Translate

martes, 6 de agosto de 2013

Cap. 2


Al despertarme no estoy en el mismo sitio, sino en mi cama; con una chaqueta con el número 7 sobre la silla del escritorio. Me incorporo sobre los codos y miro el despertador; las doce de la noche. ¿Cuánto he dormido? ¿Cuándo me han traído aquí y quién?

 

Al llegar al instituto al día siguiente, intercambio la chaqueta a PJ sin dirigirle la palabra y él, para prevenir cualquier mala reacción, tampoco me habla. Después, nos despedimos de los que no entran en el instituto bien porque les han echado o porque no han terminado la secundaria en los años establecidos.

De media, todos son mayores que yo en dos años como mínimo; de ahí mi mote.

Hood —un chico de origen latino que antes de entrar en el grupo no paraban de meterse con él y pegarle, ahora es uno de los que más respeto infunden—, PJ y yo somos los únicos que, de momento, vamos sacando los estudios, aunque con cincos.

Ya en clase, Jess, la única que está conmigo ya que ha repetido dos veces y como no apruebe este año me temo que no podrá volver, me pregunta:

    ¿Qué pasó ayer con PJ?

    ¿Por qué tiene que pasar algo?

    Venga ya, saliste cabreada. Si hasta se te olvidó la chaqueta.

    Vale…me prohibió fumar y meterme en peleas. Incluso en las de todos. Dice que es mejor para mí. Vaya tontería —añado con un murmuro.

    En eso tiene razón.

    ¿Tú también? —estoy hartándome de que pongan eso siempre como excusa para que no pueda hacer nada.

    Eres la pequeña, comprende que…

    ¿Que manejo la navaja mejor que nadie del grupo? —no la dejo terminar.

    Bueno eso es verdad, pero…no sé. Nos sentimos responsables.

    No tenéis por qué.

    Ya… Eso es fácil de decir.

La clase comienza y se pasa rápido, esta profesora es la única que no nos desprecia y, si lo hace, al menos tiene la delicadeza de ocultarlo magníficamente. Sus clases son no están mal: siempre humilla a alguien, pero de forma tan divertida y sutil, que él apenas se da cuenta. Sin embargo, el resto sí.

Con el timbre salimos a ver a Hood. Según Jess me ha dicho, nos está esperando fuera;  pero la profesora nos para justo antes de salir.

    Chicas —nos damos la vuelta— Tened cuidado, las cosas están calientes.

    No se preocupe, sabemos cubrirnos las espaldas —responde Jess (también de origen latino).

    Eso parece —señala con la cabeza a la puerta, es decir, a Hood y salimos.

Jess me ha vuelto a engañar: no es Hood quien nos espera. Él sólo quiere hablar conmigo, o eso creo. Suspiro y, con la cabeza gacha, intento evitarle, no obstante, me agarra del brazo:

    Rubia, espera.

      — Ah, ¿ahora no soy pequeña para hablar contigo?

    No empieces. Jess…

    Sí, tenía que… Bah, ¿qué más da? Tenéis que dejar de pelearos, no hace bien al grupo. Así que arreglaos ya, por favor. Sois desesperantes —añade mientras desparece por el pasillo.

     Hay que hablar —entra en clase ante la mirada de desprecio de algunos aún agarrándome del brazo.

    ¿Me sueltas ya? —le desafío y se aparta— Gracias. ¿Qué quieres?

    Pedirte perdón. Ayer me pasé.

    No me digas —continúo desafiante y sarcástica. El sarcasmo es una de mis mejores armas.

    Entiéndeme, no quiero que te ocurra nada malo. Quiero protegerte.

    Ya… —aparto la mirada.

    ¿Solucionado?

    No todo es así de fácil ¿sabes? No puedes obligarme a cambiar y luego hacer como si nada, PJ.

    Lo siento, pero lo hago porque te… porque no queremos que te eches a perder. ¿Qué hay de esa chica que soñaba con estudiar medicina?

    Se fue por el desagüe con el resto de la basura. Esto es lo que quiero y lo que soy. Si me aceptas, bien; si no, ya sabes —extiendo un brazo señalando la puerta.

    A veces juro que te odio.

    Jurar en vano es pecado. ¿Estás seguro de querer añadir otro más a tu lista personal?

    Mira qué graciosa me ha salido la niña —le sonrío exageradamente—. ¿Me perdonas? —me mira a los ojos.

    De momento. Ahora vete antes de que pueda cambiar de idea o me salgas con alguna otra de tus tonterías.

Sonríe y para mi sorpresa me abraza con fuerza. Coloca las manos en la parte más baja de la espalda y juraría que me ha metido la mano en el bolsillo de atrás. Pero antes de que pueda decirle algo, suena el timbre y sale casi corriendo.

    Ya veo que bien —me sonríe.

    Hasta que vuelva a soltar alguna estupidez de las suyas.

    Venga ya, si eres incapaz de enfadarte con él más de diez minutos. No me digas que no han sido de las peores horas de tu vida las que no os habéis hablado.

    ¿Qué quieres decir?

    Como si no lo supieras, picarona.

    ¿Picarona? ¿En serio? —me río y me imita.

Es verdad que no me gusta enfadarme con PJ y que lo paso mal cuando le veo y no puedo bromear con él, pero no acabo de entender lo que ha dicho Jess.

Las clases se pasan bien, aunque casi no puedo soportar los comentarios de algunos. Como sigan así acabaré estallando.

     En el recreo nos reunimos todos de nuevo en las escaleras de la entrada. Cuando empiezan a circular los cigarros, PJ, sentado a mi lado, lo coge cuando me lo pasan y le tal calada que lo acaba.

    Podrías haber dejado un poco.

    Ya te lo dije. No vas a fumar.

    Si me lo quitas de golpe va a ser peor.

    Eso ya veremos. Chicos, como alguien pase algo a la rubia, se las tendrá que ver conmigo, ¿entendido? —todos asienten sin rechistar.

Nadie duda de su liderazgo, y menos cuando se pone tan autoritario. Sobre todo porque él ha sido capaz de unificarnos aún más y gracias a sus decisiones, hemos ganado todo tipo de peleas que se nos han puesto por delante.

    Puedo conseguirlo por mi cuenta —protesto.

    Sabes que el camello sólo se fía de mí en este barrio. Aunque vayas, no te lo dará.

    Qué asco de soberanía —murmuro y consigo arrancarle una sonrisa sin darme cuenta.

 

De nuevo en clase, en el último descanso del día no puedo aguantar más los comentarios de los estúpidos de clase. ¿Quién se creen? Si fuesen mejores que el resto, no estarían en este barrio, sino en otro con gente de ‘’su nivel’’.

Oigo una conversación y me acerco para confirmar mis sospechas de lo que llevan hablando semanas, incluso meses. Participan varias personas sentadas en la mesa del profesor.

    Tienen que expulsarla.

    Van a hacerlo, no va a seguir de rositas, tranquilo. Tarde o temprano esa zorra acabará entre rejas, si no tirada en una cuneta —maldito Jonathan…

    Su banda no la va a proteger más. Tienen que estar hartos de ella.

    Hay que hacer que los echen, a todos.

    Son peligrosos: llevan navajas y saben pelear —por fin alguien que parece tener sentido común.

    No pueden hacernos nada, he oído que el cabecilla está fichado. Si le vuelven a pillar lo encierran —Jonathan antes era mi amigo. Antes de que entrase en el grupo y le rechazase delante de todo el instituto haciendo que se riesen de él.

    Tendrían que encerrarlos a todos, no hay ninguno bueno —aunque Jess me aprieta la muñeca previendo lo que quiero hacer, me libero y, harta, le agarro de la camiseta y estampo a Jonathan contra la pared.

    Repíteme lo que has dicho a la cara, cobarde.

    Baby, déjale. No merece la pena —le suelto a duras penas. No consiento que digan nada malo en contra de mi segunda familia.

    Jess, ve a decírselo a PJ. Di que le he soltado. A ver si así se convence de la clase de calaña que hay aquí.

    Ven conmigo.

    No. Más tarde hablaremos —el que fue mi amigo y yo nos miramos de reojo.

    ¿Seguro?

    Estoy bien, Jess —asiente casi a regañadientes y se va corriendo.

    Vete a avisar a tus amiguitos los delincuentes —se atreve a decir cuando estoy sola—. Ojala os pase algo y no salgáis nin…

No le da tiempo a terminar, porque antes ya tiene mi puño en su boca. La sensación de alivio que siento no es comparable ni con cien cigarros verdes. Apenas me da tiempo a disfrutarlo cuando alguien me coge del pelo por detrás. Veo como cierran la puerta y uno se queda vigilando fuera. ¿Cómo pueden odiarnos tanto? No hacemos nada malo.

Me sujetan los brazos a la espalda y tiran mi chaqueta al suelo. Después de pisarla y escupirla, Jonathan, al que le he dado el puñetazo, me coge de la barbilla y me dice:

    Me da igual que seas una chica, pienso pegarte igual que tú a mí.

Antes de que pueda decir nada me golpea en la nariz. Noto el sabor a sangre en la boca y cómo llega a ésta, incrementando la sensación. Sólo es el comienzo de una lluvia de golpes que ni siquiera acierto a ver de dónde vienes, a pesar de mis pataleos consiguen darme una paliza antes de que entre de golpe PJ y me lleve en brazos hasta el baño de las chicas mientras el resto del grupo entra en bandada en mi clase.

    ¿Qué ha pasado? Jess me viene diciendo que te has resistido de pegar a un tío y luego veo cómo te pegan —está muy enfadado.

    ¿Por qué no me has dejado seguir? Te aseguro que me las hubiera pagado.

    Ya veo cómo. Casi le rompes la nariz a un tipo. ¿Esperabas que no te lo devolviera por tu cara bonita?

    ¡Nos estaba insultando! ¡Nos decía que ojala nos muriésemos! ¿Qué quieres que haga, que me quede de brazos cruzados? —estallo.

    Pues sí. En eso consiste lo que te dije. En darte cuenta cuándo merece la pena…

    Ustedes. Vengan conmigo. Ya —el sub. director nos interrumpe y nos lleva a su despacho en silencio.

El pasillo ahora está misteriosamente silencioso y, mientras andamos, intento limpiarme la nariz, mas me duele demasiado para tocarla, así que me limito a repasar los golpes.

    ¿Dónde te han dado? —se interesa al fin PJ.

El despacho está en el edificio de en frente, así que tenemos algo de tiempo para hablar. No hace falta que nos guíe porque nos sabríamos el recorrido aun con los ojos vendados, pero es parte del protocolo. Por suerte, nos deja cierta intimidad.

    No tengo tantas manos para señalarme —me miro el abdomen con la camiseta ligeramente subida. Me duele al tocarme y están empezando a notarse los golpes.

    Déjame que te mire —nos paramos un instante y me observa con ojo crítico. Suele ser Andy quien evalúa los daños que recibimos en las peleas, aun así, él entiende lo suficiente—. No tienes nada roto, pero te va a doler bastante.

    Ya lo suponía.

    Chicos, no os retraséis. Sanders, por favor, tápese —se resigna y obedezco.
No hablamos más hasta llegar al despacho. PJ apoya su brazo en mi hombro en señal de apoyo y protección. Ahora toca aceptar las consecuencias, no permitiré que lo haga el resto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario