Translate

viernes, 28 de junio de 2013

Cap. 4


Rechazo todo tipo de comida —me da asco al pensar en toda la sangre en el suelo blanco impoluto del hospital— y, al par de días, vuelvo a la comisaría a realizar papeleo. Creo que ya sé a qué dedicarme en el futuro, preferentemente al trabajo en oficina. Antes pensaba que era aburrido, aunque después de matar a dos personas se hace bastante aceptable.

    Cuidado, a ver si nos va a disparar.

    No digas eso, Rob. Perdónale, es idiota —se disculpa Tyler.

    No pasa nada. ¿Sabes algo de cómo van las cosas?

    Por mucho que insistes no te dirán nada —interviene Frank—. Están bien entrenados.

    Ya has oído —se encoge de hombros.

    Enana, estás muy flaca —concluye Rob.

    Es la primera vez que dice algo inteligente.

    Últimamente no tengo hambre.

    Lo que no voy a tener yo es cabeza —nos interrumpe.

    ¿Qué dices, Frank?

    Anne se ha enterado de todo. Si alguno tiene que hacer guardia yo me encargo —se ríe.

    Dila que venga. Así puedo ver a alguien inteligente por aquí.

    Uy, lo que ha dicho —se hace el ofendido Smith.

    Venga, a trabajar. Al, ven a solas un momento —nos alejamos un par de mesas del grupo—. ¿Qué tal lo llevas?

    ¿El qué?

    Todo. Han pasado muchas cosas y…

    Bien —miento muy mal—. Ahora hay un criminal menos en el mundo, ¿no crees?

    Junto con la información.

    No iba a decir nada.

    Lo sé, aunque los de arriba no opinan lo mismo. Me están pidiendo explicaciones…

Continúa hablando, sin embargo otra cosa atrae mi atención: un policía uniformado —a diferencia del resto de nosotros— empuja a un chico, alto y rubio con una cazadora negra y un número siete en la manga, hacia los calabozos.

    Alice, te estoy hablando —Frank me devuelve a la realidad.

    ¿Quién es ese? —consigo decir.

    Un pandillero, supongo.

    No puede ser…

    ¡Fellon! ¿Qué ha hecho?

    Le he pillado pintando. Una noche entre rejas le enseñará cómo se hacen las cosas.

Gira la cabeza y nuestras miradas se encuentran. Antes de que él pueda disipar sus dudas sobre mí, el policía le empuja. Yo sé perfectamente quién es, lo que no entiendo consiste en el porqué él está aquí.

    ¿Qué te pasa? —se interesa Frank al ver mi expresión— Alice, despierta.

    ¿Qué? —sacudo la cabeza.

    Que a qué viene esa cara. No es nada nuevo ver a alguien detenido.

    No es eso. ¿Tiene antecedentes? —pregunto a Smith.

    No lo sé; pregúntaselo al que le ha traído.

    ¿De qué le conoces? —mi padre me conoce demasiado bien.

Aun así, le ignoro y sigo el camino que ha hecho antes el policía. Me coloco el pelo para que me vea lo menos posible.

    Sácalo.

    Vete si no quieres meterte en líos —sonrío con suficiencia.

    ¿Eres… —balbucea PJ.

    Diría lo mismo. Te estoy dando una orden.

    ¿Quién te crees que eres, niña?

    Tu superior —Frank entra y PJ se queda mirándonos—. Obedece.

    Pero, señor…

    Ya le has oído. O me haces caso o quien pase la noche dentro serás tú.

    Niñata estúpida —murmura mientras abre la celda. Frank intenta decir algo, no obstante yo hablo antes.

    Como le vuelvas a molestar no se quedará en una amenaza.

    Ya basta, Alice —me frena mi padre cuando PJ sale despacio de la celda.

    ¿Nos puedes dejar solos?

    No —lo mira sin confiar en él.

    Por favor, papá. Síguenos si quieres, pero necesito hablar.

    Que Tyler os vigile en un radio de 500 metros.

    Gracias —le beso la mejilla y me alcanza mi americana y a él su cazadora.

    ¡Rubia! —me abraza con tanta fuerza que creo que me va a romper en cuanto Frank sale de la habitación.

    Me haces daño —le quito.

    No me puedo creer que te haya encontrado… ¿Qué haces aquí?

    Sígueme.

Salimos de la comisaría sin hablar y con Tyler pegado a mis talones. Le indico que se quede alejado y nos da intimidad. Me compaña al sentarme en un banco delante de una fuente. Estamos rodeados de gente y árboles. A pesar de estar un agente conmigo, ahora soy un blanco muy fácil. Evito mirarle todo lo que él me permite, sin embargo él no me quita sus ojos de encima. No quiero ver lo que reflejan sus ojos, aunque de cierta manera lo sé; igual que sé a lo que ha venido.

    No deberías estar aquí —consigo que las palabras salgan del corazón directamente a la boca, mirando al suelo.

    ¿Por qué? No me llamas y no contestaste a la carta. Tenía que hablar contigo.

    Porque no puedes. No yo hablar contigo. Lo mejor será que te vayas, este no es tu sitio.

    Mi sitio es donde estás tú, Baby. Me he dado cuenta de todo; sé que es tarde, pero todavía podemos estar juntos. Aquí o en cualquier otro lugar, no me importa dónde si estamos juntos.

    No me llames así. Soy Alice, no Baby, ni rubia —«ni “su ángel”» —Olvídate de eso, nunca vamos a estar juntos —mi voz es dura.

    Tenemos que intentarlo —insiste.

    Es que no quiero intentarlo, ¿no lo ves? —me levanto como un resorte— ¿No te quedó claro con la carta? —está dolido, aun así continúa.

    Es por eso por lo que he venido. No puedes decirme todo eso y esperar que me quede de brazos cruzados —se levanta conmigo—. Entiendo que te enfadaras por lo de Amber, y…

    Ese es el problema. Crees que el mundo gira alrededor del barrio y del grupo, y no es así. Cada día pasan millones de cosas, mueren personas…y tú te preocupas porque no quiero estar contigo.

    Mi mundo eres tú, ru…Alice —me dejo caer en el banco—. Yo también me enfadé cuando me contaste lo del tipo del bar, o te vi con Bells… Si allí no te sientes a gusto, nos vamos. Puedo encontrar algo aquí para…

    Para, por favor —ya no recordaba sus ataques de sinceridad. Entierro el rostro entre las manos y me rodea los hombros.

Me levanto para respirar porque ya es demasiado. Pensé que le había olvidado, que no me importaba, y ahora… Se pone enfrente mía, acerca la mano a mi cuello y me separo en el momento justo antes de que roce mi piel. Ya no puedo pensar en mí de la misma manera después de haber sentido durante tanto tiempo a Alex. Me parece que le estoy traicionando al dejar que otro toque lo que es suyo. PJ deja caer la mano y miro a Tyler, que está atento a nosotros. Alza las cejas en forma de pregunta y digo que sí con la cabeza para que siga tranquilo a pesar de tener los ojos encharcados.

    Tienes que irte. No puedes estar conmigo.

    Me da igual que no salgamos, quiero verte todos los días y decir: mira, esa es la chica por la que perdí la cabeza y crucé el país en una vieja camioneta. Y poder mirarte, tocarte, aunque sólo sea rozarte la mano. Llámame tonto, pero esta cosa tan sencilla me provoca una especie de descarga al corazón, que lo para y acelera en un momento.

    No sigas —casi le ruego—. Yo no… —me seco las lágrimas y tomo un trago de aire.

    ¿No te gusta oír la verdad? ¿O es que…

    Fuiste un cobarde. Si me hubieses dicho todo esto al principio…

    Tú tampoco lo dijiste. Comprende que…

    ¿El qué tengo que comprender? Estuve llamándote tres meses, tres largos y duros meses, Patrick, y no me respondiste. Un mensaje, una llamada, nada. Me dejaste sola cuando más te necesitaba. ¿En serio crees que eso es amor? ¿O simplemente soy un absurdo capricho de un inmaduro que en cuanto ve que otra se le abre de piernas se tira de cabeza? Reconoce que es todo lo que soy para ti, porque si no fuese así, no  habrías estado con otra, habrías hablado conmigo cada día y me habrías dicho que me querías y que me echabas de menos —le grito hasta quedarme sin aire.

    Me has llamado Patrick —se sorprende.

    Es tu nombre.

    Sí, pero siempre me han llamado PJ…

    ¿Ves como tengo razón? Oyes lo que no quieres y cambias de tema.

    No es así.

    ¿A no? Pues yo estoy viendo todo lo contrario.

    Te quiero —susurra.

    Ahora no intentes arreglarlo. Estás aquí porque te has aburrido de la pelirroja esa y quieres probar a otra—continúo gritando—. O porque se ha dado cuenta de lo miserable que eres y te ha dejado y como no tenías otra diversión decidiste venir a molestarme e intentar que cayera en tus redes, pero no…

No me deja terminar. Me sujeta la cara entre sus manos y me besa, tal como la otra vez. Noto sus labios más cómodos, cálidos y reconfortantes de lo que puedo recordar. Ahora sí que no entiendo nada, ¿es que no hay otra forma de hacerme callar que así? Mi boca va a parecer de uso público, si es que no lo es ya. Todos se deciden por hacer lo mismo: besarme. ¿Tan poca imaginación tienen los hombres? Lo único que queda es que Frank en vez de regañarme haga lo mismo que el resto. Tom podría haberme metido en la consulta, pero no, me besó. PJ podría haberme dicho me callara, y de igual manera no lo hizo, ninguna de las dos veces.

Tampoco entiendo por qué mis labios son independientes de mi cerebro y le dejan entrar. Ya no soy dueña de mi cuerpo, ni de mis reacciones. Una extraña se ha apoderado de mí y hace que mis brazos rodeen su cuello y lo empujen hacia mi cuerpo. Siento cómo una mano suya se desliza por mi bolsillo trasero y la otra hace lo mismo por mi cuello, que lo acaricia suavemente antes de sujetarme la cabeza por entre el pelo. De nuevo la extraña arquea la espalda y me aprieta y besa con más fuerza.

Baby desearía quedarse ahí, huir con él, dejar todo lo anterior atrás y empezar de cero a partir de este momento; Alice Du’Fromagge saldría corriendo después de haberle dado una bofetada y se tiraría a los brazos de Alexander, sin importarle las amenazas ni el dolor ajeno, se iría con él a Marsella y repetiría lo del hotel tantas veces como fuera posible; y Alice Sanders… directamente no sabe quién es, a quién quiere, qué va a hacer o si pegarse un tiro o tirarse del Vincent Thomas.

Ésta última parece despertar de un sueño y se aparta, me aparto, de Patrick bruscamente. Me mira confuso, al igual que yo a él.

    No…vuelvas…a hacer…eso —aún noto sus labios sobre los míos, que ahora se ven solos y torpes. Me aparto varios pasos.

    No puedo —traga saliva y me mira de arriba abajo—. Ahora sí que no pienso dejarte. No te lo he dicho porque creía que lo sabías, pero tengo que soltarlo: Te quiero. Desde el momento que te vi me gustaste y cuando pasamos tiempo juntos me di cuenta de lo especial que te habías convertido y de que quería, quiero estar contigo de todas las formas posibles. Quiero ser especial para ti; quiero ser tu primero, siempre lo he querido.

    Eso no puede ser…yo…

    Vámonos. Ven conmigo. No quieres volver a verlo y yo estoy aquí; es así de simple. Te necesito a mi lado, Alice Sanders —concluye.

    Yo no te quiero al mío —« ¿aún sigue existiendo esa chica, la que acaba de nombrar?».

    Por muy cruel que seas te seguiré queriendo igual.

    Para. Como vuelvas a decir algo así juro que te pego un puñetazo.

    Esa es mi chica. Tal como te conocía —me sonríe y esquivo su mirada—. ¿Qué hacías en la comisaría? ¿Y por qué llamaste a ese papá? ¿Me puedes decir por qué dijo que eras su superior?

    No pienso responder a ninguna de las preguntas. Son temas privados y lo mejor para ti será que no conozcas las respuestas —digo cortante.

    Entre nosotros no hay temas privados. Somos un grupo y…

    Yo no. Me salí con todas las consecuencias. ¿Y tú qué hacías allí?

    Es privado.

    Me lo merecía —asiento levemente y se ríe.

    Ya lo has oído, me pillaron pintando.

    ¿El qué?

    ¿Tu niñera nos dejará? —mira a Tyler.

    Sin problemas —sonrío.

 

Nos escolta a una pequeña presa abandonada donde está la vieja camioneta de su padrastro. En la pared hay un dibujo enorme de lo que parece ser mi cara. A pesar de estar inacabado, es más bonito de lo que podría imaginar. Ha conseguido captar cada detalle y plasmarlo; igual que el resto de dibujos que decoran las paredes. En uno, hay un lobo con The Wolves escrito debajo, en otro estamos nosotros dos abrazados, con nuestras cazadoras que nos identifican —él el 7 y yo el 9—. Pero el que logra mi atención es, sin duda, el más grande de todos y también más trabajoso. Está todo el grupo tal y como lo dejé el primer día, liderado por PJ y por mí. Él tiene su brazo sobre mis hombros y a mi derecha está Hood, mi querido amigo. Detrás de mí tengo a Jess, con una mano en el hombro de éste.

Localizo a todos con una sonrisa y me dejo caer por la pared. Caigo en unos cartones en el suelo y me doy cuenta de todo.

    ¿Cuánto tiempo llevas en la ciudad?

    Aquí, mes y medio. Pero buscándote sólo uno. Pensaba encontrar trabajo antes, pero…es difícil —suspira.

    ¿Dónde estás viviendo? —echa una ojeada a la camioneta— ¿Lo dices en serio?

    No está tan mal. Tengo una manta y…

    No puedo creer lo que voy a decir…—murmuro y se interesa— Te propongo un trato.

    Me das miedo.

    No seas tonto —le doy un golpe amistoso y me coge en brazos.

Empieza a darme vueltas, sabiendo que me hace de reír. Cuando creo quedarme sin aire me deja suavemente en el suelo. De nuevo nuestros ojos pareces pegados hasta que oigo esa voz en mi cabeza: «Protégele. Aléjale de ti, es la única manera».

    Si…si te dejo pasar la noche en mi casa, tienes que irte al día siguiente a casa.

    ¿Cómo?

    Sólo dormir; no quiero nada más contigo —miento igual de mal con él que con Alexander—. Yo te llevaré a la estación de autobuses y te daré dinero para que sobrevivas un tiempo allí solo.

    A ver si lo entiendo, si me quedo a dormir contigo…

    En mi casa —corrijo.

    ¿Me das dinero? No me dedico a la calle, perdona.

    Idiota. Te pago la vuelta a casa porque no quiero verte más por aquí. ¿Aceptas? Se está haciendo tarde.

    ¿Dónde firmo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario