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miércoles, 7 de agosto de 2013

Cap. 14


 
    Vengo a ver a Earl Sullivan.
    ¿Es mayor de edad? —el guardia de la puerta me mira con recelo.
    No, pero…
    Entonces no puede. Vuelve con tu madre y con una autorización. Ese preso se encuentra en aislamiento.
    ¿Le parece ésta suficiente autorización? —le enseño la placa.
    A mí no me la pegas niña —me la quita de la mano—. Sé que es falsa y te estoy haciendo un favor no deteniéndote ahora mismo. Falsificar una es delito. Por ahora te la requisaré.
    Comprueba si es real, no me importa siempre y cuando seas rápido —le digo con un deje de superioridad.
    No creo que merezca la pena. No puedes ser agente de… —se calla en cuanto saco la reglamentaria de su funda y le apunto.
    Compruébalo si quieres y déjame entrar. Soy tu superior.
    ¡Baja el arma! —me grita otro guardia apuntándome también.
    Hazlo —insisto al guardia que estoy apuntando mientras ignoro al resto de guardias que se acercan apuntándome también.
Por fin se acerca lentamente y lo mira en un ordenador. La cara de asombro es indescriptible. Supongo que la mía de satisfacción también. Ordena al resto de guardias que bajen sus armas y me deja pasar después de dejar en una taquilla ambas pistolas y la navaja escondida. Por suerte me permiten llevar la placa y lo que necesito para tomar las muestras. Técnicamente, necesitaría una orden, pero ya que no es un preso especialmente querido, lo pasan por alto. Me hacen esperar en una sala antes de reunirme con él. Me piden disculpas por su compañero y las acepto con amabilidad, pero no con menos nerviosismo a pesar de la calma que expreso y dejo ver. Al fin me dejan entrar y lo veo:
Vestido con el típico mono naranja de preso; esposado por el tobillo a la pata de la mesa; aparentemente alto; delgado y sin pelo en la parte frontal de la cabeza, dejando así una especie de corona rodeándole la nuca y parte de la cabeza. Parece tranquilo cuando me ve entrar sin mostrar la placa aún. Tan sólo dejo el equipo de recogida en la mesa y me siento en la silla de enfrente sin prestarle atención. Por su aspecto parece imposible que haya hecho la barbaridad por la que se encuentra aquí. He hablado con Tom y dice que lo mejor sería una muestra de sangre, pero que con el simple ADN se conforma.
    Mira, llevo una semana horrible, así que lo mejor será que te portes bien ¿vale? —le digo con tono cansado.
    Eres una niña —intenta ocultar su sorpresa.
    Y con muy mal genio. Abre la boca y dame una muestra de saliva, anda —le ofrezco el bastoncillo.
    ¿Para qué? —se pone a la defensiva.
    Calla y obedece. Venga, no tengo mucha paciencia —continúo en tono brusco. Me estoy controlando mejor de lo que esperaba.
    No pienso aceptar órdenes de una cría —me recuesto en la silla y respiro hondo.
    Puedo hacerlo por la fuerza si prefieres.
    Voy a llamar a los guardias.
    Hazlo, no van a venir. Prefieren que te mate a golpes, cobarde —ya está. Se acabó el autocontrol.
    ¿Tú? ¿A mí? Permite que me ría—suelta una amarga carcajada y le respondo con una sonrisa.
    ¿Quieres probarlo? Por mí no hay problema. En realidad no sabes las ganas que tengo de golpearte hasta hartarme, pero como soy buena chica y Lily no sabe nada de esto, no lo haré de momento.
    ¿Lily? ¿De qué conoces tú a mi hija?
    ¿Ahora es tu hija? Pues no lo era cuando intentaste matarla junto a sus hermanos y a su madre —mi voz está llena de rencor y rabia contenida.
    Siempre me ha gustado el fuego… —comenta, haciéndome saltar del asiento como un resorte y amenazarlo con el puño cerrado.
    Pégame, te meterás en problemas, poli —dirige su mirada a la placa que llevo colgada de la cintura—. Tan joven y ya desperdiciada, qué pena.
    Abre la boca o te la abro yo —le acerco el bastoncillo y de nuevo se niega a hacerlo—. Muy bien, tú te lo has buscado.
Llevo la silla hasta la esquina donde está la cámara y la apago. Rápidamente bloqueo la puerta con la misma silla y me acerco de nuevo al monstruo. Cojo la placa y la saco de la funda, selecciono un borde y lo froto contra la pared de metal.
    ¿Qué haces?
    Te doy otra oportunidad. Dame una muestra y no tendré que sacarla yo. Te informo que estoy deseando hacerlo —observo el borde afilado.
    No pienso darte nada.
    Como quieras —me pongo detrás de él e intenta golpearme—. Ten cuidado, eso añadiría más tiempo aquí. Agresión a un menor y a un policía: todo a la vez
Insiste retorciéndose y le agarro del cuello con el antebrazo. Ignoro los golpes de la puerta y le corto la circulación lo suficiente para dejarlo inconsciente en unos segundos. Voy hasta la puerta y digo al exterior que saldré en unos minutos.
Le hago un corte en el dedo y derramo su sangre en una pequeña probeta mientras se lo aprieto para que fluya más rápido. La sangre para de salir y repito la operación con otros dedos hasta que queda llena por la mitad —lo suficiente para hacer más de una prueba—. Los gritos del otro lado de la puerta aumentan y termino con una muestra de saliva. Escondo la sangre en la parte trasera del pantalón y salgo tranquilamente.
    ¿Qué ha pasado? ¿Qué tienes ahí? —me preguntan alarmados.
    Una muestra de saliva. Se quedó dormido y aproveché el momento. No debe dormir bien aquí —cojo las cosas de la taquilla seguida por el que parece el jefe.
    Sé lo que has hecho. Limpio, rápido y discreto; pero te puedes meter en graves problemas —me susurra.
    Y yo no sé de qué me habla —me dirijo a la salida y no me sigue. Una vez fuera hablo al que lleva el registro—. Que metan a este con el resto de presos, y procura que sepan por qué está aquí —le paso un fajo de billetes y enseño la placa. Es más útil de lo que esperaba—. Es una orden, ¿entendido?
    Sí, agente.
    No hace falta que te cuadres, no soy del ejército —sonrío con suficiencia y vuelvo mucho más tranquila a por Frank.
Es sorprendente lo que puede relajar ver cumplida una pequeña parte de tu venganza. También me gusta la sensación de ver a una panda de adultos armados temer a una simple chiquilla de diecisiete años.
Desde el coche llamo a Tom, espero que esté en el hospital.
    ¿Tom? Soy Alice. ¿Estás con Lily?
    Acaba de bajar para terminar las pruebas de hoy. ¿Me necesitabas?
    Ayer la vi unos moratones y no sé cómo se los ha podido hacer.
    Siento decirte que yo también me he dado cuenta. Y…eso es un síntoma —trago una bocanada de aire antes de volver a hablar.
    He conseguido lo que necesitabas del padre: una muestra de sangre y de saliva. Voy a hacer una llamada a ver si también tengo lo de la madre.
    ¿Cómo lo has conseguido?
    Le he hecho una visita.
    No me lo puedo creer…
    En un rato te llamo y te llevo las cosas —cuelgo sin esperar a que se despida y vuelvo a llamar a Frank.
    Alice, ¿puedes pasar por la comisaría?
    ¿Lo tienes?
    Quieren dártelo en persona.
    En una hora estoy allí.
Vuelvo a colgar y acelero mucho más de lo recomendado. Cojo unos cuantos atajos y sorprendentemente llego sin problemas, incluso en menos del tiempo establecido. Guardo con cuidado todo en el coche, incluso las armas y la placa. En la entrada, con un policía uniformado y franqueando la puerta, no sé cómo identificarme para que me deje pasar.
    Soy Alice —opto por lo más sencillo.
    Alice ¿qué más?
    Du…Sanders —corrijo.
    ¿Du Sanders?
    Sin el Du, perdón. Vengo a buscar a Frank, del FBI. ¿Puedes decirle que estoy aquí?
    Aquí no hay nadie del FBI —me responde secamente.
Justo a tiempo aparece por el fondo y grito su nombre. Me mira y viene a paso rápido hasta mí.
    Viene conmigo, déjala pasar.
    Sí, señor —se aparta.
    ¿No te has traído la placa?
    No estaba en casa y no la cogí para ir al hospital —me encojo de hombros.
    ¿Sabes algo más?
    La están haciendo pruebas, pero lo más posible es que den positivo —pasamos por un lío de mesas y subimos por el ascensor.
    Lo siento…
    No lo sientas, ahora hay que centrarse en cómo curarla. Y esto me ayudaría muchísimo, ya sabes.
    ¡Frank! ¿Es ésta?
    Un poco de respeto —Frank riñe a unos policías con traje alrededor de una mesa—. Alice, estos son Rob, Smith y Tyler —me saluda cada uno de ellos.
    ¿Para qué querías las muestras? —pregunta Tyler. El más joven del grupo. Ronda los treinta, oscuro de piel y ancho de espaldas.
    La niña que sobrevivió tiene leucemia y es posible que sea genético.
    ¿La conoces? —interviene Smith. Un hombre ya entrado en años y con el pelo empezando a blanquear. Más bajo que el resto y con una incipiente barriga.
    Soy su her…—Frank me da un toque en el brazo para que rectifique— tutora. Me encargo de ella. Podrían hacer una cura a partir del ADN, por eso os lo pido.
    También necesitarías del padre ¿no?
    Ya me he encargado de ello —Frank me mira con asombro y me dirijo a él—. Luego te explico —le susurro.
    ¿Cuántos años tienes?
    En junio hago los dieciocho.
    Increíble. Felicidades, Frank; has conseguido domar a un potro salvaje —sonríen ante la ocurrencia de Rob.
    ¿Me lo daréis?
    Toma —Tyler me entrega un sobre tamaño folio cerrado y con un bulto—. Es todo lo que hay.
    Muchas gracias.
Me despido educadamente de los policías y voy al hospital. Le entrego todo a Tom sin darle explicaciones por mucho que las pida —no me hace falta que me regañe otra persona más— y comienzan con las averiguaciones. Aún tengo que esperar otros dos días para los resultados y Lily está agotada y no he podido verla.
El resto del fin de semana lo paso durmiendo todo lo que puedo para empezar a trabajar el lunes. Alex tiene razón, el horario es casi abusivo: de tres de la tarde hasta once de la noche. Por lo menos tengo los fines de semana libres, aunque si quiero salir algún día más pronto tengo que compensar las horas con otros días (incluidos fines de semana).
Frank y yo hemos ocultado el incidente con el padre de Lily a Anne. Ella le regañaría a él por ni seguirme y a mí por hacerlo, así que será mejor que no sepa nada.
Sorprendentemente, Frank no se enfadó conmigo; es más, se mostró bastante interesado y, creo que incluso le gustó lo que hice. Por lo que veo, hay pocas personas por no decir ninguna, que aprecien la vida de Earl Sullivan.
 

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