Translate

sábado, 13 de febrero de 2016

Capítulo 5

    Me has metido en un buen lío.
    No era mi intención, lo siento. No te enfades, Alice.
    ¿Cómo no me voy a enfadar? Te estaba señalando a la tipa esa, estaban intentando decírtelo y vas tú y sigues. Y además te pones chulo. ¿Tienes idea de lo que me puede costar lo que has hecho? Como mínimo que me suspendan; y lo normal sería que me despidieran.
    No te pueden despedir por eso, sólo he pasado a saludarte; si lo hacen será porque les habrás dado más motivos.
    Vaya, gracias por tu apoyo —me aparto de él.
    Sólo digo la verdad. No te pongas en lo peor, sólo he pasado a saludarte. Joe sabrá mover los hilos para que sea una falta.
    El capitán Roberts no puede hacer nada, Asuntos Internos es prácticamente independiente.
    No pienses más en ello; ya veremos qué pasa ¿vale? —me mira y me tranquilizo un poco.
Al fin y al cabo soy una de las mejores agentes y mi equipo ha solucionado más casos que cualquier otro; por no mencionar que si tengo razón en lo referente a lo que se nos viene encima, me necesitan.
Doyle se ha ido en cuanto ha empezado a anochecer, pero eso no ha reducido tensión. Ha estado hablando con mi jefe a solas un buen rato tras observar la pizarra en la que teníamos conectadas a todas las víctimas y me temo que haya llegado a la conclusión de que se me ha ido la cabeza definitivamente y estoy arrastrando al resto. Al menos no me ha vuelto a hacer comentarios sobre David ni nada por el estilo, de hecho no me ha hablado en absoluto. Supongo que ya debe dar el caso por perdido.
    ¿De quién es la chaqueta? —me mira de reojo mientras conduce.
    De…George. Me la dejó el otro día porque hacía frío.
    No parece de su estilo.
    Es de cuando era joven. Mi hermano ha llamado —intento cambiar de tema.
    ¿Has hablado con tus padres?
    No. ¿A qué viene eso?
    A nada, como has hablado con tu hermano…pensé que quizá te había convencido de que les llamaras.
    No tengo nada que hablar con ellos.
    Espero que después de esta noche sí… —murmura.
    ¿Dónde vamos?
    A un sitio.
    Hasta ahí llego —se ríe—. Ahora en serio, dímelo.
    ¿Es que no aguantas una sorpresa?
    ¿Qué está tramando capitán Williams?
    Ya lo verás.
Llegamos a un restaurante, de los más caros de la ciudad, lleno de lujos. Ya entiendo el porqué él va de traje y me ha hecho ponerme un vestido que ni siquiera recordaba tener y que me había regalado tiempo atrás. Comentamos el día —por supuesto elimino las visitas a PJ. David es bastante celoso y no le gusta que esté con otros hombres sin él. Supongo que es porque me quiere tanto que se siente inseguro—, incluyendo su ascenso a capitán de corbeta, que equivale a comandante. Cuando vamos a brindar por la buena noticia, un camarero trae un par de copas de champán y él pone sobre la mesa una pequeña caja cuadrada. No puedo creérmelo. Todos me lo estaban insinuando, incluso avisando, sin embargo yo no quería escuchar, prefería confiar en que no sería capaz de hacerlo todavía, que esperaría un tiempo. Llevamos saliendo dos años y él… No, no puede ser. De verdad que no me merezco tanta atención, ni nada de esto. Sinceramente es demasiado. Abre la caja y me ofrece directamente el anillo. No consigo reaccionar. Pensaba que estaría preparada para el momento en que esto sucediera por lo bien que le conozco, mas, otra vez, estoy equivocada.
Él nunca ha sido de dar discursos, y hoy tampoco lo va a ser. Sólo me mira, con una flamante sonrisa a la que no puedo negarme, no después del día tan horrible que he tenido hoy y cómo ha venido para intentar ayudar, aunque saliera mal. Y bueno, como yo tampoco destaco precisamente por expresar bien mis sentimientos, y mucho menos con palabras, le abrazo con una sonrisa, dejando que todas las dudas salgan fuera y convenciéndome de que él es el hombre de mi vida: es dulce, maduro, con un trabajo estable, entiende por lo que tuve que pasar, me quiere…
Para continuar con la costumbre que nos caracteriza y parece pasar a tradición, después de llegar a casa, dejamos fluir las emociones en la cama. Siempre acabamos las veladas así, al fin  y al cabo somos personas adultas y, si no fuera por el cuidado especial que pongo yo, ya estaría embarazada de hace tiempo. Prefiero no formar una familia por el momento, nuestros trabajos son demasiado peligrosos como para traer a alguien al mundo. Y tampoco estoy dispuesta a que algo o alguien me lo arrebate, sería más de lo que podría soportar. Me derrumbé hasta el extremo al morir Lily, que ni siquiera era mi verdadera hermana y que llevaba alrededor de un año con ella, así que no quiero imaginar lo que pasaría o lo que llegaría a hacer por un hijo. David sí quiere, y cuanto antes mejor, no obstante, es en eso en lo único que chocamos. Yo no me veo capaz y él deposita demasiada confianza en mí. Ocurrirá cuando yo me sienta preparada y dispuesta. El niño crecería solo, casi sin familia y tampoco quiero que sea así.
Los padres de David murieron en un accidente aéreo cuando era pequeño y sus tíos se hicieron cargo de él en Washington al sentirse sus abuelos demasiado débiles. En lo que respecta a mi familia, no tengo contacto con tíos desde hace bastante tiempo y me niego a hablar con mis padres. Sé que mi hermano sufre por esto último, pero no puede remediar nada. Él es el único con que mantengo el contacto y porque insiste en llamarme de vez en cuando para comentar qué tal me va en la ciudad y contarme cómo está su precioso bebé que, calculo, tendrá alrededor de un año. Sólo él y quizá mi equipo merezcan que les cuente que estoy prometida.
Los del barrio… me gustaría saber sobre Hood, pero sería demasiado doloroso descubrir que siguiera con su novia, la que me traicionó, o que, por decirlo así, ya no está; del resto, excepto de Pat, el anteriormente conocido como PJ, no sé nada más. Creo que Bells aprovechó su físico para meterse al ejército y asegurarse la comida.
Debería decirle a Pat lo que ha pasado esta noche y, ya de paso, devolverle la chaqueta y asegurarme de que ha cumplido su promesa de no quemar los cuadros.

Giro el anillo con nerviosismo mientras subo las escaleras. Han pasado un par de semanas desde que me lo pidió y todavía no me hago a la idea de que me vaya a casar, teniendo en cuenta que los más allegados a mí ya lo saben; excepto él y mi hermano, que vamos a visitarle mañana, es decir, sólo mi equipo y mi jefe, pero principalmente porque me ven al anillo a diario. Llamo a la puerta y al rato, una mujer que no conozco la abre vestida tan sólo con una camiseta que sí se me hace familiar.
    ¿Qué quieres? —me pregunta con desconfianza.
    Yo…déjalo. Vendré más tarde.
    ¿Eres su novia? —la mirada de desprecio ha pasado a ser de curiosidad.
    Am… no. ¿Y tú?
    A lo mejor.
    ¿Quién es? —le oigo gritar.
    No me lo quiere decir —responde de igual manera.
Aparece vestido con unos viejos pantalones de chándal y rascándose el estómago. La cara de sueño desvela su cansancio, seguramente de no dormir, igual que las ojeras. Me reconoce al instante y manda recoger sus cosas del salón a la chica de antes para poder estar tranquilos, no obstante, le sigue adentro y todo lo que hace es quitar unos vaqueros del sofá para ponérselos.
    No sé cómo te apañas, pero siempre me pillas igual —intenta sonreírme a pesar de su incomodidad.
    Será porque no haces otra cosa que estar con mujeres.
    ¿Celosa? —se acerca para darme un pequeño abrazo.
    Más quisieras —le guiño el ojo y le aparto. Parece que se fija en mi mano.
    Te dije que cuando estuviese terminado te avisaría.
Su invitada se sienta a su lado, cogiéndole del brazo en muestra de posesión, además de besarle la mandíbula mientras me mira para ver mi reacción. Me resulta bastante patético, pero teniendo en cuenta su edad, tampoco se lo tendré en cuenta. Este chico no hace más que confundirme, un día está con una mujer adulta de cerca de cuarenta y otro con una cría que apenas ha salido de la adolescencia.
    Déjanos solos —ella asiente y hace caso a regañadientes sin apartar la mirada de mí.
    Qué autoridad —observo.
    Sabe lo que quiero.
    Voy a hacer que no he oído nada —me responde con una risa—. Y que es mayor de edad, porque no estoy segura de que sea legal.
    Mejor, agente. No me importaba que te quedases con la sudadera, por cierto.
    A mí sí; y a David también.
    Odio decir que le entiendo, se te deben acercar muchos tíos. ¿Es muy celoso?
    Lo normal —«supongo».
    ¿A qué venías? Porque los dos sabemos que no por eso —señala la sudadera.
    No creo que sea buen momento para contártelo —consigo decir después de tomar una gran bocanada de aire.
    ¿Qué ha pasado?
    Nada malo, o eso creo…
    Venga —me anima.
Mi respuesta se transforma en alzar la mano como en señal de disculpa, aunque dejando ver el anillo de oro con una piedra blanca en el medio y otras pequeñas y alargadas en rojo adornando el resto de la circunferencia, intercaladas para dejar ver la superficie.
Prefiero cerrar los ojos y no ver su expresión. A pesar de ello, siento cómo se levanta del sofá y anda por la habitación. Me armo de valor para abrirlos de nuevo y mirarle a la cara. No he hecho nada malo ¿no?
    ¿Pat? —para de dar vueltas— Patrick, contesta.
    ¿Cuándo fue? —no se gira.
    Al salir del trabajo —no ha pedido un día exacto, y esto es lo que menos daño le hará—. No sabía cómo decírtelo.
    ¿El qué? ¿Que la mujer de la que llevo toda la vida enamorado se va a casar con el último que ha venido?
    Llevamos dos años juntos y creemos que es el momento de formalizar —me excuso.
    ¿Vosotros, o él? Porque el otro día no estabas tan segura.
    Aún no me lo había planteado.
    No mientas, por favor. Sí que lo habías hecho; y no querías hacerlo, Alice, te conozco.
    Él me quiere. Ha hecho que me acepte tal y como soy.
    ¿Por qué? ¿Por besarte esa cicatriz? Lo hace porque no tiene nada que ver con ello y yo sí. ¿Sabes la razón por la que no puedo mirarla? Porque sé que yo soy el culpable de que intentaras quitarte la vida, y no tienes ni idea de lo duro que es pensar cada día que si no hubiera hecho esa estupidez de haberte dejado sola ahora podríamos estar juntos y quien te habría puesto ese anillo sería yo. Alice, te quiero. Entonces te quería y lo seguiré haciendo hasta el último de mis días. Tan sólo dame la oportunidad de poder conquistarte, de hacerte ver todo lo que siento y te juro que no querrás estar con nadie más que conmigo. Pero dame ese tiempo y, por favor, te lo ruego —se arrodilla frente a mí y me coge de la mano mirándome a los ojos—: no te cases.
    Lo siento.
Salgo corriendo a mi coche, no quiero ni imaginarme la reacción de la chica que estaba con él y tampoco puedo respirar allí, me estaba ahogando por momentos —no se parece en absoluto a la última vez que me sentí así con él—. ¿Cómo se atreve a pedirme eso? Sabe que con David soy feliz y que él no podría darme lo mismo que él. No puedo estar con alguien tan inmaduro, inseguro o mujeriego. Le quiero, no obstante, no como él desea que lo haga. Pensaba que no sería capaz de volver a sentir hasta que llegó mi ahora prometido e hizo que viera la parte positiva del mundo, que aprendiese a desenterrar los buenos momentos en las mayores tragedias y que la fuerza que impulsa el mundo no es el mal, sino el amor y cómo lo enfocamos los humanos. Podemos usarlo para ser felices o como excusa para cobrar deudas pendientes, también llamado venganza. Aunque más bien, eso lo he aprendido yo con mi experiencia, él me ayudó a centrarme, además de lo más importarte, ser un lugar hacia el que enfocarlo y ponerlo en práctica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario