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miércoles, 7 de agosto de 2013

Cap. 21


Alex aún no sabe que me han quitado la venda y que estoy mejor de las costillas, así que voy a darle una sorpresa. Hemos quedado a un par de manzanas de mi casa para pasar la tarde juntos. Hace mucho que estamos completamente solos sin que nadie nos interrumpa o venga a decirnos malas noticias sobre Lily; concretamente desde que subió a mi casa la última vez, y por una parte lo agradezco, pues no sé qué podría haber pasado —o bien discutir; derrumbarme; que hiciera preguntas a las que no puedo responder…o bien terminar lo que dejamos a medias.

Cojo el camino más largo por haber salido antes de casa. Llevo sin verle desde el viernes cuando salimos del instituto —Frank me recogió para llevarme directamente a casa y no forzar el tobillo— y aunque le vea mañana, me parece demasiado tiempo.

Las calles están casi vacías, a pesar de que el buen tiempo se acerca junto a su cumpleaños y de que es un primaveral domingo.

Mientras paseo, siento una extraña presión en la zona de los riñones, pero no puedo darme la vuelta.

    No me mires —exige una voz ronca.

    ¿Quién eres? —dejo de andar.

    No pares. Sigue hasta un callejón unos metros más adelante.

    ¿Qué quieres? —me aprieta con lo que sea que lleva y me agarra del brazo de tal forma que me clava los dedos con fuerza hasta hacerme daño.

    Ya veremos —me retuerzo—. Como intentes huir te pego un tiro —oigo cómo carga el arma—. Venga —me empuja.

Ando muy lentamente hasta encontrar el callejón que me ha dicho. Me lleva encañonada detrás de un contenedor de basura lo suficientemente grande para taparnos. Me lanza contra la pared y el tobillo se resiente al frenarme e imito lo mejor que puedo a las chicas indefensas de las películas.

    No dispares, por favor. No llevo nada.

    Déjate de cuentos, francesa.

El hombre me cala a la primera, así que me incorporo y me tenso. Ahora veo que la pistola con la que me apunta tiene un silenciador puesto. Opto por un porte orgulloso, temiendo lo que pueda pasar.

    ¿Sabes lo que les hacemos a las ratas traidoras? —dice con rabia mientras se acerca. Yo le mido con la mirada, planeando algún plan de escape. Si es verdad que me han descubierto, estoy muerta.

    No sé de qué me hablas. Yo no he abierto la boca.

    Entonces ¿por qué hay maderos rondando la casa? —pega la pistola a mi estómago— Tú has sido la última en llegar.

    Piensa un poco —me aprieto contra el cañón—. Si se hunde el negocio, me hundo con él. Necesito pasta.

    Conozco a los maderos, has podido hacer un trato —me empuja a la pared y esta vez pone la pistola en mi cabeza. Si se alejara un poco podría…

    Está bien, si quieres matarme, hazlo. Pero que te quede claro, que si hiciera un trato con la policía, perdería a Alexander. Y eso es lo último que quiero.

    Me da igual lo que me digas. Yo sólo cumplo órdenes.

Veo cómo carga el arma y, justo a tiempo, alzo la pierna al máximo, golpeándole el hombro y haciéndole perder la pistola. Me agacho a recogerla a toda velocidad, no obstante, él es más rápido y me agarra el brazo, retorciéndolo tras la espalda. Con el otro le rodeo el cuello y aprovecho su fuerza para ahogarle e intentar tirarlo, mas es demasiado pesado. Al fin, parece agobiarse y me suelta, pero me estampa contra la pared, evitando el golpe por los pelos, pues me habría dado en la cabeza y quedado inconsciente. Me apoyo en el contenedor a un par de pasos para saltar y, con una sorprendente maniobra, le rodeo el cuello con las piernas y consigo hacerle caer. Por desgracia, no todo es tan fácil: yo he caído con él y ahora está encima de mí. Me da un par de puñetazos en el estómago al intentar apartarlo y me quedo sin respiración, de rodillas sobre el asfalto del callejón, y con un hombre apuntándome con una pistola cargada. Consigo girar en el momento justo en que veo una bala rebotar contra el suelo y me lanzo a por el tipo. Comenzamos a forcejear por la pistola —llevándome bastantes golpes más— hasta que oigo un sonido sordo, ligero y rápido.

Me aparto y, de no haberle visto escupiendo sangre en frente mía y derrumbándose sobre el suelo y dejando todo encharcado, habría pensado que había sido mi imaginación. Tampoco tengo las manos limpias, pues sostengo la pistola con el dedo en el gatillo y las tengo rojas, manchadas de la sangre que salía del estómago del hombre antes de caer inerte. Sólo una cosa recorre mi mente: «Lo he matado, he sido yo». Salgo corriendo mientras escondo el arma y la gente me mira; consigo perderlos de vista y llego a mi casa exhausta y con la cara manchada de mi propia sangre por los golpes de antes. El nuevo portero se fija en mí y le esquivo subiendo el primer piso por las escaleras. Me oculto en el rellano y, tras intentar con todas mis fuerzas borrar la imagen de mi mente, sollozar cosas sin sentido, y frotarme frenéticamente las manos; llamo a Alex mientras intento recuperar el aliento.

    Alice, llevo llamándote un buen rato.

    Alex, tengo que decirte…

    Espera, ¿estás en la calle? No te enfades, es que me ha surgido algo y no puedo ir —se disculpa.

    ¿No vienes? ¿No te has pasado por aquí?

    Eso te estoy diciendo, ¿estás…

    No, por supuesto que no —sonrío y noto el sabor de la sangre en la boca—. Tranquilo, ya nos vemos mañana.

    Gracias. Te quiero.

    Y yo.

Mi sonrisa es efímera cuando me doy cuenta de todo realmente. Subo a casa, algo más tranquila y mucho más cansada y dolorida que antes. Después de limpiarme y revisar los nuevos golpes hablamos los tres:

    ¿Te aseguraste de que estaba muerto?

    No se movía…y había mucha sangre —la imagen continúa en mi cabeza.

    Eso es un no ¿verdad?

    ¡Estaba asustada! ¡Lo estoy ahora! ¡He matado a alguien, Frank! ¡¿Es que soy la única que se da cuenta de lo que he hecho?! —exploto ante la tranquilidad e Anne y Frank.

    ¿No era esa tu intención?

    Claro que no. Sólo quería…

    Querías la pistola —insiste Frank—. Le ibas a disparar.

    ¡Para poder escapar!

    Si hubieses echado a correr…

    Me habría seguido. Moore va a seguir viniendo a por mí. Cree que le he traicionado y no va a parar hasta verme muerta. Lo intentó con el coche y como no pudo, no va a esperar otra oportunidad. En cuanto salga de casa me matará.

    ¿Tienes pruebas? —Frank es demasiado duro.

    ¿Hacen falta? —digo con escepticismo y protesta.

    No se puede demostrar nada sin ellas, hija —intenta ayudar Anne.

    Vaya mierda… ¿Me habéis oído? Van a matarme.

    Da gracias a que no lo hayan hecho ya.

    Frank —mi madre le regaña.

    Tengo razón, Anne. Pueden acabar con ella en cualquier momento. Y, conociéndola, aunque le digamos que no salga del piso, va a hacerlo.

    ¿Os acordáis de cuando dije que esto era aburrido? Juro que no vuelvo a hacerlo —intento relajar el ambiente—. En dos semanas he conseguido más golpes que en la mayoría de mi vida.

    Lo siento, deberíamos protegerte y mira…

    Tranquila, Anne. Esto es responsabilidad mía. Yo renuncié a llevar micros cuando estaba con Alex.

    ¿Sabe algo?

    ¿De qué? ¿De lo del seguimiento, el coche y demás? —asienten— Nada. No quiero ponerlo en contra de su padre de momento. Necesitamos la información.

    Buena chica. Muy inteligente por tu parte, hija —Frank me felicita.

    O no. Si se salen con la suya… ¿qué le dirían? ¿Que has vuelto a Francia?

    Alisarían el terreno antes. Saben cubrir sus huellas, mamá.

    Que me lo digan a mí —murmura Frank.

    Harían lo mismo que con su madre.

    No hay pruebas —es el ser más tozudo que conozco.

    Las conseguiré. Igual de que es él quien está detrás de todo esto —dejo escapar la rabia—. He oído un rumor, de todas formas; no creía que fuese cierto, sin embargo ahora…

    ¿Cuál?

    Antes…hace un tiempo, Alex tenía una novia. Al principio no era nada serio, pero cuando hicieron el año juntos, por entonces él tendría dieciséis, la chica desapareció. Empezó a retraerse y de un día para otro no estaba. Oigo los comentarios que yo seré la próxima Sarah… —tomo aire con los ojos cerrados.

    Pudo haberse ido. No hay que fiarse de eso.

    ¿Tú crees? ¿Después de esto sigues pensando así, Frank? Porque yo creo que ella es la razón por la que no le ha durado ninguna novia. Soy la primera tras aquello y en apenas unos meses ya han decidido acabar conmigo, suena sospechoso ¿no?

    Alice, tú te has metido en el negocio. Eres más peligrosa que esa chiquilla.

    ¿Y quién dice que ella no hiciera lo mismo? Eran más pequeños, pudieron ir más despacio también. Nosotros en ¿cuánto? ¿cuatro meses, quizá cinco? Casi hemos… bueno, sabéis lo que quiero decir. Incluso cuando lo del mendigo ni si quiera estábamos saliendo.

    Creía que ya habíamos solucionado eso.

    Lo habrás hecho tú, Frank. Porque es mi vida la que está en peligro, y yo no olvido tan fácilmente.

    Pues no olvides que las nuestras también. Y parece que no sabes que te queremos.

    Sí lo sé, Anne. Lo que pasa es que papá se empeña en que no hay peligro. Y por supuesto que lo hay; lo vemos a diario. Han estado a punto de dispararme, romperme costillas, matarme…y casi me rompen la nariz, un tobillo o las piernas, las costillas… ¿No crees que es demasiado?

    Para mí un arañazo ya lo es —me acaricia fraternalmente.

    Tengo miedo. No debería, pero no puedo evitarlo. Aún no tengo dieciocho y me han pasado más cosas que a la mayoría de gente en toda su vida —sollozo.

    Todos tenemos miedo —Frank me abraza.

    Recapitulemos todo: me entero de que mi padre es un ladrón y salvo a todo el que puedo de la cárcel, con apenas dieciséis; me entrenan como en el ejército; me atraviesan el hombro con una navaja; cambio drásticamente de vida; me rompen el corazón en millones de pedacitos; conozco a alguien que a lo mejor me gusta, pero no puedo permitirme enamorarme de él porque luego tengo que investigarle; un ‘’mendigo’’ (que ahora estoy más segura que nunca que era un enviado de Moore) me intenta atracar y me llama poli; cuando creo que empiezo a recomponer mi corazón, PJ me besa y a la semana Alex me pide que salgamos, acepto y decido olvidar el pasado con más fuerza que nunca y no pensar en el futuro; Lily tiene leucemia y está al borde de la muerte; Alex y yo no paramos de discutir y le cuento lo de Lily, me ayuda y volvemos a estar tan bien que casi pierdo la virginidad con él, sin embargo mi cobardía vuelve a hacer acto de presencia y me lo impide y como final estrella, la Mafia se empeña en matarme por salir con la persona que debo obligar a traicionar a su propio padre, a pesar que le amo como nunca pensé que podría —después de desahogarme me dejo caer en el sofá y cierro los ojos, rendida. Me toco las sienes con cuidado para intentar evitar el dolor de cabeza—. ¿Y bien?

    Yo…creo que no hay nada que decir —responde Anne.

    Pues yo sí tengo preguntas: ¿Quién es ese tal PJ?

    Alguien de mi barrio. Llevaba queriendo estar con él desde que recuerdo.

    Con estar te refieres a…

    A medida que fui creciendo, a todo —admito.

    ¿Y qué hay de eso de que estuviste a puno de…con…?

    Frank, no te esfuerces, te entiendo. Fui cobarde, eso es todo; tendría que haberlo hecho.

    Eso no es cobardía. Es madurez, Alice. Y amor por parte de él —comprendo a Frank al quedarse callado y escuchándonos a nosotras.

    No me ha servido de nada.

    No te lo tomes así. Es un paso muy importante en una relación; y más si es de tu tipo.

    ¿Virgen? A él le dará igual eso. Hizo lo mismo con alguien igual a mí en un baño. Quiere conseguirme, ya está. Y ciertamente, también yo a él.

    Me habéis echado. Cuando terminéis, estoy haciendo la cena —me besa la frente—. No me van las conversaciones de este tipo cuando se refieren a mi niña —sonreímos.

    Ahora los jóvenes os tomáis el sexo como algo obligatorio —continúa Anne—, y debe ser especial. Él lo sabe y por eso deja que te reserves para esa ocasión.

    No voy a hacerlo —decido en el momento—. ¿Cómo le digo después que no soy quien piensa, que tiene que traicionar a su padre? No podría mirarle a la cara.

    ¿Le quieres?

    Sabes que sí.

    Pues adelante. Sois especiales el uno para el otro. Lo único que puedo decirte es eso: adelante, atrévete, haz que sea como tú quieres y no como él diga, haz que sea una expresión más de cuánto os queréis y no algo que añadir a vuestras agendas, sino a vuestros corazones.

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