Translate

miércoles, 12 de junio de 2013

Cap. 21


Intento que todo continúe con normalidad, pero aunque ponga todo de mi parte, no lo consigo.

Primero, algo totalmente inesperado, porque ¿qué interés pueden tener matando a alguien así? Quiero decir, él siempre me ha ayudado y no se merecía esto. Pero lo hicieron bien, de eso no hay duda, en el momento exacto que salía de casa para que me quedase claro quién mandaba, por si tenía dudas.

Alex —dudo que fuese él en realidad— me mandó un mensaje para quedar y hablar sobre lo que pasó. No especificaba nada de eso y aun así fui tan tonta de creerlo. Si no hubiese bajado, a lo mejor aún continuaría con vida. Me especificó que me quedase en el portal y ahí empezaríamos a hablar, así que hice caso y mientras le esperaba me puse a hablar con el señor Calhoun. Empezaba a retrasarse y eso no es propio de él. Empecé a inquietarme y mi querido portero, compinche de tantas fechorías, se preocupó por mí. Fallo. Nunca ha sido de preguntar, sino de comprender con lo mínimo que tenía y darme lecciones. Ahora eso se ha acabado. Cuando le dije a quién estaba esperando, justo en esa milésima de segundo, una bala le atravesó el cráneo. Se desplomó al instante sobre mí, que conseguí sujetarle lo necesario para depositarle en el suelo con cuidado y correr a por mi pistola. Sin pensarlo dos veces, sin reparar en el peligro que podía correr, salí a la entrada, con las cinco balas que posee la cámara del revólver, dispuesta a enfrentarme a su asesino. Ningún coche extraño, nadie diferente de la multitud… Al parecer, un fantasma se había encargado de él. La gente me miraba y se asustaba. Imagino cómo debía encontrarme, cubierta de sangre, con un gesto de venganza en el rostro y acompañada de un arma cargada y dispuesta a disparar.

En apenas unos minutos ya me encontraba protegida por mis padres. Presté declaración y me han apartado de la investigación.

Desde entonces, Anne, Frank y Alex se encuentran más sobre protectores que nunca. No puedo ir a ningún sitio sola y a pesar de las protestas de éste último, sigo en el negocio de venta de droga donde poco a poco me estoy haciendo hueco.

Alex y yo estamos más juntos, si era posible. Si la intención de Moore —estoy completamente segura que está detrás de mí, pues también se ha negado a poner guarda espaldas a su propio hijo— era asustarme o hacer que me separase de Alex, está muy equivocado, incluso le ha salido el tiro por la culata.

Tal como van pasando los días me percato de que diferentes hombres me siguen; al hospital, a casa, al instituto, a comprar… Tengo miedo de llevar pistola porque podrían pillarme y preguntar de dónde la he sacado, a lo que no tengo respuesta. De todas formas, mientras que no pasen a mayores, tampoco tengo grandes inconvenientes. Me siento algo más privada de libertad, pero ya que nunca he gozado de ella completamente…

Lily empeora por días, Tom sigue empeñado en que es la terapia la que provoca los vómitos, mareos, el cansancio, el no querer comer…, lo que no sabe, es que yo también me informo y sé que son síntomas de su enfermedad, a pesar de lo que digan las analíticas. Esta repugnante enfermedad se ha apoderado de ella y no puedo frenarla, ni yo ni nadie, la única forma de parar su reproducción es tan drástica y dramática que equivale a la muerte, teniendo en cuenta que la radio y quimioterapia son devastadoras.

Después de verla convulsionarse por la tos de nuevo, Alex y yo tenemos problemas:

    Llama a alguien —digo con un intento de voz neutral.

    Mon ange —se acerca con cuidado—, lleva haciéndolo días.

    Por eso mismo; no creo que sea normal.

    Ya hablamos con Tom y…

    ¡Me da igual lo que dijera! Está…se muere y no haces nada —bajo la voz.

    Tenemos que dejarlo en manos de los médicos —a pesar de las duras palabras él continúa con voz tranquila.

    ¡Pues ve a buscar uno! —intenta abrazarme y le aparto de un empujón— No hagas eso.

    Yo…

    Vete —mi tono es severo.

    Alice, por favor…

    ¡Que te vayas! ¡Déjame en paz! No te necesito —sentencio empujándole de nuevo y obedece, dolido.

Me giro e intento acallar los sollozos sin éxito tapándome la boca con la mano, aunque acabo quitándomela cuando me falta el aire.

    Al —me llama una tenue y débil voz

    ¿Te encuentras mejor, cariño? —respondo tras limpiarme las lágrimas.

    No… —no consigue reprimir una mueca de dolor al intentar moverse— No os peleéis por mí. Yo me voy a poner bien y no quiero que estéis separados.

    No puedes controlar eso, Lily. A veces dos personas se cansan de estar juntas o sucede algo que fuerza el querer irse cada uno por su lado.

    No os pasará eso. Vosotros os queréis, se nota cuando estáis juntos.

    Están ocurriendo demasiadas cosas. Por ahora no, pero acabaremos separados.

    No quiero dejar de verle —me parte el corazón.

    Voy a comer algo —miento—. Ahora entra —salgo y está apoyado en la pared de enfrente.

    ¿Dónde vas?

    Lily quiere verte —respondo con la voz fría—. No la dejes sola —me da igual lo que me responda.

Voy a la máquina de café de la sala de espera y saco el más grande y oscuro. Me he acostumbrado a tomarlo solo, a pesar de ser el más amargo que haya probado.

Aún con el vaso a medias informo a una de las enfermeras sobre lo que ha pasado con Lily, pero apenas me presta atención y me responde vagamente que avisará a su médico cuando llegue. Vuelvo a la habitación y miro por la ventana antes de entrar para verla igual de seria que conmigo, por supuesto Alex tiene su mismo gesto. Abro un poco la puerta y me siento aparte en el suelo. Pongo el café a mi lado y dejo caer la cabeza contra la pared con los ojos cerrados. Durante un tiempo consigo evadirme del mundo, no obstante me sacan bruscamente.

    ¿Sigues enfadada? —Alex está sentado a mi lado. Le miro un instante y vuelvo a cerrar los ojos— No te recomendaría este café, parece alquitrán.

    Quiero estar sola.

    El problema es que no te lo vamos a permitir —intenta sonreír.

    Corrijo: quiero estar sin ti. Cuanto más lejos mejor.

    Me desvivo por vosotras y me dices esto. Eso duele ¿sabes?

    Es como soy. Fría y distante.

    No es verdad, yo te conozco; hemos pasado por cosas que me demuestran todo lo contrario. Y apuesto a que cualquiera diría lo mismo.

    Mientes. Hago daño a la gente. Lily se está muriendo, mataron al señor Calhoun por mi culpa, tú acabas de decirme que te duele — «PJ estará sufriendo, Jess se quedó sin su mejor amiga, Hood ya no tiene en quién apoyarse en los peores momentos, el grupo arriesga a su líder por haberme ido…»

    No me gustan las mentiras —igual que su padre—. Lo de Lily ha sido fortuito, lo que has hecho ha sido darla esperanza y una familia; lo de tu portero…no fue tu culpa, pasó porque…

    Estaba conmigo.

    No, Alice, tienes que entrar en razón. Estaba en el momento y lugar equivocados.

    Se te olvida la compañía.

    ¿Podrías dejarme hablar un instante y pensar con la cabeza? —su voz sigue sonando dulce— Gracias. Si tienen que morir cien personas por protegerte, yo mismo me encargaré de ellas con tal de que estés a salvo.

    No merezco la pena. Soy un fraude —bajo la cabeza hasta las rodillas.

    Para mí vales mucho más. Y no sé de dónde te has sacado lo de ser un fraude, porque yo te veo la persona más auténtica que he conocido —las palabras retumban por mi cabeza—. Sólo hay una cosa que no sé de ti — « ¿sólo una?».

    ¿El qué? —lentamente subo la mirada.

    Tu hombro.

    ¿Qué pasa con mi hombro?

    La cicatriz. No sé cómo has podido hacértela.

    ¿La viste?

    Vi bastante.

    No pensé que te fijarías en eso.

    Toda tú eres perfección, lo que pasa es que no lo admites.

    Y tú estás hecho un mentiroso compulsivo —me arranca una sonrisa—. ¿Quieres café? —le ofrezco.

    ¿A esto llamas café? Es horrible, además, te lo tomas solo.

    A mí me gusta. ¿Cómo lo haces? —cambio de tema de golpe.

    Lo compro hecho, me gusta el expreso de máquina.

    ¡Eso no! —digo con una risita— Me enfado contigo y no puedo durar más de diez minutos.

    En realidad han sido veinte —mira y señala el reloj—. Yo podría hacerte la misma pregunta, porque directamente me resulta imposible enfadarme contigo.

    Vous êtes un idiot —le sujeto el rostro entre las manos y le beso suavemente.

    ¿Crees que puedes llamarme idiota y con un beso arreglarlo todo?

    Sí —le digo con una sonrisa burlona.

    Pues no es tan fácil.

    ¿Y con dos?

    Tres —negocia. Por un momento parece tener cinco años y hacer lo mismo para conseguir chucherías.

    Hecho —cumplo mi palabra con creces. Cuando nos separamos me doy cuenta de que me envuelve por completo con sus brazos y yo impido caerme al suelo por el codo.

    Siento interrumpir el momento romántico, pero… —una voz familiar me distrae de los ojos de Alex— Creo que me habíais llamado.

    ¡Tom! Sí claro —mi chico me ayuda a levantarme, más bien me lanza contra él y le doy un golpecito amistoso en el brazo. No me suelta la cintura.

    ¿Ha empeorado?

    Ahora parece que descansa.

    Ha estado toda la tarde tosiendo —me ayuda y le echo una mirada cariñosa.

    Ya lo hemos hablado, es normal. Está débil por los tratamientos y…

    No me engañes. Son síntomas de que empeora, lo que la estáis dando no funciona.

    Hacemos todo lo que podemos.

    No es suficiente, entonces. Acaba de cumplir los seis años, Tom.

    Lo sé. En la habitación de al lado hay un niño con lo mismo y tiene tres, y una planta más arriba una mujer sufre también leucemia con ochenta y tres años. Con esto te quiero decir que es aleatorio y…

    Lo de ella es genético. Tuve que ver la cara a ese cabrón para comprobarlo, así que no me vengas con esas —empiezo a alterarme.

    Mon ange…—me reprime con un apretón Alex.

    Estoy bien —le indico y me aparto—. Confiaba en ti, creía que estabas de mi parte, que harías todo por salvarla y ahora la tratas como una más…No me lo puedo creer.

Salgo disparada de la habitación, del hospital y de la calle. Al principio me parece oír cómo me llamaban, aunque seguro que me comprenderán y sabrán que necesito respirar fuera de este ambiente tan cargado.

Miro antes de cruzar, el coche aún está lejos, tengo tiempo. No puedo equivocarme más: el coche oscuro —no distingo más— del otro lado de la calle acelera a tal velocidad que si no llegase a estar entrenada, me habría matado. En cuanto lo veo acercarse, salto todo lo alto que me permiten los vaqueros y ruedo sobre el coche antes de caer al suelo dolorida por el impacto. El coche se detiene —vendrán a ayudarme— y da marcha atrás a toda velocidad. Vuelvo a rodar sobre mí misma y evito por muy poco que me pase por encima. Subo a la acera tan rápido como me deja el tobillo para ponerme a salvo. Nadie lo ha visto o no lo ha querido ver. De nuevo entro al hospital, esta vez cojeando y con un dolor punzante me encuentro a Alex, que corre hacia mi.

    ¡Alice! ¿¡Qué te ha pasado!?

    Yo… —miro la ropa manchada del asfalto— Me caí.

    ¿Te caíste? —me levanta la barbilla para mirarme mejor y lleva sus dedos a la frente. Los siento fríos y me los enseña— ¿Cómo? Te has hecho sangre.

    Por las escaleras. Pisé mal y resbalé.

    Podrías haberte matado —me reprocha.

    No hace falta que me regañes; ya me duele la cabeza por sí sola —palpo donde lo siento dolorido.

    Vamos, hay que buscar a Tom.

    No quiero verlo.

    Me da igual; pienso llevarte de todas formas —me coge en volandas como otras tantas veces—. Puede que te hayas hecho algo en el tobillo. ¿Duele mucho?

    Se me está pasando. No hace falta ir, ya…

    He dicho que me da lo mismo. No hay discusión. ¿Ayudaría un beso? —me sonríe.

    Puede…aunque mejor no lo hagas —me mira extrañado—. Nos chocaríamos con alguien. De hecho, me sorprende que no haya pasado ya.

Nos reímos y me lleva a la consulta. Mientras, mantengo el oído en su pecho, escuchando el corazón: es realmente relajante. Llama a la puerta con el pie y abre al instante.

    Vosotros dos me dais más trabajo que toda la planta junta —me mira de reojo—. Alice, ¿qué ha ocurrido?

    ¿Podemos pasar?

    Sí, claro —tiende una silla y me deja con cuidado—. Déjame mirarte eso tan feo de la cabeza…

    Es mi cara, gracias —me aparto—. No me toques.

    Mon ange…es por tu bien.

    No seas así. Lo siento, sabes que hago todo lo que puedo.

    Si fuese así no estarías aquí quieto.

    Estoy buscando tratamientos alternativos —gira la pantalla del ordenador para enseñárnosla—. ¿Ahora me dejarás echarte un vistazo?

    No es nada, Alex es muy exagerado.

    No lo soy, me ciño a la realidad. Se cayó por las escaleras —habla a Tom.

    ¿Las de entrada?

    Las que bajan al primer piso —miento ávidamente.

    Tráela a la camilla —vuelve a cogerme y le hace caso— Quítate la camiseta. ¿Te importa que él esté delante?

    Ya me ha visto antes con menos ropa, así que…

    Sin detalles. Gracias. Veamos…—me inspecciona los moratones que comienzan a surgir— No tienes nada roto por aquí, eso es bueno, pero…Alice —levanta la vista—, estas no son heridas por haberte caído por las escaleras. No son golpes secos, sino seguidos, como si hubieses rodado mientras algo te aplastaba. Dime la verdad.

    ¿Pasa algo? —pregunta Alex, que se ha quedado sentado aparte.

    Por favor —suplico.

    Nada, parece que por aquí son sólo golpes —le sonríe y me mira severo—. ¿Vas a decirme la verdad o continuarás mintiéndome como a tu novio?

    Me…—tomo aire— Salté un coche antes de que me atropellara.

    Y rodaste por encima —asiento—. ¿Sabes algo del conductor?

    Se dio a la fuga. Pero no es nada, estoy bien.

    La única forma de curarlo es mucho reposo o de lo contrario, podría astillarse una costilla; y eso resultaría mucho más peligroso.

    Lo haré.

    ¿No te hiciste más daño?

    El tobillo…creo que es un esguince.

    Que te hagan radiografías; te pasarán la primera. Esperad un poco y os traen una silla de ruedas para…

    Puedo con ella —interrumpe Alex—. Gracias por todo, Tom —se estrechan la mano.

El resto del día me lleva hasta que me vendan el pie —diagnostican que ha sido un fuerte golpe, pero no llega a nada más— y me dan unas muletas.

Paso a besar a Lily antes de irnos y por única y última vez dejo conducir mi coche a alguien ajeno a la investigación —a la rama de la ley, al menos—. Otro beso de despedida y le cuento lo que pasó a mis padres.

 

Los días pasan y me quitan las muletas, por lo tanto ya puedo volver a conducir mi querido coche. Los informes que comencé a principios de curso están casi terminados y Alex me trata aún mejor —si se puede— mientras estoy mala, aunque eso no me exenta de continuar con mi trabajo en el “negocio familiar”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario