Translate

miércoles, 7 de agosto de 2013

Cap. 7


Anne me levanta al amanecer para poder hablar a solas. PJ ya no está conmigo, quizá le haya echado antes de despertarme a mí. Preparamos un café para cada una y Anne decide, para mi alivio, comenzar con la conversación. Necesitamos aclarar algunas cosas.

    Apenas comes ¿verdad?

    No tengo hambre —me encojo de hombros.

    Me da lo mismo, tienes que engordar mínimo cinco kilos. Ahora estás demasiado débil para hacer nada.

    Estoy bien —digo con tono cansado—. Puedo disparar, no necesito más.

    Tienes que poder defenderte cuerpo a cuerpo, Alice. Te lo digo por tu bien.

    Lo sé, mamá —me besa la frente.

    A propósito, los de arriba han dicho que necesitamos otro testimonio para poder meterle entre rejas —da un sorbo a su café.

    Yo lo haré, no tengo problemas en…

    Aparte del tuyo. Quieren…el de Alexander —añade tanteando el terreno.

    Y, ¿se puede saber cómo pretenden conseguirlo? —se queda mirándome— No, eso sí que no. ¿Qué quieren que haga? ¿Ir y decir: «Hola, Alex, resulta que sigo viva, perdona por abandonarte y utilizarte pero ¿te importaría traicionar a tu padre?»? —hago uso de mi tono sarcástico.

    Eres la única forma de acceder a él. Y quizá si le cuentas lo que te dijo Moore…

    A saber qué porquería le habrá metido en la cabeza —protesto—. Y recuerda que para él estoy muerta, Anne.

    Si le cuentas lo que pasó con su padre, quizá comprenda lo que tuviste que hacer.

    ¿Y si hace preguntas?

    Le diremos que nos lo contaste y que pagamos a la prensa para que publicara eso. Sabes que se puede hacer.

    Sigo pensando lo mismo. No me convence —me cruzo de brazos.

    No hay pruebas suficientes para encerrarle, Alice —suelta de sopetón.

    Venga ya. He recopilado montañas de información…

    La mayoría son conjeturas.

    ¡Pasaron de verdad! —golpeo la mesa.

    Pero no podemos demostrarlo en un juicio.

    ¿Y ya está? ¿Si no lo hago se va de rositas mientras yo estoy amenazada de muerte aquí?

    Podríamos empezar a tirar del hilo, pero tardaríamos mucho en encerrarle todo el tiempo que se merece.

    Cadena perpetua —adivino lo que en realidad quería decir—. Sabemos lo que hizo con su mujer, con esa chica… y aún así…

    No hay pruebas. Es horrible, lo sé.

    No puedo hacerlo, sabes lo que supondría para mí, Anne. Y más ahora, con él aquí —señalo con la cabeza las escaleras.

    En un rato se irá —intenta animarme— y…

    No del todo, mamá. Pensaba que ya no estaba, y sin embargo… —la voz se me apaga poco a poco.

    Os he visto. Me he dado cuenta de cómo os miráis, pero yo no siento la misma intensidad que había entre Alex y tú.

    En un tiempo podría ser incluso más —rebato.

    Dudo que alcances jamás tu primer amor.

    No es… —no tengo fuerzas para decirlo— PJ lo fue, no Alexander.

    No intentes negarlo. Los que os hemos visto juntos lo sabemos, se notaba demasiado que os amabais. Miradas, sonrisas, cómo intentabais tocaros… Nunca te sentirás de la misma manera. Alguien así nunca se olvida —intenta convencerme aunque sepa que es prácticamente imposible.

    Pues seré la primera —sigo en mis trece.

    Por tu bien, espero que así sea. Parece que te gustan los mayores —bromea tras un rato de silencio.

    Alexander iba a mi clase —replico.

    ¿No lo sabías? Empezó dos años después el colegio por “motivos familiares”.

    ¿Por qué soy siempre la pequeña? —digo con resignación.

Que sea mayor que yo explica varias cosas: ahora sé la razón de su experiencia con mujeres, y de su madurez. También me hace comprender lo mucho que me quiere o quería al haberme sabido esperar y no presionarme.

    Eres muy dulce, por eso todos intentan protegerte —añade un poco después.

    ¿Dulce? Sinceramente, creo que te has equivocado de adjetivo.

    Sé perfectamente lo que digo. No niegues que lo que tuviste con ese chico fue amor de verdad. Y lo sigue siendo, sin lugar a dudas.

    Patrick también me quiere.

    No he oído que tú también —dice, perspicaz.

    Yo le quiero —completo tras unos momentos de reflexión.

    Ya es tarde. Has tenido que pensarlo. Si cuando te preguntan si quieres a una persona dudas, sea la respuesta que sea, es un no. No te engañes y déjale ir.

    Eso intento, pero no quiere aprender a volar.

    Pues habrá que tirarle del nido.

    Puedo hacerlo solo.

PJ entra en la cocina y dirigimos la mirada a él inmediatamente. No nos hemos dado cuenta de que estaba hasta que ha hablado. Salgo corriendo para perseguirle y le detengo en la puerta.

    Suéltame. ¿No querías que me fuera? —dice con rabia.

    No saques las cosas de contexto —cierro la puerta.

    Has dicho que tengo que irme; después de lo que pasó estos días atrás.

    Lo hago por tu bien, porque te quiero.

    No, no me quieres. Yo soy un sustituto de ese tal Alex.

    Por favor…—los recuerdos afloran en forma de lágrimas— espera a que te ponga a salvo, por lo menos. No soportaría que te pasara nada malo.

    ¿A mí o al otro? —me reprocha. No se compadece de mí ni viéndome llorar.

    A ninguno. ¿Crees que si no hubiera sentido nada por ti te habría dejado estar conmigo? Porque he cambiado, pero aún tengo mis principios. Prefiero llorar sola a buscar un sustituto a alguien. Y si no recuerdo mal, tú sí lo hiciste. ¿O ya no te acuerdas de Amber?

    No tienes derecho a decir eso. Yo te echaba de menos.

    Y buscaste a alguien que te consolara por las noches ¿no? ¿Tienes idea de lo que dolió verte con ella? —alzo la voz para ahogar la angustia y presión del momento— ¿Ver cómo te besaba, te tocaba… y tú no hacías nada por impedirlo aunque yo estuviese delante?

    ¡Tenía que seguir adelante! ¿Pretendes que te llorase durante el tiempo que estabas fuera?

    No eso, pero sí respetarme al menos un poco. Esperar a ver si volvía ¡o cogerme el teléfono! Si hubieras sido un hombre me habrías dicho lo de ayer antes de irme.

    ¿Habría cambiado algo?

    Posiblemente. ¡Ahora tendría una razón por la que volver y no huir! —a pesar de los gritos, Anne no se mueve de la cocina.

    ¿Me estás diciendo que huyes de mí?

    Sí. Huyo de lo que podríamos haber sido y nunca conseguiremos.

    Aún podem…

    ¡Porque estoy enamorada de otro! —continúo— No me digas que lo superaré porque no creo que pueda olvidarlo en mucho tiempo. Y lo peor de todo es, que intento quererte como al principio, como antes de irme, pero en cuanto más empeño pongo, más imposible e inalcanzable se vuelve.
»Ojala te sientas alguna vez como yo lo hacía cuando estaba a su lado, porque es la sensación más maravillosa del mundo. Ahora, si quieres irte, adelante; yo ya no pienso detenerte más.

Abro la puerta y me voy al amparo de mi madre en la cocina. Me abraza directamente y me la quito de encima nada más aceptarlo para terminarme el café. Oigo la puerta cerrarse y cómo se acercan unos pasos. Cuando empieza a hablar me levanto y voy a mi habitación, seguida por su mirada. Aun así, me llega algo de la conversación.

    Rubia, perdona…

    Déjala. No te va a escuchar por mucho que se lo repitas.

    Tengo que hablar con ella —replica.

    Si la sigues será peor, hazme caso.

    No entiende que…

Empiezo a preparar la maleta y a sacar el dinero que tengo escondido. Lo cuento antes de volver a revisar los horarios de los autobuses: en total, son dos mil dólares. Lo suficiente para sobrevivir un tiempo, creo. El siguiente autobús sale en una hora —las nueve— y tenemos treinta minutos de viaje. El trayecto será de unos tres días. Me pongo un pantalón largo negro y una blusa azul claro —por supuesto, todo entallado— antes de bajar. Sigo oyendo sus voces, algo más bajas que antes.

    Tenemos cuarenta y cinco minutos antes de que salga el autobús —informo al llegar.

    Gracias, Alice. Tan sólo quería conocerle un poco. En un momento estaremos listos.

    Más os vale. Hay…

    Media hora de viaje —me interrumpe Anne—. Entendido.

Me sonríe amistosamente e ignoro a PJ al hablarme de nuevo. Anne le dice lo mismo que antes y lo agradezco, pues yo no se lo diría con tanta paciencia. Ya me la ha agotado. Vuelve con una camisa negra que le queda algo ancha. A pesar de ello, le queda realmente bien, le resalta el pelo rubio.

    Cuando quieras nos vamos —intenta acercase a mí.

    Ahora —cojo las llaves y salgo tapándome la cara con disimulo hasta el coche.

Anne conduce y le dejo el asiento del copiloto, sin embargo, se sienta conmigo atrás. No para de mirarme y tampoco giro la cara de la ventanilla tintada. Intenta iniciar conversación en varias ocasiones, pero no estoy dispuesta a enfrentarme a él después de lo que le dije. No entiendo por qué sigue intentándolo. Aparcamos lo más cerca posible de la puerta de la estación y le doy la cartera con dinero a Anne cuando salimos del coche.

    Dásela. Dile que hay dos de los grandes y que mande un fax sin remitente a este número cuando llegue.

    Es tu…como quieras llamarlo —no encuentra la palabra adecuada—. Para pasar página…

    Ya lo sé, pero no quiero —la interrumpo—. Hazme este favor, mamá.

    Si eres capaz de aceptarlo en tu cama, tienes que hacer esto.

    No pasó nada.

    También lo sé. Igual que lo intentaste y que salió mal.

    ¿Te lo ha contado?

    No hace falta. Ve —me da un ligero empujón.

    Patrick… —digo con un hilo de voz y mirando al suelo al llegar frente a él.

    Rubia, perdona lo que te dije. No te merecías…

    Toma —le tiendo el dinero—. Dentro hay instrucciones para cuando llegues. Si te preguntan por mí, diles que no me has visto —asiente y me retiene al intentar irme—. Mira, quiero que sepas que te agradezco todo lo que has hecho por mí. Eres estupendo; seguro que encuentras a alguien que te merezca de verdad, porque está claro que yo no— no sé el qué, pero hay algo que me retiene a su lado.

    ¿Podré llamarte? Me sentaría mal no felicitarte por tu cumpleaños.

Tiene tanto que decir que las palabras se le agolpan en la garganta y no puede hablar. Sé cómo se siente, yo he pasado antes por lo mismo y no quiero que le hagan daño. Conseguimos deshacer el nudo de nuestras gargantas.

    Hazlo si quieres; de todas formas no voy a contestar. Y no te preocupes por lo último; ya lo has hecho antes.

Ni siquiera sé por qué voy a hacerlo, pero hay algo que me grita que debo hacerlo. Le doy un ligero beso antes de irme y no nos vamos hasta ver a su autobús marcharse.

Mi cumpleaños será en un par de días y pretende ser mucho más deprimente que el anterior.

Después de unas horas de reflexión, cedo ante la idea de convencer a Alex de testificar. Me preparo una pequeña conversación previendo lo que podría contestarme para hacerlo más fácil y me llevan hasta la comisaría en una especie de convoy policial repartido por un par de calles hasta mi destino.

Modifican la señal de teléfono para que parezca que la llamada proviene de Francia antes de ponerme en contacto con él. Al cabo del tiempo, conseguí que me diese un teléfono para poder contactar con él, aunque lo más probable sea que ya no exista ese número. Me ha costado todo el día dar el paso y ahora que lo he dado, estar rodeada de gente tampoco ayuda a tener una conversación privada.

    ¿Diga? —Alex responde al tercer tono y le recibo con un suspiro de alivio y presión en el pecho por la culpa.

    Alexander… —oír su voz hace que se me quede la mente en blanco.

    A… ¿Alice? —tartamudea. Casi puedo ver su cara de sorpresa y terror.

    Alex, escúchame —consigo responder y despejarme—: siento muchísimo lo que pasó, de verdad, pero no tuve elección. Tu padre me amenazó con matarme si no desaparecía de tu vida y tuve que volver a Francia y contratar a periodistas para que propagasen…eso porque seguían rondando mi casa de Los Ángeles —digo de carrerilla para que no pueda interrumpirme.

    Tú…tú estabas…Y ahora…

    Por favor, Alex, espabila. Te necesito. Ayer intentaron matarme —digo con premura—. Tengo muchísimo miedo y hay hombres que me siguen.

    ¿Qué quieres decir? —parece estar atento aunque confuso.

    Que no podremos estar juntos si tu padre sigue libre, Alex. En cuanto puedan me matarán; a no ser que su líder esté entre rejas. Así se acobardarán y podré volver a tu lado, para siempre.

    No te entiendo… ¿Pretendes que delate a mi padre a cambio de…?

    De mi vida, mon Prince. Te estoy diciendo que apenas aguantaré un mes más viva.

    No pienso hacerlo —su tono es frío.

    ¿Me prefieres muerta que a él entre rejas? —intento hacerle sentir culpable.

    Tú me traicionaste. Me abandonaste cuando más te necesitaba y ni siquiera me dijiste que te ibas. Me utilizaste —habla con un rencor que no creí que fuese capaz de tener.

    No digas eso. Si te hubiese dicho que me iba, habrías querido seguirme y se lo habríamos puesto demasiado fácil a tu padre. Yo te quiero y…

    ¡Deja de mentirme! —explota— Nunca me quisiste para otra cosa que…

    No sigas, por favor —susurro entre lágrimas.

    ¿Sabes? Prefería cuando pensaba que habías muerto —vuelve a su tono frío—. Incluso será mejor si es verdad que lo estás. Así no tendré que volver a soportarte —cuelga el teléfono.

No puedo creer lo que acaba de decirme. Ni siquiera soy capaz de asimilarlo cuando ya estoy fuera de la comisaría. De repente el mundo da vueltas a mi alrededor y no puedo hacerlo parar, ni tampoco el creciente pitido en mis oídos que me impide oír al resto de policías junto con mis falsos padres llamándome. No recuerdo con claridad cómo he llegado a la calle, pero me pongo a andar sin pensar en nada. Estoy absolutamente bloqueada, por lo que  no me doy cuenta de que alguien me seguía hasta que me pone un trapo en la cara y siento a mis piernas fallar y dejarme caer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario