengo miedo de que salga a por Coleman, o que mande a alguien a hacerlo, poniendo en riesgo su seguridad. Si se le continúa abriendo la herida, llegará un momento en que ya no cerrará directamente y requerirá de un tratamiento más serio para conseguirlo.
Aprovecho para coger el móvil de la Agencia y llamar a Amy —me aseguro antes de nada, no es fácil tener dos teléfonos tan distintos y parecidos al igual— para preguntar algo y terminar de concretar la idea que he tenido antes. Es cierto que me he retrasado un poco más de lo que me temía, pero al menos creo tener el tiempo suficiente para conseguirlo de la manera que quiero, sin ajustarme a más normas estúpidas.
¾    Amy —saludo, pero no me da tiempo a más.
¾    Alice —suspira aliviada—. ¿Tienes una idea de lo que hemos pasado? Tendrías que haber llamado hace horas, no teníamos forma de localizarte —me regaña.
¾    Estoy bien, gracias por preguntar. Necesito hablar contigo, tengo información.
¾    ¿Dónde estás?
¾    Donde siempre —suelto aire—. ¿Puedes pasar a por mí?
¾    Imposible, sigo en comisaría arreglando todo esto.
¾    Cogeré un taxi —no voy a llevar el coche de Alexander ni en broma—; pero tú lo pagas. Una cosa, ¿sigue Smirnov allí?
¾    Hemos conseguido retenerle hasta mañana, sí.
¾    ¿Y Coleman?
¾    No le sacarás información, si es lo que quieres. Y está bien vigilado.
¾    Te aviso cuando esté llegando —cuelgo.
No quiero arriesgarme lo más mínimo a que el coche prestado tenga algún dispositivo de seguimiento o algo por el estilo, y teniendo en cuenta que quiero pasar antes de nada por casa para cambiarme de ropa, no pienso poner en peligro el único sitio seguro que tenemos. No por él, sé que no haría nada malo, pero no me fío ni lo más mínimo de los que están a su alrededor. De lo poco que he podido conocer, resulta que no son tan leales como le quieren hacer ver, y si Coleman ha podido engañarle tanto tiempo, no quiero saber qué puede estar ocurriendo con el resto sin él saberlo.
Finalmente, decido andar hasta mi casa, teniendo en cuenta que no llevo dinero y que dudo que confíe en mí nadie lo suficiente para creerme si digo que me meteré en casa para buscar dinero. Y mucho menos en esta ciudad y así vestida; que atraigo miradas y no es algo precisamente agradable. Llamar la atención no es mi estilo a no ser que lo necesite de manera imperiosa, así que unos simples pantalones y una sencilla camisa blanca me bastan para sentirme mucho más cómoda.
Me doy una ducha rápida, y el agua caliente relaja mis músculos, pero no mi mente, la cual continúa moviéndose con rapidez, aunque no con agilidad, tropezando en cada pequeño obstáculo y sintiendo que todo se acabará si no consigo esquivarlo. Me cuesta pensar en nada que no sea Alexander y en lo estúpido que todos han sido, dejándose engañar por un solo hombre. No creo que él fuera capaz de matar a las chicas, aunque es bastante probable que sí Smirnov; lo que de verdad temo, y no sé si estoy en mi derecho de hacerlo, es si yo soy la siguiente. Aunque, sinceramente, con Alex de mi lado, dudo que se atrevan. Yo no soy como ellas, yo soy especial para él por suerte o desgracia, y sé que algo muy malo pasaría a quien pretendiera hacerme daño; no había más que verle cuando atacó a Coleman. Espero que Paul consiga controlarle, en el fondo parecía razonable, quiere lo mejor para él, a pesar de que pensemos en ello de distinta manera.
Al vestirme, me tomo un par de calmantes para el dolor de las costillas. Se ha creado un moratón leve en el costado izquierdo y otro en la parte derecha, y me cuesta tomar aire, pero no creo que haya nada roto, al palparme no habían bultos y puedo moverme, así que supongo que sólo será que están magulladas. Aun así duele bastante. En el poco tiempo que llevo aquí, me han herido más veces que en los dos últimos años de temeridad en el FBI.
Me hago con algo de dinero y llamo a un taxi desde la casa; tenía la esperanza de que Aaron hubiera recogido a Amy, pero parece que para él la caballerosidad ha muerto. Desde luego que estaría más cómoda cogiendo mi propio coche —tan mío como puede ser uno prestado por la Agencia, preparado especialmente para protegernos de posibles golpes como los de la última vez—, no obstante, reconozco que la mejor idea es pasar lo más desapercibida posible, cosa que sería difícil si me siguen y me ven aparcar sin problemas allí. Aunque un taxi tampoco es una gran idea.
El tiempo apremia y me decido por llamar a la comisaría para que cualquier patrullero me recoja. Tengo un plan, quizá algo loco, pero un plan a fin de cuentas, que podría funcionar. Cuando el agente, claramente novato, me encuentra poniéndome a mí misma unas esposas no puede creer lo que está viendo, abre los ojos y la boca de sorpresa antes de decidirse y agarrarme del brazo para meterme en el coche, detenida.
Con un «No preguntes» ha sido suficiente para que me deje en paz, por suerte. Supongo que ya le habrán prevenido de que soy...peculiar, así que espero que tampoco se dedique a contarlo como anécdota por ahí. Se puede meter en graves problemas. Y luego se lo dejaría a la policía para que actuara.
Me quita las esposas en cuanto entramos en la comisaría y un hombre trajeado que reconozco como uno de los responsables de la reunión le ordena que vuelva al trabajo y nos deje en paz. Antes de echar a andar, me mira con el ceño fruncido.
¾    ¿Estás bien?
¾    Sólo es un golpe, sobreviviré.
La verdad es que la postura en el coche patrulla con las manos a la espalda no ha sido precisamente cómoda ni aliviadora a mi dolor, aunque al menos me había tomado los calmantes y se sentía mucho menos fuerte de lo que podría haber sido.
Sin estar del todo convencido, me lleva donde están todos los de la operación reunidos, alrededor de una pantalla, mirando y debatiendo las posibilidades de conseguir un registro en la casa de Coleman sin la orden judicial, pero siento decirles que él no va a darles su consentimiento, como uno ha sugerido. El tiempo es esencial, saben que podría tener algún cómplice que se encargara de limpiar el piso —nada más lejos de la realidad, como mucho Alex y yo desmantelándolo—, y no pueden esperar la semana que requeriría la orden, aun así, el jefe de antes, el que me ha puesto el pinganillo, me saluda y comienza a repartir tareas entre los agentes para que agilicen el papeleo y encuentren más maneras de conseguir acceso al piso que veo es incorrecto. Coleman se ha mudado no hace mucho, y dudo que lo haya hecho con todas las de la ley, incluyendo su nombre en las escrituras.
Cuando él se acerca, veo que Amy le acompaña, de brazos cruzados y bastante enfadada, sin embargo, cuando me ve la cara, la expresión se torna mucho más preocupada. Todavía tengo que decidir si es mejor o no. Me toca el brazo como saludo, de alguna manera previendo que me hayan golpeado en cualquier otra parte, y me ofrece una mirada que bien podría envidiar a muchas conversaciones matrimoniales. Necesitamos hablar de lo ocurrido, y ella no se va a conformar con mis habituales detalles vagos.
¾    ¿Dónde estabas? —me dice el hombre; ni siquiera me he molestado en aprenderme el nombre. ¿Para qué? Es un enviado del FBI, se irá dentro de poco.
¾    Por ahí —me encojo de hombros—. Os he echado una mano con esto, pero tengo mi propia misión.
¾    Te hemos visto con Moore, ¿te fuiste con él?
¾    Me temo que eso es confidencial, al igual que cualquier cosa que quieras preguntar y no me apetezca responder —él me reta con la mirada; ya me da igual enfadarle, ni siquiera saben los datos correctos.
¾    ¿Tienes información?
¾    Más que vosotros, desde luego. Empezando por la dirección correcta de Coleman, y siguiendo por que puedo conseguiros acceso y hablar con Smirnov.
¾    ¿Cómo lo has conseguido? ¿Y cómo piensas hacerlo tú? —noto cierto tono despectivo, pero a estas alturas me da lo mismo.
¾    Confidencial —resopla en respuesta—. Te he avisado. Prepara a tu gente, os llevaré al piso.
Toma eso como una invitación para dejarnos a solas a mi amiga y a mí, que le seguimos —o le sigo— por detrás, directa hacia la armería para coger una pistola que me haga sentirme algo más tranquila y, por qué no, un chaleco; las pastillas están adormilándome la zona del dolor y no tendré problemas si no lo aprieto demasiado.
La verdad es que me ha sorprendido que el trajeado me hiciera caso, para él sólo soy una cría insolente y que casi arruina su plan, aunque teniendo en cuenta que podrán detener definitivamente al ruso y a Coleman, supongo que me perdona haberle roto la mini cámara y haber desobedecido sus órdenes, por no mencionar haber metido a Moore en esto sin avisar siquiera —sé que me lo iban a negar de todas formas, así que prefiero actuar con antelación. Además, si ha sido él quien ha sido traicionado, tiene derecho a conocerlo todo. Reprimo las ganas de sonreír, supongo que no estoy hecha para acatar órdenes. Nunca lo he estado.
Me gustaba el FBI porque podía llevar mis propios casos, me suponían un reto entretenido que me ocupaba el tiempo y, si además hacía algo bueno, mucho mejor, aunque al principio no era mi prioridad; en verdad no sé cuál era. Recuerdo que al principio me pasaba la mayor parte del tiempo en el psicólogo para intentar determinar un tratamiento para mi trauma, que no había mejorado durante el tiempo en la academia. Yo sí que era un verdadero reto, pasé por tres psicólogos diferentes antes de dar con el que pudo hablar conmigo, y para ello tuvimos que pelearnos, o más bien él me apuntó con una pistola y yo no pude desarmarle; todo lo que conseguí fueron golpes. Mis superiores no entendían que por cada caso en el que estaba implicada, siempre había algún muerto. Mi miedo me impulsaba a atacar de forma directa en vez de a modo defensivo; no disparaba al hombro para desarmar, sino a la cabeza para matar. Así eliminaba cualquier posibilidad de contraataque. El tratamiento resultó tan efectivo que pasé al otro extremo: me sentía tan superior al resto que ni me molestaba en defenderme, esperaba al momento adecuado para detenerles. Por supuesto, me costó bastantes heridas y sustos, pero me hizo darme cuenta que tampoco podía ir por la vida así, lo que ha resultado como soy ahora: una mezcla de masoquismo e insensibilidad, incluso desprecio, según lo denominaban algunos, por la vida humana.
Amy me mira y llama mi atención tocándome el brazo. Sabe de sobra a dónde me dirijo, y cuando me ve coger el chaleco, asiente complacida. No obstante, aprovecho la calma del lugar, ya que la mayoría de policías siempre van armados y no necesitan esta sala más que para emergencias, para apoyarme en una mesa y disfrutar de un momento de calma.  
¾    ¿Qué te han hecho?
¾    Ese gilipollas me ha tirado por el suelo el orgullo. A la vez que el resto de mí. No me puedo creer que ese haya podido conmigo —digo con desprecio, se supone que estaba entrenada para eso, que era de las mejores.
¾    Bueno, la ropa tampoco te daba demasiada libertad de movimiento; y el orgullo se puede reparar con un duelo al amanecer —intenta reírse.
¾    No me tientes —gruño.
¾    Al, nos diste un susto horrible. Tuvieron que sujetarme.
¾    Me cubrí a tiempo.
¾    Ya veo —me mira fijamente el labio partido—. ¿Y después? —susurra.
¾    Nadie nos oye, no hace falta que hagas eso. Salimos por una ventana y fuimos a que le curaran una herida.
¾    ¿Coleman le hirió? Podríamos usarlo, pero...
¾    Claro, y llevarle como testigo a un juicio. Muy inteligente por tu parte, felicidades —me dirige una mirada herida—. Perdona, no llevo un gran día.
¾    No, tienes razón, ha sido una estupidez —no voy a quitarle razón, pero tampoco hundirla dándosela.
¾    Alex me mintió —suspiro—, aunque supongo que fue una mentira piadosa: le le dispararon en el tiroteo de la otra noche. Y se le volvió a abrir cuando hizo de caballero en su brillante armadura. Hablando de Coleman, ¿cómo está?
¾    Consciente, lo que ya es un logro. Tiene la nariz rota y creo que se le ha soltado algún diente, porque no le deja de sangrar la boca. Moore sabe cómo pegar.
¾    Más bien su furia. Fue horrible verle así, estaba como loco, no respondía a nada. Smirnov tuvo que separarle, yo no podía por mí misma.
¾    No voy a negar que es un tipo peligroso, y tú tampoco puedes hacerlo, por mucho que quieras, pero la verdad es que me tiene confundida —se sienta a mi lado—. Le veo comportarse contigo y es increíble cómo te trata, nadie diría que ha sido capaz de... bueno, de todo.
¾    Y sería capaz de mucho más por la persona adecuada —añado, cabizbaja; no creo que esa haya sido la palabra que quería decir, pero no me salía otra— Además, ¿tú dirías de mí, sólo por verme, que he perdido la cuenta de las personas que he matado y que me da lo mismo? No, ¿verdad? A eso me refiero, cada uno es de determinada manera con cada persona. No te trataré igual a ti que a otro, por mucho que los sentimientos sean los mismos.
¾    No te cansarás de defenderle nunca, ¿verdad?
¾    Lo intenté durante años, y mira dónde he acabado. Quizá sea el destino, quizá esté fuera de nuestras manos, no lo sé.
¾    Es posible. Mientras que no te haga daño, me parecerá bien. Tanto a largo como a corto plazo.
Me dirige una mirada severa antes de levantarse e irse con el resto de policías. Tenemos cosas de las que hablar, y ella lo sabe y está ansiosa por ello, pero como me conoce, prefiere esperar a que estemos solas, sin ningún tipo de vigilancia, para hablar libremente. En casa estaremos más seguras para hablar de lo que queramos, aunque no diré que no me ha sorprendido lo que ha dicho, siempre ha estado tan en contra de todo esto que, verla admitir que es superior a nosotros, es el paso más grande que ha dado en el tiempo que llevamos aquí, y me hace quererla aún más. No es fácil aceptarlo, lo reconozco, pero tampoco negarlo; sé que ella no le conoce como yo, no obstante, verle así, la ha hecho cambiar de parecer a mi favor.
Nos miramos un instante antes de alejarse y me dirijo a una zona tranquila, donde hay una cafetera y algunas mesas altas para dejar las tazas, para relajarme y dejar pasar el tiempo hasta que me indiquen. No puedo simplemente quedarme en esta sala por el resto del día, por muchas ganas que tenga de ello.
No tardan demasiado, no me termino el café cuando el agente jefe me guía por un pasillo hasta la puerta trasera, con coches aparcados esperándonos y cerca de diez agentes con chalecos y pistolas preparados, igual que yo.
¾    No os harán falta —me dirijo a ellos—. No va a haber nadie.
¾    ¿Cómo lo sabes? —responde uno cargando la pistola y señalando la mía de mi cintura.
¾    Informándome. Creo que van demasiado preparados —le digo al jefe.
¾    No pienso arriesgar la vida de mis agentes por conjeturas, lo siento Sanders.
¾    No son conjeturas —rechazo el chaleco que me tiende y Amy lo coge en mi lugar, si lo pienso mejor no es una gran idea—. He estado allí, os aseguro que...
¾    ¿Has estado? ¿Cuándo? —al fin pone verdadero interés en algo que digo.
¾    ¿Me vas a hacer repetir ''Confidencial''? Has dicho que confiarías en mí, y te aseguro que hasta hace una hora estaba despejado.
¾    Entonces, si encontramos los cajones abiertos con tus huellas...
¾    Me inventaré algo, si es lo que quieres, para el juicio. Pero os recuerdo que soy yo quien os tiene que llevar, ¿lo tomas o lo dejas? —tengo claro que su ambición supera a su ética.
¾    No me gustas, niña.
¾    Me lo suelen decir. Tic toc, agente, tengo cosas que hacer.
¾    Sube al coche, te seguimos —asiento y mi compañera me detiene por la muñeca antes de entrar.
¾    Póntelo —me da el chaleco.
¾    Te aseguro que no es necesario.
¾    Por si acaso —cedo casi a la fuerza, quitándoselo de la mano, y me aparto lo suficiente para que no me vea.
Acepto ponérmelo sólo porque no quiero oírla, pero en verdad me duelen las costillas al mover los brazos, al contrario de lo que pensé en un primer momento. Me muerdo el labio para no hacer ningún gesto, y lo consigo bastante bien hasta que vuelvo con mi amiga y tira del belcro para ajustarlo mejor. Cierro un instante los ojos y continúo como si no ocurriera nada.
Por suerte, cuando salí del edificio de Coleman con Alexander pensé en que tendría que volver con la policía y necesitaría una llave, así que salimos por la puerta trasera, la que da a la lavandería y dejé la puerta de una manera que pudiera abrirla de nuevo desde fuera. Les guío hasta allí, intentando que nos vea la menor cantidad de gente posible. La verdad es que me da lo mismo si no les gusta, no pienso poner mi tapadera en peligro, es lo único que tengo.
Hacemos turnos para subir por el ascensor de carga, conmigo en la segunda tanda para asegurarse de que no hay nadie esperando; y a la hora de entrar, soy de los últimos a pesar de haberles llevado hasta allí y conseguido una forma de entrar.
Fuerzan la puerta para entrar de una manera que sólo podría llamar chapucera, casi rompiéndola, pero ese no es mi trabajo, no he de preocuparme por ello. Lo primero que hacen es asegurar el piso a gritos de 'Despejado' y patadas en las puertas. Después me dejan paso libre y miro alrededor, pensando qué voy a abrir y qué no, recordando lo que he visto antes y que no incrimine a quien me interesa. Quito, disimuladamente, el papel que había dejado antes y le indico a Amy que se quede ahí mientras inspecciono el resto de la casa para que no se me olvide. Brown, como me ha susurrado mi compañera que era el jefe, me pide que abra ciertos cajones pero no le permito mirar hasta que yo no lo hago primero. Es estúpido, lo sé, pero quiero asegurarme de que Alex estará a salvo.
El registro resulta cansado, no paran de hacerme preguntas y de darme órdenes que tengo que acatar sin excepción. Lo peor es cuando llegamos al dormitorio, tengo que estar pendiente de cada movimiento que realizan, de cada documento que encuentran. Cuando ven un contrato referido a prostitutas con la firma de Alexander, todos me miran, especialmente Brown, pues en el resto de papeles cualquiera podría haber puesto su nombre, pero la firma es algo definitivo, algo que le inculpa más que nada.
¾    La firma de Moore —dice en voz alta, refiriéndose a mí especialmente.
Se acerca a mí, que estoy apoyada en el marco de la puerta con los brazos cruzados y con Amy a mi lado con su mano en mi hombro en muestra de silencioso y sutil apoyo. Mi expresión no ha cambiado cuando me lo ha dicho, así que quiere comprobar lo que estaba pensando. Me cuesta mantener la calma todo lo que aparento, por dentro el corazón me va a mil, pensando qué voy a hacer para arreglar esto, para jugar a dos bandas sin que lo parezca ni que lo sea por completo. Tendré que pedir ayuda a mi amiga, pero no sé hasta dónde me ayudará, a pesar de la revelación de antes.
¾    Tú ya lo sabías, ¿verdad? Entonces, ¿por qué no los quitaste?
¾    Trabajo para la policía, no para él —le mantengo la mirada.
¾    Pero aun así le estás protegiendo.
¾    Si te hace ilusión que te diga que sí, claro, ¿por qué no?
¾    Esto lo hace oficial. Sabes lo que la firma significa.
¾    Es falsa —me miro las uñas descascarilladas, perdiendo interés aunque en verdad esté temblando.
¾    ¿Cómo lo sabes?
¾    Lo sé.
¾    Sin ninguna otra con la que compararla, es culpable.
¾    ¿Qué hay de Coleman diciendo que es una marioneta? Eso lo grabasteis.
¾    La cámara está dañada, no sabemos si podremos recuperar las imágenes.
¾    Qué oportuno —murmuro.
¾    Haznos un favor y dinos: ¿hay algo más que podamos encontrar? ¿O le vas a encubrir?
¾    Si quisiera encubrirle, me habría deshecho de esos papeles, como bien has dicho. No hay nada más que os interese.
¾    ¿Y a ti? —adivina mis pensamientos.
¾    Quizá sí, quizá no. ¿Quién sabe? —sé que le estoy exasperando, y la verdad es que es bastante divertido.
¾    Has hecho esto para que no busquemos huellas, ¿verdad? Porque las tuyas no serían las únicas.
¾    ¿En serio vas a hacerme repetir la palabra mágica con C otra vez? Recoge todo esto lo más rápido que puedas y vete. Yo te he ayudado, haz tú lo mismo.
¾    Odio a esta cría —murmura.
No obstante, me obedece sin rechistar. Lo que estamos haciendo aquí es prácticamente ilegal, y depende de mí para hacerlo posible y que lo acepten en un tribunal. Creo que no está en posición de llevarme la contraria, al fin soy yo quien tiene las riendas, y la verdad se siente muy bien, más de lo que debería. Me da cierta confianza en mí misma, me ayuda a pensar con claridad, por loco que suene.
Recogen las cosas que les interesan, metiéndolas en sus bolsas de pruebas, y salen por donde han entrado, prometiéndome que nos dejarán un coche con el que poder irnos. Amy se pasea por el piso, revisando lo poco que han dejado, lo cual está tirado por el suelo, mesas y cama. No paro de pensar en qué hacer a continuación, deberíamos irnos a casa, relajarnos en la piscina, o simplemente tumbarnos en el sofá, pero no podemos hacerlo, no hasta que no hayamos terminado con todo; y algo me dice que nunca terminaremos.
¾    Es un sitio caro —observa mi compañera.
¾    Nos han dicho que se lo compró hace poco, a lo mejor encontramos algo mirando a nombre de quién está — miro alrededor.
¾    Estás muy segura de que Moore no tiene nada que ver.
¾    Confío en él —me encojo de hombros—. Y sé lo que me vas a decir, pero no puedo hacer nada.
¾    Lo peor de todo es que estás haciendo que no le vea tan malo —fuerza una sonrisa.
¾    Porque no lo es. Florida está dividida en distritos, y cada uno lo lleva alguien diferente con su propia versión. Él simplemente cree lo que le dicen.
¾    Entonces es estúpido —levanta la mirada en mi dirección.
¾     En esto sí, bastante. Tenemos que empezar de nuevo el caso de las chicas.
¾    ¿Por qué? ¿Porque es idiota?
¾    No, Amy, por esto.
Abro el cajón para sacar la carpeta y dársela a mi compañera, y cuando la pone sobre la mesa parece más ancha y pesada que antes. Comienza a hojearla y separar los contenidos en silencio, concentrada observando con detalle cada fotografía. Aquí se ve el adiestramiento policial, le da igual que las fotografías sean de prostitutas o indecorosas, son importantes para el caso y podrían resultar cruciales; me encantaría ser capaz de algo así, sin embargo, sé que mis emociones nublan mi juicio demasiadas veces.
Cuando llega al apartado con las iniciales me mira directamente, con incluso temor en los ojos. Siente lo mismo que yo cuando lo vi, terror por si lo que contiene puede ponernos en peligro, pero por suerte no hay nada mío a excepción del nombre. Abro la carpeta para que lo que hay dentro la tranquilice respecto a nosotras, pero ver que de momento estamos a salvo no alivia su expresión, continúa igual de seria que hace un instante. Pasa las fotografías de las chicas y el resto de hojas frenéticamente, desordenándolo todo sin ser consciente de ello. La agarro por los brazos para que se detenga y me mira profundamente a los ojos, como si me viera por primera vez.
¾    Al, esto...
¾    Lo cambia todo, lo sé.
¾    No. Este tipo las mató al mes de estar con Moore, tú no tardarías en ser la siguiente, de hecho llevas mucho más tiempo. Me da igual si se lo ordena alguien o no, no pienso dejar que sigas en peligro.
¾    Por eso le hemos detenido —hablo con voz dulce para calmarla—. No tengo que decirte que Alex no tiene nada que ver, ya viste cómo se puso, así que no tienes que preocuparte. Me protegerá.
¾    ¿De qué? ¿De él mismo?
¾    De todo lo que pueda. Nos llevamos los papeles a casa, no quiero cabos sueltos.
Los recogemos juntas en un momento, haciendo alarde del entrenamiento y compenetración que hemos desarrollado a lo largo del tiempo. A la salida, resulta que Brown ha decidido quedarse para cubrirme las espaldas, no obstante, nadie hace preguntas, cosa que agradezco, pues no pienso responderlas. Tampoco es que sea de su incumbencia, cada uno ve por el bien de su propio caso y me parece apropiado mientras que no se entrometan en el mío. Parece que Brown no ha terminado de comprender eso, sin embargo, aprecio el gesto de preocuparse por mi seguridad, por poco que me guste sentirme vigilada como él hace.
Cedo a ir a la comisaría porque tengo algo que llevar a cabo mi plan allí, ya que con todo esto he tenido que aplazarlo, pero en cuanto termine pienso encerrarme en casa con los papeles nuevos, haciendo copias y resúmenes como siempre y apuntando cada una de mis ideas, pues ninguna puede resultar disparatada en el momento adecuado.
El ajetreo de la comisaría resulta tranquilizador, saber que no soy la única que se encuentra en un momento frenético de su vida, aunque podría asegurar que cuando termine su jornada de trabajo se irán a casa con su familia y abandonarán todo hasta el día siguiente, sin embargo yo no puedo decir lo mismo, mi casa sólo es una parte más de mi trabajo, no sé si tengo una verdadera familia, ni si mi jornada de trabajo terminará alguna vez. Aunque reconozco que tengo algunos momentos de relax, gracias a Alex, por supuesto, pero es la misma razón que me provoca el peor estrés. Aunque mis sentimientos también están luchando por ocupar ese puesto.
Nosotras vamos en un coche aparte de vuelta, ya que algunos policías se han quedado allí para asegurarse de que no entre nadie más. Nos mantenemos en silencio, cada una sumida en sus pensamientos y conjeturas, quizá. Ahora mi mente está centrada en qué haré o qué diré cuando llegue allí; tengo una idea general pero nada en concreto. El efecto de los calmantes me ayuda a poder quitarme el chaleco en el aparcamiento sin demasiado dolor, tan sólo una ligera molestia. No obstante, el moratón se ha ido expandiendo y cuando se me levanta la blusa, se me deja ver por entre los huecos de los botones. No me habría dado cuenta de no ser por el cambio de expresión de mi amiga, la cual me coge en seguida del brazo, separándome del resto. Me dejo guiar sin rechistar, sé que no serviría de nada más que para discutir y la verdad no me apetece justo ahora. Parece conocerse bastante bien todo; mientras yo estaba con Alex, ella se ha pasado todo ese tiempo aquí, encerrada con todas las investigaciones posibles abiertas para intentar garantizar mi seguridad. Quizá yo esté sufriendo por mis propios motivos, pero ella tampoco lo está pasando bien, ha sido arrastrada, y aunque tenga recompensas en el futuro, quizá no valgan la pena, quizá no haya pensado en ello y se vio empujada a aceptar las condiciones por mí, por no dejarme sola. No la merezco, a menudo la trato como si fuera una carga, cuando debería ser al contrario, pues sin ella yo me habría metido en muchos más problemas y no podría salir de la mayoría de los que ya estoy.
Acabamos en una pequeña enfermería, con una camilla a un lado, los utensilios más simples, y un escritorio con un ordenador al lado contrario. El médico sentado en éste, con el uniforme de policía y bata, nos inspecciona con la mirada antes de indicarnos que pasemos. Ella le dice que se centre en mí y me manda sentarme en la camilla mientras escribe en el ordenador, pero para en cuanto dice en tono amenazante que no necesita mi nombre para un simple chequeo. Me gusta esta Amy.

Me hace pruebas simples como de respiración, apretándome donde me duele —parece que los calmantes no han hecho tanto efecto como pensaba—, moviéndome y colocando mis extremidades en distintas posiciones para asegurarse de que no tengo nada roto. Me comunica que sólo tengo las costillas magulladas y que con una pomada y bastantes calmantes se curará en no mucho tiempo. Por supuesto, nada de esfuerzos, pero yo me pregunto qué tomará él como tal, a lo mejor correr o disparar, no obstante si se da la ocasión lo haré de igual manera. 

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