Rechazo todo tipo de comida —me da asco al
pensar en toda la sangre en el suelo blanco impoluto del hospital— y, al par de
días, vuelvo a la comisaría a realizar papeleo. Creo que ya sé a qué dedicarme
en el futuro, preferentemente al trabajo en oficina. Antes pensaba que era
aburrido, aunque después de matar a dos personas se hace bastante aceptable.
— Cuidado,
a ver si nos va a disparar.
— No
digas eso, Rob. Perdónale, es idiota —se disculpa Tyler.
— No
pasa nada. ¿Sabes algo de cómo van las cosas?
— Por
mucho que insistes no te dirán nada —interviene Frank—. Están bien entrenados.
— Ya
has oído —se encoge de hombros.
— Enana,
estás muy flaca —concluye Rob.
— Es
la primera vez que dice algo inteligente.
— Últimamente
no tengo hambre.
— Lo
que no voy a tener yo es cabeza —nos interrumpe.
— ¿Qué
dices, Frank?
— Anne
se ha enterado de todo. Si alguno tiene que hacer guardia yo me encargo —se
ríe.
— Dila
que venga. Así puedo ver a alguien inteligente por aquí.
— Uy,
lo que ha dicho —se hace el ofendido Smith.
— Venga,
a trabajar. Al, ven a solas un momento —nos alejamos un par de mesas del
grupo—. ¿Qué tal lo llevas?
— ¿El
qué?
— Todo.
Han pasado muchas cosas y…
— Bien
—miento muy mal—. Ahora hay un criminal menos en el mundo, ¿no crees?
— Junto
con la información.
— No
iba a decir nada.
— Lo
sé, aunque los de arriba no opinan lo mismo. Me están pidiendo explicaciones…
Continúa hablando, sin embargo otra cosa atrae mi atención: un policía
uniformado —a diferencia del resto de nosotros— empuja a un chico, alto y rubio
con una cazadora negra y un número siete en la manga, hacia los calabozos.
— Alice,
te estoy hablando —Frank me devuelve a la realidad.
— ¿Quién
es ese? —consigo decir.
— Un
pandillero, supongo.
— No
puede ser…
— ¡Fellon!
¿Qué ha hecho?
— Le
he pillado pintando. Una noche entre rejas le enseñará cómo se hacen las cosas.
Gira la cabeza y nuestras miradas se encuentran. Antes de que él pueda
disipar sus dudas sobre mí, el policía le empuja. Yo sé perfectamente quién es,
lo que no entiendo consiste en el porqué él está aquí.
— ¿Qué
te pasa? —se interesa Frank al ver mi expresión— Alice, despierta.
— ¿Qué?
—sacudo la cabeza.
— Que
a qué viene esa cara. No es nada nuevo ver a alguien detenido.
— No
es eso. ¿Tiene antecedentes? —pregunto a Smith.
— No
lo sé; pregúntaselo al que le ha traído.
— ¿De
qué le conoces? —mi padre me conoce demasiado bien.
Aun así, le ignoro y sigo el camino que ha hecho antes el policía. Me
coloco el pelo para que me vea lo menos posible.
— Sácalo.
— Vete
si no quieres meterte en líos —sonrío con suficiencia.
— ¿Eres…
—balbucea PJ.
— Diría
lo mismo. Te estoy dando una orden.
— ¿Quién
te crees que eres, niña?
— Tu
superior —Frank entra y PJ se queda mirándonos—. Obedece.
— Pero,
señor…
— Ya
le has oído. O me haces caso o quien pase la noche dentro serás tú.
— Niñata
estúpida —murmura mientras abre la celda. Frank intenta decir algo, no obstante
yo hablo antes.
— Como
le vuelvas a molestar no se quedará en una amenaza.
— Ya
basta, Alice —me frena mi padre cuando PJ sale despacio de la celda.
— ¿Nos
puedes dejar solos?
— No
—lo mira sin confiar en él.
— Por
favor, papá. Síguenos si quieres, pero necesito hablar.
— Que
Tyler os vigile en un radio de 500 metros .
— Gracias
—le beso la mejilla y me alcanza mi americana y a él su cazadora.
— ¡Rubia!
—me abraza con tanta fuerza que creo que me va a romper en cuanto Frank sale de
la habitación.
— Me
haces daño —le quito.
— No
me puedo creer que te haya encontrado… ¿Qué haces aquí?
— Sígueme.
Salimos de la comisaría sin hablar y con Tyler pegado a mis talones. Le
indico que se quede alejado y nos da intimidad. Me compaña al sentarme en un
banco delante de una fuente. Estamos rodeados de gente y árboles. A pesar de
estar un agente conmigo, ahora soy un blanco muy fácil. Evito mirarle todo lo
que él me permite, sin embargo él no me quita sus ojos de encima. No quiero ver
lo que reflejan sus ojos, aunque de cierta manera lo sé; igual que sé a lo que
ha venido.
— No
deberías estar aquí —consigo que las palabras salgan del corazón directamente a
la boca, mirando al suelo.
— ¿Por
qué? No me llamas y no contestaste a la carta. Tenía que hablar contigo.
— Porque
no puedes. No yo hablar contigo. Lo mejor será que te vayas, este no es tu
sitio.
— Mi
sitio es donde estás tú, Baby. Me he dado cuenta de todo; sé que es tarde, pero
todavía podemos estar juntos. Aquí o en cualquier otro lugar, no me importa
dónde si estamos juntos.
— No
me llames así. Soy Alice, no Baby, ni rubia —«ni “su ángel”» —Olvídate de eso,
nunca vamos a estar juntos —mi voz es dura.
— Tenemos
que intentarlo —insiste.
— Es
que no quiero intentarlo, ¿no lo ves? —me levanto como un resorte— ¿No te quedó
claro con la carta? —está dolido, aun así continúa.
— Es
por eso por lo que he venido. No puedes decirme todo eso y esperar que me quede
de brazos cruzados —se levanta conmigo—. Entiendo que te enfadaras por lo de
Amber, y…
— Ese
es el problema. Crees que el mundo gira alrededor del barrio y del grupo, y no
es así. Cada día pasan millones de cosas, mueren personas…y tú te preocupas
porque no quiero estar contigo.
— Mi
mundo eres tú, ru…Alice —me dejo caer en el banco—. Yo también me enfadé cuando
me contaste lo del tipo del bar, o te vi con Bells… Si allí no te sientes a
gusto, nos vamos. Puedo encontrar algo aquí para…
— Para,
por favor —ya no recordaba sus ataques de sinceridad. Entierro el rostro entre
las manos y me rodea los hombros.
Me levanto para respirar porque ya es demasiado. Pensé que le había
olvidado, que no me importaba, y ahora… Se pone enfrente mía, acerca la mano a
mi cuello y me separo en el momento justo antes de que roce mi piel. Ya no
puedo pensar en mí de la misma manera después de haber sentido durante tanto
tiempo a Alex. Me parece que le estoy traicionando al dejar que otro toque lo
que es suyo. PJ deja caer la mano y miro a Tyler, que está atento a nosotros.
Alza las cejas en forma de pregunta y digo que sí con la cabeza para que siga
tranquilo a pesar de tener los ojos encharcados.
— Tienes
que irte. No puedes estar conmigo.
— Me
da igual que no salgamos, quiero verte todos los días y decir: mira, esa es la
chica por la que perdí la cabeza y crucé el país en una vieja camioneta. Y
poder mirarte, tocarte, aunque sólo sea rozarte la mano. Llámame tonto, pero
esta cosa tan sencilla me provoca una especie de descarga al corazón, que lo
para y acelera en un momento.
— No
sigas —casi le ruego—. Yo no… —me seco las lágrimas y tomo un trago de aire.
