Amy aceptó sorprendentemente rápido la oportunidad
de formar parte de una misión así de peligrosa y exigente. Quizá lo ha hecho
para protegerme o se lo ha tomado como un reto personal, porque no es una
persona tan ambiciosa como para pensar que si sale bien existe una remota
posibilidad de que la asciendan, no se pondría en riesgo sólo por eso, tiene
que haber algún motivo que no me quiere decir y tampoco voy a presionarla.
Por otro lado, quería decirle a Patrick que estaré fuera
durante un tiempo y que lo más seguro es que no pueda mandarle más dinero, y
mucho menos hablar, por la seguridad de ambos, pero se ha negado a hablar
conmigo desde que le dije lo del compromiso a pesar de que no he parado de
intentarlo, visitándole en casa o llamándole al teléfono, nunca está
disponible. Sinceramente, si se ha enfadado por que continúe con mi vida, es su
problema, yo no voy a dejar de avanzar por sus sentimientos.
La parte buena de que David sea marine, es que conoce los
problemas del ejército y de la policía; por ello no se ha tomado tan mal como
pensaba la misión, aunque quizá influya que le hemos contado que tan sólo es
una misión de reconocimiento y que, una vez recopilado la información
necesaria, volveremos sanas y salvas. No mencionamos absolutamente nada de
Moore. Al llegar a casa ese mismo día, hubo cierta tensión, yo no estaba de
humor para disculparme y a él todavía le duraba el enfado, sin embargo, cuando
Joe llamó para hablar sobre Amy, no tuve más remedio que contárselo, aunque por
suerte con cierta ayuda, gracias a lo que yo creo que no se lo demasiado mal.
Cierto que salió de casa y volvió un par de horas más tarde, pero pareció
asumirlo un poco y acabamos haciendo el amor —nuestra relación empieza a
resumirse a eso; a lo mejor la separación no nos vendrá del todo mal.
El viaje no fue directo ni mucho menos. Antes de ir a
Florida, pasamos una temporada en un centro de entrenamiento para ponernos a
punto, tanto en la obtención de pruebas y físicamente como en el uso de
tecnologías para entrar en ordenadores, webs, etc., sin ser rastreadas y conseguir
lo que necesitemos. Tan útil como peligroso.
Desde que nos fuimos no se nos permitió contactar con nadie
de fuera de la misión, de modo que, antes siquiera de comenzar, ya llevábamos
apartadas de nuestros seres queridos cerca de un mes; por no decir lo agotador
que ha resultado. Así que, el último día allí, dedicado al aspecto de nuestra
tapadera, es un verdadero alivio. No obstante, en cuanto terminemos con Paolo
—he pedido expresamente que sea él quien se ocupe de nosotras, aunque yo basta
con devolverme mi pelo natural—, cogeremos un avión que nos lleve a Miami y dar
oficialmente comienzo a todo.
Estamos esperándole en un piso franco, el mismo en el que me
entrené cuando vine a la ciudad siete años atrás, parece ser que están escasos
de presupuesto para variar un poco las cosas, pues todo sigue exactamente igual
a como lo dejé. Aunque creo que no viene mal ahora mismo para recordar lo que
tuve que pasar y cómo no hacer las cosas, no sé si odio o tengo aprecio a los
recuerdos que me inundan, tan sólo sé que no puedo estarme quieta, y no soy la
única. Amy no confía en el que fue mi estilista y no está segura de que sea la
mejor opción, a diferencia de mí. Si pudo convertir a una pandillera en una
niña pija, podrá con cualquier cosa. Y estoy segura de que se alegrará de que
esté viva. Mi compañera se dedica a pasear de un lado a otro del salón mientras
yo miro por la ventana, expectante, y he de reconocer que también estoy algo
nerviosa.
— Se
está retrasando —comenta—. No se puede hacer esperar a la CIA.
— Se
te ha subido un poco a la cabeza, ¿no? Tranquilízate, podemos esperar.
— No,
no podemos. Tenemos el vuelo en diez horas.
— Cualquiera
diría que son diez minutos. ¿Por qué no aprovechas el tiempo y repasas tu
tapadera en vez de quejarte tanto?
— Me
la sé de memoria, Al —dice con un suspiro cansado.
— Pues
repítemela. Necesito sabérmela bien.
— No
soy una cría —insisto con la mirada. Será mejor que se distraiga—. Amélie Dubois —comienza a redactar con tono cansino—,
nací en París, me mudé a Nueva York de bebé, te conocí en el internado de
Carolina del Norte, fui con una beca, nos reencontramos en Marsella de
vacaciones y mejores amigas para siempre por arte de magia. Estudié periodismo
en la Universidad de París y ahora me dedico a vivir la vida con mi amiga ricachona.
¿Contenta?
— Mucho,
gracias. Acabarás cambiándola sobre la marcha, así que no estés tan segura de
que con eso lo tienes hecho.
— ¿Y
tú? ¿La tienes preparada?
— ¿Qué
tengo que preparar? —me río con ironía— Hui a Marsella. He viajado por el mundo
y he acabado en Miami. Punto.
— Podrías
haber dicho que has estudiado algo, como yo.
— Eso
supondría estudiarlo de verdad, así que paso. Tengo suficiente con mis idiomas.
— ¿Tienes
miedo? Ya sabes, de que te descubran.
— No
será mucho peor que la última vez —he aprendido a mentir muy bien—. La Agencia
lo tiene localizado, sólo tenemos que hacer que se entere de que estoy…bueno,
que Du’Fromagge está en la ciudad, y él mismo se encargará de buscarla. Luego
será igual que antes: engañarle para que confíe en mí y conseguir toda la
información posible para acabar con esto de raíz —finalizo con un suspiro.
En realidad sé que no va a ser así de fácil ni en broma. Me
costará muchísimo que vuelva a confiar en mí y no estoy segura de que me quiera
viva, si son ciertos los más que rumores de que ha sido él —o su mafia, que es
lo mismo a fin de cuentas— quien se ha encargado de las chicas, especialmente
de la francesa, la verdad es que da bastante miedo; no parece que se haya
convertido en un gran tipo. Sí, es cierto que me buscará, pero no espero que sea
para volver a estar juntos.
— Pan
comido —Amy suspira mirando al suelo.
— Volverás
a casa, por eso no te preocupes —adivino lo que de verdad está pensando, seré
yo quien dará la cara, así que debería estar contenta—. Ya viene.
Me aparto de la ventana y abro la puerta antes de que llame.
No ha podido llegar en mejor momento, las dudas antes de comenzar este tipo de
misiones son lo más normal, y conozco su situación, necesitas respuestas, pero esta
vez soy yo quien debe darlas, y no tengo ni idea. Ahora comprendo las charlas
motivadoras de los que se hicieron pasar por mis padres, no querían preocuparme
de más, porque ni siquiera ellos tenían ni idea de lo que decir, y seguramente
la verdad sería mucho peor.
Lo primero que hace Paolo es mirarme de arriba abajo, y
cuando se ha dado por satisfecho, decide abrazarme con fuerza, de una manera
que sólo un viejo amigo haría, y de alguna manera lo somos, conoce lo que pasé
y se compadece, pero no deja que se le escape nada de ello, sino que lo transforma
en comprensión e incluso apoyo. Es un buen hombre, de manera que noto una parte
de mi corazón romperse cuando veo que la vida no le ha tratado especialmente
bien, se le ha caído el poco pelo que le quedaba y ha ganado peso
considerablemente; yo, por mi parte, tan sólo tengo más cicatrices y más
curvas; he madurado, en general.
— Estás
preciosa, Principessa —dice con una
sonrisa.
— Gracias,
Paolo. Me alegro de verte bien, en serio. Llegué a temer por ti —le confieso.
— Querida,
aún queda mucho del Gran Paolo para el mundo.
Me hace soltar una leve carcajada antes de invitarle a
entrar y hacer las presentaciones.
Rápidamente nos ponemos manos a la obra, Amy tampoco quiere
implicarse mucho, y no puedo evitar sentir nostalgia cuando se escandaliza por
las marcas que adornan mi cuerpo —casi puedo perder la cuenta—: muñeca, hombro,
abdomen, costado, parte baja de la espalda… La mayoría son quemaduras por balas
donde el chaleco no alcanzaba o por no llevarlo, como acostumbro a hacer.
Estaba preparado para las emocionales, pero ni de lejos para todas estas. Por
suerte o desgracia, mi apariencia engaña.
Paolo arregla a mi compañera primero y le da unos consejos
para seguir con el estilo de ''niña rica, casi exactos a los que me dio en su
momento, y, dado que todavía me acuerdo a la perfección y sé cómo aplicarlos
fácilmente, se limita a devolverle el brillo dorado a mi pelo y a darme algún
consejo de maquillaje para resaltar mis ojos y poder conquistarle de nuevo. Si
supiera en el verdadero lío que me han metido, me enseñaría cómo cambiar mis
facciones en una emergencia.
En total pasamos cerca de tres horas en las cuales nos
ponemos al día de lo que ha sido de nuestras vidas durante los años pasados: él
ha abierto una peluquería en el barrio más exclusivo de la zona y ha conseguido
captar clientes como grandes estrellas de la música y del cine. Me pregunto
cómo alguien así accede a intervenir en asuntos del Gobierno, cuando lo más
seguro para él sería simplemente rechazarlo, tiene mucho que perder y
arriesgar; no obstante, no es momento para preguntarlo, y si ha decidido
hacerlo, es asunto suyo. Decidí contarle la verdad sobre mi vida, incluida la
sentimental —creo que es la única que le interesa de verdad—, de modo que cuando
le dije lo del compromiso empezó a llorar, insistiendo en que era porque se
alegraba de que hubiese podido rehacer mi vida, pero algo en sus ojos me decía
que estaba mintiendo. Siempre ha sido muy dramático para este tipo de asuntos,
y no esperaba menos de él.
Nos despedimos con otro abrazo, esta vez algo más difícil
que el anterior, y me susurra:
Agradezco su
arrebato de sinceridad, ya basta de falsa alegría. Sabe a lo que me enfrento, a
que será difícil y arriesgado, y hemos creado un lazo curioso entre ambos, de
alguna manera él fue quien creó a Du'Fromagge con su ropa, maneras, peinado...
Solas en la
casa, tantos recuerdos juntos me ahogan, y aunque podemos dormir unas horas, no
soporto estar ahí dentro por más tiempo. Cuando llegamos dejé mis cosas en la
habitación que había ocupado anteriormente por pura inercia, ni siquiera lo
pensé, de manera que ella cogió la de matrimonio; y sentarme en esa cama es
recordar el final de todo, el tiempo sin comer, la debilidad, la tristeza , la
culpabilidad, Patrick...
Salgo de la
casa, en principio sólo a pasear, no obstante, mi propio cuerpo acaba
necesitando más acción, correr para no pensar, huir de mí misma tan rápido como
me sea posible.
Una vez en Miami, un coche, cuyo conductor no logramos ver,
ni él a nosotras, nos lleva hasta una pequeña mansión de dos plantas al lado de
la costa, por supuesto en una zona exclusiva o no estaría de acuerdo con
nuestras tapaderas. No es que me queje, pero reconozco que me hubiera gustado
algo más discreto; me guste o no, será nuestro hogar de ahora en adelante, y
Amy parece estar totalmente de acuerdo con ello, nunca ha estado en lugares de
lujo y quiere disfrutarlo; por mi parte, cuando el lujo significa todo lo del
pasado, buscas la sencillez más absoluta. Un agente nos espera allí con las
llaves y nos explica lo que deberíamos hacer en el tiempo que pasaríamos junto
a lo que dispone la casa: conexión a Internet segura, cámaras en la entrada,
sistema antirrobo, dobles fondos en prácticamente cada cajón y armario... Una
vez que se hubo asegurado de que lo habíamos entendido a la perfección,
decidimos aprovechar la oportunidad y preguntar si será nuestro contacto con la
Agencia, al principio nos dijeron que tendríamos uno pero no hemos vuelto a oír
nada al respecto.
— No,
afrontaréis esto solas. He sido informado de que una de vosotras dos acabó con
Ronald Moore y está en grave peligro, lo siento, no tengo jurisdicción aquí.
— ¿Cuánto
es ''grave peligro''? —Amy intenta ocultar su temor en vano.
— Entonces
eres tú —me mira—. No sé si felicitarte por lo que hiciste o llamarte suicida
—me entrega las llaves.
— Yo
optaría por la segunda —repongo, tan seria como lo requiere la situación.
— No
me ha respondido —Amy insiste.
— Estaremos
bien —la miro para tranquilizarla.
— Ese
tipo está loco, Al. Si ha sido capaz de todo lo que sabemos, imagínate si
encuentra a quien traicionó a su padre.
— Él
no sabe nada, así que no hay de qué preocuparse.
— De
ahora en adelante no quiero más mentiras ni que ocultes nada. Iremos juntas a
donde sea, no pienso dejar que ese tipo te ponga una mano encima.
— No
sé si recuerdas que en eso consiste mi misión.
— Me
parece que ya no tengo nada que hacer aquí. Recibiréis noticias pronto, de
momento pasad desapercibidas. Suerte —el agente se despide y nos deja solas.
Nos instalamos poco a poco, revisando cada doble fondo y
decidiendo un posible uso, dependiendo del lugar y de la accesibilidad, y por
suerte no tardamos demasiado en ponernos de acuerdo. Colocamos las fotografías
falsas que un equipo especializado de la Agencia se ha dedicado a crear en
lugares salteados de la casa, la mayoría son de nosotras de jóvenes, juntas y
con familiares. Bajo petición expresa, yo no tengo de las últimas, tan sólo un
par con ''Amy'' en Marsella y París. No quiero que se vea que he estado en más
lugares del mundo, no miraré ni un sólo dato más sobre lugares a los que
seguramente nunca vaya y que deba hacer como que son maravillosos.
Al cabo de las horas, no sé cuántas, llaman a la puerta y
encontramos un sobre tamaño folio cerrado con varios sellos y un
''Confidencial'' escrito en grande. No sé si sorprenderme o suspirar por lo predecible
que es, esperaba algo más moderno, la verdad. El sobre contiene la suficiente
información como para ponerse al día respecto a Moore, y reconozco la carpeta
en cuanto la saco: es la misma que la que estaba donde los informes del día
antes de irme y que me encontré aquella chica. No obstante, no hay demasiada
información útil con la que empezar, la mayoría son actividades que han visto
haciendo a Moore: hacer deporte por la calle, ir a la playa, asistir a fiestas
de alto postín… Nada raro, en general. Por lo que no debería ser difícil llamar
su atención, aunque explican detalladamente las veces que han intentado
acercarse a él y alguno de sus guardaespaldas de incógnito se lo ha impedido.
Por ello me necesitan a mí, si me ve antes que sus matones, él no me negará al
menos hablar tranquilamente, no se mancharía las manos de esa manera. Estoy
segura de que lo necesita más que yo.
— Al
—Amy reclama mi atención.
— ¿Qué?
—pregunto distraída.
— Creo
que no te vendría mal mirar esto —me tiende unos papeles y me obligo a apartar
la vista del relato de lo que ocurrió al último agente que descubrieron. Ha
sido todo un detalle dejar el informe de la autopsia.
Los papeles resultan ser fotografías de un hombre joven y de
pelo negro que no tardo en reconocer. A pesar del tiempo, no ha cambiado tanto
como esperaba. En todas está vestido con traje y corbata y lleva gafas de sol
que ocultan sus ojos azul claro; incluso en algunas lleva un sombrero a juego
con la ropa para ocultarle el rostro. Más alto incluso de lo que recordaba,
parece también más musculoso bajo los pliegues del traje y la camiseta de
deporte que lleva en tan sólo una fotografía.
No me extraña que se haya convertido en un adulto atractivo,
ya lo era de joven, pero ahora tiene un aire de seriedad que le hace mucho más
distinto de lo que me esperaba. Siempre correcto y distante, en ninguna
fotografía está más cerca de diez metros de nadie, y si lo está, es de un chico
de más o menos mi edad, aparentemente más despreocupado, pero con la misma
postura en muchas ocasiones. Quizá haya cogido un protegido, no sería raro,
pero hemos de informar y tener más cuidado.
No obstante, en una imagen de cerca, casi diría de un primer
plano, tiene las gafas de sol quitadas, y sus ojos celestes resaltan en la tez
bronceada más que antes, aunque son fríos, sin sentimientos reflejados. Tengo
que tomar aire para aceptarlo. Ya no queda nada del que conocí, cuya mirada
hablaba mejor que su boca, y creo que a este ritmo tampoco quedará nada de mí.
No me doy cuenta de cuánto tiempo estoy mirándole hasta que Amy me saca de mis
pensamientos.
— A
alguien le sientan bien los años ¿eh? Mírale, es... —suspira tras quitarme las
fotografías de la mano.
— Nuestro
objetivo —le recuerdo.
— Un
objetivo realmente atractivo. ¿Estuviste con él? —aparta la fotos para mirarme
a los ojos.
— Estuvimos
saliendo.
— No
me refería a eso —añade con una mirada pícara.
— Ya
me lo suponía.
— Venga,
Al, se quedará entre nosotras.
— No
pienso hablar de ello —me levanto de la silla, intentando huir.
— Eso
es un sí —me sonríe—. Y dime, ¿cómo es? Porque con ese cuerpo tiene que ser una
máquina.
— Amy,
ya basta —resoplo.
— Aunque,
bueno, teniendo en cuenta que estás con David…
— Exacto.
No pienso hablar de cuando me acosté con Moore estando prometida.
— Pues
vaya. Me parece que todavía tienes un largo camino si quieres seguir con esto.
Odio reconocerlo, pero tiene razón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario