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miércoles, 7 de agosto de 2013

Cap. 15


Cada día Alex me espera en la cafetería para poder pasar tiempo conmigo. Cuando no hay clientes me siento con él en la barra y hablamos o simplemente me abraza. No sabe lo que en realidad ocurre, no puede siquiera imaginarse cuán agobiada estoy por mi hermanita con leucemia, la misma que le ha pasado el monstruo de su padre, pero que a él no le afecta; irónico ¿no?

Anne y Frank me han prohibido volver a la cárcel y Alex me entretiene, por lo que estoy pasando las noches con Lily, haciendo deberes y viendo cómo el tratamiento la debilita poco a poco, sin yo poder hacer nada por cesar el sufrimiento y el dolor que éste la causa. Cada noche de estas dos semanas es peor, apenas duerme, sólo se queja y llora en silencio agarrada de mi mano, apretándomela cada vez un poco más con tal de no decirme cuánto la duele, a pesar de que sabe que puedo leer cada gesto que intenta reprimir. Es adorable, intenta no hacerme daño a mí, siendo ella quien de verdad está pasando por todo esto. Ha madurado de golpe. Nadie se creería que en un mes cumplirá seis tiernos años. Hay varios nombres que se le pueden atribuir a su situación como injusticia o barbaridad, pero pasar un cumpleaños así sólo se puede definir con una: horrible.

Tom me ha conseguido información y siempre que le veo hablamos de cómo nos está afectando. Los resultados de mis pruebas son variables y hemos decidido no darles importancia; tendremos en cuenta las siguientes que me haga. La cita con el psicólogo tampoco fue bien, pues me diagnosticó que necesitaba tomar vitaminas —con lo que Tom estaba totalmente de acuerdo—, más descanso y una confusión extrema respecto a mi personalidad. Esto último me hizo mucha gracia, a lo que le contesté riéndome « ¿Con cuál de las dos?». Creo que no ayudó, pero fue divertido.

El mensajero con la carta de PJ volvió por fin y quemé sin abrir la carta que le había dado para que me la entregase. Corté el fino hilo que nos unía y no voy a reconstruirlo.

Respecto a la misión, Alex ha decidido presentarme a su padre. Lo discutí con Anne y Frank y optamos por no llevar micros para reducir el peligro lo máximo posible. Si lo veo necesario, pondré el móvil a grabar con mucho cuidado. La semana que viene le veré por primera vez, pero Alex no puede esperar tanto para que yo le diga por qué me encuentro tan mal y explota en el recreo. Me lleva a una zona apartada, donde me siento en el césped y me apoyo en un árbol cerrando los ojos. El sonido de su voz me relaja y no le presto atención.

    ¡Alice! Te estoy hablando.

    ¿Qué? Ah, sí. Perdona, estaba…—no termino la frase.

    No, no estabas. Dime, ¿qué te está pasando?

    No duermo bien.

    Te dije que lo del trabajo no te sentaría bien. Mírate, apenas puedes sostenerte.

    Déjame —digo con pereza y acurrucándome en el árbol.

    No te voy a dejar. ¿Crees que no voy a hacer nada viendo a mi novia así? Si necesitas dinero yo te lo daré, no hay problema, pero dime por qué no duermes, por qué estás ausente, por qué no siento que estás conmigo cuando te hablo —se desahoga gritando—. Creo que me estás engañando, porque no encuentro otra cosa más lógica que esa —le respondo igual que me ha hablado él—. No hablamos, no me miras como cuando empezamos, no me gastas bromas…ni siquiera me besas, Alice. ¿Sabes lo que duele pensar que la chica de la que estás enamorado desde que la viste se está burlando de ti con otro?

    ¿Quieres respuestas? Pues te las voy a dar —digo entre dientes. Me pongo en pie y me dirijo al coche.

    ¿Adónde vas?

    Sube —le abro la puerta del copiloto.

    ¿Me lo dirás?

    Te lo voy a enseñar —mi tono es cortante mientras que yo entro.

Me hace caso y continuamos en silencio hasta que le llevo al hospital. Una vez allí, saludo a alguna enfermera mientras que él me pregunta por qué las conozco. Demasiadas preguntas y una sola respuesta. No pienso hablarle hasta que la vea. Lo único que le pedí fue que me diese cierto espacio para continuar con mi vida, pero en apenas tres semanas me ha privado de toda la libertad que creía tener. Nos encontramos a Tom a mitad de camino y me para.

    ¿Qué haces aquí? Tendrías que estar en el instituto. Ya haces suficiente quedándote por las noches, así que vuelve más tarde.

    ¿Quedándote? Alice, no entiendo nada —Alex mira con desconfianza a Tom.

    Este es Alex —le señalo con la cabeza—, vengo a que la vea.

    ¿Estás segura? —le mira de reojo.

    Cree que le estoy poniendo los cuernos.

    Os llevaré a la habitación.

Durante el trayecto sigue preguntando quién está ingresado, qué le pasa, quién es Tom…pero sigo ignorándole hasta que llegamos.

    Lo siento, pero tengo que irme —se disculpa Tom—. ¿Puedes encargarte sola?

    De sobra —sonrío, me aprieta el brazo como muestra de apoyo y se va.

    Dame un motivo por el que no tenga que partirle la cara —le observa con rabia irse.

    Es un amigo que me está ayudando a llevar esto —digo tajante.

    Ya…un amigo…

    ¿Quieres dejar tus estúpidos celos aparte y centrarte? —le grito y veo el deseo junto a la confusión en sus ojos— Ahora vas a estar siempre detrás de mí y no vas a hablar si yo no te lo permito ¿entendido? —asiente.

Entramos en la habitación y Lily mira vagamente. Cuando ve que soy yo, sonríe con esfuerzo e intenta alzar los brazos, pero me apresuro a abrazarla para que no se esfuerce. Ayer tuvo una sesión de quimioterapia y está más débil que de costumbre.

    Hola, cariño. ¿Qué tal te encuentras hoy? —le digo con dulzura.

    Ahora mejor —me mira y la beso la frente—. ¿Quién es ese?

    Es un amigo. Para mí es muy importante, así que necesito que le conozcas ¿te importa?

    ¿Cómo se llama?

    Alex. ¿Quieres conocerle? —dice que sí con la cabeza y hago una seña para que él se acerque. Lily no suelta mi mano.

    Ten cuidado con lo que dices —le advierto bruscamente.

    Hola, peque. Alice me ha hablado mucho de ti, pero en persona eres mucho más guapa —se sonríen.

    Pues a mi no me ha hablado de ti —él me dirige una mirada y me encojo de hombros.

    Yo soy Alex, su…

    Amigo —añado rápidamente—. Mi mejor amigo.

    Yo pensaba que era Tom. Como habláis tanto y estáis siempre juntos…

    No, amor. Tom es tu médico y hablamos de cómo te vas a poner buena, eso es todo —creo que lo digo para convencer a Alex más que a Lily. Alex me pide permiso para hablar con la mirada y se lo concedo.

    Conmigo también habla mucho y te aseguro que pasa más tiempo conmigo que con él. Pero tú nos ganas a los dos juntos —se arrodilla al lado de la cama—. Siempre está hablando de lo mucho que te quiere y en cuanto tiene un rato libre viene a verte.

    ¿Por eso estás aquí?

    Claro, cariño. De todas formas también voy a venir esta noche —respondo yo.

    Así te pondrás buena mucho más rápido. Entre ella y yo te vamos a tener entre algodones, ya verás. Como una princesa —vuelven a sonreírse.

Me fata el aire, las lágrimas me taponan los pulmones en vez de los ojos, así que salgo casi corriendo de la habitación al pasillo para eliminar la sensación de estar ahogándome. Me apoyo en la pared al lado de la puerta, lo suficiente para que no me vean llorar ninguno de los dos. A la salida me ha parecido oír a Alex llamándome, pero como no sale, descarto la opción.

Cuando consigo calmarme Tom pasa por el pasillo y se detiene en frente mía. Siempre que vengo y no está conmigo, nunca le veo quieto.

    ¿Te encuentras bien?

    Sí, solo necesitaba algo de aire —alzo la cabeza y me limpio el maquillaje que se ha esparcido por la cara con las lágrimas.

    ¿Te acuerdas que me dijiste que no estabas segura de si le querías? —señala con la cabeza a la ventana que enseña la habitación.

    ¿Por qué lo dices?

    Porque yo sí estoy seguro —dice con un suspiro. Hace una pequeña pausa antes de volver a hablar—. ¿Le cae bien a Lily?

    Han congeniado muy rápido, parece como si se conocieran desde hace tiempo.

    Y te has acordado de lo que la pasa y cómo él puede ser un apoyo importante ¿no?

    ¿Cómo haces para leerme la mente? —intento sonreírle.

    Tengo práctica. No te preocupes, ella es fuerte y lo superará. Muchos niños lo consiguen.

    Pero otros muchos se quedan en el intento. ¿Has visto cómo está? No puede ni con su cuerpo. La cuesta respirar y no puede hablar —me desespero y vuelvo a llorar al recordar el terrible porcentaje de niños que mueren por esta terrible enfermedad.

    No llores más —intenta consolarme cogiéndome por los hombros—. Mañana estará mejor, ya lo verás.

    Y volverán a darla quimioterapia y empeorará. Ya soy mayor para entenderlo, el problema es que a veces se me viene todo encima.

    Pues ahora me tienes a mí —interrumpe Alex con una mirada de odio hacia Tom que no duda en sostenerla—. No hace falta que la toques para hablar con ella —se pone por delante mía.

    Alex, o te relajas o te vas —le aparto—. Perdona, Tom, es que…

    No pasa nada —me sonríe y me acaricia el brazo, pero mi novio le da un golpe en el hombro para que se aparte y, después de otro desafío con la mirada, se va.

    ¿Se puede saber qué estás haciendo? —le echo en cara.

    No, ¿qué haces tú? Yo soy tu novio. No ése —se pone a centímetros de mi cara—. ¿Dejas que todos te toquen así, eh? —está controlándose para no gritar. Tiene los ojos fuera de sus órbitas y me da verdadero miedo.

    Alex…me estás dando miedo —digo, intimidada.

    Pues así recuerdas de quién eres —le respondo con una bofetada.

La gente cercana se gira para mirarnos por el sonido. Miro alrededor y salgo corriendo a la sala de médicos, donde sé que alguien va a estar para protegerme en caso de que me quiera devolver el golpe.

    ¡Tom! ¡Tom! —aporreo la puerta y al momento sale alarmado.

    ¿Qué pasa? ¿Estás bien? —me coge de la barbilla para verme mejor. Intento hablar, pero estoy demasiado alterada y no puedo respirar— A ver, respira. Poco a poco. Ven —me coge del brazo y me mete en la sala.

Con una mesa grande en la mitad y rodeada de médicos relajados. Parece que todas las miradas se posan en nosotros. Coge una silla y me sienta. Él se arrodilla en frente de mí después de darme un vaso de agua. Bebo para relajarme.

    ¿Mejor? —asiento.

    Yo…

    Tranquila —me acaricia la mejilla y le quito la mano.

    No. Él se ha enfadado y ha comenzado a gritarme, entonces le he dado una bofetada y ahora…

    Temes que te vaya a golpear ¿no? —vuelvo a asentir— No voy a dejar que te haga daño.

    Gracias —me pongo en pie y me imita.

    Te…

    ¡Doctor Parker!

    ¡Ahora no puedo! —grita a la enfermera que acaba de llamarle— Mandad a otro.

    Usted es el jefe de planta. Un muchacho acaba de tirar unas cuantas papeleras y está asustando a los niños —Tom y yo nos miramos.

    Yo me encargo —intento salir pero me agarra por el brazo—. No me va a hacer nada. Nunca se lo perdonaría —me suelta desconfiado y salgo a paso decidido.

Por el pasillo me limpio el maquillaje con la mano y le veo en la sala de espera, en cuclillas y con la cabeza entre las piernas. Al oír mis zapatos resonar en el suelo se levanta de golpe. Tiene los ojos rojos e hinchados y los nudillos con sangre.

    Perdóname, soy idiota. Yo…lo siento —intenta abrazarme sin conseguirlo.

    Será mejor que te vayas. Estás asustando a los niños. Como me entere de que le ha pasado algo a Lily…

    Jamás te haría daño —me aparto más de él con los brazos cruzados—. Lo eres todo para mí. Lo sabes.

    Pues a lo mejor tienes que buscarte a otro ‘’todo’’.

    ¿Qué? ¿Me estás dejando?

    Yo no puedo estar con alguien así, Alex. Sabes cómo soy, yo necesito tiempo. Y tú eres celoso y…posesivo. Yo no quiero estar con alguien que no me respeta.

    ¿Que no te respeto? Si no te respetara, te habría forzado a todo hace tiempo —empieza a alterarse.

    ¿Ves a lo que me refiero? Eso —el sexo— para mí es sólo un detalle más en una relación, pero para ti es sobre lo que gira el mundo. Cambias de humor constantemente y no sé cómo comportarme contigo.

    Una oportunidad. Dame una oportunidad para…

    ¿Para qué? ¿Para que vuelvas a desconfiar de mí?

    No, por favor —se deja caer de rodillas—. Lo siento tanto… —se abraza a mi cintura.

    Levántate —le cojo de los brazos.

    No hasta que me perdones.

    Está bien —cedo con un suspiro—. Pero levántate —esta vez se deja alzar.

Me abraza con fuerza y me besa en forma de disculpa. Aunque me enfade con él, sé que no debo dejarlo ir; y, en el fondo, tampoco quiero. Me quedo tranquilizándole un rato hasta que reúno fuerzas para hablar.

    Gracias por todo, en serio. No sabes lo que significa para mí.

    Gracias a ti por presentármela. Por cierto…no me has dicho su nombre. Ni que tenías una hermana —remarca dejando el conflicto atrás y mirándome con su característica ternura.

    Lily —sonrío y me besa. No hay rastro de Tom—. Y técnicamente no es mi hermana. La conocí hace unos meses y no he podido evitar quererla. Desde entonces me he hecho responsable.

    Te ayudaré con los gastos, te lo juro. Yo pagaré el tratamiento.

    ¿Sabes qué la pasa?

    No me hace falta, se va…

    Leucemia —le corto—. Y el cabrón de su padre se la transmitió —digo con rabia.

    ¿Eso puede hacerse? —se extraña.

    Va en los genes. A él no le afecta pero a ella…

    ¿Es mal padre?

    Luego te cuento, ahora hay que volver —le cojo de la mano y entramos en la habitación de nuevo. Ha estado demasiado tiempo sola y seguramente se haya asustado—. Cariño, tenemos que irnos. Te prometo que más tarde vuelvo ¿vale?

    Vale. ¿Vas a venir con él?

    Si tú quieres que yo venga, así lo haré —contesta Alex poniéndome la mano libre sobre el hombro.

    Al.

    Dime —me hace un gesto para que me acerque.

    Le gustas —me susurra al oído.

    ¿Y tú cómo lo sabes? —la sonrío al comprobar que no le ha tomado en cuenta lo de antes. Seguro que quiere preguntarnos por nuestro aspecto, mas se aguanta— ¿Te lo ha dicho?

    Se le nota —sonrío a ambos y me separo cuando se acerca Alex después de que se lo indique. Le susurra algo al oído y consigo captar lo que él responde.

    ¿Seguro? —ella asiente con la cabeza y vuelve a susurrar— Yo lo intento. Luego te cuento lo que pase —se separa.

    ¿Qué os traéis entre manos? —interfiero.

    Cosas nuestras —me responde Lily.

    ¿Cómo que cosas vuestras, bichejo? —me suelto y la hago cosquillas hasta que la da un ataque de tos—. Perdona —de repente me siento mal.

Nos despedimos con un beso en la frente y nos vamos.

Andamos cogidos de la mano por los alrededores del hospital y nos sentamos en un banco cercano a una pequeña laguna artificial no muy lejos de la actividad frenética que se siente en el hospital. En esos lugares se mezclan demasiadas emociones y este sitio da rienda suelta a soltarlas, como el resto de gente que hay por la zona.

Me pasa el brazo por los hombros y me recuesto en su pecho.

    ¿Te quedas a dormir aquí?

    Normalmente sí. Cuando me dejas después del trabajo. Vengo, comento las novedades y estoy con ella.

    Podemos hacer turnos, si quieres. Así no estás tan cansada porque, ¿cuánto tiempo llevas sin dormir bien?

    Dos semanas —digo con un bostezo y cerrando los ojos.

    Pues esta semana me quedo yo para que duermas algo.

    Es mi hermana, voy a quedarme de todos modos.

    Entonces me quedaré contigo.

    Es duro. Hoy estaba débil, pero no la dolía. Intenta soportar una noche de esas. Te vuelves loco —me acaricia el brazo con la yema de los dedos.

    ¿Grita?

    No, eso es lo peor. Por no hacerme daño a mí se lo aguanta todo y llora o me aprieta la mano. A veces incluso ambas cosas.

    ¿Y no tiene familia para que te ayude?

    No —respondo sin ganas.

    Venga, dime algo más. Antes has insultado a su padre y creo que no has seguido con cosas más fuertes por si te oía alguien.

    No hay nada que decir.

    Algo habrá —insiste.

    Están muertos. ¿Contento? —a esto le sucede un vago resumen de lo que ocurrió y la situación en la que se encuentra ahora su padre.

    Con lo que dijiste antes te has quedado corta. ¿Cómo puede hacer eso?

    Hay gente que no tiene corazón. Mi opinión es que está loco.

    Y tanto…—comenta mirando al horizonte— ¿lo has visto alguna vez?

    Sí —vuelvo a recostarme, el sueño está pudiendo conmigo y siento cómo se acerca lentamente.

    ¿Cómo? Está en la cárcel.

    Le hice una visita. Le saqué el tema de Lily y se preocupó, pero al instante me dijo que siempre le había fascinado el fuego y me provocó para que le pegase.

    ¿Por qué haría eso?

«Porque soy poli»
Ni idea. Te he dicho que estaba loco —es en ese instante en el que me rindo y dejo que el cansancio tome posesión de mí en forma de un profundo sueño.

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