— ¿No
te gusta oír la verdad? ¿O es que…
— Fuiste
un cobarde. Si me hubieses dicho todo esto al principio…
— Tú
tampoco lo dijiste. Comprende que…
— ¿El
qué tengo que comprender? Estuve llamándote tres meses, tres largos y duros
meses, Patrick, y no me respondiste. Un mensaje, una llamada, nada. Me dejaste
sola cuando más te necesitaba. ¿En serio crees que eso es amor? ¿O simplemente
soy un absurdo capricho de un inmaduro que en cuanto ve que otra se le abre de
piernas se tira de cabeza? Reconoce que es todo lo que soy para ti, porque si
no fuese así, no habrías estado con
otra, habrías hablado conmigo cada día y me habrías dicho que me querías y que
me echabas de menos —le grito hasta quedarme sin aire.
— Me
has llamado Patrick —se sorprende.
— Es
tu nombre.
— Sí,
pero siempre me han llamado PJ…
— ¿Ves
como tengo razón? Oyes lo que no quieres y cambias de tema.
— No
es así.
— ¿A
no? Pues yo estoy viendo todo lo contrario.
— Te
quiero —susurra.
— Ahora
no intentes arreglarlo. Estás aquí porque te has aburrido de la pelirroja esa y
quieres probar a otra—continúo gritando—. O porque se ha dado cuenta de lo
miserable que eres y te ha dejado y como no tenías otra diversión decidiste
venir a molestarme e intentar que cayera en tus redes, pero no…
No me deja terminar. Me sujeta la cara entre sus manos y me besa, tal como
la otra vez. Noto sus labios más cómodos, cálidos y reconfortantes de lo que
puedo recordar. Ahora sí que no entiendo nada, ¿es que no hay otra forma de
hacerme callar que así? Mi boca va a parecer de uso público, si es que no lo es
ya. Todos se deciden por hacer lo mismo: besarme. ¿Tan poca imaginación tienen
los hombres? Lo único que queda es que Frank en vez de regañarme haga lo mismo
que el resto. Tom podría haberme metido en la consulta, pero no, me besó. PJ
podría haberme dicho me callara, y de igual manera no lo hizo, ninguna de las
dos veces.
Tampoco entiendo por qué mis labios son independientes de mi cerebro y
le dejan entrar. Ya no soy dueña de mi cuerpo, ni de mis reacciones. Una
extraña se ha apoderado de mí y hace que mis brazos rodeen su cuello y lo
empujen hacia mi cuerpo. Siento cómo una mano suya se desliza por mi bolsillo
trasero y la otra hace lo mismo por mi cuello, que lo acaricia suavemente antes
de sujetarme la cabeza por entre el pelo. De nuevo la extraña arquea la espalda
y me aprieta y besa con más fuerza.
Baby desearía quedarse ahí, huir con él, dejar todo lo anterior atrás y
empezar de cero a partir de este momento; Alice Du’Fromagge saldría corriendo
después de haberle dado una bofetada y se tiraría a los brazos de Alexander,
sin importarle las amenazas ni el dolor ajeno, se iría con él a Marsella y
repetiría lo del hotel tantas veces como fuera posible; y Alice Sanders…
directamente no sabe quién es, a quién quiere, qué va a hacer o si pegarse un
tiro o tirarse del Vincent Thomas.
Ésta última parece despertar de un sueño y se aparta, me aparto, de
Patrick bruscamente. Me mira confuso, al igual que yo a él.
— No…vuelvas…a
hacer…eso —aún noto sus labios sobre los míos, que ahora se ven solos y torpes.
Me aparto varios pasos.
— No
puedo —traga saliva y me mira de arriba abajo—. Ahora sí que no pienso dejarte.
No te lo he dicho porque creía que lo sabías, pero tengo que soltarlo: Te
quiero. Desde el momento que te vi me gustaste y cuando pasamos tiempo juntos
me di cuenta de lo especial que te habías convertido y de que quería, quiero
estar contigo de todas las formas posibles. Quiero ser especial para ti; quiero
ser tu primero, siempre lo he querido.
— Eso
no puede ser…yo…
— Vámonos.
Ven conmigo. No quieres volver a verlo y yo estoy aquí; es así de simple. Te
necesito a mi lado, Alice Sanders —concluye.
— Yo
no te quiero al mío —« ¿aún sigue existiendo esa chica, la que acaba de
nombrar?».
— Por
muy cruel que seas te seguiré queriendo igual.
— Para.
Como vuelvas a decir algo así juro que te pego un puñetazo.
— Esa
es mi chica. Tal como te conocía —me sonríe y esquivo su mirada—. ¿Qué hacías
en la comisaría? ¿Y por qué llamaste a ese papá? ¿Me puedes decir por qué dijo
que eras su superior?
— No
pienso responder a ninguna de las preguntas. Son temas privados y lo mejor para
ti será que no conozcas las respuestas —digo cortante.
— Entre
nosotros no hay temas privados. Somos un grupo y…
— Yo
no. Me salí con todas las consecuencias. ¿Y tú qué hacías allí?
— Es
privado.
— Me
lo merecía —asiento levemente y se ríe.
— Ya
lo has oído, me pillaron pintando.
— ¿El
qué?
— ¿Tu
niñera nos dejará? —mira a Tyler.
— Sin
problemas —sonrío.
Nos escolta a una pequeña presa abandonada donde está la vieja camioneta
de su padrastro. En la pared hay un dibujo enorme de lo que parece ser mi cara.
A pesar de estar inacabado, es más bonito de lo que podría imaginar. Ha
conseguido captar cada detalle y plasmarlo; igual que el resto de dibujos que
decoran las paredes. En uno, hay un lobo con The Wolves escrito debajo, en otro
estamos nosotros dos abrazados, con nuestras cazadoras que nos identifican —él
el 7 y yo el 9—. Pero el que logra mi atención es, sin duda, el más grande de
todos y también más trabajoso. Está todo el grupo tal y como lo dejé el primer
día, liderado por PJ y por mí. Él tiene su brazo sobre mis hombros y a mi
derecha está Hood, mi querido amigo. Detrás de mí tengo a Jess, con una mano en
el hombro de éste.
Localizo a todos con una sonrisa y me dejo caer por la pared. Caigo en
unos cartones en el suelo y me doy cuenta de todo.
— ¿Cuánto
tiempo llevas en la ciudad?
— Aquí,
mes y medio. Pero buscándote sólo uno. Pensaba encontrar trabajo antes, pero…es
difícil —suspira.
— ¿Dónde
estás viviendo? —echa una ojeada a la camioneta— ¿Lo dices en serio?
— No
está tan mal. Tengo una manta y…
— No
puedo creer lo que voy a decir…—murmuro y se interesa— Te propongo un trato.
— Me
das miedo.
— No
seas tonto —le doy un golpe amistoso y me coge en brazos.
Empieza a darme vueltas, sabiendo que me hace de reír. Cuando creo
quedarme sin aire me deja suavemente en el suelo. De nuevo nuestros ojos
pareces pegados hasta que oigo esa voz en mi cabeza: «Protégele. Aléjale de ti,
es la única manera».
— Si…si
te dejo pasar la noche en mi casa, tienes que irte al día siguiente a casa.
— ¿Cómo?
— Sólo
dormir; no quiero nada más contigo —miento igual de mal con él que con
Alexander—. Yo te llevaré a la estación de autobuses y te daré dinero para que
sobrevivas un tiempo allí solo.
— A
ver si lo entiendo, si me quedo a dormir contigo…
— En
mi casa —corrijo.
— ¿Me
das dinero? No me dedico a la calle, perdona.
— Idiota.
Te pago la vuelta a casa porque no quiero verte más por aquí. ¿Aceptas? Se está
haciendo tarde.
— ¿Dónde
firmo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario