Translate

jueves, 20 de junio de 2013

Parte 3. Capítulo. 1


Me levanto con cuidado de no despertarlo y llamo al servicio de habitaciones antes de preparar la ducha. Grabo en mi mente la forma en la que hemos dormido: apoyada en su pecho y él rodeándome con ambos brazos. Me quedo mirándolo y le tapo hasta la mitad del pecho para que no coja frío; menos mal que tiene el sueño profundo. Recojo un poco la ropa tirada por el suelo y me pongo su jersey cuando llaman a la puerta. Ignoro la mirada extrañada del botones y le despacho rápidamente tras dejar el desayuno en el salón. Al volver parece que empieza a despertarse y paso al baño.

He oído que después de hacer el amor por primera vez eras una persona diferente, que veías el mundo de otra manera…y no puedo estar más en desacuerdo.

No me siento distinta, aparte de tener todo el cuerpo especialmente dolorido —últimamente no me ha ido muy bien—, ni especial, ni desconocida… Estoy como siempre. El mismo pelo rubio y alisado de ayer, los mismos ojos azul verdoso, el mismo lunar en la base del cuello, la misma cicatriz del hombro izquierdo… Lo único que ha cambiado es, quizá, nuestra relación y mis dudas, que han aumentado y se abren paso a través de mí como un torrente. Levanto el jersey lo suficiente para ver alguna magulladura en los muslos y, en la parte interna, una sombra roja inconfundible. Lo bajo y me remango, dejando al descubierto los golpes del coche y en el brazo derecho, la mano de aquel hombre que…respiro profundo para retener la sensación de culpa junto a alguna lágrima al recordar el momento.

    Bonjour, mon ange —me abraza por detrás—. ¿Qué tal has dormido?

    Bien —me seco como puedo la cara—. ¿Y tú?

    ¿Estás bien? —me gira por los hombros doloridos. Asiento y miro al suelo— No lo estás.

    Sí, tranquilo. El desayuno está en la sala, yo voy después de ducharme.

Empieza a besarme, primero con calma y más adelante se anima y no puede, o podemos, parar. Se agacha lo suficiente para ponerse a mi altura y empieza a deslizar los dedos desde encima de mi rodilla hasta llegar al jersey.

    ¿Nos duchamos juntos? —sugiere.

Sube el jersey volviendo a besarme y lo bajo bruscamente a la vez que me separo. Me duele su cara de confusión.

    No… mejor otro día.

    ¿Qué pasa, Alice? ¿Qué hay que no quieras enseñarme? Porque sabes que te he visto antes la cicatriz y no me importa, es más, te he visto entera.

    No es nada. Es que creo que ya hemos tenido suficiente uno del otro por un tiempo —miento, porque sé lo que ocurriría.

    Pues yo no. Eres mi novia y después de lo de anoche te amo mucho más, si era posible.

    Dijiste que no me presionarías.

    No lo hago. Quiero comprobar que estás bien —se pone serio.

    ¿No te fías de mí?

    Claro que me fío.

    ¿Entonces?

    Te conozco. Y no me dirías si yo te he hecho daño, por eso quiero verlo con mis propios ojos.

    Sal del baño —sentencio y no se mueve—. Sal o me voy.

    De aquí no se va nadie hasta que te vea.

    Intenta impedírmelo —estoy a punto de salir por la puerta sin que él haga nada,

Antes de conseguirlo, coge el jersey y me lo quita en un instante. Me quedo de espaldas, aun así se ven algunos golpes de los días anteriores. Siento su mano posarse con delicadeza en mi cintura. Odio tener que mentirle y ocultarle tantas cosas. Mi mano se llena con la otra suya y me lleva hasta él muy despacio. Me doy la vuelta y le abrazo, sin importar que esté desnuda. Comprende lo que necesito y me abraza de una manera tan reconfortante que no siento nada aparte de lo mucho que me quiere. Al apartarnos me mira con cautela.

    Lo sabía… —murmura.

    No son de anoche —corto rápidamente—. Son de cuando me caí.

    ¿Y esta? —me señala el brazo.

    No tiene importancia. No es tu culpa —le quito el jersey de la mano y deja que me lo ponga.

    Ya…

    Lo digo en serio. Yo te dije que lo hicieras, yo te traje aquí.

    Pero si no te hubiera hecho caso…

    No hubieses estado a gusto.

    Ni tu llena de moratones —replica.

Termino la discusión con un fuerte beso y, sin palabras, me dice que me entiende y me deja sola. Cuando salgo, ya vestida, él sigue en ropa interior, mirando la cama con cara ausente.

    ¿Qué miras? —me acerco y veo lo mismo que él: una pequeña mancha de sangre— A veces pasa —leo su pensamiento.

    No si tengo cuidado.

    Lo tuviste.

    Sabes que no.

Al principio sí lo tuvo, pero le veía demasiado tenso e incómodo, así que le dije «Hazlo como tú sepas. No te cohíbas por mí.» y ahora se culpa por hacerme caso. Si no llego a decírselo, no habría sido igual.

    ¿Estuvo bien? —pregunto tras tapar la mancha con la sábana.

    Eso no importa, tú…

    Es lo más importante. Me dijiste que lo único que necesitabas era a mí, y me entregué. Lo hice porque quise, no por sentirme presionada. Y lo volvería a hacer con tal de verte feliz, pero si luego estás así… No siempre va a ser como anoche, yo aprenderé de ti y tú aprenderás a tratarme con más cuidado.

    ¿Y hasta que yo aprenda qué? ¿Tú saldrías herida cada vez?

    No exageres —me río—. Vamos a desayunar que me muero de hambre.

Hacemos lo que digo y se ducha. Le espero sentada en el balcón, mirando la gente pasear por la playa.

    Huelo a ti —dice al salir conmigo y llevándose el jersey a la nariz.

    Me la he puesto un buen rato —me río—. Lo raro es que fuese a ti.

    Me gusta —se sienta a mi lado y me coge de la mano.

    Tenemos un par de horas más antes de tener que irnos.

    ¿Es eso una proposición? —bromea.

    No te pases. Soy una chica decente —me aguanto la sonrisa.

    Pues yo no —me da un pequeño beso—. ¿Te apetece dar un paseo por playa?

    Tengo que ir con mi padre esta tarde. Algo de la empresa.

    ¿Y Lily?

    Estuve estos días con ella. La avisé que no podría ir —no se merece que le mienta, sin embargo, lo hago.

    La doy un beso de tu parte.

    Gracias —nos quedamos en silencio un rato. Parece que hemos madurado de golpe.

    ¿Te dolió?

    ¿Qué?

    Si te dolió lo de anoche —suelto un bufido.

    Tienes un don para estropear momentos románticos. Te recomendaría pensar lo que dices.

    Llevo pensándolo toda la mañana. Cuando me has arropado no podía soportar la idea de haberme pasado contigo.

    ¿Estabas despierto? —asiente— ¿Por qué no me lo has dicho?

    Quería dejarte tiempo a solas. Pensé que no te vendría mal.

    No estoy segura —murmuro y se queda mirándome.

    Respóndeme —me pide.

    No —suspiro.

    ¿Es tu respuesta o que no piensas decírmelo?

    La primera —me fijo en el horizonte.

    ¿Seguro? Quiero que seas totalmente sincera.

    Lo estoy siendo —miento—. ¿Vas a seguir así o puedo estar tranquila?

No hacen falta palabras cuando me besa con ternura y apoya la mano en mi vientre. ¿Acaso estará pensando en eso? Cuando nos separamos la quita sin importancia, así que espero que no.

Alex me sigue con la mirada cuando voy al carrito donde estaba el desayuno. Deja de prestarme atención y aparto el mantel, dejando a la vista la bandeja de metal unida a las patas y el pequeño pinganillo sobre ésta. Lo cojo con disimulo y me lo pongo en el baño.

    No estoy segura de esto.

    Tienes que hacerlo si quieres seguir con vida.

    Gracias por los ánimos.

    Ya sabes lo que hay que hacer. Cuando lo tengas…

    Toso. Entendido.

Empiezo a andar, tal como lo acordado, y al cabo de unos minutos vuelvo con Alex.

    ¿Puedes llamarme al móvil? Es que no lo encuentro.

    Claro, cógelo. Está en la mesilla —«no me lo pongas tan fácil, por favor». Voy y se lo entrego. Prefiero hacerlo como el plan.

    Ten —se lo ofrezco y me llama. Lo saco de su escondite junto al otro—. Gracias, ya lo tengo. ¿Te lo dejo donde antes?

    Si puedes… —le acaricio la cabeza. En la habitación empiezo a toser.

    Bien hecho. Prepárate.

    Tengo muy poco tiempo.

    Lo sé. Encárgate de entretenerle —suspiro.

    ¿Estás bien? —me sobresalta.

    ¿Por qué no iba a estarlo? —me poyo en su pecho y se encoge de hombros.

Me escondo el teléfono antes de que me bese. Intento retenerle, pero se empeña en separarse.

    ¿Dónde vas?

    A llamar a mi padre. Voy a decirle que estoy bien —«no, eso no. Es muy pronto»

    Apuesto a que lo sabe —le agarro la mano y llaman a la puerta.

    ¡Servicio de habitaciones!

    ¿Has pedido algo?

    Vendrán a por el carrito —abro la puerta y dejo el teléfono antes de que Anne se lo lleve—. ¿Por dónde íbamos?

    Yo iba a…—antes de que se aleje le agarro del pantalón.

    Besarme.

Nos quedamos besándonos. Normalmente el tiempo vuela cuando estamos juntos, pero en esta ocasión parece que se detiene por completo. Apenas puedo controlar los nervios.

    Estás rara —consigue separarse.

    ¿Por?

    No sé…

    Quizá me he dado cuenta de lo afortunada que soy de tenerte.

    Eso no pega mucho contigo…

    Tenía dudas de si me ibas a dejar después de que…pasara esto.

    ¿Es eso verdad? —parece relajarse.

    Sobretodo al principio. Cada vez menos, pero siempre existía.

    No quiero que se te vuelva a pasar por la cabeza, ¿entendido? Je t'aime mon ange.

    Moi aussi, mon Prince —le beso y apoya las manos en mis caderas con mucho cuidado—. Me encanta que me hables en francés.

    Debería hacerlo más, teniendo en cuenta que eres de allí. Así si alguna vez vamos me integraría mejor.

    Quizá —sonrío y oculto la amargura—. Te gustaría.

    El propio infierno sería precioso si tú estás allí.

No puedo soportar esas palabras sin lanzarme a sus brazos. Sencillamente me parece perfecto, si no fuera por ese pequeño detalle; aunque, uno no escoge a su familia.

    Deberíamos ir un día al muelle. He oído que es muy bonito —continúo entreteniéndolo.

    Si quieres vamos a la salida del instituto.

    O a la hora del instituto. Así estamos más tranquilos —sonrío con picardía.

    Qué chica más mala —bromea.

    ¿No te gustaría?

    Aquí también estamos tranquilos. Solos, más bien —sonríe y arqueo la espalda.

    Tenemos poco tiempo…—de nuevo me besa— A lo mejor no.

Me saca la camisa por la cabeza y me coge en brazos. Noto la pared cuando me apoya para poder quedarse en vaqueros. Enreda los dedos en mi pelo y olvido lo que tenía que hacer a continuación. Oigo cómo llaman a la puerta y ambos lo ignoramos. Insisten y Alex grita que no podemos y al ver que continúan, me pregunta.

    ¿Has pedido algo?

    No —miramos a la puerta.

    Yo abro —me deja caer y se abrocha los pantalones. De repente me acuerdo de todo.

    Déjalo, voy yo —me pone su jersey.

    Traigo lo que han pedido —nos reímos al ver que en la mesa hay una gran variedad de juguetes eróticos.

    No…se ha equivocado —Anne, disfrazada, le mira.

    ¿Seguro?

    No nos hace falta —antes de cerrar la puerta por completo me mete el móvil en el bolsillo trasero del pantalón.

    Qué oportuno —me río más.

    No me gustan. Prefiero que me abraces en vez de esposarte a la cama.

    Tendría su morbo…indefensa y sin poder moverme, me veo obligada a dejarme hacer… —pienso en voz alta al ver su cara— No me digas que no te gustaría —le guío a la habitación.

    Es degradante —dice antes de besarme y dejarse caer sobre la cama.

Hago el cambiazo del móvil y tiro el otro bajo la cama; justo a tiempo, porque me aprieta contra él metiéndome las manos en los bolsillos traseros. Entonces llaman a la habitación.

    ¡¿Pero aquí no se puede estar tranquilo?! —protesta.

    Parece que no.

    ¿Diga? —contesta malhumorado— Está bien. Ya bajamos.

    ¿Pasa algo?

    Tenemos que dejar la habitación. Si quieres bajo en un momento y pago un día más para…

    No puedo.

    ¿Entonces cuándo?

    Cuando surja. No vamos a forzar las cosas, al menos yo no.

    Tienes razón —me besa.

Nos vestimos y salimos. Le llevo hasta el instituto y un agente escondido se sube para continuar con el plan. Es increíble cómo lo hemos organizado todo en apenas un día. Conduzco hasta casa y Frank baja a hablar con el agente para darle las últimas instrucciones y cubrirme cuando me bajo. En casa esperamos a los compañeros de la comisaría hasta que llegan y lo preparan todo antes de irme. Hemos entrado en los ordenadores del aeropuerto y parece que esta misma tarde vuelvo a Francia. Hago caso de lo que dicen, a pesar de que su idea deja mucho que desear, y bajamos hasta el vestíbulo.

    ¿De mudanza, monsieur Du’Fromagge?

    Un maniquí de mi mujer. Aprovechamos a que el camión de mudanza pasa por aquí para que se lo lleve.

    Parece que pesa. Déjeme ayudar.

    No —dice Smith, un agente de la comisaría de la zona donde Frank se pasa el día—. Nosotros nos apañamos.

Me mueven y temo por caerme en cualquier momento. Oigo las conversaciones a través del cartón. Primero a Frank hablar en un perfecto francés y otro le responde en el mismo idioma, aunque mucho más rudo y se nota que le cuesta. Me suben al camión, que me dejará a un par de manzanas, donde otros agentes encubiertos me subirán a un coche y me dejarán en la casa donde he vivido durante el entrenamiento hasta que las cosas se calmen y desaparezcan las sospechas. Ellos dieron a la vida a Alice Du’Fromagge y ellos se encargarán de deshacerse de ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario